La competencia por el nuevo reparto
de los tesoros de África
de los tesoros de África
Año 6. Edición número 255. Domingo 7 de abril de 2013
En África se libra
una puja mundial por el petróleo, el gas, los diamantes y otros minerales entre
Gran Bretaña y Francia, apoyadas por EE.UU.,
y por el otro lado, China, Brasil, India
y Sudáfrica.
El pasado jueves 4 Radio France Internationale desmintió al gobierno
sudafricano y elevó de 13 a 50 la cifra de los soldados de ese país
muertos en combate contra los rebeldes en la República Centroafricana el
pasado 23 de marzo. La maniobra informativa agitó a Sudáfrica, pero
evidenció el choque entre la estrategia occidental para repartirse
África y los esfuerzos sudafricanos para unificarla.
En África se libra una puja mundial por el petróleo, el gas, los diamantes y otros minerales entre Gran Bretaña y Francia, apoyadas por EE.UU., y, por el otro lado, China, Brasil, India y Sudáfrica. Poco antes de la invasión anglofrancesa que lo derrocó, Muamar Khadafi había propuesto a la Unión Africana (UA) cear una moneda propia respaldada en las reservas auríferas de Libia. Con su asesinato, el liderazgo de África pasó a Pretoria, cuyos dirigentes conocen la calaña de sus pares del continente, pero confían en contenerlos en la unidad de acción continental. Sin embargo, los colonialistas están en plena ofensiva.
Durante la Guerra Fría los Estados Unidos intervenían en África casi siempre de modo indirecto. Luego concentraron sus lazos con el continente en su comando para Europa, en la ciudad alemana de Heidelberg. En 2007 fundaron allí su Comando para África (Africom), que próximamente se instalará en Ougadougou, Burkina Faso. Desde Mali pretenden controlar el Noroeste de África. En su región nororiental hay petróleo y el país limita con siete países. Mediante los vínculos con Uganda, Etiopía y Kenia, Washington penetra también en África oriental. El futuro jefe de Africom, el Gral. David Rodríguez, quiere instalar bases para operaciones especiales adicionales a las existentes en Libia, Níger, Túnez, Argelia, Mauritania, Nigeria, Mali, Camerún, Sudán del Sur y Kenia. Con el pretexto de combatir el islamismo quieren contener la expansión china, pero ¿qué dimensiones reales tiene ésta?
Según los datos oficiales citados por Deborah Brautigam, de la Universidad Johns Hopkins, las inversiones chinas en África llegan a 16.000 millones de dólares, concentrados en Angola, Sudáfrica y Argelia. En 2012 el comercio sinoafricano se acercó a los 170.000 millones de dólares. Cerca de 800 grandes corporaciones chinas están presentes en el continente, la mayoría en infraestructura, energía y bancos. Dando créditos al 1,5% anual a plazos de 15 a 20 años los bancos chinos sustituyen aceleradamente a los occidentales. Un tercio del abastecimiento petrolero de China ya proviene de África, especialmente de Angola. Benín, Burkina Faso y Malí satisfacen el 20% de la demanda algodonera china; Costa de Marfil la provee de cacao, Kenia, de café, y Namibia, de pescado.
Excepto los 1.500 soldados chinos en misiones internacionales de paz en Liberia y la República Democrática del Congo, en África no hay militares chinos, aunque algunos países africanos entrenan a sus oficiales en China y compran allí sus armas a buen precio. A pesar de las acusaciones occidentales para desplazar a China del mercado africano de materias primas, no hay evidencias de actitudes “neocolonialistas” de ésta.
En cambio, las antiguas potencias coloniales sí intervienen. Francia, en especial, está siempre presente desde la época colonial. En Dakar (Senegal), N’Djamena (Chad), Yibuti, Libreville (Gabón) y Abidjan (Costa de Marfil) tiene bases permanentes con varios miles de soldados. Esta injerencia se complementa con la convertibilidad de las monedas francoafricanas que favorece la especulación y desprotege las producciones locales. Los negocios vinculando a empresas, funcionarios y agentes franceses y francoafricanos para explotar los recursos naturales y desviar las ganancias a paraísos fiscales y los créditos sin control han construido lo que muchos analistas llaman “Mafiáfrica”.
Tampoco Gran Bretaña se queda atrás, aunque más indirectamente. Tropas británicas intervienen directamente o mediante sus adiestrados en Somalía desde bases en Kenia, Tanzania y Uganda. Según el ministerio británico de la Defensa, las tropas ugandesas que actúan en Mogadiscio son entrenadas por veteranos británicos de Afganistán e Irak.
