MIRADA II
DERECHO INTERNACIONAL O BARBARIE
Eduardo J. Vior 23 de Noviembre de 2015 |
12:00
Los brutales
atentados del EI en París llevaron a los gobiernos y pueblos europeos a
la guerra contra la milicia islamista que los EEUU y sus aliados habían
demorado largamente por consideraciones tácticas, aunque sin que se
definieran los objetivos, el modo y la conducción de la guerra. Un
recién desclasificado documento de la Agencia de Inteligencia para la
Defensa de EE UU de 2012 muestra que al principio de la guerra en Siria
los gobiernos occidentales se aliaron con Al Qaeda y otros grupos
islamistas para erigir un “principado salafista” en el este de Siria,
derrocar al presidente Bashar al Assad y dividir el país. El informe
demuestra que las potencias occidentales sabían desde el principio que
la oposición siria está animada por el islamismo radical y contaban con
la formación de un EI.
No se trata de un caso aislado, sino que es parte de una red de relaciones grises entre los estados occidentales, empresas, gobiernos de Levante y África y organizaciones criminales y terroristas que en las zonas controladas cobran impuestos y aranceles, rescate por secuestros y obtienen ganancias por el comercio de bienes varios, en tanto desde el exterior fluyen las donaciones del Golfo y de la propia diáspora. Para asegurar el financiamiento, los terroristas prefieren, empero, movilizar recursos internos, como los somalíes de Al-Shabab, que exportan carbón vegetal por U$S 80 millones al año. Diversas milicias de Afganistán, en tanto, exportan el 90% del opio mundial por el que ingresan U$S 150 millones al año.
A su vez, al Qaeda en el Magreb Islámico, que controla una extensa zona del Sáhara, se financia mediante secuestros de extranjeros (100 millones) y el tráfico de cocaína que desde Colombia llega a Guinea y es transportado a los puertos mediterráneos para alcanzar Europa. Además de los colombianos, de este tráfico se benefician gobiernos, empresas de transporte y milicias varias en la ruta hacia el norte. A este tráfico se añade el de las decenas de miles de migrantes que cada año atraviesan el desierto hacia los puertos libios y tunecinos.
Como las rutas son conocidas y el tráfico se concentra en pocos nodos, no debería ser difícil cercenar esas redes, pero las agencias occidentales especulan con el control de informaciones, el espionaje y las operaciones encubiertas que les permiten sus contactos con las redes terroristas, una trama de vínculos grises que abarca hasta Europa. Sin embargo, en los últimos meses la firma del acuerdo 5+1 con Irán y la masiva entrada de Rusia en la guerra en Siria apoyando al gobierno de Al Assad cambiaron la historia. EE UU y sus aliados están haciendo negocios con los ayatolas en desmedro de las monarquías árabes, en tanto que la intervención rusa en Siria obliga a los occidentales a seguirlos. En Occidente las posiciones sobre el conflicto se reparten entre el intervencionismo imperialista, el liberal y el pacifismo, pero nadie considera el acatamiento del Derecho Internacional. El desencadenamiento de la guerra obliga a las potencias occidentales a abandonar su ambivalencia hacia el terrorismo islamista y a someterse a la conducción rusa, pero solamente el camino del Derecho Internacional puede asegurar que la victoria sobre el terrorismo conduzca a un mundo más civilizado. La alternativa es Derecho o barbarie. «
No se trata de un caso aislado, sino que es parte de una red de relaciones grises entre los estados occidentales, empresas, gobiernos de Levante y África y organizaciones criminales y terroristas que en las zonas controladas cobran impuestos y aranceles, rescate por secuestros y obtienen ganancias por el comercio de bienes varios, en tanto desde el exterior fluyen las donaciones del Golfo y de la propia diáspora. Para asegurar el financiamiento, los terroristas prefieren, empero, movilizar recursos internos, como los somalíes de Al-Shabab, que exportan carbón vegetal por U$S 80 millones al año. Diversas milicias de Afganistán, en tanto, exportan el 90% del opio mundial por el que ingresan U$S 150 millones al año.
A su vez, al Qaeda en el Magreb Islámico, que controla una extensa zona del Sáhara, se financia mediante secuestros de extranjeros (100 millones) y el tráfico de cocaína que desde Colombia llega a Guinea y es transportado a los puertos mediterráneos para alcanzar Europa. Además de los colombianos, de este tráfico se benefician gobiernos, empresas de transporte y milicias varias en la ruta hacia el norte. A este tráfico se añade el de las decenas de miles de migrantes que cada año atraviesan el desierto hacia los puertos libios y tunecinos.
Como las rutas son conocidas y el tráfico se concentra en pocos nodos, no debería ser difícil cercenar esas redes, pero las agencias occidentales especulan con el control de informaciones, el espionaje y las operaciones encubiertas que les permiten sus contactos con las redes terroristas, una trama de vínculos grises que abarca hasta Europa. Sin embargo, en los últimos meses la firma del acuerdo 5+1 con Irán y la masiva entrada de Rusia en la guerra en Siria apoyando al gobierno de Al Assad cambiaron la historia. EE UU y sus aliados están haciendo negocios con los ayatolas en desmedro de las monarquías árabes, en tanto que la intervención rusa en Siria obliga a los occidentales a seguirlos. En Occidente las posiciones sobre el conflicto se reparten entre el intervencionismo imperialista, el liberal y el pacifismo, pero nadie considera el acatamiento del Derecho Internacional. El desencadenamiento de la guerra obliga a las potencias occidentales a abandonar su ambivalencia hacia el terrorismo islamista y a someterse a la conducción rusa, pero solamente el camino del Derecho Internacional puede asegurar que la victoria sobre el terrorismo conduzca a un mundo más civilizado. La alternativa es Derecho o barbarie. «
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