04 de Marzo de 2015
La conexión chechena de la modelo
Los investigadores de la muerte de Boris Nemtsov apuntan hacia una conspiración ucraniana junto con activistas chechenos para desestabilizar a Rusia, aprovechando la supuesta relación entre la novia del asesinado, la exuberante Anna Durítskaya, y el comandante checheno al servicio de Ucrania Adam Osmayev.
Los
investigadores de la muerte de Boris Nemtsov apuntan hacia una
conspiración ucraniana junto con activistas chechenos para
desestabilizar a Rusia, aprovechando la supuesta relación entre la novia
del asesinado, la exuberante Anna Durítskaya, y el comandante checheno
al servicio de Ucrania Adam Osmayev.
El gobierno afirma que con el asesinato se intentó desestabilizar la situación política rusa. Todo indica la intervención de profesionales: el asesinato se produjo a metros del Kremlin, en un ángulo del puente no cubierto por ninguna cámara y cuando pasaba la barredora de nieve cuyo ruido ocultó el de los disparos. El coche utilizado se perdió inmediatamente en el tránsito del centro.
Las primeras declaraciones de la modelo fueron contradictorias. Durítskaya se negó a someterse al detector de mentiras, aunque su abogado aseguró que respondió a todas las preguntas de los investigadores. La testigo regresó el martes a Ucrania donde, según su abogado, se mantendrá a disposición de las autoridades rusas.
Miembros del batallón checheno de sabotajes del ejército ucraniano podrían haber intervenido para vengar la muerte de su comandante Isa Munayev en el frente de Debáltsevo el 1 de febrero. Munayev fue jefe rebelde en la segunda guerra chechena (1999-2009) y condujo el terrorismo islamista en la región, hasta que en 2006 se refugió en Dinamarca. De allí se trasladó a Ucrania en marzo de 2014 con una brigada chechena. Curiosamente ha sido hasta ahora la única baja del batallón Dudayev, especializado atentados detrás de las líneas pro rusas.
Lo sucedió Adam Osmayev, joven comandante checheno formado desde su niñez en Inglaterra, donde en 2000 recibió instrucción militar, en Wycliffe. En marzo de 2012 fue detenido en Odessa, después de que estallara un explosivo en el departamento donde estaba, y hasta enero de 2014 estuvo preso a pedido de Rusia, acusado de complotar para asesinar a Putin. Se salvó de ser extraditado por la intervención de la Corte Europea de Derechos Humanos y por el golpe de estado ucraniano de febrero de ese año.
Hubo casos anteriores que también se achacaron al presidente Putin y nunca se investigaron a fondo, como la muerte del magnate exiliado Boris Berezovsky, en Londres en marzo de 2013; la del ex-espía ruso Aleksandr Litvinenko, envenenado con polonio 210 en Londres en noviembre de 2006; Anna Politkóvskaya, periodista rusa de origen estadounidense, tiroteada en el ascensor de su departamento moscovita en octubre de 2006; y Sergei Yushenkov, opositor liberal, asesinado en Moscú en abril de 2003. Pero ninguno tuvo las implicaciones que puede tener el presente.
Si la acusación se dirige contra Osmayev, puede fomentar el rechazo de la mayoría rusa contra los chechenos, incluidos muchos opositores, pero unificar a este pueblo caucásico hoy dividido entre partidarios y enemigos de Moscú. En efecto, el Kremlin no sólo derrotó militarmente a los islamistas, sino que obtuvo cierta paz en la región gracias a ingentes transferencias financieras que aprovechó el presidente Ramzán Kadýrov. Este paga con su lealtad y con unidades especiales que participan de la custodia del Kremlin, pero desde que se redujeron los pagos por la crisis económica estaría presionando por más fondos junto con funcionarios de otras regiones. Hoy nadie garantiza su lealtad y las manifestaciones proislámicas que se realizaron en Grozny en enero después del atentado en París sugieren un acercamiento entre las facciones islamistas moderadas y radicalizadas. Además, durante la batalla de Debáltsevo trasmisiones en checheno desde las filas pro rusas llamaban a sus connacionales del otro lado a la unidad.
