Tras el triunfo del SPD en Alemania, el centroizquierda gobierna
en ocho países de la UE, pero mientras no cambien la OTAN y el BCE, toda
reforma será sólo cosmética
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam 21 de octubre de 2021
Olaf Scholz, Ministro de Finanzas de la Gran Coalición, muy probablemente sea el próximo Canciller federal. Foto: AFP
Cuando el pasado 26 de septiembre el Partido Socialdemócrata (SPD, por
su nombre en alemán) salió primero en la elección para el Bundestag,
muchos en Europa y en otras regiones del globo descorcharon las botellas
de champán, para celebrar el retorno del progresismo al poder en la
principal potencia europea y tercera economía mundial. Se sumó a los
recientes triunfos de esa corriente en Escandinavia y a su consolidación
en la península ibérica. Parece que, invocando el espíritu de la
reforma, Europa se sanará de sus males. Sin embargo, para saber si las
reformas tendrán continuidad y modificarán realmente las reglas de
juego, habrá que ver qué sucede con la alianza atlántica y la política
financiera, fiscal y monetaria común.
Después de que el fin de semana pasado el SPD, los Verdes y el Partido
Demócrata Liberal (FDP, por su nombre en alemán) acordaron el marco
general, este jueves comienzan las negociaciones formales para formar
una coalición de gobierno. La reforma ecológica de la economía, el
relanzamiento del crecimiento económico y la corrección de la creciente
desigualdad social y regional constituyen los puntos centrales sobre los
cuales deberán alcanzar acuerdos en lo interno. Hacia afuera tendrán
que definir cuánto pretenden flexibilizar el Pacto Europeo de
Estabilidad y Crecimiento, cómo pretenden reformular la caótica política
europea de migración y refugio, qué posición adoptarán sobre la alianza
con EE.UU. y, especialmente, como quieren ordenar la economía mundial.
La familia socialista europea ha salido enseguida a festejar la victoria
en Alemania. Hasta ahora los socialdemócratas lideran en la UE nueve
gobiernos y en cuatro más participan. El triunfo del SPD le da un
impulso cuántico a esa familia política.
Se espera que el próximo gobierno alemán apoye la flexibilización del
Pacto de Estabilidad y Crecimiento que ahoga al continente, pero chocará
con sus compañeros nórdicos. Tras las elecciones de Noruega a
principios de septiembre, Suecia, Noruega, Dinamarca, Finlandia e
Islandia tienen todos gobiernos de centro-izquierda por primera vez en
más de 60 años. No obstante, implementan políticas financieras y
monetarias ortodoxas. Por ejemplo, durante la crisis del coronavirus
Dinamarca ha relanzado con Austria, Países Bajos y Suecia (junto con
Finlandia, en cierta medida) el grupo conocido como los "cuatro
frugales", para impedir que la Unión Europea emita deuda conjunta para
apoyar su fondo de recuperación de 750.000 millones de euros. El grupo
acabó cediendo, pero sólo después de que Francia y Alemania hicieron
importantes concesiones.
Los países nórdicos tampoco apoyan la creación de un ejército europeo.
Dinamarca seguirá absteniéndose de participar en cualquier iniciativa de
defensa de la UE. Suecia, a su vez, defiende su proclamada neutralidad,
en tanto Noruega es firmemente atlantista. Mientras que los principales
partidos alemanes coinciden con la propuesta de la Comisión Europea,
para reubicar a cuotas de refugiados dentro de la UE, otros gobiernos
socialdemócratas insisten en devolverlos al primer país de ingreso en el
bloque europeo.
Ante este panorama continental, se prevé una tensa negociación sobre la
gobernanza europea. Para el futuro de la UE (y de la socialdemocracia)
será determinante la capacidad que Berlín tenga para liderar el bloque y
cómo se mueva en el mundo. Si bien en el continente crece la tendencia a
independizarse un tanto de EE.UU., como la hegemonía de éstos aumenta
la competencia entre los países, el atlantismo se sigue justificando.
