domingo, 26 de noviembre de 2017

Merkel asegura la paz en Europa

Ante el temor de no poder formar gobierno, Alemania opta por la estabilidad
Después de dos meses de las elecciones y sin que los partidos con representación parlamentaria se pusieran de acuerdo, el presidente Frank-Walter Steinmeier convocó a los líderes a negociar una gran coalición que lleve nuevamente al poder a Angela Merkel. Un alivio para la Unión Europea.
por Eduardo J. Vior
Tiempo Argentino
26 de noviembre de 2017

En el sistema constitucional alemán el presidente de la República desempeña un rol meramente moral. De él se esperan grandes discursos que den orientación de largo plazo, pero nada más. Esto es así en épocas normales, pero no en la actual. La elección parlamentaria del 24 de septiembre dispersó la representación y, después de casi dos meses de sondeos, fracasó la formación de una coalición entre la democracia cristiana (CDU) de la canciller Angela Merkel, los socialcristianos bávaros (CSU), los liberales (FDP) y los Verdes (B90/Die Grünen). Para evitar un largo período de inestabilidad, entonces, el jefe del Estado se metió de lleno en la política cotidiana y convocó este pasado viernes 24 a los representantes de la CDU, la CSU y el SPD (socialdemócratas) a una reunión el lunes o martes próximos, para tratar de reeditar la gran coalición que ya gobernó tres veces el país (1966-69, 2005-09 y 2013-17). Con esta iniciativa el mandatario quiere evitar tanto la formación de un gobierno de minoría tolerado desde el Parlamento como la repetición de la elección. El resto de la Unión Europea se lo agradece.

El 24 de septiembre a la noche el derrotado candidato del SPD Martin Schulz había descartado la repetición de la gran coalición. Todavía el pasado lunes 19, luego de que el domingo fracasaran las conversaciones para formar una coalición "Jamaica" (llamada así, porque la combinación de los colores de la CDU/CSU, el FDP y Los Verdes asemeja la bandera del país caribeño), el presidente socialdemócrata reiteró su negativa. Sin embargo, la alternativa de repetir la elección implicaría que los diputados ya ungidos deban competir nuevamente por sus bancas, lo que no gustó a nadie, y tolerar un gobierno de Merkel en minoría generaría una incertidumbre que repele a la cultura alemana. Por esta razón, en la madrugada del viernes la conducción del SPD decidió, en principio, acceder a conversaciones sobre la repetición de la gran coalición.

Mientras tanto, los jefes de Estado y de gobierno de los demás miembros de la UE acucian a Berlín, para que resuelva la crisis. Como si fuera el delegado de sus pares, el canciller austríaco Christian Kern declaró el viernes en una reunión de la UE en Bruselas que "Alemania es una de las naciones líderes de la Unión y todos deseamos que pronto se forme un gobierno estable". 

Con la frase "mejor no gobernar que hacerlo mal", Christian Lindner, jefe del FDP, abandonó en la madrugada del domingo 18 no muy sorpresivamente las tratativas con la CDU, la CSU y Los Verdes, cuando un acuerdo ya estaba cercano. El SPD tuvo, entonces, que salir del nicho opositor y tomar una decisión.

De acuerdo a una encuesta de la consultora Emnid del viernes pasado, el 49% de los alemanes favorece la reedición de una gran coalición contra el 47% que se opone. Este relevamiento complementa otro, realizado por el instituto Forsa, sobre una eventual repetición de la elección. Según el mismo, el FDP, la neonazi Alternativa por Alemania (AfD) y Los Verdes aumentarían su votación, mientras que los demás partidos quedarían igual. Como el 45% de los encuestados prefiere volver a las urnas, analistas como el politólogo Oskar Niedermayer advierten sobre el riesgo de radicalización. Paradójicamente, casi el 50% previó correctamente que Angela Merkel volvería a presentarse como candidata.

La física del nordeste gobierna ya desde hace 12 años y está dispuesta a superar el récord de Helmut Kohl (1982-98), a pesar de que la mayoría de los medios quisiera verla retirada. La táctica que aplica ante cada crisis consiste en no definirse y dejar que los antagonistas se destruyan mutuamente para, finalmente, arbitrar una solución pragmática. De este modo ha anulado a todos sus socios e interlocutores y ocupado todo el espacio político. Por eso es que ahora no encuentra socios con ganas de formar gobierno con ella, aunque no hay alternativa a la gran coalición entre la CDU/CSU y el SPD bajo la conducción de Angela Merkel y todos deberán acomodarse a esta realidad.

