Demasiados cambios, demasiado rápido
Tanto
el abrupto fin de las negociaciones para formar gobierno en Alemania
como la acelerada deriva de Arabia Saudita hacia una dictadura
unipersonal manifiestan las tendencias centrífugas con las que el
neoliberalismo universalista busca romper el precario orden de la
posguerra fría. Por el contrario, la paulatina resolución de la crisis
en Zimbabue muestra que hay tendencias centrípetas que se le
contraponen.
El fracaso de Merkel debilita a Europa
Al
abandonar el Partido Liberal (FDP) la mesa de negociaciones, el domingo
19 se cerró la inédita posibilidad de que Alemania sea gobernada por
una alianza entre ese partido, los demócratas cristianos (CDU) de la
Canciller Angela Merkel, los socialcristianos de Baviera (CSU) y los
verdes (B90/Die Grünen) en una llamada “coalición Jamaica” (porque la
combinación de los colores de los partidos participantes reproduce la
bandera del país antillano). Luego de las severas pérdidas que sufrieron
la CDU y la CSU en las elecciones parlamentarias del 24 de septiembre,
este fin de las negociaciones es la mayor derrota de Merkel en 12 años
de gobierno. Toca ahora al presidente Frank-Walter Steinmeier decidir
entre las tres alternativas que se ofrecen para formar gobierno:
1)
Que el Partido Socialdemócrata (SPD) se desdiga de su negativa a formar
una gran coalición con los demócratas cristianos. Esta alianza tendría
mayoría propia en el parlamento. Sin embargo, el 20,5% obtenido en los
comicios (el peor resultado de su historia) desaconseja a los
socialdemócratas una nueva convivencia con Merkel.2) La segunda alternativa consiste en que la CDU/CSU forme un gobierno de minoría con el FDP o Los Verdes, pero, para tener mayoría,ante cada votación debería negociar apoyos externos.
3) En el tercer escenario el presidente disolvería el Bundestag y llamaría a nuevas elecciones. Si bien los liberales han apostado a esta opción, encierra el grave peligro de que la neonazi Alternativa por Alemania (AfD) aumente aún más su caudal electoral, se desequilibre la democracia alemana y se rompa la unidad europea.
Con el habitual desprecio neoliberal hacia los compromisos democráticos, el líder liberal Christian Lindner juega a todo o nada, para imponer al pueblo alemán su dogma. Sólo mucha decisión y mucho renunciamiento pueden salvar a Alemania y Europa.
Del feudalismo a la dictadura
Después
de la visita de Donald Trump a la península arábiga en mayo pasado la
región está cambiando aceleradamente. Primero, la mayoría de las
monarquías regionales decretaron el bloqueo de Katar por sus apoyos a
los Hermanos Musulmanes y su sociedad con Irán en la explotación de gas
en el Golfo Pérsico. La crisis sólo se ha atenuado en el curso de los
meses, acercando aún más a ambos socios e incorprorando a Turquía al
escenario regional.
Poco después el rey Salmán cambió las reglas
de la sucesión al trono, designando a su hijo Mohammed binSalmán
(conocido como MbS), ya ministro de Defensa, y desplazando a las demás
ramas de la familia saudita. Este mismo noviembre, en tanto, el heredero
detuvo a 40 parientes en un hotel de la capital Riad, les quitó sus
funciones y amenaza con expropiar su riqueza. En tanto, aprovechó para
asumir la dirección de la Casa Real y el comando de la Guardia Nacional.
Todavía,
hace una semana el futuro rey convocó a Riad al primer ministro de
Líbano, Saad Hariri, a quien desde allí hizo renunciar a su cargo y
acusar al chiíta Hizbolá de complotar contra su vida. Sin embargo,
contradiciendo su cálculo, el cristiano presidente libanés Michel Aoun y
el líder de Hizbolá, Hassán Nasralá, pidieron la libertad de Hariri y
defendieron su gobierno de unidad nacional. A su vez, Emmanuel Macron
aprovechó un viaje a Abu Dhabi, para interceder por el libanés quien,
finalmente, fue enviado a París, aunque sus hijos quedaron bajo custodia
saudita. Aún no se sabe, si reasumirá el cargo.
Hasta 2030 MbS
quiere diversificar la economía de su país y ya ha adoptado medidas
liberalizadoras, mientras concentra el poder en sus manos. Sin embargo,
erigiendo una dictadura y agudizando los conflictos regionales, el joven
príncipe (32 años) arriesga una guerra general que acabaría con la
monarquía saudita. En el nuevo orden mundial la aventura ya no paga como
antes.
Una historia china
El
pasado miércoles 15 el ejército tomó el control del poder en Zimbabue,
pero sus voceros niegan haber hecho un golpe de estado contra el
presidente Robert Mugabe (93 años).
En los últimos años la caída
de los precios internacionales de los minerales que el país exporta
sumió esta otrora próspera economía en la depresión. A la pobreza
generalizada se suma la corrupción que el pueblo achaca a la joven
esposa del mandatario, Grace, y su joven círculo. Contra ellos se alza
la vieja guardia que en 1980 conquistó la independencia de Gran Bretaña.
Desde entonces gobierna Mugabe.
Recientemente el mandatario
remplazó al vicepresidente Emmerson Mnangagua por su esposa, para
prepararla para la presidencia. Sin embargo, la alta oficialidad se
rebeló contra esta decisión. Como la Unión Africana (UA), empero,
rechaza los golpes de estado y el viejo líder conserva un gran
prestigio, los militares guardan las formas. Por ejemplo, antes de la
operación el comandante del ejército, Constantino Chiwenga, estuvo en
Beijing para asegurar a dirigentes chinos la continuidad del vínculo.
Entre
tanto, el parlamento ha iniciado el proceso de desafuero.
Aparentemente, la sucesión será pacífica y el probable presidente
Mnangagua se concentrará en reconstruir la economía con apoyo militar y
chino. El momento es el más adecuado, ya que la oposición neoliberal se
halla dividida y desprestigiada, pero requiere mucho cuidado. Sin
embargo, China está preocupada por su prestigio. Durante años ha
expandido sus inversiones en el este de África y recibido muchas
críticas por la actitud de sus empresas.Ahora Beijing quiere evitar ser
acusada de intervencionista, pero no puede abandonar al ZANU-PF, su
aliado desde hace casi 50 años, por lo que acompañará prudentemente la
transición en Zimbabue.
Desde que
Donald Trump gobierna, el neoliberalismo universalista se ha hecho más
impaciente. No le importa desestabilizar asentadas democracias europeas
ni agudizar el caos en Medio Oriente. Sólo el compromiso entre intereses
y ópticas diversas y la cooperación internacional pueden frenarlo.
Entre la dispersión y la integración el mundo se ha modificado
radicalmente en una sola semana. ¿Podrá frenar?
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Eduardo J. Vior