La multiplicación de los triunfos socialdemócratas en Europa expresa el
cansancio social por la pandemia y la crisis económica, así como un
reclamo por reformas a nivel nacional y continental. Sin embargo, las
rivalidades entre los miembros de la UE, sus diferencias sobre el trato
con Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia y la relación específica que en
su interior exista entre la economía financiera y la productiva
dificultan sus acuerdos, aun entre los gobiernos progresistas. Por otra
parte, -y esto es determinante- mientras la OTAN sea un instrumento de
la hegemonía anglosajona, es imposible que Europa mejore sus vínculos
con Rusia, Irán y China. Sin reformas de fondo, la ola socialdemócrata
no se consolidará.
*Eduardo J. Vior,Dr. en Ciencias Sociales y analista internacional
En llamativa coincidencia con la llegada a Beirut de la
subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, francotiradores falangistas
dispararon contra una pacífica manifestación chiíta y mataron a seis
personas
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam 15-10-21
Victoria Nuland, subsecretaria de Estado de EEUU. Foto: TW @UnderSecStateP
Milicianos falangistas dispararon el jueves por la mañana en
Beirut contra una manifestación de los partidos chiítas Amal y Hezbolá
matando a seis personas. La marcha pedía la destitución por
parcialidad del juez a cargo de la investigación sobre el incendio del
puerto de la capital libanesa en agosto de 2020. Por su parte, el
Partido Fuerzas Libanesas reconoció su autoría en la masacre y la
reivindicó como “necesaria para librar a Líbano de la tiranía de
Hezbolá”.
Sintomáticamente, el atentado coincidió con la llegada a Beirut de la subsecretaria de Estado de EE.UU. para Asuntos Políticos, Victoria Nuland,
la misma que en febrero de 2014 adquirió fama mundial, cuando ordenó a
su embajador en Kiev hacer caso omiso de los reparos de la Unión Europea
y forzar el golpe de estado. Para ello usó una frase soez (“f…ck the
EU”, “me c… en la UE”) que rápidamente trascendió a los medios de todo
el mundo. Nuland llegó a Beirut procedente de Moscú, donde el miércoles
mantuvo una reunión con su par ruso, Serguei Riabkov. En un comunicado
posterior de la cancillería rusa se calificó la reunión como
“extremadamente franca”, una paráfrasis para indicar que no se pusieron
de acuerdo en nada. Que Victoria Nuland llegara a Beirut en simultáneo
con la masacre despertó las susceptibilidades de muchos.
Cientos de partidarios de Hezbolá y su principal aliado chiíta,
Amal, marchaban el jueves a la mañana hacia el Palacio de Justicia de
Beirut, cuando francotiradores les dispararon desde los tejados,
lo que obligó a los atacados a ponerse a cubierto y a su servicio de
orden a responder con las armas. El tiroteo se generalizó entonces y
duró algunas horas, hasta que se pacificó.
Entre tanto, el canal de TV Al-Manar difundió los nombres de tres
comandantes de las Fuerzas Libanesas (cristianos maronitas) que
dirigieron a los emboscados y apuntó contra su jefe histórico, Samir
Gaegae. Por su parte, Hezbolá y Amal emitieron un comunicado conjunto en
el que condenaron el ataque terrorista y llamaron al gobierno y al
Ejército Libanés a esclarecer el hecho. A su vez, el mando militar
informó que tiene identificados a diez implicados en el ataque.
Esta violencia se produjo luego de semanas de intensas tensiones en
torno al juez Tariq Bitar, quien lleva la investigación sobre la
explosión en el puerto de Beirut el 4 de agosto de 2020, que dejó más de
200 muertos y miles de heridos. En la misma acusó a varios
funcionarios por negligencia y corrupción pero fue denunciado por ser
parcial y este miércoles había suspendido el procedimiento.
Tiroteo en Líbano. Foto: AFP.
Mientras Beirut ardía, el primer ministro Nayib Mikati y el jefe
del Parlamento, Nabih Berry, recibían a la subsecretaria de Estado para
Asuntos Políticos de Estados Unidos, Victoria Nuland, que acababa de
llegar. Casada con Robert Kagan, uno de los mayores
representantes del neoconservadurismo norteamericano, Victoria Nuland
representa las corrientes más duras de la diplomacia de su país. Desde
1993 hasta 2017 sirvió bajo todos los gobiernos, hasta convertirse en
subsecretaria de Estado para Europa (2013-17). En ese papel se dio su
tristemente célebre desempeño en Ucrania.