Europa y Alemania están atravesando una gran transformación. La derrota del globalismo en las elecciones estadounidenses de 2016, la subsecuente retirada de EE UU de la política europea, el Brexit y el ascenso del poder ruso dan a Alemania un lugar central en la política mundial que los neoliberales y los neonazis (a veces, convergiendo) quieren sabotear. Para ello se aprovechan de los temores e incertidumbres incentivados por la llegada de más de dos millones de extranjeros desde 2015. Contra esta incertidumbre Angela Merkel es la mayor garantía de estabilidad. No tiene grandes visiones, pero su patriotismo, sentido del deber, su estilo maternal y su picardía mantienen unido y actualizado el sistema político.

La gran coalición es una mala solución para Alemania y Europa, pero es la única que, de momento, asegura la gobernabilidad del continente, aunque frene reformas indispensables que llegarán en tiempos más tranquilos, o cuando alguien dé un golpe de palacio, …lo que no quiere decir que la situación mejore. «

jueves, 23 de noviembre de 2017

Hay remedio contra el desorden mundial

  Demasiados cambios, demasiado rápido


Tanto el abrupto fin de las negociaciones para formar gobierno en Alemania como la acelerada deriva de Arabia Saudita hacia una dictadura unipersonal manifiestan las tendencias centrífugas con las que el neoliberalismo universalista busca romper el precario orden de la posguerra fría. Por el contrario, la paulatina resolución de la crisis en Zimbabue muestra que hay tendencias centrípetas que se le contraponen.

El fracaso de Merkel debilita a Europa
Al abandonar el Partido Liberal (FDP) la mesa de negociaciones, el domingo 19 se cerró la inédita posibilidad de que Alemania sea gobernada por una alianza entre ese partido, los demócratas cristianos (CDU) de la Canciller Angela Merkel, los socialcristianos de Baviera (CSU) y los verdes (B90/Die Grünen) en una llamada “coalición Jamaica” (porque la combinación de los colores de los partidos participantes reproduce la bandera del país antillano). Luego de las severas pérdidas que sufrieron la CDU y la CSU en las elecciones parlamentarias del 24 de septiembre, este fin de las negociaciones es la mayor derrota de Merkel en 12 años de gobierno. Toca ahora al presidente Frank-Walter Steinmeier decidir entre las tres alternativas que se ofrecen para formar gobierno:
1)      Que el Partido Socialdemócrata (SPD) se desdiga de su negativa a formar una gran coalición con los demócratas cristianos. Esta alianza tendría mayoría propia en el parlamento. Sin embargo, el 20,5% obtenido en los comicios (el peor resultado de su historia) desaconseja a los socialdemócratas una nueva convivencia con Merkel.
2)      La segunda alternativa consiste en que la CDU/CSU forme un gobierno de minoría con el FDP o Los Verdes, pero, para tener mayoría,ante cada votación debería negociar apoyos externos.
3)      En el tercer escenario el presidente disolvería el Bundestag y llamaría a nuevas elecciones. Si bien los liberales han apostado a esta opción, encierra el grave peligro de que la neonazi Alternativa por Alemania (AfD) aumente aún más su caudal electoral, se desequilibre la democracia alemana y se rompa la unidad europea.

Con el habitual desprecio neoliberal hacia los compromisos democráticos, el líder liberal Christian Lindner juega a todo o nada, para imponer al pueblo alemán su dogma. Sólo mucha decisión y mucho renunciamiento pueden salvar a Alemania y Europa.

Del feudalismo a la dictadura
Después de la visita de Donald Trump a la península arábiga en mayo pasado la región está cambiando aceleradamente. Primero, la mayoría de las monarquías regionales decretaron el bloqueo de Katar por sus apoyos a los Hermanos Musulmanes y su sociedad con Irán en la explotación de gas en el Golfo Pérsico. La crisis sólo se ha atenuado en el curso de los meses, acercando aún más a ambos socios e incorprorando a Turquía al escenario regional.

Poco después el rey Salmán cambió las reglas de la sucesión al trono, designando a su hijo Mohammed binSalmán (conocido como MbS), ya ministro de Defensa, y desplazando a las demás ramas de la familia saudita. Este mismo noviembre, en tanto, el heredero detuvo a 40 parientes en un hotel de la capital Riad, les quitó sus funciones y amenaza con expropiar su riqueza. En tanto, aprovechó para asumir la dirección de la Casa Real y el comando de la Guardia Nacional.

