Liz Truss guía a Gran Bretaña aún más rápido al abismo
Manteniendo el equipo de su antecesor y radicalizando las políticas neoliberales, antisociales e imperialistas, la nueva primera ministra sólo puede agudizar la crisis interna e internacional
La nueva primera ministra británica, Liz Truss, declara a quien quiera
oírla que pretende seguir el curso de su antecesor, Boris Johnson, pero
más enérgica y raudamente. Para no dejar dudas al respecto, ya en el
primer día de su gestión, este miércoles 7, acudió al Parlamento y
defendió su propuesta de reducción de impuestos contra las críticas del
Partido Laborista. En su debut como líder conservadora descartó aplicar
un impuesto sobre los beneficios de las petroleras para subsidiar la
reducción de las tarifas energéticas. A cambio prometió congelar las
tarifas.
Después de aceptar la invitación de la Reina Elizabeth II en una reunión en el castillo escocés de Balmoral, Liz Truss asumió el martes el cargo de Primera Ministra del Reino Unido. La nueva jefa de gobierno volvió inmediatamente a Londres, donde en una alocución a la puerta de Downing Street 10 anunció rebajas en las tarifas de gas y electricidad, convocó a los británicos a “trabajar más y mejor” y declaró que reformará el Servicio Nacional de Salud (NHS), “para que todos puedan conseguir sus turnos médicos”.
No hay sorpresas por la elección de la hasta ahora secretaria del Foreign Office ni por la composición de su gabinete: se trata de una selección de los más fieles y duros seguidores del premier anterior. Aunque éste cayó víctima de su propio desorden y de un golpe de salón orquestado por Rishi Sunak (quien después compitió contra Truss por la jefatura conservadora), los clubes tories inmediatamente cerraron filas y optaron por endurecer y no cambiar la política. Proporcionar al país (y al mundo que lo sufre) más de la misma medicina que ya llevó al fracaso y la guerra es una receta segura para llegar pronto al abismo.
Tras una reñida campaña durante julio y agosto para reemplazar a Boris Johnson, Truss venció con 81.326 votos frente a los 60.399 de su rival, el exministro de Finanzas Rishi Sunak, con una participación del 82,6% de los miembros del partido. Como líder del partido, Truss se convirtió automáticamente en primera ministra sin necesidad de elecciones generales, porque los conservadores siguen teniendo mayoría en la Cámara de los Comunes. Las elecciones generales recién están previstas para 2024.
Por primera vez en cuatro décadas el aumento de los precios de los alimentos y la energía, impulsados por las sanciones contra Rusia, así como las consecuencias de la pandemia de Covid19 y el Brexit, han impulsado la inflación del Reino Unido por encima del 10%. El Banco de Inglaterra prevé que alcance el 13,3% en octubre y que el reino entre en una recesión prolongada a finales de año.
Los conductores de trenes, el personal portuario, los recolectores de basura, los trabajadores de correos y los abogados al servicio del Estado han organizado huelgas para exigir que los aumentos salariales se ajusten a la inflación y millones más, desde profesores a enfermeras, podrían declararse en huelga en los próximos meses.
Pero no sólo los trabajadores y empleados están preocupados por el alza de los precios. Según informaba Bloomberg el pasado jueves 2, el aumento de la factura energética amenaza con el cierre a seis de cada diez fabricantes británicos. MakeUK, el grupo de presión de los industriales del Reino Unido, dijo en un reciente informe que en el último año casi la mitad de los fabricantes ha experimentado un aumento en las facturas de electricidad de más del 100%. "La crisis actual está dejando a las empresas ante una dura disyuntiva", dice el informe. "Recortar la producción o cerrar el negocio por completo si la ayuda no llega pronto".
El sector fabril británico ya está en declive, según un índice de directores de compras publicado por S&P Global esta semana. La encuesta de MakeUK por su parte, indica que el 13% de las fábricas han reducido sus horas de trabajo o evitan los periodos de máxima actividad, mientras que el 7% de ellas interrumpen la producción durante periodos más largos.