La subsecretaria está haciendo su gira en el peor momento de la
diplomacia norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial. Derrotado en
Afganistán, EE.UU. ha perdido pie en Asia Central y en los próximos
meses deberá irse de la Mesopotamia y de Siria. En Europa Oriental, en
tanto, su presión sólo ha conseguido una alianza más estrecha entre
Minsk y Moscú, Turquía sigue dentro de la OTAN, pero compra artillería
antiaérea a Rusia. Hezbolá está paliando la crisis energética libanesa
con petróleo iraní y, si la elección de marzo permite formar gobierno,
el país de los cedros podrá estabilizarse con ayuda ruso-siria y
financiamiento chino. Por algo Israel dejó de atacar a Siria y Líbano,
aunque siga apoyando a los falangistas libaneses y librando su guerra en
las sombras contra Irán.
No hay evidencias que conecten la visita de Nuland en Beirut con la
masacre del jueves a la mañana, pero la coincidencia es demasiado
llamativa. Si Líbano se estabiliza, tenderá a integrarse con Siria y aumentará la marginación de EE.UU. en Oriente Medio.
Sólo a ellos y a Israel puede interesarles que Líbano se hunda
nuevamente en el caos de una guerra civil, como entre 1975 y 1990, pero
ésta sería una catástrofe de dimensiones regionales o aún más. Sin
embargo, 2021 no es 2014 y Líbano no es Ucrania. Esta vez Victoria
Nuland no podrá vociferar “f..ck the Russians” (“me c… en los rusos”).
*Dr. en Ciencias Sociales y Analista internacional
El presidente de Perú intenta devolver al gobierno de izquierda
al curso votado en la elección de junio pasado, pero, más allá de
dogmatismos y oportunismos, sólo las obras le darán el apoyo popular que
necesita.
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam
Pedro Castillo, presidente de Perú.
El 3 de octubre del 2021, en el 53º aniversario del inicio de la
Revolución Peruana liderada por el general Juan Velasco Alvarado
(1968-75), el presidente Pedro Castillo anunció una segunda reforma
agraria desde la explanada de Sacsayhuamán en el Cusco. Con la elección
de la fecha, el mandatario rememoró el proceso nacionalista que entonces
estatizó el petróleo e inició la reforma agraria. Fue un intento por
recuperar impulso con un fuerte simbolismo que el presidente reforzó el
pasado miércoles 6, al nombrar a Mirtha Vásquez como Presidenta del
Consejo de Ministros. Castillo intenta devolver al gobierno de izquierda
al curso votado en la elección de junio pasado, pero, más allá de
dogmatismos y oportunismos, sólo las obras le darán el apoyo popular que
necesita.
El combativo y frontal Guido Bellido (41 años) fue el primer ministro
escogido por Pedro Castillo a poco de asumir a fin de julio pasado. Sin
embargo, el joven ingeniero cusqueño se enfrascó en choques dentro y
fuera del oficialismo que lo desgastaron y llevaron a su remplazo. Por
el contrario, su sucesora, la abogada de 46 años especializada en
derechos humanos Mirtha Vázquez prefiere la búsqueda de compromisos. En
este sentido declaró el sábado 9 a la estatal TV Perú que, para tener
una nueva Constitución es necesario estar seguros de que la población
siente la necesidad de reelaborar la Carta Magna. El tema genera
rispideces dentro de la coalición de gobierno, porque Perú Libre (el
partido mayoritario dentro de ella) está recolectando firmas para
habilitar el referendo de convocatoria a la Asamblea Constituyente.
El presidente está empeñado en poner en marcha la agenda del gobierno
impulsando la llamada Segunda Reforma Agraria y la renegociación de los
contratos con el consorcio privado que explota los yacimientos gasíferos
de Camisea (en el área selvática del Departamento de Cusco). Entre 1968
y 1975 Perú tuvo bajo el gobierno militar de izquierda de Juan Velasco
Alvarado una de las reformas agrarias más radicales de Suramérica. La
clase latifundista fue erradicada, pero errores en el proceso le
restaron efectividad, por lo cual la población campesina sigue siendo
mayormente pobre.
