Francia: la puesta en abismo
A un mes de unas elecciones que
pueden definir el futuro de Europa, los franceses oscilan entre Macron y
Le Pen. Integración y economía, los ejes principales de unos comicios
claves.
Después del debate televisivo entre los cinco candidatos mejor
posicionados para la primera vuelta de la elección presidencial francesa
del próximo 23 de abril, Emmanuel Macron alcanzó en los sondeos a
Marine Le Pen. Al otro lado del Rin, Angela Merkel debe haber suspirado
de alivio, pero la decisión sobre el futuro de la integración europea no
es la única opción sobre la que deben decidir los votantes galos.
También está en juego el modelo económico y social y la posición ante la
nueva ola proteccionista que viene de Estados Unidos. La complejidad de
las decisiones pendientes carga una enorme responsabilidad sobre los
hombros de las y los votantes. De la decisión de los franceses depende
la suerte de Europa.
El sábado pasado el Consejo Constitucional confirmó que once
candidatos disputarán la primera vuelta de la elección presidencial. Sin
embargo, sólo cinco tienen chances de pasar al segundo turno a
realizarse el 7 de mayo: Marine Le Pen (Front
National, FN), Emmanuel Macron (En Marche!/¡En Marcha!), François Fillon
(Les Republicains/Los Republicanos), Benoît Hamon (Parti Socialiste,
PS), Jean-Luc Mélenchon (France Insoumisse/La Francia Insumisa).
La undécima elección presidencial de la Vª República fundada en 1958
tiene la particularidad de que, por primera vez, el Presidente no se
presenta a un segundo mandato, aunque está habilitado para hacerlo. Sin
voluntad de poder ni capacidad de convocatoria, François Hollande
prefiere volver a su casa.
Por eso este lunes a la noche había tanta expectativa antes del
primer debate que el canal oficial TF1 realizaría entre los cinco
candidatos “mayores”. Hubo mucha polémica por la exclusión de los seis
restantes, pero se justificó por el éxito de público y la complejidad de
los temas a discutir. Además de la profundización de la unidad europea
que Alemania reclama, el debate se ocupó de la discusión entre
globalistas y proteccionistas acicateada por el triunfo de Donald Trump
en Estados Unidos y de la progresiva reducción de la tradicional
intervención del Estado francés en la economía que algunos candidatos
proponen.
Las encuestas posteriores al debate demostraron que, por primera vez en la campaña Macron superó a Le Pen y alcanzó el primer puesto en las preferencias del electorado. Mientras que el primero alcanzó ya el 25,5 por ciento, la segunda se estanca en 25 puntos. Es que, gracias al descenso de François Fillon, dañado por el affaire sobre el empleo ficticio de su esposa Penélope, y al escándalo que estalló la semana pasada porque el Ministro del Interior Guido La Roux habría empleado ventajosamente a dos hijas en la administración pública, Macron está cosechando votantes en el centroderecha y el centroizquierda.
El joven dirigente (39 años) había explicado las grandes líneas de su política en su libro Révolution (2012) en el que se presenta a la vez como liberal y de izquierda y propone una “tercera vía” (a la Tony Blair) que, por ejemplo, proteja a los asalariados y no el empleo. Quiere reducir el presupuesto del Estado en 60 mil millones de euros, 25 mil de los cuales sólo en los programas sociales. Otros 10 mil pretende ahorrarlos en el subsidio de desempleo.
Emmanuel Macron es especialista en inversión bancaria. Trabajó y acabó siendo socio de la Banca Rothschild hasta llegar al Palacio del Elíseo como asesor económico del Presidente François Hollande. Entre 2014 y 2016 se convirtió en uno de los más jóvenes ministros de Economía de la historia reciente. Como corresponde a un alto funcionario francés, realizó su formación de posgrado en la Escuela Nacional de Administración (ENA) entre 2002 y 2004, una de las “grandes escuelas” en las que se recluta la elite francesa.
En su programa electoral Macron combina fuertes bajas de impuestos a las empresas y las personas físicas con recortes presupuestarios. Propone eliminar 120.000 empleos en las administraciones públicas, descentralizar la negociación de los contratos colectivos y sustituirlos progresivamente por leyes. También promete un régimen de “tolerancia cero” hacia la delincuencia, endurecer las penas de cumplimiento efectivo e incorporar 15.000 efectivos a las fuerzas de seguridad. Del mismo modo se propone flexibilizar el acceso a la jubilación según los oficios y profesiones.
