Objetivo cumplido: Alemania hundida, Polonia conectada
Tras la destrucción de ambos gasoductos ruso-alemanes y la inauguración de una tubería noruego-polaca, EE.UU. ha remplazado la “Vieja” por la “Nueva Europa”
Todo comenzó la noche del domingo al lunes, cuando aviones de combate daneses detectaron una alfombra de burbujas que surgían del agua en las proximidades de la isla de Bornholm, por donde pasa el Nord Stream 2.
Björn Lund, del Instituto Sismológico Sueco (SNSN), dijo a la televisión sueca SVT que “no hay duda de que se trata de explosiones“. Sus colegas en Dinamarca también habían observado las explosiones. Una de ellas tuvo una magnitud de 2,3 y fue registrada por 30 estaciones de medición en Suecia. Según Lund, la primera explosión se produjo a las 2.03 de la madrugada del lunes y la segunda a las 7.04 de la tarde. Según el canal de televisión SVT, las coordenadas de las explosiones coinciden con las de las fugas en los dos gasoductos.
En el caso del Nord Stream 1, una de las fugas está en aguas danesas y la otra en aguas suecas, mientras que la del Nord Stream 2 está en aguas danesas. Según un portavoz de Nord Stream, los daños, que ocurrieron simultáneamente en tres hilos de gasoductos del sistema Nord Stream en alta mar el mismo día, no tienen precedentes. De ahí que no pueda excluirse la tesis de un sabotaje.
Entre tanto, este miércoles la guardia costera sueca descubrió una cuarta fuga en uno de los dos gasoductos, sin precisar aún en cuál.
Las tuberías submarinas del Nord Stream están hechas con acero de grado DNV SAWL 485 (similar al grado X70) para espesores de pared que van de 26,8 a 34,4 mm y fueron fabricadas por seis productores calificados (uno en Rusia, cuatro en Europa y uno en Japón). Los tubos están revestidos de hormigón. Están hechos para soportar hasta el impacto de un ancla de portaaviones. Son básicamente indestructibles sin cargas explosivas.
Inmediatamente las usinas de propaganda inundaron los medios de Europa y el mundo con cables adjudicando la responsabilidad del incidente a Rusia. Ahora bien, estos gasoductos eran casi la única palanca que a Rusia le quedaba para hacer presión sobre Europa. Aunque ahora las tuberías estuvieran fuera de servicio, es dable pensar que en cualquier negociación Moscú las habría utilizado como carta para obtener ventajas.
Informaciones procedentes de círculos de seguridad en Alemania sostienen que hay muchos indicios que apuntan a que los dos gasoductos fueron dañados deliberadamente. “Nuestra imaginación ya no puede concebir un escenario que no sea un ataque dirigido; todo habla en contra de una coincidencia”, sostuvo un informante al diario Tagespiegel.
En una interesante coincidencia, miles de personas en varias ciudades alemanas han protestado recientemente contra la política de Olaf Scholz y el gran aumento en la energía en general, pero particularmente en los precios del gas. Los manifestantes también exigieron el fin de las sanciones a Rusia y también pidieron el reinicio operativo de Nord Stream 2, sin que los grandes medios se inmutaran.
Asimismo, durante las pasadas semanas circuló intensamente el rumor de que el gobierno alemán –Scholz en particular- había iniciado conversaciones con el gobierno ruso, para resolver a la vez el conflicto geopolítico entre ambos países y evitar el desastre que amenaza dentro de muy pocos meses a la industria, la economía y la sociedad alemanas. Una resolución que, necesariamente, debía pasar por la reanudación del suministro de gas ruso a Alemania por Nord Stream 1 y por Nord Stream 2.
Entre las aguas suecas y las danesas los gasoductos pasan a profundidades de entre 80 y 120 metros. Si se trató de un sabotaje (todo lo hace pensar), por lo tanto, se lo tiene que haber llevado a cabo mediante drones submarinos lanzados desde un barco. Sólo tres países poseen esta tecnología: EE.UU., Rusia y, posiblemente, China.
En relación con estas especulaciones se comentaron mucho los tuits que el ex canciller polaco y eurodiputado Radek Sikorski subió el lunes. El primero muestra el mar revuelto tras las deflagraciones submarinas de uno de los gasoductos con el comentario "Gracias América". En el segundo escribe que "Ucrania y todos los Estados del Mar Báltico se han opuesto a la construcción de Nord Stream durante 20 años. Ahora 20.000 millones de dólares de chatarra yacen en el fondo del mar, otro costo pagado por Rusia por su decisión criminal de invadir Ucrania. Alguien ha realizado una operación especial de mantenimiento". Entre tanto los borró, pero el responsable por los atentados quedó señalado.
