jueves, 1 de junio de 2017

El gobierno agravó los efectos de los acuerdos con China

Gracias a Macri el camino de la seda puede aplastarnos

China: un viaje fallido para despedir la gestión Malcorra. Los negocios del presidente con las empresas italianas de obras públicas y el conflicto que se abrió con el gigante asiático.

El Gobierno nacional presentó como un éxito el viaje a China que Mauricio Macri hizo hace dos semanas, pero fue un desastre que nuestro país pagará muy caro. Éste es el precio que afrontaremos porque el presidente antepone sus intereses a los del país.

La reunión del Foro del Cinto y la Ruta para la Cooperación Internacional sobre Infraestructuras y Transporte, realizada el 14 y 15 de mayo en Beijing y Shanghai avanzó en el programa anunciado por el Presidente Xi Jinping en 2013. Al encuentro asistieron representantes de 50 países. El BRI (por su sigla en inglés) se dirigía originariamente a vincular Asia, África y Europa mediante una red carretera y ferroviaria (el camino), por un lado, y una ruta marítima con sus respectivos puertos (el cinto que rodearía “la panza” de Asia), por el otro. No obstante, como cada vez más países se suman al programa, se piensa extender el programa a América Latina y Oceanía.

El plan originario preveía inversiones por 100 mil billones de dólares, pero China aprovechó la reunión para aumentar su aporte de $40 mil a $100 mil millones de dólares, por lo que se supone que el importe final será mucho más alto. Aprovechando la ausencia de EE.UU. la República Popular se presenta como campeona del globalismo, si bien basado en la multiplicación de relaciones bilaterales y equilibradas. Como demuestran las cuantiosas inversiones chinas en África Oriental, es verdad que Beijing no impone su voluntad a sus socios, pero la presión de hecho que ejerce su inmensa presencia económica y humana condiciona las débiles sociedades en las que se realizan las obras de infraestructura. Al mismo tiempo, sus socios africanos se financian con créditos chinos que aumentan su dependencia del gigante asiático.
No obstante este desbalance de poder, las diferencias pueden relativizarse con una política inteligente. Por ejemplo, antes de sumarse a BRI, Bolivia y Chile han resuelto incorporarse como socios capitalistas al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (AIIB, por su sigla en inglés), para de ese modo tener aunque sea un voto en los proyectos que se financien.

Sin mencionar específicamente a América Latina, el comunicado final de la conferencia sugirió extender el programa allende el mar y el presidente Xi declaró que esta incorporación sería “una extensión natural de la Ruta de la Seda del siglo XXI”.

Sacando las lógicas consecuencias de esta proyección, Filipinas propuso oficialmente este lunes 29 la construcción de un tercer Camino de la Seda que desde el sur de China llegue a nuestro continente por Chile.

Una cualidad especial del programa BRI es que, a diferencia de los proyectos habituales en la cooperación internacional, sólo se financian paquetes enteros por países o grupos de países y de manera paritaria, o sea que tanto China como sus socios asumen importantes riesgos financieros.

 
Beijing estima su inversión total en el programa en los 400 mil billones de dólares. Los socios deben poner otro tanto y, si no lo tienen, tomar créditos internacionales. Hasta ahora en muchos países imperó una suerte de confianza ciega en que, si China continúa creciendo, seguiría dando a sus socios préstamos a bajo costo, pero los dólares están empezando a escasear. La semana pasada Moody’s bajó la calificación de la deuda china argumentando que las crecientes deudas del gigante podrían hacerse ingobernables y que sus medidas para desinflar la burbuja financiera podrían paralizar la economía china y afectar la del mundo entero.

En estas condiciones, antes de firmar cualquier dirigente prudente analizaría los costos y los plazos de vencimiento de los créditos necesarios para llevar adelante la cooperación con China. No así el presidente argentino.

El embajador argentino en China, Diego Guelar, había pedido al Presidente que demorara su visita hasta septiembre, cuando se estima que estén prontos los informes de impacto ambiental sobre las represas en Santa Cruz acordadas en 2014 por Cristina Fernández, pero Macri no lo escuchó, porque quería participar en el foro. Por lo tanto, los chinos sólo se interesaron por la construcción de la planta de energía renovable Cuchari Solar, en Jujuy (un negocio personal de Gerardo Morales) y exigieron que Argentina siga adelante con las represas. Si no se construyen, se caen todos los proyectos acordados y nuestro país deberá pagar exorbitantes multas. Además, China ha endurecido sus condiciones para el otorgamiento de los créditos requeridos.
No es casual la oposición del presidente al proyecto santacruceño y su enojo por la planta fotovoltaica en la Puna jujeña. Del escándalo por las coimas de Odebrecht en Argentina, especialmente en el soterramiento del Ferrocarril Sarmiento, surge que el 50% de Iecsa pertenece desde 2007 al gigante italiano de la obra pública Ghella SpA, o sea, cuando se supone que Angelo Calcaterra la compró a Macri. La corporación italiana está activa en la construcción de carreteras, túneles, ferrovías, puentes… y represas y plantas de energía solar. Para obras públicas de estas dimensiones en Europa hay sólo dos fuentes de financiamiento disponibles: el fondo financiero de la Corona holandesa y los grandes inversores árabes, especialmente los de los Emiratos Árabes Unidos.

El gran capital financiero especulativo de la Península Arábiga invierte en una de las dos más grandes empresas italianas de construcción de infraestructura -con gran presencia en Venezuela y Argentina-, mientras Mauricio Macri insiste en traer al país el fondo soberano de Dubai. Obviamente, el principal socio de los italianos y los árabes en el país no desea que los chinos construyan a la vez las represas santacruceñas y la planta en la Puna.

Anteponiendo los intereses familiares y sus vínculos con capitales amigos Macri intentó violar los contratos firmados por Cristina Fernández, sin tener un plan B, pero China le cobró cara su impudicia y aventurerismo. Lástima que en las próximas décadas todos los argentinos pagaremos los costos de tanta angurria desenfrenada. Gracias a Macri el camino de la seda puede aplastarnos.

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Eduardo J. Vior