sábado, 9 de junio de 2018

Todo el mundo observa la cumbre con Kim

En Singapur, Trump se juega su credibilidad


Si el presidente norteamericano quiere alcanzar un acuerdo nuclear con Irán y evitar la guerra comercial con China y otros países, el 12 deberá entenderse con Kim
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de junio de 2018
Eduardo J. Vior
El presidente norteamericano acostumbra amenazar, mentir y crear incertidumbre sobre sus intenciones como forma de sacar la máxima ventaja posible en las negociaciones. Sin embargo, al retirar a su país del acuerdo nuclear con Irán, simultáneamente poner en duda la reunión cumbre con el líder norcoreano para después reconfirmarla y lastrar con amenazas las tratativas comerciales con China, está aumentando excesivamente el riesgo de que algún interlocutor lo malentienda y responda desmedidamente. En todo caso, la reunión cumbre entre Donald Trump y Kim Jong Um el próximo martes 12 en Singapur será una prueba de fuego para la credibilidad del mandatario estadounidense.
Ambos líderes han previsto la posibilidad de prolongar el encuentro un segundo día “si todo va bien”, según informó CNN. Trump, incluso, se plantea invitar a Kim a la Casa Blanca “para empezar”. Todavía no se lo lleva a su soleada residencia Mar-a-Lago en Florida. Ambos mandatarios se reunirán sin asesores, por lo que será un diálogo entre dos machos, como le gusta a Trump.
Para evitar su exclusión, las demás potencias de Asia Oriental se están apresurando a forjar sus propias relaciones con Pyongyang. Kim, que nunca antes había sido recibido por ningún líder extranjero, este año ha visitado China dos veces y recibió el miércoles 6 al ministro de Asuntos Exteriores ruso Serguéi Lavrov.
Japón no está invitado a la cumbre de Singapur, recalcó Trump en el Despacho Oval, pero su primer ministro Shinzo Abe lo visitó el jueves 7 por segunda vez en poco más de un mes. Para los medios éste declaró que quiere ayudar a que la cumbre “sea un éxito”, pero no dejó de destacar su relevancia como principal aliado de EE.UU. en Asia y se aseguró de que su aliado no haga demasiadas concesiones a Norcorea.
En la reunión el primer ministro japonés logró arrancar a su anfitrión una promesa pública de reclamar a Kim el paradero de los japoneses secuestrados por Norcorea en los años 70 y 80. Por supuesto, no se comprometió a disculparse por los crímenes cometidos por los agresores japoneses en Corea durante la Segunda Guerra Mundial.
El primer golpe de efecto que Trump ambiciona es firmar el tratado que ponga fin a la guerra de 1950-53 entre EE.UU. y Corea del Norte. El líder estadounidense ha manifestado también su interés en retirar las cerca de 25.000 efectivos estacionados en Corea del Sur. No obstante, para que nadie se sienta tranquilo, adelantó el jueves que “todo puede pasar” y dijo a la prensa que “sabrán si ha ido bien si no me oyen usar el término de ‘máxima presión’”.
Pocas veces desde el fin de la guerra fría ha habido cumbres tan inciertas como ésta. Después de que se anunció, se canceló y se volvió a anunciar, nadie puede jurar que el martes a las 9 de la mañana ambos líderes se encuentren en el hotel Singapore Capella. Sin embargo, para distender el clima antes de la cumbre, ambos gobiernos han hecho gestos significativos: Corea del Norte paralizó sus pruebas nucleares y con cohetes de largo alcance, y habría comenzado a desmantelar un centro de pruebas, aunque no se sabe en qué medida. Por su parte, al recibir el viernes 1º efusivamente en la Casa Blanca al enviado norcoreano Kim Yong-chol (ex jefe del servicio de inteligencia y principal asesor de Kim Yong-um) y hacer importantes concesiones, Trump hizo un reconocimiento sin precedentes del gobierno norcoreano. Aceptó, por ejemplo, que la desnuclearización de su interlocutor se haga por etapas y no de una sola vez, como exigía hasta la semana pasada. También abandonó su retórica agresiva contra Pyongyang. Además, aunque las sanciones de la ONU y de EE.UU. aún están vigentes, Trump está tolerando que China esté aligerando el tráfico fronterizo con Norcorea.
El éxito de la reunión depende exclusivamente de que ambos presidentes acuerden un plan para el desmantelamiento del arsenal nuclear de Norcorea. Como devolución Trump puede comprometerse a no atacar al país asiático, abrir una oficina de contacto en Pyongyang y autorizar la apertura de una norcoreana en Washington, reduciendo asimismo los ejercicios militares anuales con Surcorea. Pero los demás temas que acuerden son secundarios.
El resto del mundo va a observar esta primera gran maniobra pacificadora, para decidir cuán confiable es el presidente norteamericano. Sus permanentes balandronadas, amenazas, mentiras y el tono grosero que usa en la comunicación internacional han hecho que muchos de sus interlocutores desconfíen de su voluntad negociadora. Por ello es que el encuentro en Singapur es visto como un examen de su confiabilidad.
Este test es especialmente importante para Irán, que debe decidir sobre su permanencia en el acuerdo nuclear de 2015, después de que Donald Trump el pasado 8 de mayo retirara del mismo a EE.UU. Si el norteamericano se muestra en Singapur como un negociador creíble, el ayatolá Alí Jamenei puede aceptar que las negociaciones sobre el programa nuclear iraní se extiendan a otros temas reclamados por EE.UU. como el programa de cohetería, la presencia de fuerzas iraníes en distintos países de Oriente Medio o, incluso, el reconocimiento de Israel.
Como señal de distensión, el 1º de junio pasado el presidente Donald Trump suspendió durante seis meses el traslado de la embajada norteamericana a Jerusalén con el argumento de que hay que esperar hasta hallar una residencia adecuada para el embajador. La decisión recién fue difundida el miércoles 6. O sea que no había necesidad de hacer el papelón de querer jugar en Jerusalén.
También los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladimir Putin, que este viernes se encontraron en Beijing como prólogo a la cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, por su nombre en inglés) que este fin de semana sesiona en Qiangdao, han intercambiado pareceres sobre la seriedad del norteamericano. Rusia tiene pendiente el levantamiento de las sanciones norteamericanas contra su dirigencia y las mayores empresas y China, por su parte, debe decidir cómo responder a las medidas proteccionistas de EE.UU.
En un mundo estrechamente vinculado ningún gesto pasa desapercibido. Donald Trump quiere reestructurar las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo bilateralmente y mediante su intervención personal, pero su estilo lo hace muchas veces imprevisible y suscita desconfianza. Por ello el resultado de la cumbre de Singapur con Kim Yong Um será un test con repercusiones mundiales.

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Eduardo J. Vior