viernes, 29 de abril de 2016

La canciller argentina no mide para la Secretaría General

El juego de la silla en la ONU

Por Veintitres

El juego de la silla, en la ONU
por Eduardo J. Vior
Al firmar el pasado viernes 22 la adhesión argentina al Acuerdo de París sobre el cambio climático, la ministra de Relaciones Exteriores de Argentina, Susana Malcorra, no descartó candidatearse para la Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que quedará vacante el próximo 31 de diciembre, cuando Ban Ki-moon termine su mandato. Si bien aclaró acto seguido que su postulación depende de la aprobación del presidente Mauricio Macri, con su declaración la ministra argentina encendió las luces amarillas de muchas cancillerías y mezcló nuevamente las cartas de un proceso electoral inéditamente complicado.

En aplicación de un procedimiento novedoso para la selección del Secretario General, nueve candidatos se presentaron entre el 12 y el 14 de abril ante la Asamblea General de la ONU en sendas audiencias en las que fueron exhaustivamente interrogados sobre sus antecedentes, calificación y propuestas. Obedeciendo a un reclamo mayoritario de los miembros de la organización, existe una alta probabilidad de que en enero de 2017 una mujer asuma por primera vez el máximo cargo de la ONU. Esta nueva opción debe, empero, armonizarse con una regla de vieja usanza: la rotación regional, según la cual ahora es el turno de Europa Oriental. 

Hasta ahora se ha postulado en primer lugar la búlgara Irina Bokova, Directora General de la Unesco. Por su experiencia en el alto cargo está especialmente calificada, pero los occidentales le atribuyen demasiada cercanía al presidente ruso Vladimir Putin. También a la ex-ministra de Relaciones Exteriores moldava Natalia Gherman se le achaca excesiva proximidad al Kremlin. Por su parte, la ex canciller croata Vesna Pusiè peca de ser demasiado prooccidental, al igual que el ex presidente esloveno Danilo Türk, el jovencísimo ex primer ministro montenegrino Igor Luksiè y el antiguo canciller macedonio Srgjan Kerim. En una posición intermedia aparece el ex canciller serbio Vuk Jeremi. El portugués Antonio Guterres, en tanto, fue hasta 2015 Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados y puede considerarse como aceptable para ambos bloques, pero es hombre y no proviene de la región en cuestión. A su vez, la neocelandesa Helen Clark se postuló como mujer y como representante de una región (Oceanía) que hasta ahora no ha puesto Secretario General. De los ocho secretarios generales que la ONU ha tenido hasta ahora tres provinieron de Europa Occidental, dos de Asia, dos de África y uno de América Latina.

En la medida en que se supone que Rusia –miembro permanente del Consejo de Seguridad con poder de veto– se orientará en principio por un candidato/a de Europa Oriental, Guterres y Clark tienen pocas chances de resultar electos.
Los siguientes pasos todavía no están claramente determinados, pero el Consejo de Seguridad debe comenzar “antes de fin de julio” a analizar los perfiles de los candidatos, para en septiembre próximo proponer a la Asamblea General un nombre para la elección del/de la Secretario/a General. 

Este nuevo procedimiento fue adoptado para que la elección del máximo cargo de la ONU se haga con más transparencia que en las habituales componendas a puertas cerradas, pero amenaza con aumentar la confusión.

A pesar de la ronda de presentaciones de los candidatos ante la Asamblea General, todavía pueden surgir más postulantes. Por eso es plausible la nominación de Susana Malcorra. La canciller contaría, como siempre, con el apoyo de Estados Unidos. Su posible candidatura aparece como alternativa al bloqueo mutuo entre las y los candidatos de Europa Oriental. Se la menciona junto con la comisaria europea Kristalina Georgieva, de Bulgaria, y la neocelandesa Helen Clark.
Ya en agosto pasado, portales de noticias con buen acceso a la ONU comentaban que Malcorra estaba tejiendo alianzas para postularse a la sucesión de Ban, si Europa Oriental no logra ponerse de acuerdo sobre un/a candidato/a. Sin embargo, la argentina todavía no está libre de la acusación de haber ocultado las masivas violaciones de niños y adolescentes por los cascos azules de varios países africanos que intervinieron en la guerra civil centroafricana y esta imputación es un pesado lastre. 

