09 de Marzo de 2015
OPINIÓN
Hasta la isla cambia
Aunque nos cueste creerlo, Gran Bretaña está
cambiando y nadie sabe hacia dónde. Las encuestas preelectorales
registran el crecimiento del Partido Laborista (LP) y un retroceso del
Partido Conservador (CP). Sin embargo, las diferencias regionales y el
crecimiento de partidos menores tornan imprevisible la formación del
nuevo gobierno. No es probable que la política económica británica
cambie radicalmente si sube al poder una coalición diferente a la actual
entre el CP y el Partido Liberal Democrático (LDP), pero las relaciones
con la Casa Real y entre las regiones del reino, así como su ubicación
internacional se alterarían profundamente.
Hasta hace pocos días parecía que el LP superaría al CP por el 36-37% al 33-35% (dependiendo de las encuestadoras). Sin embargo, el jueves The Guardian dio a conocer un nuevo relevamiento específico para Escocia, según el cual el Partido Nacional Escocés (SNP), desde noviembre pasado presidido por Nicola Sturgeon, ganaría 56 de los 59 distritos de la región a costa de los laboristas, reduciendo las chances de estos de alcanzar la mayoría en Westminster. La encuesta fue encargada por Lord Aschcroft, un miembro conservador de la Cámara de los Lores que desde hace algunos años financia encuestas electorales distritales que habitualmente no se hacen porque son muy caras. El par afirma ser imparcial, pero los medios opositores dudan de los resultados y habrá que esperar otros estudios para tener más certeza.
De todos modos la encuesta confirma la transformación del sistema partidario británico de uno basado en "dos partidos y medio" (CP, LP y LDP como hermano pequeño necesario para formar coaliciones) a otro de seis (los tres mencionados más el SNP, los Verdes o GP, y el Partido para la Independencia del Reino Unido, UKIP). Además la ley electoral de 2011 le quitó a la reina la facultad de disolver el Parlamento y convocar a elecciones según conveniencia del partido de gobierno. Por ello la fecha del 7 de mayo está fijada desde hace cuatro años. A cambio de esta concesión a los liberales los conservadores mantuvieron en el referendo de 2011 el sistema de mayoría por distrito. Quien gana en su circunscripción se lleva el mandato y deja a las minorías sin representación. Este sistema favorece a los partidos con mayor implantación territorial, pero desperdicia muchos votos y perjudica a los distritos más poblados. Otra picardía de David Cameron y sus huestes fue pasar de la inscripción en el registro electoral por residencia, en la que una persona anotaba a todos los que vivían bajo su responsabilidad, al registro individual. Esto implicó que las universidades y otras residencias colectivas dejaran de inscribir a sus habitantes, dejando afuera del padrón electoral a un millón de jóvenes que en las actuales circunstancias habrían votado contra los conservadores.
Tres grandes temas organizan el debate electoral: 1) la continuidad de las políticas de ajuste; 2) una mayor "restitución" de facultades al Parlamento escocés y a la Asamblea galesa, lo que genera una contracorriente en favor de la "restitución" de facultades a Inglaterra y la formación de un parlamento regional propio; 3) el posicionamiento del Reino ante la Unión Europea y en la política internacional. Aunque en recientes encuestas el UKIP ha perdido simpatías, se mantiene alrededor del 14% y podría convertirse en aliado de los conservadores, si estos siguen siendo primera minoría, pero no logran acordar con los liberales. En este caso el gobierno se distanciaría de la UE y el resultado del referendo de 2017 sería imprevisible. Si, en cambio, se forma un gobierno minoritario de los laboristas apoyado por los nacionalistas escoceses y galeses, los socialdemócratas norirlandeses y los verdes, este adoptaría algunas medidas sociales para compensar los brutales ajustes de años recientes, profundizaría la devolución de soberanía a las regiones, metería en caja a los Windsor y preferiría una línea proeuropea al avance del libre comercio transatlántico. Por ahora, una gran coalición o que partidos del centro-izquierda coaliguen con el UKIP resulta impensable.
En cualquiera de las opciones se reactualizará la discusión sobre la reforma del sistema electoral porque todo partido pequeño que apoye al gobierno reclamará la introducción del sistema proporcional, para aumentar la representación de las minorías en Westminster.