Todavía, hace una semana el futuro rey convocó a Riad al primer ministro de Líbano, Saad Hariri, a quien desde allí hizo renunciar a su cargo y acusar al chiíta Hizbolá de complotar contra su vida. Sin embargo, contradiciendo su cálculo, el cristiano presidente libanés Michel Aoun y el líder de Hizbolá, Hassán Nasralá, pidieron la libertad de Hariri y defendieron su gobierno de unidad nacional. A su vez, Emmanuel Macron aprovechó un viaje a Abu Dhabi, para interceder por el libanés quien, finalmente, fue enviado a París, aunque sus hijos quedaron bajo custodia saudita. Aún no se sabe, si reasumirá el cargo.

Hasta 2030 MbS quiere diversificar la economía de su país y ya ha adoptado medidas liberalizadoras, mientras concentra el poder en sus manos. Sin embargo, erigiendo una dictadura y agudizando los conflictos regionales, el joven príncipe (32 años) arriesga una guerra general que acabaría con la monarquía saudita. En el nuevo orden mundial la aventura ya no paga como antes.

Una historia china
El pasado miércoles 15 el ejército tomó el control del poder en Zimbabue, pero sus voceros niegan haber hecho un golpe de estado contra el presidente Robert Mugabe (93 años).

En los últimos años la caída de los precios internacionales de los minerales que el país exporta sumió esta otrora próspera economía en la depresión. A la pobreza generalizada se suma la corrupción que el pueblo achaca a la joven esposa del mandatario, Grace, y su joven círculo. Contra ellos se alza la vieja guardia que en 1980 conquistó la independencia de Gran Bretaña. Desde entonces gobierna Mugabe.

Recientemente el mandatario remplazó al vicepresidente Emmerson Mnangagua por su esposa, para prepararla para la presidencia. Sin embargo, la alta oficialidad se rebeló contra esta decisión. Como la Unión Africana (UA), empero, rechaza los golpes de estado y el viejo líder conserva un gran prestigio, los militares guardan las formas. Por ejemplo, antes de la operación el comandante del ejército, Constantino Chiwenga, estuvo en Beijing para asegurar a dirigentes chinos la continuidad del vínculo.

Entre tanto, el parlamento ha iniciado el proceso de desafuero. Aparentemente, la sucesión será pacífica y el probable presidente Mnangagua se concentrará en reconstruir la economía con apoyo militar y chino. El momento es el más adecuado, ya que la oposición neoliberal se halla dividida y desprestigiada, pero requiere mucho cuidado. Sin embargo, China está preocupada por su prestigio. Durante años ha expandido sus inversiones en el este de África y recibido muchas críticas por la actitud de sus empresas.Ahora Beijing quiere evitar ser acusada de intervencionista, pero no puede abandonar al ZANU-PF, su aliado desde hace casi 50 años, por lo que acompañará prudentemente la transición en Zimbabue.

Desde que Donald Trump gobierna, el neoliberalismo universalista se ha hecho más impaciente. No le importa desestabilizar asentadas democracias europeas ni agudizar el caos en Medio Oriente. Sólo el compromiso entre intereses y ópticas diversas y la cooperación internacional pueden frenarlo. Entre la dispersión y la integración el mundo se ha modificado radicalmente en una sola semana. ¿Podrá frenar?

martes, 7 de noviembre de 2017

EE.UU. frena los secesionismos

Cuando Trump tapa el bosque

Los arrebatos del norteamericano corren el foco de atención sobre una política internacional altamente racional que por estos días expone en Asia e influye, también, a América Latina.


Mientras comenzaba este viernes 3 su gira de 12 días por Asia Oriental (la más larga de un presidente norteamericano en la región en los últimos 25 años), Donald Trump dejaba en casa peligrosos frentes abiertos, para presentarse a sus interlocutores como un líder confiable. Todo lo que prometió en materia exterior lo cumplió. El presidente norteamericano defiende una nueva partición del mundo que puede traer ventajas para gran parte del mismo y muchas desventajas para nosotros, los latinoamericanos.

El tema central de su gira será el conflicto nuclear con Corea del Norte. El presidente prometió presionar a sus anfitriones para que frenen a Kim Jong-Um, pero no queda claro qué les ofrece a cambio ni cómo piensa persuadir a los norcoreanos, para que cambien su política.