Las Naciones Unidas han respetado tradicionalmente el principio de la rotación entre regiones y ahora le tocaría a Europa Oriental. Sin embargo, dados los alineamientos que dividen esa región, los contendientes podrían anularse mutuamente. Ésta sería la oportunidad de Guterres. Ahora bien, si la Asamblea y el Consejo de Seguridad, inspirados por el grupo de 53 países acaudillados por Colombia, insisten en que la ONU sea gobernada por una mujer, Clark, Georgieva y Malcorra podrían decidir la liza. La búlgara caería bajo la presión de los bloques enfrentados en su región de origen. La neocelandesa, por su lado, parte con la ventaja de provenir de un país miembro de la Commonwealth británica y de mantener en la vecina Polinesia buenas relaciones con los departamentos franceses de ultramar. Argentina, por el contrario, mantiene una tensa relación con China (otro miembro del Consejo de Seguridad con poder de veto) y no parece haber cerrado grandes negocios con Rusia ni tener el apoyo británico y francés. Finalmente, si el Consejo de Seguridad no logra ponerse de acuerdo, también podría buscar a un/a candidato/a de compromiso sin importar la región de origen. 

Aún es temprano para hacer pronósticos con cierta certidumbre, pero sí se puede prever que este año la elección del/de la secretario/a general de la ONU revolverá enérgicamente el avispero. Preparémonos para una batalla mayor.

sábado, 16 de abril de 2016

Cristina Kirchner aprovecha los "Panama Papers"

¿Quién es John Doe?

Por Veintitres


¿Quién es John Doe?
Por Eduardo J. Vior

La única información que dio el Süddeutsche Zeitung al presentar hace casi dos semanas los Papeles de Panamá fue que hace un año un tal John Coe se puso en contacto por mail con ellos y les preguntó si querían informaciones interesantes. Cuando se lo aceptaron y comenzó a mandar los documentos encriptados, declaró que lo hacía porque “quiero que este crimen se haga público”. Desde entonces no hay más informaciones sobre el origen de la documentación. A todos los analistas les asombra que en los mismos prácticamente no se haya mencionado hasta ahora a inversores norteamericanos. A la vez el perfil de los líderes políticos expuestos es muy peculiar: excepto Putin y miembros de la jerarquía china, son todos aliados problemáticos del gobierno de Barack Obama (Salman, Poroschenko, Cameron y Macri). Quizás esclareciendo la selección de los blancos de esta campaña pueda inferirse quién está detrás de ella y para qué.

En un ensayo publicado el pasado 7 de abril por la centrista Brookings Institution, C. Gaddy se burla de las versiones que complican a Vladimir Putin con las cuentas offshore. Para él suena absurdo suponer que el líder ruso necesitara una cuenta offshore para esconder su fortuna del fisco. Por el contrario, el autor ve detrás de John Coe al Servicio Ruso de Monitoreo Financiero (Rosmonitoring), una agencia para la persecución del lavado, la evasión de capitales y el financiamiento del terrorismo que depende directamente del presidente de la Federación. Esta agencia habría hackeado el banco de datos del estudio panameño para dañar la imagen de políticos occidentales y sus aliados. El que hasta ahora no haya implicado a casi ningún norteamericano se debería a que se lo estaría guardando para poder negociar con Washington. No obstante, puede entenderse el interés ruso en debilitar a Cameron, Poroschenko y al rey Salman, pero ni Mauricio Macri ni Lionel Messi parecen objetivos interesantes.

En la edición de Página 12 del domingo 10, Alfredo Zaiat refiere que el pasado 14 de marzo uno de los fundadores del estudio panameño, Ramón Fonseca Mora, respondiendo a las denuncias que lo implican en el escándalo de corrupción en Petrobras, acusó a Paul Singer de promover la campaña en su contra. No es imposible, pero no basta para explicar los ataques a las demás figuras denunciadas.