Según el ministro de Agricultura, Víctor Mayta, un abogado de 29 años
nacido en una comunidad quechua del departamento de Cusco, la actual
reforma se resume en cinco líneas estratégicas: “La creación de un
Gabinete de Desarrollo Agrario y Rural, el ajuste a una franja de
precios, la creación de un programa de compras públicas de alimentos
para la agricultura familiar, la protección y cuidado del agua y la
asociatividad y cooperativismo”.
Al mismo tiempo, la primera ministra se puso al frente de una comisión
interministerial que renegociará Camisea con el consorcio formado por la
empresa argentina Pluspetrol (27% de participación), la estadounidense
Hunt Oil (25,4%), la surcoreana SK Innovation (17,6%), así como la
argentina Tecpetrol, la española Repsol y la argelina Sonatrach (con 10%
cada una). La negociación, compleja y técnica, apunta a que el
yacimiento deje más utilidades para el Estado y masifique el
abastecimiento de gas doméstico para la población.
Esta semana Castillo también ratificó la continuidad como presidente del
Banco Central de Julio Velarde, economista ortodoxo que desde 2006
maneja la política monetaria. No obstante, el gobierno tiene todavía
muchas promesas pendientes en salud, educación, empleo, pensiones, costo
de servicios y políticas tributarias.
Los primeros dos meses de la presidencia de Pedro Castillo fueron muy
desgastantes y poco productivos. Está acosado por una derecha cerril que
aprovecha la Constitución fujimorista de 1993 para trabar todos sus
pasos. Otra derecha “moderada” lo enreda en negociaciones y pactos
inconducentes. Finalmente, le falta unidad por las luchas internas entre
los leales a Vladimir Cerrón -que en cada concesión ven una traición a
los principios- y los “caviares” (así se llama en Perú a la izquierda
limeña tecnocrática y progresista) que reniegan de cualquier cambio de
estructuras. El presidente sabe que el pueblo peruano ya ha tenido
demasiadas decepciones y que no está dispuesto a esperar mucho tiempo.
Por ello le urge mostrar obras, para lo cual necesita mantener la unidad
de la heterogénea alianza que lo sostiene. De que lo logre depende la
paz de Perú y la región.
*Dr. en Ciencias Sociales y analista internacional
En
enero pasado Joe Biden prometió aplicar una estrategia de seguridad
nacional libre de condicionamientos militares, pero todavía no la
formuló y “la guerra interminable” continúa
por Eduardo J. Vior Infobaires24 8 de octubre de 2021
Hacía
casi 70 años que Estados Unidos no elegía a un presidente con una
experiencia en política exterior y seguridad nacional que rivalizara con
la de Joe Biden. Su único competidor en esta categoría, el presidente
Dwight D. Eisenhower, colocó en puestos clave a trogloditas que por
razones ideológicas se oponían a tratar diplomáticamente con la Unión
Soviética. Como resultado, cuando la muerte de Joseph Stalin en 1953
abrió la puerta a posibles negociaciones con los nuevos dirigentes del
Kremlin, Eisenhower perdió una importante oportunidad de distender la
política mundial. Cuando cayó el muro de Berlín en 1989 y Mijail
Gorbachov convocó a forjar “la Casa Común de Europa”, George Bush Sr.
(1989-93) y Bill Clinton (1993-2001) desperdiciaron la oportunidad,
expandieron la OTAN hacia el Este y con las guerras de Irak (1991) y
Yugoslavia (1992-99) instauraron un dominio universal que creían eterno.
Las guerras de Afganistán (2001-2021) e Irak (2003-2009), finalmente,
sirvieron al secretario de Defensa Donald Rumsfeld, para reformar las
fuerzas armadas, dándoles una autonomía inusitada que el actual
presidente prometió reducir, hasta ahora sin efectos palpables.
