El camino a una nueva guerra
Por la carencia de una política
consistente el presidente norteamericano avala decisiones de los
militares que pueden tener consecuencias desastrosas para el mundo.
Después de 16 años de reiteradas y fallidas intervenciones en Levante
y Asia Central los Estados Unidos están ahora incrementando
aceleradamente su presencia militar en Afganistán, Siria, el Golfo y
Yemen, sin que Donald Trump u otro responsable político haya fijado los
fines y alcances de estas operaciones. El riesgo de una confrontación
con Irán aumenta, pero después del levantamiento del embargo en 2015 la
nación persa retornó al mercado mundial y tiene en Rusia y China
poderosos aliados. Un ataque norteamericano podría desatar un conflicto
mundial que nos involucraría por la presencia de fuerzas de EE.UU.,
autorizada irresponsablemente por el gobierno argentino.
Ante una comisión del Senado de EE.UU. el jefe del Comando Centro del
Ejército (Centcom), el general Joseph Votel, anunció el jueves pasado
que solicitará al Congreso la autorización para enviar próximamente más
tropas a Afganistán, Irak y Siria. Aunque el gobierno aún no se ha
expedido sobre el tema, se supone que apoyará el pedido del comandante.
El reclamo es parte de un súbito incremento de la presencia militar
norteamericana en la región. La semana pasada cientos de efectivos
fueron desplegados en el noreste de Siria para controlar a las milicias
kurdas en la decisiva batalla que se acerca para la toma de Rakka, el
centro administrativo del llamado Estado Islámico (EI). Al mismo tiempo
la aviación estadounidense lanzó una nueva campaña de bombardeos contra
Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) en el sur de Yemen.
Los jefes militares norteamericanos se esfuerzan por presentar el
repentino aumento de su presencia entre el Mediterráneo y el Hindu Kush
como la continuación de una política ya iniciada bajo el gobierno de
Barack Obama, pero la velocidad con la que están interviniendo en
numerosos frentes a la vez revela que han dejado de lado las
cavilaciones que antecedían cada operación bajo el anterior presidente.
El aumento de la intervención militar en Yemen ejemplifica esta falta
de política. Después de semanas de intensos bombardeos en el sur del
país la guerra civil entre el norte apoyado por Irán y el sur sostenido
por los sauditas sigue empatada. Como la acción aérea no ha estado
acompañada de gestiones diplomáticas, nadie tiene idea hasta cuándo y
dónde piensa seguir bombardeando la Fuerza Aérea de EE.UU. (USAF).
Sin dudas el general Votel cumplió con su deber, cuando el pasado
jueves asumió ante el Senado su responsabilidad como comandante de la
desastrosa operación de fuerzas especiales que el pasado 29 de enero
terminó matando a 30 civiles y causó la pérdida de un oficial
estadounidense en una aldea del sur de Yemen. Éste, empero, no es el
tema. Alguien debe tomar la responsabilidad política y decir qué piensan
hacer en la región y qué límites están dispuestos a respetar.
También en Siria las fuerzas norteamericanas se
están involucrando en el conflicto sin planificación ni concepto y
pueden producir una catástrofe. El viernes pasado las fuerzas turcas que
actúan en el noroeste del país junto con milicias árabes anunciaron que
durante la semana habían matado a más de 70 kurdos. Ankara identifica a
los milicianos kurdos del norte de Siria con los guerrilleros que
combaten dentro de su territorio, pero para Estados Unidos los
milicianos kurdos son por su efectividad y control del territorio norte
el mejor aliado en el norte de Siria, sobre todo ante la próxima batalla
por Rakka. Los kurdos, a su vez, han declarado que están en condiciones
de tomar la capital del EI sin ayuda externa, o sea que desprecian la
ayuda norteamericana y rechazan toda colaboración con los turcos y el
gobierno sirio.
Como los turcos y los kurdos -cada uno por su
lado- están cercando en el noroeste la ciudad de Manbij, las tropas
estadounidenses han debido colocarse en medio de ambos para que no
choquen antes de la toma de la posición islamista. Al mismo tiempo se
publicaron fotografías que muestran a oficiales rusos junto con
milicianos kurdos equipados por Estados Unidos, o sea que Washington no
puede confiar en ninguno de sus aliados.
Sin concepto ni plan los norteamericanos están
aumentando vertiginosamente su presencia militar simultáneamente en
Siria, el Golfo, Yemen y Afganistán. En todos estos frentes pueden
chocar con fuerzas apoyadas por Irán y/o Rusia. Si Washington no define
públicamente su política para la región, acciones irreflexivas de los
militares pueden fácilmente producir reacciones difíciles de controlar
que obliguen a Irán, Rusia y China a intervenir para proteger sus
intereses y a sus aliados. Una escalada de este nivel podría tener
consecuencias mundiales, por lo que es aconsejable que el gobierno
argentino, que ha abierto tan generosamente cuarteles y bases navales y
aéreas argentinas a tropas norteamericanas, intervenga para moderar en
algo a su poderoso aliado.
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Eduardo J. Vior