La crisis migratoria es sólo una parte del problema
Detrás de la discusión entre los líderes europeos sobre los refugiados asoma el temor a que Rusia y EE.UU. se pongan de acuerdo a espaldas de la UE
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
28 de junio de 2018
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28 de junio de 2018
La
reunión que el Consejo Europeo comenzó el jueves en Bruselas, para
acordar una política común de la Unión Europea (UE) hacia los cientos de
miles de refugiados e inmigrantes llegados a través del Mediterráneo,
tiene como trasfondo la preocupación generada entre los gobernantes
europeos por la reunión que Donald Trump y Vladimir Putin mantendrán el
16 de julio en Helsinki. La crisis migratoria es sólo un síntoma de las
múltiples diferencias internas sobre el curso de la Unión Europea.
El Kremlin y la Casa Blanca han confirmado que Putin y Trump
se encontrarán el próximo 16 de julio en Helsinki. Según fuentes rusas
la reunión se centrará en “el estado actual y las perspectivas de
desarrollo de las relaciones ruso-estadounidenses así como en temas
actuales de la agenda internacional”.
Desde
hace meses se especula con una posible cumbre entre ambos presidentes.
Ambos jefes de Estado se encontraron ya en julio de 2017 durante la
reunión del G 20 en Hamburgo y en Vietnam en noviembre pasado. Entonces,
el norteamericano encomendó a sus asesores organizar una nueva cumbre,
pero éstos boicotearon el intento, según informó The New York Times.
Yuri Ushakov, asesor del presidente de Rusia, propuso el jueves que ambos presidentes traten “las relaciones bilaterales [ente Rusia y EE.UU.], la normalización siria, la estabilidad internacional y el tema del desarme”, aunque agregó que también podrían sacar una declaración conjunta fijando los lineamientos futuros de su relación bilateral y su acción internacional.
Desde
el punto de vista ruso, el mayor obstáculo para un entendimiento con
Trump lo pone la aguda lucha por el poder dentro de EE.UU. Durante su
reunión con el consejero de Seguridad Nacional de Trump, John Bolton, el
pasado 27 de junio, el propio Putin lamentó
que las relaciones entre ambas potencias “no estén en su mejor momento”
por causa de las “luchas políticas internas en EE.UU.” Por su parte,
Bolton aseguró que su presidente piensa que la cumbre de Helsinki “beneficiaría a EE.UU. tanto como a Rusia”, “al facilitar la paz y seguridad en todo el mundo”.
Esta
reunión tendrá lugar justo después de la cumbre de la OTAN del 11 y 12
de julio en Bruselas y ha suscitado gran alarma entre los miembros
europeos de la Alianza que temen que Trump “debilite” el bloque, si
alcanza “un ‘acuerdo de paz’ con Putin”. Washington podría reducir sus
compromisos militares, disminuir su despliegue en Europa y hasta
suspender su participación en maniobras conjuntas. De hecho, el
presidente norteamericano viene insistiendo a los europeos que deben
asumir más responsabilidad en su propia defensa.
Paradójicamente,
la preocupación de los líderes europeos ante la eventualidad de un
acuerdo entre Trump y Putin puede impulsarlos a ponerse de acuerdo en la
cuestión migratoria. Este jueves y viernes los jefes de Estado y de
gobierno de la UE están reunidos en Bruselas para discutir la creación
de campos de acogida para refugiados e inmigrantes que serían confinados
allí hasta que se resuelva sobre sus pedidos. Según Federica Mogherini,
Encargada de las Relaciones Exteriores de la UE, el proyecto no viola
los derechos humanos ni el estatuto internacional de los refugiados.
Italia,
Grecia y España, principales receptores de refugiados, se niegan a
seguir soportando solos los costos por su hospedaje. Alemania y Francia,
por su parte, quieren impedir que los recién llegados sigan su viaje
hacia el norte. Los países de Europa Central y Oriental, finalmente, se
niegan completamente a que la UE acepte fugitivos extraeuropeos. Angela
Merkel quiere alcanzar un compromiso común, pero su ministro del
Interior y presidente de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU, por
su sigla en alemán), Horst Seehofer, exige que Alemania cierre las
fronteras por sí sola. Esta diferencia ha puesto en crisis la coalición
de gobierno en Berlín, ya que el otro socio, los socialdemócratas del
SPD, junto con Los Verdes y La Izquierda en la oposición, reclaman más
medios para acoger a los actuales y futuros refugiados e integrarlos en
la sociedad alemana. Mientras tanto, la neonazi Alternativa por Alemania
(AfD) exige la expulsión de los refugiados y especula con la ruptura de
la coalición.
Si los miembros de la
UE no llegan a un compromiso sobre los refugiados, es difícil que se
pongan de acuerdo en una posición única en el conflicto comercial con
EE.UU., sobre las sanciones contra Rusia y en torno a la defensa común.
El nuevo presidente del gobierno italiano, Giuseppe Conte, ya amenazó
con vetar el documento final de la cumbre, si no se arriba a un acuerdo
sobre la responsabilidad indivisa de los estados miembros en la atención
de los refugiados y se vota un fondo fiduciario de 500 millones de
euros para financiar el desarrollo de África (y así desalentar la salida
de migrantes). La amenaza italiana obligó a cancelar la conferencia de
prensa que al fin del día pensaban dar el presidente del Consejo
Europeo, Donald Tusk, y el de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
El
premier Conte anunció hace algunos días, asimismo, el voto de su país
por la no prolongación de las sanciones económicas y culturales de la UE
contra Rusia que, en principio, caducan a fin de julio. Similar bandera
enarbola el derechista gobierno austríaco. Las sanciones adoptadas en
2014 contra Rusia perjudican mucho a los países industriales del centro y
sur de Europa.
Especialmente
Alemania está interesada en mejorar sus lazos con Rusia, primero, por
las enormes pérdidas que sus empresas han sufrido al no poder exportar a
ese país, segundo, porque por Rusia pasa todo el tráfico del Camino de
la Seda a y desde China y, tercero, porque las empresas energéticas
germanas están muy interesadas en la construcción del gasoducto North
Stream 2, que por el Mar Báltico debe traer a Alemania el gas ruso,
contorneando los países bálticos y Polonia. Entre los directivos del
consorcio constructor liderado por Gazprom figura el ex canciller
Gerhard Schroeder. Precisamente, para lograr el levantamiento del veto
norteamericano contra este gasoducto, días pasados el ministro de
Energía ruso Aleksandr Nóvak estuvo en Washington. Es que Estados
Unidos, convertido en exportador neto de petróleo y gas gracias a la
producción de esquistos, ha construido en los últimos cinco años en su
costa este y en la costa atlántica europea numerosas plantas para la
regasificación de gas licuado (GNL) que quiere vender en el mercado de
la UE.
Los conflictos en torno a las
relaciones con Rusia, la acogida de los refugiados, el diferendo
comercial con EE.UU. y el aumento de los presupuestos militares europeos
dividen a la Unión Europea. Si en Bruselas sus líderes no llegan a un
compromiso mínimo sobre la recepción de los fugitivos, más de un miembro
se verá obligado a adoptar soluciones nacionales en varias o todas las
cuestiones litigiosas. Si no los une el amor, que los una el espanto.