Ni
siquiera Eisenhower tenía la experiencia que Biden acumuló a lo largo
de casi 50 años en el gobierno, que incluyeron 20 años en el Comité de
Relaciones Exteriores del Senado (12 de ellos como presidente o miembro
de mayor rango) y ocho años como vicepresidente del país. Durante la
campaña de 2020 el postulante demócrata citó con frecuencia sus viajes a
más de 60 países y sus encuentros personales con más de 100 jefes de
Estado. El entonces candidato se jactaba en privado de su capacidad para
dominar a la burocracia de seguridad nacional, subrayando que “ni
siquiera los militares me van a joder», pero parece que todo quedó en
meras palabras.
La
estrategia de Seguridad Nacional es el conjunto de lineamientos para la
Defensa que cada presidente elabora al principio de su mandato y aplica
durante los cuatro años siguientes. No solamente es importante para
todos los actores internos y externos, para saber cuáles serán las
prioridades del período, sino que, al fijar las responsabilidades
respectivas de civiles y militares, pone a éstos un límite. Sin embargo,
esta vez no ha sucedido. El presidente lleva nueve meses en el gobierno
y todavía no definió sus prioridades en política exterior, mucho menos
una doctrina o “estrategia de Biden”. Prometió que acabaría con las
«guerras eternas», pero las fuerzas estadounidenses siguen activas en
Irak y Siria, donde hay más de 3.000 efectivos. En otros lugares, como
Libia, Somalia y Yemen, EE.UU. sigue realizando operaciones encubiertas y
ataques con drones.
Sus
tropas están activas en Kenia, Malí y Nigeria y realizan entrenamientos
y operaciones antiterroristas en docenas de países más. No hay indicios
de que Biden vaya a reducir estas actividades, a pesar del importante
número de víctimas civiles por los ataques con drones. Mientras tanto,
sigue sin difundirse la lista de los grupos que en el mundo pueden ser
blanco de los ataques con drones, así como tampoco se sabe nada sobre
los lineamientos que regirán estas operaciones y las incursiones de
comandos fuera de las zonas de guerra convencionales. Ya hace más de un
mes que el equipo de seguridad nacional de la Casa Blanca prometió
publicar las directivas pertinentes, pero aún no hay atisbos de que lo
haga.
La patética retirada de Afganistán y el acuerdo sobre el
submarino nuclear australiano plantean asimismo serias dudas sobre la
profesionalidad de este equipo de seguridad nacional, así como sobre la
claridad de su política exterior. Los aliados europeos se enojaron mucho
por ambos episodios y están mucho menos dispuestos a apoyar las
misiones militares estadounidenses. Estos socios prevén que la
concentración del esfuerzo estadounidense en Asia se hará a expensas de
su presencia en Europa y esperan también que EE.UU. les exija un mayor
gasto en defensa.
Mientras
tanto, no hay indicios de que se esté abordando y mucho menos aliviando
el ambiente de Guerra Fría instalado durante el gobierno de Trump en
las relaciones entre Estados Unidos, por un lado, y Rusia y China, por
el otro. La constante agitación de Biden sobre una confrontación entre
la «democracia y el autoritarismo» sugiere que Washington ha reanudado
la Guerra Fría, aunque sustituyendo el término «comunistas» por el de
«autoritarios». El mes pasado el Departamento de Defensa destituyó
discretamente al subsecretario de Defensa Nuclear y Cohetería, alejando
así del gobierno a un experto serio en armas y desarme, cuando estaba
finalizando su evaluación de la Política Nuclear. Todo relegamiento del
desarme en las prioridades del gobierno norteamericano bloquea aún más
el diálogo con su par ruso.
Con respecto a China impera un enfoque
grupal que ha puesto a partidarios de la línea dura en los puestos
clave. El Consejero de Seguridad Nacional Jake Sullivan y su adjunto más
próximo, Kurt Campbell, son propensos a un trato confrontativo con
China y el director de la oficina del Consejo de Seguridad Nacional
encargada de formular la política hacia dicho país, Rush Doshi, cree
firmemente que la República Popular compite con Estados Unidos por la
preeminencia mundial. Por su parte, el secretario de Defensa Lloyd
Austin carece de experiencia en Asia en general y en China en particular
y le han puesto al lado a otro partidario de la línea dura, Ely Ratner,
acólito de Sullivan, como subsecretario de Defensa para Asuntos de
Seguridad Indo-Pacífica.