Un capítulo especial de su plataforma se dedica al fortalecimiento de la Unión Europea, por lo cual fue especialmente bien acogido por la Canciller alemana, cuando visitó Berlín hace dos semanas. Para la protección “inteligente” del mercado europeo, el ex-ministro sugiere coordinar las políticas anti-dumping. Como complemento de la unión monetaria aboga por un presupuesto común de la zona del euro.
Las encuestas posteriores al debate demostraron que, por primera vez en la campaña Macron superó a Le Pen y alcanzó el primer puesto en las preferencias del electorado. Mientras que el primero alcanzó ya el 25,5 por ciento, la segunda se estanca en 25 puntos. Es que, gracias al descenso de François Fillon, dañado por el affaire sobre el empleo ficticio de su esposa Penélope, y al escándalo que estalló la semana pasada porque el Ministro del Interior Guido La Roux habría empleado ventajosamente a dos hijas en la administración pública, Macron está cosechando votantes en el centroderecha y el centroizquierda.
El joven dirigente (39 años) había explicado las grandes líneas de su política en su libro Révolution (2012) en el que se presenta a la vez como liberal y de izquierda y propone una “tercera vía” (a la Tony Blair) que, por ejemplo, proteja a los asalariados y no el empleo. Quiere reducir el presupuesto del Estado en 60 mil millones de euros, 25 mil de los cuales sólo en los programas sociales. Otros 10 mil pretende ahorrarlos en el subsidio de desempleo.
Emmanuel Macron es especialista en inversión bancaria. Trabajó y acabó siendo socio de la Banca Rothschild hasta llegar al Palacio del Elíseo como asesor económico del Presidente François Hollande. Entre 2014 y 2016 se convirtió en uno de los más jóvenes ministros de Economía de la historia reciente. Como corresponde a un alto funcionario francés, realizó su formación de posgrado en la Escuela Nacional de Administración (ENA) entre 2002 y 2004, una de las “grandes escuelas” en las que se recluta la elite francesa.
En su programa electoral Macron combina fuertes bajas de impuestos a las empresas y las personas físicas con recortes presupuestarios. Propone eliminar 120.000 empleos en las administraciones públicas, descentralizar la negociación de los contratos colectivos y sustituirlos progresivamente por leyes. También promete un régimen de “tolerancia cero” hacia la delincuencia, endurecer las penas de cumplimiento efectivo e incorporar 15.000 efectivos a las fuerzas de seguridad. Del mismo modo se propone flexibilizar el acceso a la jubilación según los oficios y profesiones.
Un capítulo especial de su plataforma se dedica al fortalecimiento de la Unión Europea, por lo cual fue especialmente bien acogido por la Canciller alemana, cuando visitó Berlín hace dos semanas. Para la protección “inteligente” del mercado europeo, el ex-ministro sugiere coordinar las políticas anti-dumping. Como complemento de la unión monetaria aboga por un presupuesto común de la zona del euro.
En el debate del lunes Marine Le Pen necesitó sólo un minuto y medio
para acusar a la Unión Europea de frenadora de la iniciativa francesa,
reclamar la independencia respecto a Bruselas, aplaudir el Brexit,
acusar a Merkel de hegemonista y responsabilizar a la moneda común por
la disminución de la producción industrial en la mayoría de los países
europeos. Sus contendientes no le respondieron.
A casi cinco semanas de la primera vuelta electoral parece haberse
perfilado ya la bipolarización entre Macron y Le Pen. El primero puede
aumentar su potencial electoral sumando votantes conservadores y
socialistas, mientras que la segunda parece haber tocado techo. No
obstante, más allá del enfrentamiento entre pro y antieuropeístas, la
líder nacionalista todavía puede apelar al miedo de muchos sectores
populares a perder los subsidios y las ayudas sociales, al de las
corporaciones locales que se quedarían sin el impuesto inmobiliario, al
de los pequeños y medianos empresarios que reniegan de la hegemonía
alemana y, en general, al resentimiento popular contra el “niño bien”
salido de la ENA.
Como en junio se hacen también las elecciones legislativas, los
candidatos presidenciales sazonan sus campañas nacionales con los
problemas regionales y locales. Junto a Alemania, Francia es uno de los
pilares de la construcción europea. Del rumbo que ella tome dependerá el
futuro de la UE. Con tantos factores a considerar, cualquier error que
un candidato cometa puede tener consecuencias internacionales funestas.
El juego está abierto y recién el 22 de abril comenzará a definirse.
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Eduardo J. Vior