En tanto, en su primera visita a China, el jefe de Estado tendrá una abigarrada agenda sobre seguridad, comercio y finanzas. Va a tener que discutir con los chinos sobre el robo de patentes norteamericanas y su avance en el Mar Meridional de China y, al mismo tiempo, lograr que moderen al jefe norcoreano. Una verdadera cuadratura del círculo.

No menos riesgos encierra su encuentro con el presidente filipino Rodrigo Duterte, ya que lo necesita como aliado frente a China, pero no puede avalar las sistemáticas ejecuciones extrajudiciales que el filipino aplica en su lucha contra la criminalidad.

En Vietnam no sólo negociará una reducción de las masivas exportaciones hacia EE.UU., sino que participará en la cumbre del Foro de Cooperación Asia-Pacífico (APEC, por su sigla en inglés). No se sabe si allí se reunirá a solas con Vladimir Putin.

En cualquier caso, ante sus interlocutores asiáticos el presidente norteamericano puede mostrarse como alguien confiable, ya que en los últimos meses ha cumplido su promesa de combatir al terrorismo y ha retirado el apoyo a todo tipo de movimiento secesionista. Su posición respecto a los conflictos en Kenia, Irak y Cataluña sirven como ejemplo.

Los luos en Kenia
 

En Kenia, la organización social se sigue basando en las etnias. Debido a ello, el conflicto entre el presidente saliente Uhuru Kenyatta y su eterno rival, Raila Odinga, es, en primer lugar, un conflicto entre los kikuyus (22% de la población) y los luos (13% de la población) que, en alianzas cambiantes con los kalenyins, se alternan en el poder.

En 2005 el presidente kikuyu se alió con China. Como respuesta, la CIA respaldó a su oponente luo. Fue entonces que la Agencia descubrió que el senador Barack Obama era hijo de un luo que había sido consejero de Oginga Odinga, el líder luo que compitió hace 50 años con Jomo Kenyatta, el padre de la independencia keniana. De modo que la CIA organizó en 2006 un viaje de Obama a Kenya, para que respaldara a Raila Odinga, hijo de aquél. Ya entonces se produjeron enfrentamientos que resultaron en 1000 muertos y 300.000 personas desplazadas. Tanto demócratas como republicanos se inmiscuyeron también en las campañas presidenciales de 2013 y 2017.

Para agudizar el enfrentamiento, Raila Odinga logró hace tres meses que se anulara la elección presidencial y rechazó presentarse en la repetición realizada en octubre pasado, para así justificar la secesión de los territorios luos de Kenia y la subsecuente anexión de las áreas habitadas por grupos similares en África Oriental. Sin embargo, como EE.UU. esta vez lo abandonó, el líder opositor acaba de exigir una nueva anulación y un tercer escrutinio.

Los kurdos en Irak
 

Después de la invasión de 2003 el Pentágono se había propuesto desmembrar Irak en tres estados: uno chiíta en el sur, uno sunita en el centro y uno kurdo en el norte. Este proyecto coincidía con la intención israelí de instalar en Kurdistán bases de cohetes cercanas a las fronteras de Siria e Irán, que podrían alcanzar el sur de Rusia.

Como la sociedad kurda también está organizada clánicamente, los sunitas siguen a la familia Barzani, los chiítas a la familia Talabani y los yazidíes al Baba Cheikh (líder espiritual). Los Barzani y los Talabani tienen una rivalidad histórica que periódicamente provoca guerras civiles. En 2003 Estados Unidos puso a los primeros al frente de la región. Durante la guerra contra Siria la CIA utilizó el Kurdistán iraquí, para abastecer con armas a los yihadistas. En 2014, cuando la Agencia, con apoyo desde el Golfo e Israel, organizó el “califato”, autorizó a los Barzani a anexarse zonas árabes ricas en petróleo. A cambio, estas milicias no hicieron nada cuando el Estado Islámico masacró y esclavizó a los yazidíes.

Desde el comienzo de su presidencia, Donald Trump se dedicó verdaderamente a acabar con los yihadistas. Fue entonces que Massud Barzani organizó un referéndum de independencia, para justificar su permanencia en el poder y convalidar internacionalmente sus conquistas territoriales. Aunque para ello aseguraba contar con un amplio apoyo internacional, sólo Israel reconoció públicamente la independencia. Fue así que, cuando Irak, Turquía e Irán amenazaron con intervenir militarmente, nadie reaccionó, porque el presidente Trump se opuso claramente a la partición de Irak y al expansionismo de los kurdos iraquíes.