Biden
ha perdido una oportunidad de hacer valer la no proliferación nuclear,
al no retornar al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por su nombre
en inglés), el acuerdo nuclear con Irán. Gracias a esta torpeza la
reciente elección presidencial ha empujado a ese país hacia una línea
dura y lo ha reorientado hacia el bloque euroasiático, lo que complica
cualquier reactivación del acuerdo. El gobierno de Biden también ha
hecho caso omiso de los insistentes pedidos de los surcoreanos para que
reactive las conversaciones bilaterales con Corea del Norte.
El
caos en Afganistán y el acuerdo del submarino están llevando a los
funcionarios europeos a cuestionar las intenciones y la credibilidad de
Estados Unidos. El «pivote» de Estados Unidos hacia el Pacífico marca la
militarización de la política estadounidense hacia China, cuando el
verdadero desafío es de naturaleza económica. Washington nunca debería
haber abandonado el Tratado de Asociación Transpacífica (CPTPP, por su
nombre en inglés), que era el vehículo perfecto para competir con China
en el este y el sudeste asiático. El mes pasado los chinos incluso
solicitaron su adhesión al CPTPP, poniendo de manifiesto el sentido del
humor de Xi Jinping y la insuficiencia de la política estadounidense.
El
presidente Biden está preocupado por los graves desafíos internos
actuales, por lo que es esencial que su Consejo de Seguridad Nacional y
el Departamento de Estado llenen el actual vacío en la política de
seguridad nacional. Dos senadores republicanos (Ted Cruz y Josh Hawley)
han contribuido a la debilidad de la diplomacia norteamericana, al
bloquear la confirmación de secretarios adjuntos y subsecretarios clave y
desde la toma de posesión de Joe Biden el Senado sólo ha confirmado a
un embajador estadounidense.
El
Pentágono está explotando claramente este vacío en la toma de
decisiones exagerando la amenaza de China y del terrorismo en sus
reuniones informativas en el Congreso, que han sido reproducidas
literalmente por la prensa. El jefe del Estado Mayor Conjunto Mark
Milley ha aprovechado dichas apariciones mediáticas, para advertir sobre
el renovado protagonismo de Al Qaeda tras la retirada de Estados Unidos
de Afganistán, aunque en el plazo venidero la mayor amenaza para el
gobierno talibán la representa el Estado Islámico de Jorasán (ISIS-K,
por el nombre que le dan en inglés). En realidad, teniendo en cuenta la
experiencia de los veinte años de guerra en el país asiático el
Pentágono no parece no es el juez más calificado, para opinar sobre
amenaza terrorista alguna en el Hindu Kush.
Donald Trump
ciertamente empeoró una mala situación de seguridad nacional, pero hay
pocos indicios de que Joe Biden esté dispuesto a abordar aquellos
problemas internacionales que son susceptibles de intervención
diplomática. Nada hay peor en política que dejar que los militares se
autogobiernen. Mientras no haya una estrategia aprobada por el Congreso,
que fije las competencias de civiles y militares, éstos últimos
manejarán a su antojo el presupuesto de defensa más grande del mundo y
ejecutarán a su gusto acciones bélicas, maniobras, ejercicios y amenazas
en cualquier parte del mundo. Serán un peligro para su propio país y
para el mundo todo. Otto von Bismarck dijo una vez que «Dios tiene una
providencia especial para los tontos, los borrachos y los Estados Unidos
de América». Hay que confiar en que así sea.
Los Pandora Papers revierten sobre sus inspiradores
La denuncia de la arbitrariedad con la que Estados Unidos y sus aliados
seleccionaron los paraísos fiscales y a las personas denunciadas
desnuda su intencionalidad política y económica
Por Eduardo J. Vior Agencia Télam 7 de octubre de 2021
Los
informes de los últimos años sobre fuga de capitales y paraísos
fiscales fueron elaborados por el consorcio de los servicios de
inteligencia los “Cinco Ojos"
El pasado domingo 3 el Consorcio Internacional de Periodistas de
Investigación (ICIJ) difundió en todo el mundo los llamados “Papeles de
Pandora”, casi 12 millones de archivos basados en las filtraciones de
registros confidenciales de 14 empresas de servicios patrimoniales con
sedes en paraísos fiscales de Europa, el Caribe, Asia y Oceanía. Un día
después, como réplica inmediata, se conoció un intercambio reservado de
información de la Casa Blanca de junio pasado con algunos medios
escogidos que confirma que los informes de los últimos años sobre fuga
de capitales y paraísos fiscales fueron elaborados por el consorcio de
los servicios de inteligencia de los EE.UU., Gran Bretaña, Canadá,
Australia y Nueva Zelanda (los “Cinco Ojos”). ¿Con qué finalidad?