Una primera pista firme la da saber que el Consorcio de Periodismo Investigativo (ICIJ, por su sigla en inglés), que analizó durante un año la documentación, está financiado por el Centro para la Integridad Pública (CPI, por su sigla en inglés), un organismo con sede en Washington sostenido a su vez por la Fundación Ford, Carnegie Endowment, Open Society (de George Soros) y la Fundación Rockefeller, es decir, por los representantes del capital financiero concentrado con intereses productivos.

Por otra parte, el centro de las transacciones financieras mundiales está en Londres, no en Nueva York (http:// www.nytimes.com /2012 /03 /04/magazine/ how-london-surpassed-wall-street.html?). Convertida en paraíso fiscal hace más de medio siglo, junto a sus satélites (desde Guernsey y Jersey hasta Hong Kong) la City ha acaparado más de la mitad de los depósitos bancarios mundiales. El otro filón se encuentra en Wall Street, de la que dependen en el exterior las islas Bahamas, Caimán, Vírgenes, Samoa y Marshall (las dos últimas en el Pacífico) e interiormente Delaware, Florida y Nevada, entre otros estados. Sin embargo, desde el estallido de la crisis en 2007 la metrópolis británica concentró el mayor movimiento de capitales, también norteamericanos.

Hay muchos indicios de que la paulatina difusión de los Panamá Papers sirve a la estrategia del presidente Barack Obama para cerrar los paraísos fiscales, concentrar las inversiones especulativas en Estados Unidos y meter en caja a los fondos buitre, liberándose así de la tutela británica. Para esta campaña el presidente cuenta con la CIA, a la que él pertenece desde los años ochenta (http://www.infowars. com/bombshell-barack-obama-conclusively -outed-as-cia -creation/), y la comunidad de inteligencia en general. En rara coincidencia con Vladimir Putin, el gobierno de Obama puede entenderse así en parte como un esfuerzo del aparato de inteligencia por recuperar la independencia de su país frente al capital financiero especulativo.

Esta inferencia se refuerza si se observa con atención el modo en que las revelaciones están golpeando al primer ministro británico David Cameron. Después de haber despotricado demagógicamente durante años contra los evasores y de haber negado cualquier involucramiento en las inversiones de su padre Ian Cameron (fallecido en 2010), finalmente el premier tuvo que reconocer que él mismo había tenido a través del estudio Mossack Fonseca una inversión de 30.000 libras esterlinas que canceló en 2010, al ser elegido como jefe del gobierno. El premier británico apaña todas las aventuras de los buitres, sobre todo las vinculadas con el dominio sobre los recursos energéticos en Ucrania, Levante, Libia, Brasil y Argentina, entre otros lugares. Por eso Obama le pega.

El elemento común entre Cameron, Poroschenko, Salman y Macri es que son aliados que a Estados Unidos le traen más problemas que soluciones. Mientras que David Cameron es castigado para quitar a Londres el control del mercado financiero global, el presidente ucraniano representa un obstáculo mafioso para la estabilización del frente ante Rusia. El apoyo del rey saudita a los yihadistas en Levante, Magreb y Yemen, en tanto, debilita la influencia de Washington sobre sus aliados mediorientales a la hora de renegociar la relación con Irán. El presidente argentino, finalmente, se ha convertido en una pieza de recambio, después de haber entregado el manejo del país a los Estados Unidos e Israel. El que su campaña haya sido financiada por Paul Singer lo acerca demasiado a la derecha republicana, como para que un gobierno demócrata preocupado por su sucesión pueda tolerarlo.

Los Papeles de Panamá son una mina de acción retardada que irá estallando paso a paso en los próximos meses, hasta que Barack Hussein Obama pueda el próximo 20 de enero entregar el mando a Hillary Rodham Clinton con la seguridad de que el Hemisferio Occidental, Levante y el Sudeste Asiático estén firmemente en manos del Imperio y éste en condiciones de abocarse al cerco de Rusia y de China.