La intervención del gobierno central iraquí se adelantó por poco a la invasión conjunta de Turquía, Siria e Irán. En 48 horas las tropas de Bagdad liberaron los territorios que Erbil había anexado, pero se abstuvieron de entrar a territorio kurdo, admitiendo así sus reivindicaciones históricas, aunque rechazando el expansionismo de los Barzani. Aislado, Massud Barzani acaba de dimitir y, probablemente, sea sucedido por su sobrino Nechirvan Barzani.

También el catalanismo se quedó solo
Desde su origen en 1922, las corrientes dominantes del nacionalismo catalán han sido conservadoras, supremacistas, antidemocráticas y han pretendido anexar territorios vecinos de Andorra, del sureste de Francia y parte de la isla italiana de Cerdeña. Proclamándose seguidor del fundador del catalanismo, Francesc Macià, el ahora exiliado ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, siempre alardeó de sus apoyos anglosajones y cuenta con financiamiento del multimillonario George Soros.

Los independentistas catalanes, los luos kenianos y los kurdos iraquíes, pasaron por alto el giro que Donald Trump dio a la política extracontinental de Estados Unidos. Mientras que no duda en intervenir en México y Brasil, bloquear a Cuba y agredir a Venezuela, para el resto del mundo proclama el respeto a la soberanía y la integridad de los Estados nacionales y busca acordar con Rusia y China una división del mundo que lo pacifique. A pesar de su retórica altisonante, su estrategia es altamente racional. Más vale entenderla, también en los riesgos que encierra para nosotros.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Tres escenarios del desorden mundial

Comedias, corrimientos del piso y catástrofes 

La tragicomedia española es tan amenazante para el mundo como el giro estratégico de Arabia Saudita y la posible contaminación nuclear desde Corea del Norte.

Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
1-11-17

Aunque a veces tengan ribetes cómicos, las poderosas tendencias a la desintegración de la comunidad internacional que hoy presionan por doquier pueden tener resultados catastróficos, aun si se las impulsa con la intención de reformar y modernizar un país o una región. En Cataluña nada es tan cómico como parece.

Aunque la fuga a Bruselas del Presidente de la recién proclamada “República Catalana” el domingo pasado pareció poner un broche cómico al “procès” independentista, la crisis profunda del nacionalismo conservador abre paso a la radicalización del movimiento.

Como era de esperar, el Tribunal Constitucional de España rechazó ayer la declaración unilateral de independencia (DUI) que el Parlamento catalánhizo el pasado viernes 27,trasla cual el gobierno español aplicó el artículo 155 de la Constitución que le permite intervenir la comunidad autónoma. 

Sin embargo, en acuerdo con el PSOE, Rajoy no intervino los medios públicos de difusión y convocó a elecciones autonómicas para el 21 de diciembre (21-D) con lo que quedó como representante de la democracia. Constatando su fracaso, el ex Presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, anunció este martes desde Bélgica que acata la convocatoria a elecciones para el 21-D.

Después del papelón estalló la crisis del catalanismo conservador. Mientras que el ex titular de la Generalitat Artur Mas y la coordinadora del conservador PD de Cat, Marta Pascal, hacían autocrítica por las chapuzas cometidas, el vicepresidente de la organización civil Asamblea Nacional Catalana (ANC), Agustí Alcoberro, abogaba ayer por configurar una “lista unitaria” del independentismo, lo que parece difícil.

A pesar del ridículo en que cayó, el secesionismo volvería a ganar los comicios autonómicos en escaños,aunque no en votos. Según el último barómetro del Centre d’Estudisd’Opinió(CEO), las alianzas nacionalistas sumarían entre 68 y 72 escaños en el Parlament catalán, revalidando su mayoría absoluta, pero en sufragios alcanzarían el 45,9%, dos puntos menos que en las elecciones del 2015.No obstante, el “sí” a la independencia ha crecido tras la crisis de octubre. Un 48,7% de catalanes quiere la independencia (7% más que en junio), un 43,6% la rechaza, el 6,5% no lo sabe y el 1,3% no contesta. La encuesta se ha hecho entre el 16 y el 29 de octubre, o sea que finalizó después de la DUI y de que Rajoy hubiera anunciado la intervención.

