Máxima y las arcas premium
Año 6. Edición número 259. Domingo 5 de mayo de 2013
Los nuevos monarcas son talentosos empresarios en la
búsqueda de poner sus propios acentos en las estrategias para la
recuperación de la economía internacional.
Apenas dos días después de la coronación de Willem Alexander y Máxima
como reyes de los Países Bajos, Peter Voser, presidente de la Royal
Dutch Shell, anunció su retiro de la empresa en la primera mitad de
2014. La noticia sorprendió, porque el gigante petrolero acaba de
informar que en el primer trimestre de 2013 aumentó sus ganancias en un
4%, hasta los ocho mil millones de dólares. No obstante, dado que la
casa de Orange-Nassau es uno de los holdings más importantes del mundo,
es normal que el cambio en su conducción implique el relevo del jefe de
su subsidiaria más importante. Los nuevos monarcas son talentosos
empresarios que pondrán sus propios acentos en las estrategias para la
recuperación de la economía internacional, y Shell es uno de sus
instrumentos más importantes.
La casa de Orange-Nassau es una verdadera empresa multinacional con inversiones en varios sectores de la economía. No se sabe a ciencia cierta cuántas acciones posee la familia real en la petrolera anglo-holandesa, pero se supone que es la principal accionista. Desde que llegó al trono, en 1980, la reina Beatriz reorganizó sus inversiones en empresas como la compañía nacional de aviación (KLM), el banco ABM-AMRO y la empresa Philips, hasta situarse entre las 200 mujeres más ricas del mundo.
Según datos de la revista Forbes el patrimonio real ascendería a 300 millones de dólares. Por su parte, la revista neerlandesa Quote 500, que publica todos los años la lista de los 500 holandeses más ricos, el año pasado lo colocó en 1.300 millones de dólares. Los cálculos han sido siempre negados por los Orange. Según Quote, la reina Beatriz duplica largamente la fortuna de la reina Isabel II de Gran Bretaña (500 millones de dólares), pero de acuerdo con el ranking de Forbes, la holandesa queda detrás de la soberana británica.
Siguiendo a Forbes, la parte esencial de la fortuna de la casa de Orange-Nassau provendría de dinero invertido en acciones en Holanda, Nueva York, Londres y Ginebra. Luego seguirían bienes inmobiliarios. Por último, valiosas obras de arte y joyas. Hasta que Lehman Brothers cayó en 2008, ese banco y Salomon Brothers eran los representantes de Beatriz para sus operaciones en los Estados Unidos. Ese año la reina y sus hijos habrían perdido 100 millones de dólares invertidos en la empresa del estafador estadounidense Bernard Madoff.
La casa real holandesa ha diversificado sus inversiones a través de fundaciones y sociedades. Según Philip Droge, periodista holandés especialista en el tema, la tesorería de la casa real cuenta con un equipo de unas 20 personas. El tesorero personal de la reina es responsable de las finanzas de la casa real, pero los aspectos privados están bajo la órbita de otros hombres de confianza que dirigen ambos equipos. Sin embargo, Droge descubrió que una parte de estas finanzas es administrada por una fundación central que opera como vértice. En ese esquema, los inversores privados, como el banco holandés Mees Pierson, cumplen un papel central en las colocaciones, en tanto la fragmentación evita que un sólo equipo tenga información sobre el resto de los bienes de la casa de Orange-Nassau.
Los nuevos monarcas asumen el trono en un contexto de deterioro acelerado de la situación económica holandesa, que hasta ahora se mantenía incólume, y de indecisa recuperación de la economía mundial. Como adecuadamente diagnosticó el saliente presidente suizo de Shell en una entrevista que dio estratégicamente el jueves 2, la inseguridad sobre las perspectivas de crecimiento de la economía mundial y su dependencia de los subsidios estatales y de los organismos financieros internacionales hacen que la mayoría de los inversores prefiera ahorrar, para protegerse ante eventuales retrocesos, antes que gastar. Como todas las empresas productoras de commodities, empero, Shell necesita que el consumo adquiera nueva fuerza.
Éste es el punto donde la nueva pareja real puede ayudar. A diferencia de la hoy princesa Beatriz, Willem Alexander y Máxima se presentan como monarcas de carne y hueso, cercanos al pueblo, simpáticos, espontáneos y descontracturados. Casi tres cuartos de los holandeses apoyan la monarquía parlamentaria. Esta ofensiva de simpatía debe servir para insuflar optimismo en la población.
