Gracias a Macri el camino de la seda puede aplastarnos
China: un viaje fallido para
despedir la gestión Malcorra. Los negocios del presidente con las
empresas italianas de obras públicas y el conflicto que se abrió con el
gigante asiático.
El Gobierno nacional presentó como un éxito el viaje a China que
Mauricio Macri hizo hace dos semanas, pero fue un desastre que nuestro
país pagará muy caro. Éste es el precio que afrontaremos porque el
presidente antepone sus intereses a los del país.
La reunión del Foro del Cinto y la Ruta para la Cooperación
Internacional sobre Infraestructuras y Transporte, realizada el 14 y 15
de mayo en Beijing y Shanghai avanzó en el programa anunciado por el
Presidente Xi Jinping en 2013. Al encuentro asistieron representantes de
50 países. El BRI (por su sigla en inglés) se
dirigía originariamente a vincular Asia, África y Europa mediante una
red carretera y ferroviaria (el camino), por un lado, y una ruta
marítima con sus respectivos puertos (el cinto que rodearía “la panza”
de Asia), por el otro. No obstante, como cada vez más países se suman al
programa, se piensa extender el programa a América Latina y Oceanía.
El plan originario preveía inversiones por 100 mil billones de
dólares, pero China aprovechó la reunión para aumentar su aporte de $40
mil a $100 mil millones de dólares, por lo que se supone que el importe
final será mucho más alto. Aprovechando la ausencia de EE.UU. la
República Popular se presenta como campeona del globalismo, si bien
basado en la multiplicación de relaciones bilaterales y equilibradas.
Como demuestran las cuantiosas inversiones chinas en África Oriental, es
verdad que Beijing no impone su voluntad a sus socios, pero la presión
de hecho que ejerce su inmensa presencia económica y humana condiciona
las débiles sociedades en las que se realizan las obras de
infraestructura. Al mismo tiempo, sus socios africanos se financian con
créditos chinos que aumentan su dependencia del gigante asiático.
No obstante este desbalance de poder, las
diferencias pueden relativizarse con una política inteligente. Por
ejemplo, antes de sumarse a BRI, Bolivia y Chile han resuelto
incorporarse como socios capitalistas al Banco Asiático de Inversión en
Infraestructura (AIIB, por su sigla en inglés), para de ese modo tener
aunque sea un voto en los proyectos que se financien.
Sin mencionar específicamente a América Latina, el
comunicado final de la conferencia sugirió extender el programa allende
el mar y el presidente Xi declaró que esta incorporación sería “una
extensión natural de la Ruta de la Seda del siglo XXI”.
Sacando las lógicas consecuencias de esta
proyección, Filipinas propuso oficialmente este lunes 29 la construcción
de un tercer Camino de la Seda que desde el sur de China llegue a
nuestro continente por Chile.
Una cualidad especial del programa BRI es que, a
diferencia de los proyectos habituales en la cooperación internacional,
sólo se financian paquetes enteros por países o grupos de países y de
manera paritaria, o sea que tanto China como sus socios asumen
importantes riesgos financieros.
Beijing
estima su inversión total en el programa en los 400 mil billones de
dólares. Los socios deben poner otro tanto y, si no lo tienen, tomar
créditos internacionales. Hasta ahora en muchos países imperó una suerte
de confianza ciega en que, si China continúa creciendo, seguiría dando a
sus socios préstamos a bajo costo, pero los dólares están empezando a
escasear. La semana pasada Moody’s bajó la calificación de la deuda
china argumentando que las crecientes deudas del gigante podrían hacerse
ingobernables y que sus medidas para desinflar la burbuja financiera
podrían paralizar la economía china y afectar la del mundo entero.
En estas condiciones, antes de firmar cualquier dirigente prudente
analizaría los costos y los plazos de vencimiento de los créditos
necesarios para llevar adelante la cooperación con China. No así el
presidente argentino.
El embajador argentino en China, Diego Guelar,
había pedido al Presidente que demorara su visita hasta septiembre,
cuando se estima que estén prontos los informes de impacto ambiental
sobre las represas en Santa Cruz acordadas en 2014 por Cristina
Fernández, pero Macri no lo escuchó, porque quería participar en el
foro. Por lo tanto, los chinos sólo se interesaron por la construcción
de la planta de energía renovable Cuchari Solar, en Jujuy (un negocio
personal de Gerardo Morales) y exigieron que Argentina siga adelante con
las represas. Si no se construyen, se caen todos los proyectos
acordados y nuestro país deberá pagar exorbitantes multas. Además, China
ha endurecido sus condiciones para el otorgamiento de los créditos
requeridos.
No es casual la oposición del presidente al proyecto santacruceño y
su enojo por la planta fotovoltaica en la Puna jujeña. Del escándalo por
las coimas de Odebrecht en Argentina, especialmente en el soterramiento
del Ferrocarril Sarmiento, surge que el 50% de Iecsa
pertenece desde 2007 al gigante italiano de la obra pública Ghella SpA,
o sea, cuando se supone que Angelo Calcaterra la compró a Macri. La
corporación italiana está activa en la construcción de carreteras,
túneles, ferrovías, puentes… y represas y plantas de energía solar. Para
obras públicas de estas dimensiones en Europa hay sólo dos fuentes de
financiamiento disponibles: el fondo financiero de la Corona holandesa y
los grandes inversores árabes, especialmente los de los Emiratos Árabes
Unidos.
El gran capital financiero especulativo de la
Península Arábiga invierte en una de las dos más grandes empresas
italianas de construcción de infraestructura -con gran presencia en
Venezuela y Argentina-, mientras Mauricio Macri insiste en traer al país
el fondo soberano de Dubai. Obviamente, el principal socio de los
italianos y los árabes en el país no desea que los chinos construyan a
la vez las represas santacruceñas y la planta en la Puna.
Anteponiendo los intereses familiares y sus
vínculos con capitales amigos Macri intentó violar los contratos
firmados por Cristina Fernández, sin tener un plan B, pero China le
cobró cara su impudicia y aventurerismo. Lástima que en las próximas
décadas todos los argentinos pagaremos los costos de tanta angurria
desenfrenada. Gracias a Macri el camino de la seda puede aplastarnos.
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Eduardo J. Vior