Dado que la información difundida en los Pandora Papers concierne
exclusivamente a estudios y consultoras no norteamericanas, apenas
menciona a ciudadanos estadounidenses. No obstante, los archivos
demuestran que estados norteamericanos como Dakota del Sur (con 81
fideicomisos), Florida (37), Delaware (35), Texas (24) y Nevada (14)
rivalizan ahora con jurisdicciones de Europa y el Caribe para atraer
capitales fugitivos del fisco.
Según el blog Moon of Alabama del 4 de octubre, el 3 de junio pasado la
Casa Blanca convocó a una reunión de prensa off the record con altos
funcionarios del gobierno, para presentar un memorando de seguridad
nacional sobre la lucha contra la corrupción. El documento es bastante
breve, pero en la "Sección 2: Estrategia" propone “un mayor intercambio
de información y recopilación y análisis de inteligencia, (…) trabajar
con socios internacionales para contrarrestar la corrupción estratégica
por parte de líderes extranjeros, empresas extranjeras de propiedad
estatal o afiliadas, organizaciones criminales transnacionales y otros
actores extranjeros y sus colaboradores nacionales (…)”.
En la sesión informativa, "altos funcionarios de la administración" (no
nombrados) confirmaron que EE.UU. “utiliza sus diversos activos y
capacidades, incluida la comunidad de inteligencia, para exponer casos
específicos de corrupción en el extranjero (…). Así que [en la
operación] (…) están incluidos el Director de Inteligencia Nacional y la
Agencia Central de Inteligencia. (…) en gran medida, la forma en que se
expone la corrupción es a través del trabajo de los periodistas de
investigación y las ONG de investigación. (…) El gobierno de EE.UU. (…)
proporciona apoyo a estos actores. Y estudiaremos qué más podemos hacer
también en ese frente.”
Estas organizaciones son "servicios de inteligencia no estatales" que
difunden documentos sobre personas que no les gustan a los “Cinco Ojos”.
Uno de los principales objetivos de estas publicaciones de datos
robados es la propaganda. El otro es proteger a multimillonarios y
políticos corruptos de Estados Unidos. Para ello los documentos son
cuidadosamente depurados antes de su publicación.
Las denuncias sobre corrupción en el extranjero buscan también promover
paraísos fiscales estadounidenses como Alaska, Nevada y Delaware, pero
en los últimos años el destino más popular ha sido Dakota del Sur, donde
en la última década se han depositado más de 360.000 millones de
dólares gracias a que en este Estado las leyes permiten crear
fideicomisos secretos totalmente libres de impuestos y que pueden
transmitirse sin límite a las generaciones futuras.
Así que Estados Unidos impulsa la difusión de acusaciones por corrupción
contra paraísos fiscales y líderes extranjeros, mientras ofrece el
mayor refugio posible para corruptos propios y ajenos. Es evidente,
entonces, que los acusados en los Pandora Papers fueron escogidos con el
ánimo de dañarlos patrimonial y políticamente, aunque entre ellos
figuren dirigentes políticos y empresarios de indiscutible alineamiento
pronorteamericano. Probablemente, al iniciarse la recuperación
post-pandemia, alguien en el poder norteamericano haya decidido hacer
una “limpieza profunda”, para mejorar la imagen propia y eliminar
competidores, pero esta distribución internacional de abono animal recae
rápidamente sobre sus iniciadores. Quien siembra vientos, cosecha
tormentas.