Las posibilidades de articular iniciativas verdaderamente continentales han disminuido, como lo demuestran las crecientes fricciones dentro de la Unión Europea. Los Países Bajos son un factor central de la construcción europea, pero con un peso económico mediano. Si no logran motivar a sus vecinos a invertir y gastar, las empresas holandesas no tendrán futuro. Tanto más importante se vuelve entonces la sonrisa de Máxima como producto de exportación para generar nueva confianza en la economía.
La casa de Orange-Nassau es una verdadera empresa multinacional con inversiones en varios sectores de la economía. No se sabe a ciencia cierta cuántas acciones posee la familia real en la petrolera anglo-holandesa, pero se supone que es la principal accionista. Desde que llegó al trono, en 1980, la reina Beatriz reorganizó sus inversiones en empresas como la compañía nacional de aviación (KLM), el banco ABM-AMRO y la empresa Philips, hasta situarse entre las 200 mujeres más ricas del mundo.
Según datos de la revista Forbes el patrimonio real ascendería a 300 millones de dólares. Por su parte, la revista neerlandesa Quote 500, que publica todos los años la lista de los 500 holandeses más ricos, el año pasado lo colocó en 1.300 millones de dólares. Los cálculos han sido siempre negados por los Orange. Según Quote, la reina Beatriz duplica largamente la fortuna de la reina Isabel II de Gran Bretaña (500 millones de dólares), pero de acuerdo con el ranking de Forbes, la holandesa queda detrás de la soberana británica.
Siguiendo a Forbes, la parte esencial de la fortuna de la casa de Orange-Nassau provendría de dinero invertido en acciones en Holanda, Nueva York, Londres y Ginebra. Luego seguirían bienes inmobiliarios. Por último, valiosas obras de arte y joyas. Hasta que Lehman Brothers cayó en 2008, ese banco y Salomon Brothers eran los representantes de Beatriz para sus operaciones en los Estados Unidos. Ese año la reina y sus hijos habrían perdido 100 millones de dólares invertidos en la empresa del estafador estadounidense Bernard Madoff.
La casa real holandesa ha diversificado sus inversiones a través de fundaciones y sociedades. Según Philip Droge, periodista holandés especialista en el tema, la tesorería de la casa real cuenta con un equipo de unas 20 personas. El tesorero personal de la reina es responsable de las finanzas de la casa real, pero los aspectos privados están bajo la órbita de otros hombres de confianza que dirigen ambos equipos. Sin embargo, Droge descubrió que una parte de estas finanzas es administrada por una fundación central que opera como vértice. En ese esquema, los inversores privados, como el banco holandés Mees Pierson, cumplen un papel central en las colocaciones, en tanto la fragmentación evita que un sólo equipo tenga información sobre el resto de los bienes de la casa de Orange-Nassau.
Los nuevos monarcas asumen el trono en un contexto de deterioro acelerado de la situación económica holandesa, que hasta ahora se mantenía incólume, y de indecisa recuperación de la economía mundial. Como adecuadamente diagnosticó el saliente presidente suizo de Shell en una entrevista que dio estratégicamente el jueves 2, la inseguridad sobre las perspectivas de crecimiento de la economía mundial y su dependencia de los subsidios estatales y de los organismos financieros internacionales hacen que la mayoría de los inversores prefiera ahorrar, para protegerse ante eventuales retrocesos, antes que gastar. Como todas las empresas productoras de commodities, empero, Shell necesita que el consumo adquiera nueva fuerza.
Éste es el punto donde la nueva pareja real puede ayudar. A diferencia de la hoy princesa Beatriz, Willem Alexander y Máxima se presentan como monarcas de carne y hueso, cercanos al pueblo, simpáticos, espontáneos y descontracturados. Casi tres cuartos de los holandeses apoyan la monarquía parlamentaria. Esta ofensiva de simpatía debe servir para insuflar optimismo en la población.
Las posibilidades de articular iniciativas verdaderamente continentales han disminuido, como lo demuestran las crecientes fricciones dentro de la Unión Europea. Los Países Bajos son un factor central de la construcción europea, pero con un peso económico mediano. Si no logran motivar a sus vecinos a invertir y gastar, las empresas holandesas no tendrán futuro. Tanto más importante se vuelve entonces la sonrisa de Máxima como producto de exportación para generar nueva confianza en la economía.
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Eduardo J. Vior