En Singapur, Trump se juega su credibilidad
Si
el presidente norteamericano quiere alcanzar un acuerdo nuclear con
Irán y evitar la guerra comercial con China y otros países, el 12 deberá
entenderse con Kim
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de junio de 2018
Infobaires24
8 de junio de 2018
El
presidente norteamericano acostumbra amenazar, mentir y crear
incertidumbre sobre sus intenciones como forma de sacar la máxima
ventaja posible en las negociaciones. Sin embargo, al retirar a su país
del acuerdo nuclear con Irán, simultáneamente poner en duda la reunión
cumbre con el líder norcoreano para después reconfirmarla y lastrar con
amenazas las tratativas comerciales con China, está aumentando
excesivamente el riesgo de que algún interlocutor lo malentienda y
responda desmedidamente. En todo caso, la reunión cumbre entre Donald
Trump y Kim Jong Um el próximo martes 12 en Singapur será una prueba de
fuego para la credibilidad del mandatario estadounidense.
Ambos
líderes han previsto la posibilidad de prolongar el encuentro un
segundo día “si todo va bien”, según informó CNN. Trump, incluso, se
plantea invitar a Kim a la Casa Blanca “para empezar”. Todavía no se lo
lleva a su soleada residencia Mar-a-Lago en Florida. Ambos mandatarios
se reunirán sin asesores, por lo que será un diálogo entre dos machos,
como le gusta a Trump.
Para evitar
su exclusión, las demás potencias de Asia Oriental se están apresurando a
forjar sus propias relaciones con Pyongyang. Kim, que nunca antes había
sido recibido por ningún líder extranjero, este año ha visitado China
dos veces y recibió el miércoles 6 al ministro de Asuntos Exteriores
ruso Serguéi Lavrov.
Japón no está
invitado a la cumbre de Singapur, recalcó Trump en el Despacho Oval,
pero su primer ministro Shinzo Abe lo visitó el jueves 7 por segunda vez
en poco más de un mes. Para los medios éste declaró que quiere ayudar a
que la cumbre “sea un éxito”, pero no dejó de destacar su relevancia
como principal aliado de EE.UU. en Asia y se aseguró de que su aliado no
haga demasiadas concesiones a Norcorea.
En
la reunión el primer ministro japonés logró arrancar a su anfitrión una
promesa pública de reclamar a Kim el paradero de los japoneses
secuestrados por Norcorea en los años 70 y 80. Por supuesto, no se
comprometió a disculparse por los crímenes cometidos por los agresores
japoneses en Corea durante la Segunda Guerra Mundial.
El
primer golpe de efecto que Trump ambiciona es firmar el tratado que
ponga fin a la guerra de 1950-53 entre EE.UU. y Corea del Norte. El
líder estadounidense ha manifestado también su interés en retirar las
cerca de 25.000 efectivos estacionados en Corea del Sur. No obstante,
para que nadie se sienta tranquilo, adelantó el jueves que “todo puede
pasar” y dijo a la prensa que “sabrán si ha ido bien si no me oyen usar
el término de ‘máxima presión’”.
Pocas
veces desde el fin de la guerra fría ha habido cumbres tan inciertas
como ésta. Después de que se anunció, se canceló y se volvió a anunciar,
nadie puede jurar que el martes a las 9 de la mañana ambos líderes se
encuentren en el hotel Singapore Capella. Sin embargo, para distender el
clima antes de la cumbre, ambos gobiernos han hecho gestos
significativos: Corea del Norte paralizó sus pruebas nucleares y con
cohetes de largo alcance, y habría comenzado a desmantelar un centro de
pruebas, aunque no se sabe en qué medida. Por su parte, al recibir el
viernes 1º efusivamente en la Casa Blanca al enviado norcoreano Kim
Yong-chol (ex jefe del servicio de inteligencia y principal asesor de
Kim Yong-um) y hacer importantes concesiones, Trump hizo un
reconocimiento sin precedentes del gobierno norcoreano. Aceptó, por
ejemplo, que la desnuclearización de su interlocutor se haga por etapas y
no de una sola vez, como exigía hasta la semana pasada. También
abandonó su retórica agresiva contra Pyongyang. Además, aunque las
sanciones de la ONU y de EE.UU. aún están vigentes, Trump está tolerando
que China esté aligerando el tráfico fronterizo con Norcorea.
El
éxito de la reunión depende exclusivamente de que ambos presidentes
acuerden un plan para el desmantelamiento del arsenal nuclear de
Norcorea. Como devolución Trump puede comprometerse a no atacar al país
asiático, abrir una oficina de contacto en Pyongyang y autorizar la
apertura de una norcoreana en Washington, reduciendo asimismo los
ejercicios militares anuales con Surcorea. Pero los demás temas que
acuerden son secundarios.
El resto
del mundo va a observar esta primera gran maniobra pacificadora, para
decidir cuán confiable es el presidente norteamericano. Sus permanentes
balandronadas, amenazas, mentiras y el tono grosero que usa en la
comunicación internacional han hecho que muchos de sus interlocutores
desconfíen de su voluntad negociadora. Por ello es que el encuentro en
Singapur es visto como un examen de su confiabilidad.
Este
test es especialmente importante para Irán, que debe decidir sobre su
permanencia en el acuerdo nuclear de 2015, después de que Donald Trump
el pasado 8 de mayo retirara del mismo a EE.UU. Si el norteamericano se
muestra en Singapur como un negociador creíble, el ayatolá Alí Jamenei
puede aceptar que las negociaciones sobre el programa nuclear iraní se
extiendan a otros temas reclamados por EE.UU. como el programa de
cohetería, la presencia de fuerzas iraníes en distintos países de
Oriente Medio o, incluso, el reconocimiento de Israel.
Como
señal de distensión, el 1º de junio pasado el presidente Donald Trump
suspendió durante seis meses el traslado de la embajada norteamericana a
Jerusalén con el argumento de que hay que esperar hasta hallar una
residencia adecuada para el embajador. La decisión recién fue difundida
el miércoles 6. O sea que no había necesidad de hacer el papelón de
querer jugar en Jerusalén.
También
los presidentes de China, Xi Jinping, y de Rusia, Vladimir Putin, que
este viernes se encontraron en Beijing como prólogo a la cumbre de la
Organización de Cooperación de Shanghai (SCO, por su nombre en inglés)
que este fin de semana sesiona en Qiangdao, han intercambiado pareceres
sobre la seriedad del norteamericano. Rusia tiene pendiente el
levantamiento de las sanciones norteamericanas contra su dirigencia y
las mayores empresas y China, por su parte, debe decidir cómo responder a
las medidas proteccionistas de EE.UU.
En
un mundo estrechamente vinculado ningún gesto pasa desapercibido.
Donald Trump quiere reestructurar las relaciones de Estados Unidos con
el resto del mundo bilateralmente y mediante su intervención personal,
pero su estilo lo hace muchas veces imprevisible y suscita desconfianza.
Por ello el resultado de la cumbre de Singapur con Kim Yong Um será un
test con repercusiones mundiales.
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Eduardo J. Vior