El bajo crecimiento económico, las extremas desigualdades sociales y regionales, la incapacidad del Estado para incorporar a los inmigrantes y el consecuente crecimiento del racismo y la xenofobia, la reducción de los privilegios de la realeza, la restitución de los derechos y la propiedad robados desde hace siglos a las regiones dominadas son componentes de un cóctel explosivo pronto a estallar. Gran Bretaña está habituada a mirarse en un espejo que la muestra como un poder imperial siempre igual a sí mismo, pero hasta el que usaba Dorian Grey estalló.
Hasta hace pocos días parecía que el LP superaría al CP por el 36-37% al 33-35% (dependiendo de las encuestadoras). Sin embargo, el jueves The Guardian dio a conocer un nuevo relevamiento específico para Escocia, según el cual el Partido Nacional Escocés (SNP), desde noviembre pasado presidido por Nicola Sturgeon, ganaría 56 de los 59 distritos de la región a costa de los laboristas, reduciendo las chances de estos de alcanzar la mayoría en Westminster. La encuesta fue encargada por Lord Aschcroft, un miembro conservador de la Cámara de los Lores que desde hace algunos años financia encuestas electorales distritales que habitualmente no se hacen porque son muy caras. El par afirma ser imparcial, pero los medios opositores dudan de los resultados y habrá que esperar otros estudios para tener más certeza.
De todos modos la encuesta confirma la transformación del sistema partidario británico de uno basado en "dos partidos y medio" (CP, LP y LDP como hermano pequeño necesario para formar coaliciones) a otro de seis (los tres mencionados más el SNP, los Verdes o GP, y el Partido para la Independencia del Reino Unido, UKIP). Además la ley electoral de 2011 le quitó a la reina la facultad de disolver el Parlamento y convocar a elecciones según conveniencia del partido de gobierno. Por ello la fecha del 7 de mayo está fijada desde hace cuatro años. A cambio de esta concesión a los liberales los conservadores mantuvieron en el referendo de 2011 el sistema de mayoría por distrito. Quien gana en su circunscripción se lleva el mandato y deja a las minorías sin representación. Este sistema favorece a los partidos con mayor implantación territorial, pero desperdicia muchos votos y perjudica a los distritos más poblados. Otra picardía de David Cameron y sus huestes fue pasar de la inscripción en el registro electoral por residencia, en la que una persona anotaba a todos los que vivían bajo su responsabilidad, al registro individual. Esto implicó que las universidades y otras residencias colectivas dejaran de inscribir a sus habitantes, dejando afuera del padrón electoral a un millón de jóvenes que en las actuales circunstancias habrían votado contra los conservadores.
Tres grandes temas organizan el debate electoral: 1) la continuidad de las políticas de ajuste; 2) una mayor "restitución" de facultades al Parlamento escocés y a la Asamblea galesa, lo que genera una contracorriente en favor de la "restitución" de facultades a Inglaterra y la formación de un parlamento regional propio; 3) el posicionamiento del Reino ante la Unión Europea y en la política internacional. Aunque en recientes encuestas el UKIP ha perdido simpatías, se mantiene alrededor del 14% y podría convertirse en aliado de los conservadores, si estos siguen siendo primera minoría, pero no logran acordar con los liberales. En este caso el gobierno se distanciaría de la UE y el resultado del referendo de 2017 sería imprevisible. Si, en cambio, se forma un gobierno minoritario de los laboristas apoyado por los nacionalistas escoceses y galeses, los socialdemócratas norirlandeses y los verdes, este adoptaría algunas medidas sociales para compensar los brutales ajustes de años recientes, profundizaría la devolución de soberanía a las regiones, metería en caja a los Windsor y preferiría una línea proeuropea al avance del libre comercio transatlántico. Por ahora, una gran coalición o que partidos del centro-izquierda coaliguen con el UKIP resulta impensable.
En cualquiera de las opciones se reactualizará la discusión sobre la reforma del sistema electoral porque todo partido pequeño que apoye al gobierno reclamará la introducción del sistema proporcional, para aumentar la representación de las minorías en Westminster.
El bajo crecimiento económico, las extremas desigualdades sociales y regionales, la incapacidad del Estado para incorporar a los inmigrantes y el consecuente crecimiento del racismo y la xenofobia, la reducción de los privilegios de la realeza, la restitución de los derechos y la propiedad robados desde hace siglos a las regiones dominadas son componentes de un cóctel explosivo pronto a estallar. Gran Bretaña está habituada a mirarse en un espejo que la muestra como un poder imperial siempre igual a sí mismo, pero hasta el que usaba Dorian Grey estalló.
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Eduardo J. Vior