La monarquía y la derecha española festejan las chapuceadas de sus símiles catalanistas y, probablemente, quieran condicionar el 21-D con censuras y proscripciones, pero sólo recuperarán para España la lealtad de la mitad de la población catalana, si acuerdan en una transición constitucional. De lo contrario el independentismo seguirá creciendo y la próxima oleada puede no acabar tan cómicamente.

Mohamed bin Salman, el “modernizador” neoliberal de Arabia Saudita
La crisis duradera del Imperio norteamericano y la serie de derrotas que acumuló desde 2001 están provocando efectos hasta hace poco inesperados. Ante el fracaso en Siria e Irak y el empantanamiento en Yemen, el liderazgo saudita está cambiando para salvar la cabeza.Sin embargo,su giro puede provocar una catástrofe aún mayor que la que intenta prevenir.

El 21 de junio pasado el rey de Arabia Saudita, Salman bin Abdulaziz (86 años), designó a su hijo Mohamed bin Salman (hoy de 32 años), como sucesor al trono. Ya previamente, como ministro de Defensa, el joven venía dirigiendo la desastrosa invasión al vecino Yemen, donde desde hace tres años los sauditas combaten contra rebeldes apoyados por Irán y la mayoría del ejército, habiendo masacrado a decenas de miles de civiles, pero sin resultado a la vista. Este fracaso, sumado a las derrotas sufridas por el reino en Siria e Irak, ha creado una sensación de gran inseguridad.

Por ello, la visita del presidente norteamericano en mayo pasado no sólo ha inducido la ruptura de las relaciones con el vecino Catar, acusado de impulsar el terrorismo en todo Oriente Medio y el Magreb, sino que ha permitido el otorgamiento de una ayuda militar norteamericana por 110 mil millones de dólares. A cambio, el rey Salman retiró el apoyo al Estado Islámico y demás yihadistas. El próximo ascenso al trono de Mohamed bin Salman asegura a EE.UU. e Israel que Arabia Saudita seguirá conteniendo la expansión iraní y sometiendo a las minorías chiítas en la región, pero, para poder hacerlo duraderamente, debe reformar su economía y sociedad. Sin embargo, la apertura de regímenes tan autoritarios como éstehabitualmente incentiva las demandas por derechos. Al mismo tiempo, como demuestra el ejemplo de la planeada megalópolis Neon, a construirse en la frontera con Jordania, Israel y Egipto, diversificar la economía obliga a buscar socios impensados. En este caso, Rusia ha ofrecido invertir 500 mil millones de dólares.

Mohamed bin Salman quiere cambiar algo, para que nada cambie, pero la caja de Pandora que está abriendo puede arrasar con la monarquía que quiere salvar y ni siquiera la esperanza le va a quedar en el fondo.

Kim Jong-Um juega al aprendiz de hechicero
Desde hace seis años el Presidente de la República Democrática Popular de Corea ha venido implementando una estrategia de la tensión, para forzar a Estados Unidos a negociar paritariamente un tratado de paz para la península coreana. El instrumento principal de esta estrategia ha sido el desarrollo de un programa nuclear que le ha permitido detonar bombas atómicas cada vez más potentes.

A principios de septiembre, Corea del Norte detonó una bomba de hidrógenodebajo de la montaña Mantap, en el extremo noreste del país. Pocos días después, empero, uno de los tres túneles excavados en la base donde se realizó el ensayo, conocida como Punggye-ri, colapsó y mató al menos a 200 trabajadores, según informó este martes 31 la televisión japonesa Asahi. Ya previamente expertos de distintos países venían advirtiendo movimientos sísmicos y derrumbes cerca de la base. China ha anunciado ayer conversaciones con Corea del Sur, para encarar juntos el problema y el presidente Donald Trump informó que en su próximo viaje a la península no visitará la línea de tregua intercoreana, para no provocar al Norte.

Es posible que la base de ensayos nucleares Punggye-ri deje de usarse pronto, pero el riesgo de contaminación permanecerá y, probablemente, obligue a las potencias internacionales a una acción mancomunada para controlarla. Lo que no logró la diplomacia, quizás lo alcance el miedo al desastre total.

Es fácil dialogar con los amigos. El arte de una política orientada hacia la paz y la justicia pasa, en cambio, por hacerlo con los adversarios y enemigos.