*Dr. en Ciencias Sociales y Analista internacional
Aun cuando parece que el apagón del lunes 4 fue sólo un
accidente, sus terribles efectos imponen a la comunidad internacional
discutir sobre su regulación. El doctor en Ciencias Sociales Eduardo J.
Vior analiza lo ocurrido con la mega empresa
Según fuentes oficiales, "problemas de red" fueron los culpables de la
interrupción masiva de todos los servicios de Facebook Inc. este lunes
4. "Nuestros equipos de ingeniería han averiguado que los cambios de
configuración en los enrutadores troncales (…) causaron problemas que
interrumpieron la comunicación", declaró el vicepresidente de Ingeniería
de la empresa, Santosh Janardhan. Aparentemente, al tratar de
reconfigurar el servidor central que distribuye el tráfico por la red
mundial de la empresa, éste habría caído. Como consecuencia, todo equipo
que haya intentado comunicarse con las redes de la compañía recibió
como respuesta que las mismas no existían.
El problema se agravó todavía, porque la interrupción también afectó a
los propios sistemas y herramientas internos de Facebook. The New York
Times hasta publicó un rumor según el cual los técnicos tuvieron que
usar una moladora, para abrir en Santa Clara, California, la sala donde
se encuentran los routers, dado que todas las puertas de la compañía se
operan con tarjetas comandadas por el mismo servidor que colapsó.
Facebook Inc. no sólo es propietaria de Instagram y WhatsApp, sino
también del gigante de la realidad virtual Oculus, de Workplace, de los
productores de altavoces inteligentes Portal y de la empresa de
monederos digitales Novi. El año pasado sus ingresos por publicidad
ascendieron a 84.000 millones de dólares, 15.000 millones de dólares más
que en 2019.
Ahora, en cambio, se estima que por el colapso de la red la riqueza
personal de Zuckerberg se redujo en más de 6.000 millones de dólares en
unas pocas horas. Una venta masiva hizo que las acciones del gigante
cayeran el lunes un 4,9%, lo que se sumó a una caída de alrededor del
15% desde mediados de septiembre por las denuncias de “incorrección
política”.
En septiembre del 2020 una denunciante anónima había presentado una
queja ante fuerzas federales afirmando que la propia Facebook reconocía
internamente que su falta de interés en combatir el odio y la
desinformación en la plataforma. Durante una entrevista con el programa
60 Minutes que se emite por CBS, el domingo pasado esa mujer se
identificó como Frances Haugen y relató que fue ingeniera de datos en la
unidad de Integridad Cívica de Facebook desde 2019 hasta mayo de 2021 y
fue responsable de censurar las informaciones engañosas durante la
campaña electoral de 2020.
En esa época Haugen copió en secreto decenas de miles de páginas de una
investigación interna en la que la empresa reconoció que estaba
mintiendo al público sobre su lucha contra el odio y la desinformación
en la plataforma.
Este martes 5, en tanto, la ingeniera declaró ante el Subcomité de
Comercio del Senado, ocasión en la que sostuvo que "la gerencia de la
compañía sabe cómo hacer que Facebook e Instagram sean más seguros, pero
no harán los cambios, porque saben que, si cambian el algoritmo para
impedir la publicación de contenidos agresivos, racistas o violentos, la
gente pasará menos tiempo en el sitio y [la empresa] ganaría menos
dinero, explicó. Los productos de Facebook dañan a los niños, avivan la
división y debilitan nuestra democracia, sintetizó, por lo cual se
requiere la intervención del Congreso. [La empresa] no puede superar
esta crisis sin su ayuda", terminó Haugen.
Obviamente, si alguien hubiera querido hacer colapsar la economía
mundial, no habría encontrado mejor lugar para golpear. Sin embargo, por
ahora no hay evidencia de que haya habido una acción intencional. De
todos modos, el episodio demuestra la extrema fragilidad de esta
economía digital. Millones de pequeñas y medianas empresas en todo el
planeta dependen de las redes de una única empresa para su desempeño
cotidiano y este lunes han perdido decenas de miles de millones de
dólares. La catástrofe ha hecho sonar todas las alarmas y el debate
sobre la regulación estatal e internacional de Internet se ha hecho
insoslayable.
*Doctor en Ciencias Sociales y analista internacional.