Además de los problemas internos de Gran Bretaña, Truss se enfrenta a enromes desafíos exteriores, como la guerra que Londres fogonea en Ucrania y las frías relaciones con la UE tras el Brexit. Como secretaria de Asuntos Exteriores la actual jefa del gobierno desafió a Rusia de todas las maneras posibles. Como única medida de promoción industrial que se le conoce, en tanto, la lideresa conservadora ha prometido aumentar el gasto en defensa del 2% al 3% del PBI. De modo que no es de esperar que se avenga a negociar con Moscú. También es probable que siga fomentando la agitación en Hong Kong. En tanto, la continuada implementación de la estrategia “Global Britain” aumentará simultáneamente la tensión en el Mediterráneo, el Atlántico Sur, el Índico, el Golfo Pérsico y el Pacífico Suroccidental, sin que su flota esté en condiciones de operar al mismo tiempo en todos esos mares.
Durante su desempeño a cargo de la diplomacia británica Liz Truss respaldó la decisión de Boris Johnson de violar el tratado de salida de la Unión Europea, al levantar la aduana interna entre Irlanda del Norte y el resto del reino. En Europa la esperan con mala cara y no es improbable que la UE emprenda acciones legales que escalen el conflicto hasta convertirlo en una guerra comercial.
Su gabinete, conocido este martes, se inclina fuertemente hacia la derecha: la secretaria de Salud y viceprimera ministra, Thérèse Anne Coffey, es una privatizadora feroz que rechaza todo tipo de medida social. Por su parte, Kwasi Kwarteng, un economista hijo de padres ghaneses, fue designado Canciller del Tesoro. Lobista de las empresas petroleras y fiscalista duro, de él se espera una férrea oposición contra todo tipo de subsidios a la producción industrial y al consumo. En tanto, James Cleverly, teniente coronel retirado, fue designado como secretario del Foreign Office. Finalmente, como ministra del Interior fue nombrada Suella Braverman, una abogada de 42 años conocida por sus duras posiciones en política interior y de seguridad. Braverman se ha descrito a sí misma como "hija del Imperio Británico". Sus padres, originarios de Mauricio y Kenia, llegaron al Reino Unido "con admiración y gratitud por lo que Gran Bretaña hizo por Mauricio y Kenia, y por la India", dice. Así, el gobierno de Liz Truss es una continuación del equipo de Boris Johnson, más radicalizado y con otra figura de proa.
Sin embargo, los encendidos discursos tories no pueden ocultar que el país enfrenta desde hace tiempo graves crisis: primero, que desde el gobierno de coalición conservador-liberal en 2010 el país ha estado continuadamente gobernado por primeros ministros conservadores, de los cuales sólo David Cameron (2010-16) subió al poder por elección, mientras que todos han caído por escándalos y/o por golpes de palacio. Segundo, los pobres datos de crecimiento, productividad y la preocupante desigualdad que se han enquistado en su sistema económico. En tercer lugar, la crisis de la monarquía que se desencadenará, apenas muera la reina y asuma Charles, para inmediatamente abdicar a favor de su hijo William. El cuadro crítico se completa, si se considera la desproporción entre los recursos y capacidades de la antigua potencia y su insistencia en meterse en aventuras, como la de Ucrania, que sobrepasan sus fuerzas y habilidades.
Las primarias conservadoras han permitido echar una mirada a las honduras del pensamiento reaccionario, cada vez más influenciado por guerras culturales en rincones de las redes sociales sin apenas contacto con la realidad. Todo indica que el Partido Conservador británico continuará alineándose a su derecha, un proceso similar al de otros partidos de la centroderecha europea que han abandonado su identidad y se dejan manipular por un puñado de fanáticos guerreristas.
Tradicionalmente, los tories se han distinguido por su falta de principios y su aferramiento al poder. En el establishment británico importan menos las convicciones sobre temas concretos que la conciencia de clase a ultranza. El “socialismo de ricos” proporciona a los antiguos alumnos de Eton, Oxford y Cambridge una fuente constante de nombramientos, oportunidades y otras prebendas público-privadas que corrompe al más honrado. Al mismo tiempo los líderes conservadores poseen una capacidad sin precedentes de adaptar su proyecto al sentido común cultivado por un cada vez más reducido núcleo de magnates mediáticos. En Reino Unido, tres empresas concentran el 90% del mercado de prensa nacional: News UK (de Rupert Murdoch), Daily Mail Group y Reach. Estas mismas empresas reúnen el 48% de las interacciones en las redes de Facebook (WhatsApp, Facebook Instagram).