No hay pruebas, pero los indicios se acumulan. Buques de guerra y un submarino de la Armada de EE.UU. estuvieron activos en esas mismas zonas hace unos días. El semanario alemán Der Spiegel informa esta semana que en el verano pasado EE.UU. notificó a Alemania sobre un posible ataque ucraniano a los oleoductos Nord Stream. Esta descarga de responsabilidad se debe a que Washington no puede reclamar el bombardeo de una infraestructura rusa, porque implicaría una declaración de guerra a Moscú, y porque las tuberías fueron instaladas por un consorcio internacional al que varias empresas europeas aportaron miles de millones que, además, no serán compensados.
Por su parte, a pesar del ataque directo a una de sus instalaciones, Rusia mantiene un perfil bajo, para no verse obligada a responder.
Da la casualidad de que ambas explosiones se registraron el mismo día en que se inauguró el gasoducto Baltic Pipe que conecta a Noruega con Polonia, país llamado a reemplazar a Alemania como distribuidor del gas a Europa. Al dar la noticia la agencia Reuters tituló: “Baltic Pipe: El gasoducto Noruega-Polonia se abre en un movimiento clave para reducir la dependencia de Rusia”.
El Primer Ministro polaco, Mateusz Morawiecki, dijo que con el nuevo oleoducto se abre "una nueva era de soberanía energética y mayor seguridad, en el sentido más amplio del término". Un concepto que también subrayó el responsable de la Dirección General de Energía de Dinamarca, Jorgensen, quien recordó cómo la guerra rusa en Ucrania ha hecho incierto el suministro de gas desde Moscú. "El mensaje que enviamos es que Rusia no tendrá éxito", dijo el funcionario.
Varsovia ya había rescindido su contrato con Gazprom en 2019, pero fue con las sanciones contra Moscú tras el comienzo de la guerra de Ucrania, cuando el gigante energético ruso cerró completamente los grifos. Hasta el año pasado, los suministros del este seguían representando casi la mitad del consumo polaco. El gasoducto recién inaugurado suministrará 2.400 millones de metros cúbicos al año, aproximadamente el 15% del consumo nacional.
La destrucción de los dos gasoductos hace casi inevitable el desastre de la economía alemana y europea y su dependencia y sometimiento a las corporaciones norteamericanas. A la vez, se evita el temido desmarque geopolítico de Alemania y se asegura la subordinación de Europa Occidental a la elite corporativa norteamericana y su alejamiento del bloque de los países emergentes y en desarrollo.
Ya en enero pasado el presidente Joe Biden amenazó con destruir el Nord Stream 2, si Rusia entraba en guerra con Ucrania. “Somos capaces de hacerlo y lo haremos”, anunció entonces. El gobierno de Biden pretende una escalada bélica a costa de los europeos. Ésta fue, al menos, la opinión del ex presidente Donald Trump en un posteo que realizó el miércoles en su propia red social, Truth Social. El ex mandatario vinculó las explosiones en las tuberías con el conflicto en Ucrania, reprodujo la mencionada declaración de Joe Biden y afirmó que un enfrentamiento militar entre Moscú y Kiev nunca habría ocurrido si él estuviera en la Casa Blanca. Además, instó a Washington a ayudar a solucionar el conflicto y "no empeorar las cosas con la explosión de los gasoductos".
La destrucción de los gasoductos Nord Stream sitúa a Alemania –y con ella a toda Europa- ante una encrucijada histórica, mantener su alianza estratégica con Estados Unidos y sucumbir o romperla y recuperar soberanía. Se trata de una encrucijada cuyo desenlace va a corresponder fundamentalmente al gobierno alemán y a la presión que al respecto puedan ejercer los agentes sociales y el propio pueblo alemán. Esta reacción inmediata es, a la vez, necesaria y complicada. Fundamentalmente, porque la clase política alemana lleva generaciones sometida a los dictados de las corporaciones norteamericanas y liberarse de esa sumisión de un día para otro no es sencillo en absoluto.
Preguntado en la década de 1950 para qué servía la OTAN, un político francés respondió “para mantener a los rusos afuera, a los norteamericanos adentro y a los alemanes abajo”. Desde 1992 la alianza atlántica se ha expandido hasta incluir 30 países. Gracias a la guerra en Ucrania está activa como nunca antes. Una OTAN más grande y más activa implica –si seguimos el proverbio citado- más intromisión de EE.UU. en Europa, más exclusión de Rusia y más sometimiento de Alemania. La “Nueva Europa” (Polonia, los países bálticos, Chequia, Eslovaquia, Rumania, Bulgaria y los países ex yugoslavos) carece de espalda suficiente como para sostener a la vez el enfrentamiento contra Rusia y la destrucción de los “viejos” líderes del continente. Hay demasiada presión en la olla y la tapa puede saltar pronto.