OPINIÓN
Ganó Erdoğan y perdió la paz
Eduardo J. Vior 02 de Noviembre de 2015 |
12:00
En las elecciones
parlamentarias celebradas ayer, el Partido de la Justicia y el
Desarrollo de Turquía (AKP, por su sigla en turco) del presidente Recip
Taryip Erdogan logró la mayoría absoluta y gobernará nuevamente en
solitario. El AKP obtuvo el 49,4% de los votos y 317 diputados en la
Asamblea Nacional sobre un total de 550. De este modo reconquistó ocho
puntos porcentuales perdidos en la elección del pasado 7 de junio y 59
bancas.
Con este resultado se resolvió la crisis generada por la imposibilidad de formar gobierno monocolor y la incapacidad de los cuatro partidos con representación parlamentaria para entenderse en una coalición. El triunfo le dio la razón a la estrategia del presidente de agudizar el conflicto con la minoría kurda (30% de la población y mayoritaria en el sureste), presionar a Europa con los refugiados sirios y afganos, aprovisionar junto con Saudi Arabia a los rebeldes islamistas en el norte de Siria, mientras bloquea a los kurdos, e intervenir en combinación con el alto mando estadounidense en Siria e Irak para frenar a Rusia e Irán.
El AKP es una formación islamista conservadora heredera de los Hermanos Musulmanes que está en el poder desde 2002. El apoyo electoral que disfruta se debe a que Turquía tuvo desde entonces un fuerte crecimiento económico de signo neoliberal que su gobierno compensó con políticas “islámicas” de asistencia a los campesinos y los pobres. Al mismo tiempo Erdogan consiguió controlar a los militares que durante décadas fueron los custodios de la laicidad del Estado en la tradición de Mustafá Kemal “Atatürk”, el fundador de la Turquía moderna. No obstante, su partido se ha visto involucrado en escándalos de corrupción y censura que afectaron su credibilidad.
En junio pasado el ingreso al parlamento del multiétnico y pluriconfesional Partido Democrático de los Pueblos (HDP), con el 13% de los sufragios (el piso es del 10%), suscitó la esperanza de que esta fuerza mediara en el conflicto interétnico y preservara a Turquía de la tormenta regional. Sin embargo, las provocaciones gubernamentales llevaron al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) a cesar el alto el fuego que regía desde 2013 y dos atentados atribuidos al Estado Islámico (EI) causaron 130 víctimas entre participantes en sendas manifestaciones por la paz. El AKP aprovechó la polarización para con el sentimiento nacionalista mayoritario y acorraló al HDP que, no obstante, mantuvo su status parlamentario con 57 diputados (contra los 80 anteriores). Además siguen en el parlamento el Partido Republicano Democrático (CHP, socialdemócrata), con 132 bancas, y el Partido de Acción Nacionalista (MHP) con 80 representantes.
La intervención de Erdogan en Siria acarreará la ampliación de la guerra a toda la región, la expansión del EI, el cierre del mercado ruso para las exportaciones turcas por un valor de 10 mil millones de dólares, la no construcción del gasoducto transanatólico por Gazprom (sin que, a cambio, los norteamericanos puedan construir su planeada tubería desde Qatar al Mediterráneo), el resurgimiento de la guerrilla del PKK y nuevos enfrentamientos étnicos y confesionales con kurdos y alevitas (otro 20% de la población) en las ciudades del oeste del país.
El triunfo también agravará la situación internacional en su conjunto, porque consolida la alianza del presidente turco con los halcones del Pentágono, Londres y París contra el intento de Vladimir Putin y Barack Obama para reequilibrar Levante, perpetúa su chantaje a Europa con los refugiados, debilita a Angela Merkel agudizando las tensiones entre los tres millones de ascendencia turca y kurda que habitan en Alemania y posterga la construcción de los gasoductos que Europa tanto necesita para asegurar su abastecimiento energético.
Lejos de traer la paz, su victoria profundiza los conflictos internos, regionales e internacionales. Erdogan ha vencido, Turquía, Levante y Europa han perdido.
Con este resultado se resolvió la crisis generada por la imposibilidad de formar gobierno monocolor y la incapacidad de los cuatro partidos con representación parlamentaria para entenderse en una coalición. El triunfo le dio la razón a la estrategia del presidente de agudizar el conflicto con la minoría kurda (30% de la población y mayoritaria en el sureste), presionar a Europa con los refugiados sirios y afganos, aprovisionar junto con Saudi Arabia a los rebeldes islamistas en el norte de Siria, mientras bloquea a los kurdos, e intervenir en combinación con el alto mando estadounidense en Siria e Irak para frenar a Rusia e Irán.
El AKP es una formación islamista conservadora heredera de los Hermanos Musulmanes que está en el poder desde 2002. El apoyo electoral que disfruta se debe a que Turquía tuvo desde entonces un fuerte crecimiento económico de signo neoliberal que su gobierno compensó con políticas “islámicas” de asistencia a los campesinos y los pobres. Al mismo tiempo Erdogan consiguió controlar a los militares que durante décadas fueron los custodios de la laicidad del Estado en la tradición de Mustafá Kemal “Atatürk”, el fundador de la Turquía moderna. No obstante, su partido se ha visto involucrado en escándalos de corrupción y censura que afectaron su credibilidad.
En junio pasado el ingreso al parlamento del multiétnico y pluriconfesional Partido Democrático de los Pueblos (HDP), con el 13% de los sufragios (el piso es del 10%), suscitó la esperanza de que esta fuerza mediara en el conflicto interétnico y preservara a Turquía de la tormenta regional. Sin embargo, las provocaciones gubernamentales llevaron al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) a cesar el alto el fuego que regía desde 2013 y dos atentados atribuidos al Estado Islámico (EI) causaron 130 víctimas entre participantes en sendas manifestaciones por la paz. El AKP aprovechó la polarización para con el sentimiento nacionalista mayoritario y acorraló al HDP que, no obstante, mantuvo su status parlamentario con 57 diputados (contra los 80 anteriores). Además siguen en el parlamento el Partido Republicano Democrático (CHP, socialdemócrata), con 132 bancas, y el Partido de Acción Nacionalista (MHP) con 80 representantes.
La intervención de Erdogan en Siria acarreará la ampliación de la guerra a toda la región, la expansión del EI, el cierre del mercado ruso para las exportaciones turcas por un valor de 10 mil millones de dólares, la no construcción del gasoducto transanatólico por Gazprom (sin que, a cambio, los norteamericanos puedan construir su planeada tubería desde Qatar al Mediterráneo), el resurgimiento de la guerrilla del PKK y nuevos enfrentamientos étnicos y confesionales con kurdos y alevitas (otro 20% de la población) en las ciudades del oeste del país.
El triunfo también agravará la situación internacional en su conjunto, porque consolida la alianza del presidente turco con los halcones del Pentágono, Londres y París contra el intento de Vladimir Putin y Barack Obama para reequilibrar Levante, perpetúa su chantaje a Europa con los refugiados, debilita a Angela Merkel agudizando las tensiones entre los tres millones de ascendencia turca y kurda que habitan en Alemania y posterga la construcción de los gasoductos que Europa tanto necesita para asegurar su abastecimiento energético.
Lejos de traer la paz, su victoria profundiza los conflictos internos, regionales e internacionales. Erdogan ha vencido, Turquía, Levante y Europa han perdido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimad@s lector@s:
Este es un blog moderado. Sus comentarios serán evaluados antes de la publicación, para evitar spam.
Agradezco su atención.
Eduardo J. Vior