Pese al legendario papel moderador de la BBC en la televisión, recordemos que la mayoría de sus tertulianos y periodistas provienen en gran medida de un sector audiovisual altamente concentrado. Es, por lo tanto, difícil que allí se escuchen narrativas progresistas sobre la economía, la inmigración o la Unión Europea. En general, se podría atribuir el secreto del triunfo Cameron-May-Johnson-Truss al cultivo de un nacionalismo superficial, revanchista y de solidaridad negativa. Esto último quiere decir que en tiempos de decadencia el objetivo del movimiento conservador ya no es mejorar la vida de la mayoría, sino demonizar todos los días nuevas minorías sobre las cuales descargar la culpa por el malestar general.
Se acercan tiempos turbulentos que pondrán extremadamente a prueba la alianza de la monarquía con las fuerzas armadas, la burguesía financiera especulativa concentrada, la Bolsa y los medios hegemónicos. En último lugar, pero en el primer nivel de importancia, está la guerra en Ucrania. Como colofón de su guerra cultural por la supremacía los conservadores provocaron la guerra con Rusia para demostrar la supremacía de Occidente sobre el Oriente eslavo, pero la criatura se les está escapando de las manos. Si son derrotados en Ucrania, no podrán evitar que en Europa surjan airadas reacciones contra los responsables de la aventura. Tratarán de arrastrar a los norteamericanos a enterrar las botas en el barro de la estepa, pero si el próximo Capitolio tiene mayoría republicana, es difícil que Washington se arriesgue a un choque frontal con Rusia que sabe que no puede ganar.
Liz Truss es una aventurera ambiciosa, sin principios ni conocimientos, que ha llegado a gobernar Gran Bretaña gracias a su oportunismo sin medida y a la crisis del sistema político que ha triturado a todos los líderes que podían hacerle sombra. Pero estas “virtudes” no bastarán, cuando se enfrente a la verdadera política. En la próxima cita del G20 en Bali, Indonesia, en noviembre, deberá medirse con líderes de la talla de Xi Jinping, Vladimir Putin, Narendra Modi o Recep T. Erdogan. Para entonces las fuerzas rusas habrán alcanzado Odessa y el frío habrá empujado a millones de británicos a protestar en las calles. Será la ocasión para que dé examen ante personas experimentadas y con visiones del mundo encontradas entre sí, pero valiosas.
Después de aceptar la invitación de la Reina Elizabeth II en una reunión en el castillo escocés de Balmoral, Liz Truss asumió el martes el cargo de Primera Ministra del Reino Unido. La nueva jefa de gobierno volvió inmediatamente a Londres, donde en una alocución a la puerta de Downing Street 10 anunció rebajas en las tarifas de gas y electricidad, convocó a los británicos a “trabajar más y mejor” y declaró que reformará el Servicio Nacional de Salud (NHS), “para que todos puedan conseguir sus turnos médicos”.
No hay sorpresas por la elección de la hasta ahora secretaria del Foreign Office ni por la composición de su gabinete: se trata de una selección de los más fieles y duros seguidores del premier anterior. Aunque éste cayó víctima de su propio desorden y de un golpe de salón orquestado por Rishi Sunak (quien después compitió contra Truss por la jefatura conservadora), los clubes tories inmediatamente cerraron filas y optaron por endurecer y no cambiar la política. Proporcionar al país (y al mundo que lo sufre) más de la misma medicina que ya llevó al fracaso y la guerra es una receta segura para llegar pronto al abismo.
Tras una reñida campaña durante julio y agosto para reemplazar a Boris Johnson, Truss venció con 81.326 votos frente a los 60.399 de su rival, el exministro de Finanzas Rishi Sunak, con una participación del 82,6% de los miembros del partido. Como líder del partido, Truss se convirtió automáticamente en primera ministra sin necesidad de elecciones generales, porque los conservadores siguen teniendo mayoría en la Cámara de los Comunes. Las elecciones generales recién están previstas para 2024.
