Alepo y el rompecabezas de la guerra
El asesinato del embajador ruso
en Turquía representa un nuevo capítulo del ajedrez bélico y comercial
que atraviesa Siria. Trump, Obama y el escenario que se viene.
En todo país ordenado, cuando un inquilino termina su alquiler debe
hacer una limpieza a fondo de la propiedad que deja. Parece, empero, que
Barack Obama entendió la consigna al revés y, antes de abandonar la
Casa Blanca, se está esforzando por sembrar el caos. Los motines en
Venezuela, el conato opositor en Cuba, los violentos tiroteos en
Ucrania, el asesinato del embajador ruso en Turquía y el incendio de
seis ómnibus del gobierno sirio que se dirigían a evacuar a la población
de dos aldeas chiitas sitiadas por los islamistas muestran que la CIA y
su presidente se rehusan a reconocer su derrota en Alepo, creando el
caos para que Vladimir Putin y Donald Trump no alcancen la paz en Siria y
acuerden el control sobre el petróleo y el gas de Levante.
El asesinato este lunes a la mañana del embajador
ruso ante Turquía, Andrei Karlov, ejecutado por un ex oficial de la
policía turca dado de baja después del frustrado golpe de estado de
julio pasado, no pudo impedir que a partir de este martes se encontraran
en Moscú los ministros de relaciones exteriores de Rusia, Turquía e
Irán, para acordar el guión que deberán seguir las próximas
negociaciones de paz entre el gobierno sirio y las organizaciones
rebeldes. Cada uno con sus intereses particulares, estos tres países son
los que más influencia ejercen sobre los actores en la guerra en Siria.
Mientras que Rusia necesita un Estado amigo para
tallar en el Mediterráneo Oriental y controlar el trazado de los oleo y
gasoductos de la región hacia Europa, Irán trata de romper el cerco de
las potencias reaccionarias del Golfo e Israel, proteger a las minorías
chiitas dispersas en Siria y Líbano y, después del levantamiento de las
sanciones, hallar una salida hacia Europa de su petróleo y gas. Turquía,
en tanto, protege al islamista Yabhat Fatej
al-Sham (el frente antes llamado al Nusra en el que al Qaeda tiene un
papel central), activo en el noroeste del país, y quiere evitar que los
kurdos de la frontera sirio-turca se expandan hacia Turquía y hacia el
centro de Siria. Si bien sigue reclamando la renuncia del presidente
Baschar al Assad, coincide con él en enfrentar a los kurdos y al Estado
Islámico (EI). Se trata de intereses encontrados, pero no
irreconciliables. Será tarea de buenos diplomáticos urdir una solución
que convenga al gobierno sirio y a estas tres partes externas.
Al revés de los fracasados intentos multilaterales
impulsados por la ONU, este encuentro sigue un nuevo formato: se
encuentran las potencias con influencia sobre las fuerzas combatientes,
para acordar un cese del fuego regional que después pueda extenderse al
resto del país. Ya el pasado viernes 16, en conferencia de prensa en
Japón el presidente ruso Vladimir Putin dijo a los periodistas que el
siguiente paso para restablecer la paz en Siria después de la
reconquista de Alepo es alcanzar un alto el fuego en todo el país.
Como hay muchos más involucrados en la guerra
siria y cada una de estas potencias tiene sus propios conflictos
internos, abundan las operaciones de inteligencia y las campañas de
rumores. Si bien fueron los servicios secretos de Rusia y Turquía
quienes convinieron el cese del fuego y la evacuación de combatientes y
civiles desde la recuperada parte oriental de Alepo, el gobierno turco
rechazó este lunes haber hecho un acuerdo secreto con Rusia sobre el
futuro de Siria. El rumor fue puesto en circulación por fuentes
norteamericanas que temen el creciente acercamiento entre los dos países
después del fracaso del golpe de estado que Washington impulsó contra
el presidente Recep T. Erdoğan en julio pasado.
Como todos los rumores, tiene una base cierta, ya que Ankara
últimamente ha sido muy tolerante hacia el apoyo que Moscú da a Assad,
mientras que la segunda cierra los dos ojos ante la intervención del
ejército turco en el noroeste de Siria para combatir a los islamistas y
los kurdos.
El acuerdo ruso-norteamericano
Si algo debe agradecer el sufrido pueblo sirio al
norteamericano, es la elección de Donald Trump. Ni bien el magnate fue
electo, cesó el apoyo militar norteamericano para los islamistas y el
gobierno sirio pudo liberar Alepo con apoyo ruso. Aunque la recuperación
de la segunda ciudad del país implica el restablecimiento fáctico de la
unidad del Estado, la simultánea recuperación de Palmira por el Estado
Islámico (EI) amenaza seriamente el centro del país y obliga al rápido
desplazamiento de las mejores unidades del ejército sirio. También por
esta razón Turquía y Rusia están interesadas en alcanzar un cese del
fuego en el noroeste.
La toma de Alepo sepultó la conspiración para
dividir Siria que los monarcas del Golfo e Israel llevan adelante desde
2011 con el apoyo de los Estados Unidos. Esta derrota norteamericana
podría haber replicado la de Vietnam, si el 8 de noviembre pasado los
votantes estadounidenses no hubieran dado un volantazo a su política
mundial. El presidente electo de los EE.UU., Donald Trump, está
convencido del fracaso de la estrategia ejecutada por Barack Obama y la
CIA, por lo que busca contener los daños externos seleccionando mejor
las prioridades de las intervenciones norteamericanas y buscando la
cooperación con Rusia en Levante y el Mediterráneo Oriental.
Al nombrar a Rex Tillerson, presidente de
Exxonmobil, como Secretario de Estado, Trump señaliza a Moscú su
disposición a compartir el control del petróleo y el gas entre la cuenca
del Mar Caspio y la iraní. Exxonmobil tiene desde hace años una intensa
cooperación con el gigante ruso Rosneft en el Ártico y perdió más de
mil millones de dólares por las sanciones impuestas a Rusia por el
gobierno de Obama después del golpe de estado en Ucrania en febrero de
2014. La designación de Tillerson preanuncia también una decisión para
construir junto con los socios rusos e iraníes el gasoducto
iraní-iraquí-sirio-libanés, bloqueado desde el inicio de la guerra por
ser competidor de otros dos proyectos (el Transcaspiano y el del Golfo a
Turquía) propulsados por Chevron y Shell. Se trata de saber quién
llevará el fluido a las cocinas europeas. Si la tubería continúa hacia
Turquía o acaba en el puerto sirio de Latakia, bajo la vigilancia de la
base naval rusa de Tartus, depende de la habilidad que tenga la
diplomacia turca para acomodarse al venidero acuerdo ruso-norteamericano
en la región.
Si en la reunión ministerial de Moscú se diseña un
plan de ruta para progresivos ceses del fuego, intercambios de
prisioneros y evacuaciones de civiles, a partir del 20 de enero Siria y
los tres actores regionales pueden combinar sus esfuerzos con los que
por vía paralela realice la diplomacia norteamericana. Ésta tendrá la
difícil tarea de controlar a los israelíes y los jeques árabes, así como
a los kurdos y a los terroristas que la propia CIA armó en el sur del
país. Si ambos rieles marchan al unísono y Obama no logra dinamitarlos,
en algún momento puede avanzar el tren de la paz.
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Eduardo J. Vior