El triunfo militar aumenta la inestabilidad de Brasil
La concentración y dispersión de la mayoría de los votos en un “Gran Centro” amorfo y oportunista deja la política brasileña a merced de las luchas facciosas dentro del Ejército
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
2 de diciembre de 2020
El pasado domingo 29 de noviembre se realizó la segunda vuelta de las elecciones municipales en Brasil. Los votantes de 57 ciudades de más de 200.000 habitantes, en las que en el primer turno, quince días antes, ningún candidato a intendente (prefeito) hubiera alcanzado más del 50% de los sufragios, debieron concurrir a sufragar entre los dos candidatos mejor posicionados. Los medios concentrados, la Bolsa de São Paulo y un sector del gobierno y de las Fuerzas Armadas, conservador, pero distante del presidente Jair Bolsonaro y su ministro de Economía, Paulo Guedes, festejaron el crecimiento de los partidos del Centrão (el gran centro político), una amalgama de unas diez fuerzas pequeñas, conservadoras, oportunistas y corruptas, pero alejadas del extremismo del presidente y sus acólitos. Obviamente, también celebran la mala performance del centroizquierda y de la izquierda en general, especialmente la del PT.
Todo salió de acuerdo a la estrategia del Alto Mando militar: en 2014 impulsaron el impeachment que en 2016 llevó a la deposición de Dilma Rousseff, en 2017 al juicio contra Lula, en 2018 a su detención y a la elección de Jaír Bolsonaro, en 2019 desmontaron el Lava Jato y desplazaron a Sergio Moro (su promotor principal), también durante ese mismo año intervinieron las comunicaciones del país y siempre agitaron las “carpetas” que podrían destruir cualquier carrera política. De ese modo obtuvieron el total disciplinamiento de la elite política y empresaria.
Las consecuencias están a la vista, ya que nadie tiene alternativas al poder omnímodo de esta nueva dictadura militar con disfraz civil. Sin embargo, el secreto del futuro está en el detalle del presente.
Si sólo se comparan los votos obtenidos con los de 2016, el Partido de la Social Democracia Brasileira (PSDB), del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, fue el gran perdedor y, sin embargo, su candidato Bruno Covas ganó en la ciudad de São Paulo. También el presidente Bolsonaro perdió votos, pero los partidos que probablemente le den apoyo en 2022 (REP, avante, Podemos, PSC, etc) aumentaron su caudal.
El tradicional MDB (la oposición consentida de la época de la dictadura, hoy un partido “fisiológico”) y el PSDB fueron quienes más votos trasvasaron hacia el “centro bolsonarista”. No obstante, mantuvieron el control de capitales importantes, como la mencionada São Paulo y también Porto Alegre. El partido Demócratas (DEM, supervivencia del oficialismo dictatorial), creció mucho y será clave para definir la candidatura presidencial conservadora. En él se destacan el bahiano Antonio Carlos Magalhães y el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia.
En el centroizquierda el Partido Socialista Brasileiro (PSB) perdió muchos municipios, pero mantuvo Recife y ganó en Maceió (capital de Alagoas). El Partido Democrático Laborista (PDT, fundado por Leonel Brizola) también cayó un poco, pero conservó Fortaleza (capital de Ceará) y conquistó Aracajú (capital de Sergipe). Ambos partidos preservaron sus bases electorales, pero siguen confinados en el nordeste.
En la izquierda, en tanto, el PT perdió 71 intendencias, pero creció en las grandes ciudades y en la cantidad de población que gobierna. Entre tanto, el Partido Comunista do Brasil (PCdoB) perdió muchas intendencias y no consiguió ninguna victoria relevante, ni siquiera en el estado de Maranhão, donde su líder Flávio Dino es el gobernador. Tanto este partido como la Rede, de Marina Silva (ex ministra de Medio Ambiente en el primer gobierno de Lula) corre el riesgo de no superar en 2022 la barrera del 5% y perder presencia parlamentaria y televisiva. También el Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), que en la reciente elección paulista tuvo una excelente performance con Guilherme Boulos, corre ese riesgo.
Salvo que se produzca una hecatombe económica, Bolsonaro será candidato a un segundo mandato con el apoyo de un «Gran Centro» remozado. João Dória (PSDB), gobernador de São Paulo, estará en la fórmula de la derecha tradicional. El PT también va a presentar candidato, quizás junto con el PSOL y el PCdoB. Está asimismo cantado que Ciro Gomes (PDT) será el candidato de la coalición entre el PDT y el PSB. Sin embargo, si las fuerzas de izquierda y centroizquierda no se unen, el triunfo del bolsonarismo será muy probable y varias de ellas quedarán fuera de juego.
Más allá del tablero electoral, la izquierda debe preocuparse por la manipulación de las campañas. ¿Hubo fraude, como denunció el presidente? No es imposible, habida cuenta de que Brasil tiene un sistema de voto electrónico sin respaldo en papel, con un software comprobadamente vulnerable y que el general Augusto Heleno, desde el Gabinete de Seguridad Institucional de la Presidencia, monitorea todas las comunicaciones. Pero las intensas fake news, las milicias ultraderechistas, la prédica de las iglesias pentecostales y la compra de votos también inciden contra las izquierdas.
Significativamente, este trasvase de votos beneficia a toda la derecha. Nadie gana demasiado, pero todos cosechan un poco del ataque permanente contra las izquierdas. El Alto Mando está perfeccionando así la ingeniería política que experimentó bajo la dictadura. En vez de dos partidos, como entonces, ahora ha aparecido un sinfín de lemas, de modo que ninguno se torne demasiado fuerte y todos deban coaligarse, para obtener sus minutos de televisión y poder negociar cargos más ventajosamente.
Sin embargo, el poder omnímodo que el Ejército de Brasil ha alcanzado puede volvérsele en contra. Mientras que el general Heleno y otros altos oficiales bajo las órdenes de la embajada norteamericana han colaborado activamente con el desguace del Estado y la entrega de la soberanía, numerosos cuadros, entre ellos el vicepresidente, general Hamilton Mourão, y el jefe de la Casa Civil, general Walter Braga Netto, resisten el desmonte de algunas empresas estatales estratégicas y, especialmente, de las industrias militares y se oponen a la política extremadamente neoliberal del ministro de Economía Paulo Guedes.
No es previsible que en el corto plazo sectores de la oficialidad busquen la alianza con fuerzas de izquierda, nacionalistas o de centroizquierda. Sin embargo, sus arremetidas contra el titular de Economía cuentan con el beneplácito de grandes sectores empresarios y de las corporaciones ruralistas que, para salir de la crisis, necesitan expandir los negocios con China y con Argentina. Así puede surgir una alianza militar-conservadora-empresaria que dé un vuelco a la política económica. Como no tiene alternativas para la Presidencia, en esa eventualidad se dislocaría el poder político y se abriría un ciclo de inestabilidad y crisis que habilitaría la irrupción de nuevos actores. Hoy el partido se juega en los casinos militares, pero pronto puede desbordar. Brasil es más impredecible que nunca en los últimos cincuenta años y está abierto a desarrollos muy caóticos que van a sorprender a propios y extraños.
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Eduardo J. Vior