lunes, 6 de abril de 2015

Washington tambièn fue derrotado en Tikrit

OPINIÓN

Cálculo e incoherencia de ee uu en levante

Durante la batalla por Tikrit, la ciudad natal de Saddam Hussein recuperada de manos del Estado Islámico (EI), el pasado miércoles pasado la aviación de la coalición liderada por Estados Unidos estuvo mayormente ausente hasta la tercera semana, cuando ayudó a destrabar el bloqueo de la ofensiva, aunque algunas de sus bombas cayeron sobre las fuerzas iraquíes que pujaban por reconquistar la plaza. Hay quien dice que no fue un error y allí reside el enigma de la política norteamericana en Levante: ¿se trata de una genial estrategia para dividir y reinar o de la incoherencia de un imperio en crisis?
El triunfo iraquí tiene un doble valor estratégico: por un lado, con la liberación de la ciudad se abrió la ruta hacia Mosul, en el Norte. La tercera ciudad del país (hace un año tenía casi 2 millones de habitantes) es la mayor bajo control del EI. Por otro lado, la batalla fue principalmente ganada por el ejército iraquí con el apoyo de milicias chiítas y suníes con el asesoramiento de Quds, la brigada exterior de la Guardia Revolucionaria Iraní.
Vista en el contexto regional, la batalla verifica la cooperación fáctica entre EE UU e Irán, ya que el liderazgo central correspondió al general Kassem Soleimani, comandante de Quds. En un reportaje concedido el pasado 20 de marzo al Washington Post, el general retirado David Petraeus resumió la alarma de muchos jefes norteamericanos: "Las milicias chiítas representan la mayor amenaza a la estabilidad y al equilibrio de la región." Voceros oficiosos del Pentágono, a su vez, dudan de que las milicias chiítas tengan interés en liberar la mayoritariamente suní ciudad de Mosul. La propia incerteza revela hasta el corsé ideológico en el que Washington se encerró. En Irak siempre hubo diferencias étnicas y confesionales, pero se hicieron políticas cuando el Estado iraquí fue destruido en 2003. La alianza irano-iraquí y la coalición interconfesional que recuperó Tikrit, por el contrario, ayudan a recuperar la unidad nacional de Irak y a derrotar los planes de muchos –también del Pentágono– para dividir el país.
Otros grandes derrotados en la batalla de Tikrit han sido los saudíes y sus aliados del Golfo. Ya el pasado 5 de marzo el príncipe Saud al-Feisal, ministro de Exteriores de Ryad, declaró que "la situación en Tikrit demuestra que Irán está tomando el control del país".
Desde el punto de vista geopolítico, el acuerdo nuclear firmado esta semana con Irán indica que Washington reconoce a la República Islámica como un interlocutor regional garantizado por Rusia y China, pero no impide que siga tratando de reducir su influencia regional. En este sentido sirve a la política de dividir para reinar.
Lo mismo sucede con la tan proclamada escisión entre suníes y chiítas. Se trata de un recurso retórico que sirve a las poderosas cadenas de TV del Golfo para cimentar la lealtad (y el sometimiento) de sus poblaciones, pero no se corresponde con la realidad, como lo demuestran las alianzas pluriconfesionales e interétnicas que respaldan a los gobiernos de Siria, Irak y Yemen.
La estrategia divisionista se combina con la crisis del poder norteamericano por la competencia entre agencias gubernamentales y la división sectaria de EE UU. Por primera vez desde la Guerra Civil en el siglo XIX chocan allí visiones irreductibles sobre el futuro del país y su lugar en el mundo.
Ambas fracturas se expresan en órdenes contradictorias, comandos divididos y cambios repentinos de frente. Si bien este desorden permite a Barack Obama gobernar sin poder propio, difuminó el perfil de la política norteamericana hacia la región.
"A río revuelto, ganancia de pescadores" es la máxima que orienta a los actores en Levante. La falta de claridad sobre la estrategia de Washington los induce a subir sus apuestas. Nadie sabe hoy a ciencia cierta quién es EL aliado preferido de Estados Unidos y nadie está a salvo de que Washington, apostando a la división o por incoherencia, realice maniobras dañinas para sus propios aliados. En esas condiciones la sobrepesca puede agotar rápidamente el cardumen.

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Eduardo J. Vior