Por primera vez en cuatro décadas el aumento de los precios de los alimentos y la energía, impulsados por las sanciones contra Rusia, así como las consecuencias de la pandemia de Covid19 y el Brexit, han impulsado la inflación del Reino Unido por encima del 10%. El Banco de Inglaterra prevé que alcance el 13,3% en octubre y que el reino entre en una recesión prolongada a finales de año.
Los conductores de trenes, el personal portuario, los recolectores de basura, los trabajadores de correos y los abogados al servicio del Estado han organizado huelgas para exigir que los aumentos salariales se ajusten a la inflación y millones más, desde profesores a enfermeras, podrían declararse en huelga en los próximos meses.
Pero no sólo los trabajadores y empleados están preocupados por el alza de los precios. Según informaba Bloomberg el pasado jueves 2, el aumento de la factura energética amenaza con el cierre a seis de cada diez fabricantes británicos. MakeUK, el grupo de presión de los industriales del Reino Unido, dijo en un reciente informe que en el último año casi la mitad de los fabricantes ha experimentado un aumento en las facturas de electricidad de más del 100%. "La crisis actual está dejando a las empresas ante una dura disyuntiva", dice el informe. "Recortar la producción o cerrar el negocio por completo si la ayuda no llega pronto".
El sector fabril británico ya está en declive, según un índice de directores de compras publicado por S&P Global esta semana. La encuesta de MakeUK por su parte, indica que el 13% de las fábricas han reducido sus horas de trabajo o evitan los periodos de máxima actividad, mientras que el 7% de ellas interrumpen la producción durante periodos más largos.
Además de los problemas internos de Gran Bretaña, Truss se enfrenta a enromes desafíos exteriores, como la guerra que Londres fogonea en Ucrania y las frías relaciones con la UE tras el Brexit. Como secretaria de Asuntos Exteriores la actual jefa del gobierno desafió a Rusia de todas las maneras posibles. Como única medida de promoción industrial que se le conoce, en tanto, la lideresa conservadora ha prometido aumentar el gasto en defensa del 2% al 3% del PBI. De modo que no es de esperar que se avenga a negociar con Moscú. También es probable que siga fomentando la agitación en Hong Kong. En tanto, la continuada implementación de la estrategia “Global Britain” aumentará simultáneamente la tensión en el Mediterráneo, el Atlántico Sur, el Índico, el Golfo Pérsico y el Pacífico Suroccidental, sin que su flota esté en condiciones de operar al mismo tiempo en todos esos mares.
Durante su desempeño a cargo de la diplomacia británica Liz Truss respaldó la decisión de Boris Johnson de violar el tratado de salida de la Unión Europea, al levantar la aduana interna entre Irlanda del Norte y el resto del reino. En Europa la esperan con mala cara y no es improbable que la UE emprenda acciones legales que escalen el conflicto hasta convertirlo en una guerra comercial.
Su gabinete, conocido este martes, se inclina fuertemente hacia la derecha: la secretaria de Salud y viceprimera ministra, Thérèse Anne Coffey, es una privatizadora feroz que rechaza todo tipo de medida social. Por su parte, Kwasi Kwarteng, un economista hijo de padres ghaneses, fue designado Canciller del Tesoro. Lobista de las empresas petroleras y fiscalista duro, de él se espera una férrea oposición contra todo tipo de subsidios a la producción industrial y al consumo. En tanto, James Cleverly, teniente coronel retirado, fue designado como secretario del Foreign Office. Finalmente, como ministra del Interior fue nombrada Suella Braverman, una abogada de 42 años conocida por sus duras posiciones en política interior y de seguridad. Braverman se ha descrito a sí misma como "hija del Imperio Británico". Sus padres, originarios de Mauricio y Kenia, llegaron al Reino Unido "con admiración y gratitud por lo que Gran Bretaña hizo por Mauricio y Kenia, y por la India", dice. Así, el gobierno de Liz Truss es una continuación del equipo de Boris Johnson, más radicalizado y con otra figura de proa.