Si el gobierno ruso consigue hacer creíble su hipótesis de un conspiración ucraniano-chechena para matar a Nemtsov y crear el caos, salvará su buen nombre, pero puede detonar el polvorín caucásico que tanto le costó apagar.
El gobierno afirma que con el asesinato se intentó desestabilizar la situación política rusa. Todo indica la intervención de profesionales: el asesinato se produjo a metros del Kremlin, en un ángulo del puente no cubierto por ninguna cámara y cuando pasaba la barredora de nieve cuyo ruido ocultó el de los disparos. El coche utilizado se perdió inmediatamente en el tránsito del centro.
Las primeras declaraciones de la modelo fueron contradictorias. Durítskaya se negó a someterse al detector de mentiras, aunque su abogado aseguró que respondió a todas las preguntas de los investigadores. La testigo regresó el martes a Ucrania donde, según su abogado, se mantendrá a disposición de las autoridades rusas.
Miembros del batallón checheno de sabotajes del ejército ucraniano podrían haber intervenido para vengar la muerte de su comandante Isa Munayev en el frente de Debáltsevo el 1 de febrero. Munayev fue jefe rebelde en la segunda guerra chechena (1999-2009) y condujo el terrorismo islamista en la región, hasta que en 2006 se refugió en Dinamarca. De allí se trasladó a Ucrania en marzo de 2014 con una brigada chechena. Curiosamente ha sido hasta ahora la única baja del batallón Dudayev, especializado atentados detrás de las líneas pro rusas.
Lo sucedió Adam Osmayev, joven comandante checheno formado desde su niñez en Inglaterra, donde en 2000 recibió instrucción militar, en Wycliffe. En marzo de 2012 fue detenido en Odessa, después de que estallara un explosivo en el departamento donde estaba, y hasta enero de 2014 estuvo preso a pedido de Rusia, acusado de complotar para asesinar a Putin. Se salvó de ser extraditado por la intervención de la Corte Europea de Derechos Humanos y por el golpe de estado ucraniano de febrero de ese año.
Hubo casos anteriores que también se achacaron al presidente Putin y nunca se investigaron a fondo, como la muerte del magnate exiliado Boris Berezovsky, en Londres en marzo de 2013; la del ex-espía ruso Aleksandr Litvinenko, envenenado con polonio 210 en Londres en noviembre de 2006; Anna Politkóvskaya, periodista rusa de origen estadounidense, tiroteada en el ascensor de su departamento moscovita en octubre de 2006; y Sergei Yushenkov, opositor liberal, asesinado en Moscú en abril de 2003. Pero ninguno tuvo las implicaciones que puede tener el presente.
Si la acusación se dirige contra Osmayev, puede fomentar el rechazo de la mayoría rusa contra los chechenos, incluidos muchos opositores, pero unificar a este pueblo caucásico hoy dividido entre partidarios y enemigos de Moscú. En efecto, el Kremlin no sólo derrotó militarmente a los islamistas, sino que obtuvo cierta paz en la región gracias a ingentes transferencias financieras que aprovechó el presidente Ramzán Kadýrov. Este paga con su lealtad y con unidades especiales que participan de la custodia del Kremlin, pero desde que se redujeron los pagos por la crisis económica estaría presionando por más fondos junto con funcionarios de otras regiones. Hoy nadie garantiza su lealtad y las manifestaciones proislámicas que se realizaron en Grozny en enero después del atentado en París sugieren un acercamiento entre las facciones islamistas moderadas y radicalizadas. Además, durante la batalla de Debáltsevo trasmisiones en checheno desde las filas pro rusas llamaban a sus connacionales del otro lado a la unidad.
Si el gobierno ruso consigue hacer creíble su hipótesis de un conspiración ucraniano-chechena para matar a Nemtsov y crear el caos, salvará su buen nombre, pero puede detonar el polvorín caucásico que tanto le costó apagar.
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Eduardo J. Vior