No por mucho madrugar amanece más temprano
Ante
la recuperación china, varios líderes occidentales se apresuran a
reactivar sus economías, pero nadie sabe cuándo terminará la pandemia ni
qué alcance tendrá
Eduardo J. Vior
Infobaires24
22 de abril de 2020
Infobaires24
22 de abril de 2020
¿Fanfarronería o realidad? Ver en las
fotos del martes 21 al presidente Xi Jinping sin barbijo durante su
visita a Laoji, al norte de la histórica ciudad de Xian, da envidia.
Salones de tatuaje y peluquerías en Copenhague, playas en Australia,
librerías en Alemania: varios países que han visto descender las tasas
de infección por COVID19 van aligerando las restricciones de
circulación. No obstante, el espectáculo de la fastuosa celebración de
la Pascua ortodoxa sin fieles en la moscovita Catedral de Cristo
Salvador fue este domingo un llamado a la realidad. La pandemia está
lejos de terminar y las especulaciones políticas y económicas sobre lo
que pueda suceder después deben hacerse en el modo subjuntivo que en
castellano expresa aquello que sucede entre la irrealidad y la
posibilidad.
Cuando el mercado estaba en pleno pánico
por el derrumbe de los precios del petróleo, el presidente Donald Trump
apostó fuerte asegurando un fuerte respaldo al sector. Al igual que con
su mediación entre Rusia y Arabia Saudita que posibilitó el acuerdo de
la OPEP, ahora prometió la compra de 75 millones de barriles hasta
llenar las reservas estratégicas de Estados Unidos. “Es un buen momento
para comprar petróleo y nos gustaría que el Congreso lo apruebe en lugar
de almacenarlo para las grandes empresas”, afirmó el lunes 20 en rueda
de prensa. El comunicado llevó cierta calma y los precios del WTI -el
valor de referencia para el mercado estadounidense- repuntaron más de un
100% para salir de niveles negativos. El problema con el vencimiento de
los contratos de futuros de mayo fue que, al estar saturada la
capacidad de almacenamiento por el excedente de producción que trajo el
parate económico agudizado por el coronavirus, los traders no sabían
dónde poner el crudo que recibirían y prefirieron no vender.
No obstante, la situación está lejos de
normalizarse. El Brent, el mercado de referencia a nivel mundial, que no
tiene esta cláusula de entrega física, también se contraía un 26% este
martes para llegar a los 18,7 dólares, el menor nivel desde el año 2001.
Presionado para mostrarse activo, el
presidente anunció entonces vía Twitter el envío de fondos para proteger
al sector. “Nunca dejaremos sola a la gran industria del petróleo y el
gas de los Estados Unidos. He instruido a la secretaría de Energía y a
la secretaría del Tesoro a formular un plan que ponga a disposición
fondos para que estas importantes empresas y empleos estén asegurados en
el futuro”, dijo. Entre tanto, el Congreso alcanzó el martes un acuerdo
bipartidario, para subsidiar a las pymes por un total de 500 mil
millones de dólares, así como incrementar el apoyo a hospitales y
multiplicar los testeos.
No obstante, al mismo tiempo Donald
Trump continuó alentando las protestas contra las restricciones a la
circulación. Los manifestantes ocuparon las calles en Michigan, Ohio y
Virginia reclamando que el aislamiento está destruyendo sus economías y
pisoteando sus derechos. Desafiando la distancia social obligatoria y en
muchos casos sin tapabocas, los críticos cuestionaron severamente a sus
gobernadores y exigieron que el gobierno federal eche al Dr. Anthony
Fauci, cabeza de la comisión consultiva asesora sobre el coronavirus
quien el mismo lunes advirtió que “a menos que controlemos el virus, no
va a haber recuperación económica”.
Aunque Trump y otros miembros de su
gobierno afirman que algunas partes del país están en condiciones de
retomar progresivamente sus actividades, muchos gobernadores sostienen
que, ante la carencia de tests suficientes, sería prematuro reabrir sus
economías.
En principio, en la mayoría de los
países predomina la idea de ir flexibilizando el aislamiento, pero
manteniendo la distancia social. Según la Johns Hopkins University de
Baltimore, más de 2,5 millones de personas se han infectado en el mundo y
171.000 han muerto. Cerca de un cuarto de los fallecimientos (más de
42.300) se han producido en Estados Unidos.
Nadie puede prever todavía a ciencia
cierta qué consecuencias económicas va a tener la paralización actual.
Las más importantes bolsas han sufrido severas pérdidas. Los inversores
temen que la continuidad y difusión de la pandemia destruya las mayores
economías del globo y que los gobiernos no sean capaces de detener la
crisis. Este reflejo de pánico está induciendo a los bancos centrales al
accionismo. La extremada baja en el precio del petróleo agrega
nerviosismo. Faltos de recetas que no estén en los manuales del
neoliberalismo, la mayoría de los bancos centrales sólo han atinado a
bajar las tasas de interés hasta cero. Supuestamente, el abaratamiento
del precio del dinero debería hacer más fácil tomar créditos, para
impulsar la demanda. Sin embargo, algunos analistas advierten que esta
inyección de dinero podría alentar la volatilidad de las inversiones
especulativas, ya que, si no hay demanda, carece de sentido poner el
dinero en la producción. Hacer negocios con el dinero que se recibió
prestado sin costo alguno es mucho más redituable que arriesgarse en un
negocio productivo.
Tampoco está claro cómo se reconstruirán
las cadenas productivas rotas por la pandemia. Investigaciones
norteamericanas dan cuenta de que la agudización de las tensiones entre
ambas potencias y el temor estadounidense a que la economía de la
potencia asiática se dispare en la segunda mitad del año están
impulsando a sus empresas a desplazar sus órdenes de producción de China
hacia otros países. De hecho, las últimas evaluaciones indican que el
PBI de la República Popular crecería en 2020 un 3,5%, mientras que el de
EE.UU. descendería cerca del 5%.
Todavía es demasiado temprano para hacer
previsiones precisas. La pandemia aún no ha alcanzado su pico en
Estados Unidos, Rusia ni en el Reino Unido, de manera que es imposible
saber, primero, cuánto tiempo más sus gobiernos deban reducir la
circulación de personas y bienes. Esto implica, además, que aún es
imposible predecir las direcciones de irradiación de los contagios desde
esos países al resto del mundo. La pandemia es mundial y nadie puede
salvarse solo. Es lógica la impaciencia de banqueros y prestamistas que
no quieren ver su dinero inmóvil, pero, como dice el refrán alemán, “la
prudencia es la madre de la porcelana”.
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Eduardo J. Vior