El juego de la silla en la ONU
Por Veintitres
por Eduardo J. Vior
Al firmar el pasado viernes 22 la adhesión argentina al Acuerdo de
París sobre el cambio climático, la ministra de Relaciones Exteriores de
Argentina, Susana Malcorra, no descartó candidatearse para la
Secretaría General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que
quedará vacante el próximo 31 de diciembre, cuando Ban Ki-moon termine
su mandato. Si bien aclaró acto seguido que su postulación depende de la
aprobación del presidente Mauricio Macri, con su declaración la
ministra argentina encendió las luces amarillas de muchas cancillerías y
mezcló nuevamente las cartas de un proceso electoral inéditamente
complicado.
En aplicación de un procedimiento novedoso para la selección del Secretario General, nueve candidatos se presentaron entre el 12 y el 14 de abril ante la Asamblea General de la ONU en sendas audiencias en las que fueron exhaustivamente interrogados sobre sus antecedentes, calificación y propuestas. Obedeciendo a un reclamo mayoritario de los miembros de la organización, existe una alta probabilidad de que en enero de 2017 una mujer asuma por primera vez el máximo cargo de la ONU. Esta nueva opción debe, empero, armonizarse con una regla de vieja usanza: la rotación regional, según la cual ahora es el turno de Europa Oriental.
Hasta ahora se ha postulado en primer lugar la búlgara Irina Bokova, Directora General de la Unesco. Por su experiencia en el alto cargo está especialmente calificada, pero los occidentales le atribuyen demasiada cercanía al presidente ruso Vladimir Putin. También a la ex-ministra de Relaciones Exteriores moldava Natalia Gherman se le achaca excesiva proximidad al Kremlin. Por su parte, la ex canciller croata Vesna Pusiè peca de ser demasiado prooccidental, al igual que el ex presidente esloveno Danilo Türk, el jovencísimo ex primer ministro montenegrino Igor Luksiè y el antiguo canciller macedonio Srgjan Kerim. En una posición intermedia aparece el ex canciller serbio Vuk Jeremi. El portugués Antonio Guterres, en tanto, fue hasta 2015 Alto Comisario de las Naciones Unidas para los Refugiados y puede considerarse como aceptable para ambos bloques, pero es hombre y no proviene de la región en cuestión. A su vez, la neocelandesa Helen Clark se postuló como mujer y como representante de una región (Oceanía) que hasta ahora no ha puesto Secretario General. De los ocho secretarios generales que la ONU ha tenido hasta ahora tres provinieron de Europa Occidental, dos de Asia, dos de África y uno de América Latina.
En la medida en que se supone que Rusia –miembro permanente del Consejo de Seguridad con poder de veto– se orientará en principio por un candidato/a de Europa Oriental, Guterres y Clark tienen pocas chances de resultar electos.
Los siguientes pasos todavía no están claramente determinados, pero el Consejo de Seguridad debe comenzar “antes de fin de julio” a analizar los perfiles de los candidatos, para en septiembre próximo proponer a la Asamblea General un nombre para la elección del/de la Secretario/a General.
Este nuevo procedimiento fue adoptado para que la elección del máximo cargo de la ONU se haga con más transparencia que en las habituales componendas a puertas cerradas, pero amenaza con aumentar la confusión.
A pesar de la ronda de presentaciones de los candidatos ante la Asamblea General, todavía pueden surgir más postulantes. Por eso es plausible la nominación de Susana Malcorra. La canciller contaría, como siempre, con el apoyo de Estados Unidos. Su posible candidatura aparece como alternativa al bloqueo mutuo entre las y los candidatos de Europa Oriental. Se la menciona junto con la comisaria europea Kristalina Georgieva, de Bulgaria, y la neocelandesa Helen Clark.
Ya en agosto pasado, portales de noticias con buen acceso a la ONU comentaban que Malcorra estaba tejiendo alianzas para postularse a la sucesión de Ban, si Europa Oriental no logra ponerse de acuerdo sobre un/a candidato/a. Sin embargo, la argentina todavía no está libre de la acusación de haber ocultado las masivas violaciones de niños y adolescentes por los cascos azules de varios países africanos que intervinieron en la guerra civil centroafricana y esta imputación es un pesado lastre.
Las Naciones Unidas han respetado tradicionalmente el principio de la rotación entre regiones y ahora le tocaría a Europa Oriental. Sin embargo, dados los alineamientos que dividen esa región, los contendientes podrían anularse mutuamente. Ésta sería la oportunidad de Guterres. Ahora bien, si la Asamblea y el Consejo de Seguridad, inspirados por el grupo de 53 países acaudillados por Colombia, insisten en que la ONU sea gobernada por una mujer, Clark, Georgieva y Malcorra podrían decidir la liza. La búlgara caería bajo la presión de los bloques enfrentados en su región de origen. La neocelandesa, por su lado, parte con la ventaja de provenir de un país miembro de la Commonwealth británica y de mantener en la vecina Polinesia buenas relaciones con los departamentos franceses de ultramar. Argentina, por el contrario, mantiene una tensa relación con China (otro miembro del Consejo de Seguridad con poder de veto) y no parece haber cerrado grandes negocios con Rusia ni tener el apoyo británico y francés. Finalmente, si el Consejo de Seguridad no logra ponerse de acuerdo, también podría buscar a un/a candidato/a de compromiso sin importar la región de origen.
Aún es temprano para hacer pronósticos con cierta certidumbre, pero sí se puede prever que este año la elección del/de la secretario/a general de la ONU revolverá enérgicamente el avispero. Preparémonos para una batalla mayor.
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Eduardo J. Vior