Sin embargo, los encendidos discursos tories no pueden ocultar que el país enfrenta desde hace tiempo graves crisis: primero, que desde el gobierno de coalición conservador-liberal en 2010 el país ha estado continuadamente gobernado por primeros ministros conservadores, de los cuales sólo David Cameron (2010-16) subió al poder por elección, mientras que todos han caído por escándalos y/o por golpes de palacio. Segundo, los pobres datos de crecimiento, productividad y la preocupante desigualdad que se han enquistado en su sistema económico. En tercer lugar, la crisis de la monarquía que se desencadenará, apenas muera la reina y asuma Charles, para inmediatamente abdicar a favor de su hijo William. El cuadro crítico se completa, si se considera la desproporción entre los recursos y capacidades de la antigua potencia y su insistencia en meterse en aventuras, como la de Ucrania, que sobrepasan sus fuerzas y habilidades.
Las primarias conservadoras han permitido echar una mirada a las honduras del pensamiento reaccionario, cada vez más influenciado por guerras culturales en rincones de las redes sociales sin apenas contacto con la realidad. Todo indica que el Partido Conservador británico continuará alineándose a su derecha, un proceso similar al de otros partidos de la centroderecha europea que han abandonado su identidad y se dejan manipular por un puñado de fanáticos guerreristas.
Tradicionalmente, los tories se han distinguido por su falta de principios y su aferramiento al poder. En el establishment británico importan menos las convicciones sobre temas concretos que la conciencia de clase a ultranza. El “socialismo de ricos” proporciona a los antiguos alumnos de Eton, Oxford y Cambridge una fuente constante de nombramientos, oportunidades y otras prebendas público-privadas que corrompe al más honrado. Al mismo tiempo los líderes conservadores poseen una capacidad sin precedentes de adaptar su proyecto al sentido común cultivado por un cada vez más reducido núcleo de magnates mediáticos. En Reino Unido, tres empresas concentran el 90% del mercado de prensa nacional: News UK (de Rupert Murdoch), Daily Mail Group y Reach. Estas mismas empresas reúnen el 48% de las interacciones en las redes de Facebook (WhatsApp, Facebook Instagram).
Pese al legendario papel moderador de la BBC en la televisión, recordemos que la mayoría de sus tertulianos y periodistas provienen en gran medida de un sector audiovisual altamente concentrado. Es, por lo tanto, difícil que allí se escuchen narrativas progresistas sobre la economía, la inmigración o la Unión Europea. En general, se podría atribuir el secreto del triunfo Cameron-May-Johnson-Truss al cultivo de un nacionalismo superficial, revanchista y de solidaridad negativa. Esto último quiere decir que en tiempos de decadencia el objetivo del movimiento conservador ya no es mejorar la vida de la mayoría, sino demonizar todos los días nuevas minorías sobre las cuales descargar la culpa por el malestar general.
Se acercan tiempos turbulentos que pondrán extremadamente a prueba la alianza de la monarquía con las fuerzas armadas, la burguesía financiera especulativa concentrada, la Bolsa y los medios hegemónicos. En último lugar, pero en el primer nivel de importancia, está la guerra en Ucrania. Como colofón de su guerra cultural por la supremacía los conservadores provocaron la guerra con Rusia para demostrar la supremacía de Occidente sobre el Oriente eslavo, pero la criatura se les está escapando de las manos. Si son derrotados en Ucrania, no podrán evitar que en Europa surjan airadas reacciones contra los responsables de la aventura. Tratarán de arrastrar a los norteamericanos a enterrar las botas en el barro de la estepa, pero si el próximo Capitolio tiene mayoría republicana, es difícil que Washington se arriesgue a un choque frontal con Rusia que sabe que no puede ganar.
Liz Truss es una aventurera ambiciosa, sin principios ni conocimientos, que ha llegado a gobernar Gran Bretaña gracias a su oportunismo sin medida y a la crisis del sistema político que ha triturado a todos los líderes que podían hacerle sombra. Pero estas “virtudes” no bastarán, cuando se enfrente a la verdadera política. En la próxima cita del G20 en Bali, Indonesia, en noviembre, deberá medirse con líderes de la talla de Xi Jinping, Vladimir Putin, Narendra Modi o Recep T. Erdogan. Para entonces las fuerzas rusas habrán alcanzado Odessa y el frío habrá empujado a millones de británicos a protestar en las calles. Será la ocasión para que dé examen ante personas experimentadas y con visiones del mundo encontradas entre sí, pero valiosas.
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Eduardo J. Vior