Ante este panorama es lógica la preocupación de Sudáfrica que con más de mil hombres participa en la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco) que hace diez días, por primera vez en la historia de la ONU, recibió unánimente del Consejo de Seguridad la orden de “imponer” la paz en el país centroafricano. Agitando contra los islamistas, los occidentales quieren expulsar a China del continente, liquidar el liderazgo sudafricano y mantener África atomizada. Perdido el aliado libio, Sudáfrica no puede conducir sola el conjunto, pero la rebeldía que atraviesa el continente puede ayudarla.
En África se libra una puja mundial por el petróleo, el gas, los diamantes y otros minerales entre Gran Bretaña y Francia, apoyadas por EE.UU., y, por el otro lado, China, Brasil, India y Sudáfrica. Poco antes de la invasión anglofrancesa que lo derrocó, Muamar Khadafi había propuesto a la Unión Africana (UA) cear una moneda propia respaldada en las reservas auríferas de Libia. Con su asesinato, el liderazgo de África pasó a Pretoria, cuyos dirigentes conocen la calaña de sus pares del continente, pero confían en contenerlos en la unidad de acción continental. Sin embargo, los colonialistas están en plena ofensiva.
Durante la Guerra Fría los Estados Unidos intervenían en África casi siempre de modo indirecto. Luego concentraron sus lazos con el continente en su comando para Europa, en la ciudad alemana de Heidelberg. En 2007 fundaron allí su Comando para África (Africom), que próximamente se instalará en Ougadougou, Burkina Faso. Desde Mali pretenden controlar el Noroeste de África. En su región nororiental hay petróleo y el país limita con siete países. Mediante los vínculos con Uganda, Etiopía y Kenia, Washington penetra también en África oriental. El futuro jefe de Africom, el Gral. David Rodríguez, quiere instalar bases para operaciones especiales adicionales a las existentes en Libia, Níger, Túnez, Argelia, Mauritania, Nigeria, Mali, Camerún, Sudán del Sur y Kenia. Con el pretexto de combatir el islamismo quieren contener la expansión china, pero ¿qué dimensiones reales tiene ésta?
Según los datos oficiales citados por Deborah Brautigam, de la Universidad Johns Hopkins, las inversiones chinas en África llegan a 16.000 millones de dólares, concentrados en Angola, Sudáfrica y Argelia. En 2012 el comercio sinoafricano se acercó a los 170.000 millones de dólares. Cerca de 800 grandes corporaciones chinas están presentes en el continente, la mayoría en infraestructura, energía y bancos. Dando créditos al 1,5% anual a plazos de 15 a 20 años los bancos chinos sustituyen aceleradamente a los occidentales. Un tercio del abastecimiento petrolero de China ya proviene de África, especialmente de Angola. Benín, Burkina Faso y Malí satisfacen el 20% de la demanda algodonera china; Costa de Marfil la provee de cacao, Kenia, de café, y Namibia, de pescado.
Excepto los 1.500 soldados chinos en misiones internacionales de paz en Liberia y la República Democrática del Congo, en África no hay militares chinos, aunque algunos países africanos entrenan a sus oficiales en China y compran allí sus armas a buen precio. A pesar de las acusaciones occidentales para desplazar a China del mercado africano de materias primas, no hay evidencias de actitudes “neocolonialistas” de ésta.
En cambio, las antiguas potencias coloniales sí intervienen. Francia, en especial, está siempre presente desde la época colonial. En Dakar (Senegal), N’Djamena (Chad), Yibuti, Libreville (Gabón) y Abidjan (Costa de Marfil) tiene bases permanentes con varios miles de soldados. Esta injerencia se complementa con la convertibilidad de las monedas francoafricanas que favorece la especulación y desprotege las producciones locales. Los negocios vinculando a empresas, funcionarios y agentes franceses y francoafricanos para explotar los recursos naturales y desviar las ganancias a paraísos fiscales y los créditos sin control han construido lo que muchos analistas llaman “Mafiáfrica”.
Tampoco Gran Bretaña se queda atrás, aunque más indirectamente. Tropas británicas intervienen directamente o mediante sus adiestrados en Somalía desde bases en Kenia, Tanzania y Uganda. Según el ministerio británico de la Defensa, las tropas ugandesas que actúan en Mogadiscio son entrenadas por veteranos británicos de Afganistán e Irak.
Ante este panorama es lógica la preocupación de Sudáfrica que con más de mil hombres participa en la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (Monusco) que hace diez días, por primera vez en la historia de la ONU, recibió unánimente del Consejo de Seguridad la orden de “imponer” la paz en el país centroafricano. Agitando contra los islamistas, los occidentales quieren expulsar a China del continente, liquidar el liderazgo sudafricano y mantener África atomizada. Perdido el aliado libio, Sudáfrica no puede conducir sola el conjunto, pero la rebeldía que atraviesa el continente puede ayudarla.
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Eduardo J. Vior