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Colombia teme la inevitable paz
por Eduardo J. Vior
Aunque Óscar Iván Zuluaga, del uribista Centro
Democrático (CD), sorprendente vencedor en la primera vuelta de las elecciones
presidenciales colombianas del domingo pasado, se oponga a las negociaciones del
presidente Juan Manuel Santos, del Partido de la Unidad Nacional (U), con las
FARC en La Habana, ambos candidatos están condenados a la paz cuyos términos se
dirimirán en la segunda vuelta del 15 de junio.
En el mapa publicado por la Registraduría Nacional del Estado Civil, a
cargo de los cómputos electorales, se ve una inmensa mancha azulceleste (el
color del CD) que cubre casi todo el poblado centro del país con algunas
pinceladas azul oscuro (de los conservadores) y amarillas (del Polo Democrático
Alternativo, PDA), mientras que el ocre (de la U) pinta los departamentos
fronterizos y costeros, los más pobres y poco poblados. Zuluaga venció también en
la capital, Bogotá, donde el izquierdista PDA salió segundo y Santos, tercero.
La mezcla
de la personalidad bonachona de Zuluaga con la adoración de muchos colombianos
por Álvaro Uribe tornó emocionante una campaña antes aburrida. Zuluaga
convenció por su estilo, su capacidad, una muy buena campaña publicitaria y el
apoyo decidido del ex presidente. Santos, en cambio, realizó una campaña
contradictoria, depuso primero al alcalde de Bogotá Gustavo Petro, para luego
aliarse con él después de reponerlo en el cargo, y manejó mal la campaña sucia
contra Zuluaga por los vínculos de éste con un hácker que espiaba las
negociaciones de paz. Subido en 2010 como continuador de Uribe, el presidente
perdió los votos de la derecha al negociar con las FARC en La Habana, sin ganar
los de la izquierda. Los sectores populares, en tanto, le cuestionan que el
buen rendimiento macroeconómico del país no se traduzca en una menor
desigualdad ni en la superación de la inseguridad agravada por los ex
paramilitares actualmente “desempleados”. En buena parte este descontento explica
la altísima abstención del 60% del padrón electoral.
La gran sorpresa de las elecciones la dieron dos mujeres: Marta Lucía
Ramírez, la candidata conservadora (PC), que salió tercera sin el apoyo de parlamentarios
y jefes regionales de su partido, y Clara López, la candidata del PDA, que
presentó una convincente plataforma democratizadora y social.
Si los votos de Ramírez van para Zuluaga
y los de López para Santos, se mantendrá la diferencia de cuatro puntos y los
votantes del verde Peñalosa definirán la elección, pero este cálculo no cierra,
porque el sufragio es opcional y la abstención, altísima. El resultado
dependerá de las alianzas que se armen esta semana, pero sobre todo de la
capacidad de los candidatos para movilizar votantes. Por primera vez en mucho
tiempo los programas serán decisivos. Zuluaga quiere revisar los acuerdos de La
Habana e imponer a la guerrilla sus condiciones, pero debe renunciar a la pura
opción militar. Santos, en tanto, deberá demostrar que el fin de la guerra
traerá trabajo y seguridad. Tarde más o menos, nadie puede dejar de firmar la
paz, aunque todos la teman.
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Eduardo J. Vior