El búmerang catarí
Al bloquear a Catar, la familia
Saud acató la demanda de Trump de romper con la Hermandad Musulmana,
pero la aguda división de Levante amenaza su poder
Eduardo J. Vior
19 de julio de 2017
La crisis desatada hace seis semanas entre Arabia Saudita, Egipto y
los Emiratos Árabes Unidos, por un lado, y Catar, por el otro, se agrava
día a día, generando una cadena de reacciones y desestabilizando a sus
iniciadores. Acabando con el santuario catarí, la realeza saudí esperaba
consolidar su hegemonía regional y asegurar que la sucesión venidera
transcurra en paz, pero no dimensionó el alcance que tendría la crisis.
Ésta es parte del tortuoso final de la guerra en Siria y de la
subsecuente formación de nuevos alineamientos en Levante que Rusia y
Estados Unidos intentan controlar. En el nudo entre las corrientes
encontradas se encuentra hoy el pequeño emirato del Golfo.
Luego de que The Washington Post revelara el domingo que los
Emiratos Árabes Unidos (EAU) habían organizado en mayo pasado el hackeo
de los servicios electrónicos de la Agencia de Noticias de Catar (QNA,
por su sigla en inglés), para atribuir al Emir, Sheik Tamim Bin Hamad
al-Tani, posiciones favorables a Irán, la Hermandad Musulmana y Hamás,
el conflicto del Golfo Pérsico se trasladó al interior del gobierno
norteamericano. Mientras que el Presidente Donald Trump había respaldado
a los sauditas, el Secretario de Estado Rex Tillerson pasó casi toda la
semana pasada viajando infructuosamente entre las capitales del Golfo
en busca de un compromiso. Los EAU han rechazado la acusación, que
deslegitima el bloqueo total que dispusieron junto con Baréin,
Saudiarabia y Egipto el pasado 5 de junio.
El hackeo se produjo el 24 de mayo, apenas Trump en Riad condenó a la
Hermandad Musulmana. Emiratíes, bareiníes y sauditas se sintieron
entonces autorizados para bloquear Catar. Como respuesta, salieron a luz
los intensos contactos entre el embajador emiratí en EE.UU. y la
Fundación para la Defensa de las Democracias, un lobby pro-israelí con
sede en Washington.
También los ministros de Exteriores británico, francés y alemán
recorren la zona tratando de mediar. Los europeos temen la ruptura de la
coalición antiiraní en el Golfo y compiten entre sí para sacar provecho
de los cambios en la región.
Parece que la crisis detonó, porque en abril pasado Catar pagó a
milicias suníes y chiítas en Irak y Siria un total de 900 millones de
dólares, para rescatar a 26 rehenes cataríes y asegurar el traslado de
civiles desde pueblos sunitas sitiados en Siria. Sin embargo, según la
CNN, más importantes serían acusaciones mutuas de haber violado acuerdos
secretos que los gobiernos de la región hicieron entre 2013 y 2014. Los
bloqueadores acusan a Catar de estar apoyando a la Hermandad Musulmana
en distintos países y a la TV catarí Al Jazeera de ser un órgano de
agitación contra los regímenes regionales.
La Hermandad Musulmana fue refundada por la inteligencia británica en
1951 sobre la base de un grupo homónimo ya disuelto, para combatir al
nacionalismo panárabe. Originariamente apelaba a métodos pacíficos, pero
desde el surgimiento de Hamás en Gaza hace 30 años se radicalizó.
Fuertemente reprimida en Egipto, la Hermandad tiene hoy sus bases
principales en Turquía, Sudán y Catar, aunque sus milicianos combaten
también en Libia, el Sahara, Yemen, Siria e Irak. Los sauditas los
apoyaron intermitentemente, pero –presionados por Trump– ahora los
combaten.
Cuando Riad y sus aliados decretaron el bloqueo, esperaban la pronta
rendición de Doha, pero el activo apoyo turco, primero, y la apertura de
Irán para los suministros a Catar, después, complicaron el conflicto.
Aunque prudentemente, también Rusia interviene a favor de los civiles
cataríes. Turquía, incluso, ha enviado mil militares a Doha. El pliego
de 13 condiciones para levantar el bloqueo llevó, al contrario, a
fortalecer la alianza turco-catarí y acercó a Ankara con Teherán.
Para hacer aún más compleja la relación de fuerzas en la región, el
pasado miércoles 12 China informó que su primera base naval en el
extranjero ha comenzado a funcionar en Yibutí. Se trata de una
ex-colonia francesa situada enfrente de Yemen, en la conexión entre el
Océano Índico y el Mar Rojo. Aunque sea para combatir a los piratas
somalíes y asegurar el tráfico comercial con Europa, China se instala en
Levante y al lado de una base de la Marina de EE.UU.
En su encuentro del 7 de julio pasado en Hamburgo Vladimir Putin y
Donald Trump alcanzaron acuerdos aún desconocidos para regular sus
conflictos, pero fueron inmediatamente torpedeados por sus adversarios
internos y externos. La decisión de habilitar el estacionamiento de
tropas norteamericanas en tres regiones del sur de Siria habría llevado
al fin de la guerra en ese país, en tanto Estados Unidos habría dejado
de cuestionar la ocupación rusa en Crimea, pero el pasado viernes 14
Benjamin Netanjahu rechazó el plan. Las nuevas sanciones adoptadas el
martes 18 contra Irán y las altisonantes declaraciones antirrusas en el
Congreso norteamericano tampoco contribuyen al aumento de la confianza
mutua.
Al mismo tiempo, la detención el sábado 15 del hermano y asesor del
presidente iraní Hasán Rohaní por delitos financieros es una advertencia
de la inteligencia militar a los ayatolás, para que mantengan la
distancia con los Hermanos Musulmanes, fuertes en Turquía, contra
quienes combate Irán en Siria y Yemen.
Urgido por la búsqueda de éxitos exteriores, para asegurarse una
calma asunción del trono saudita, el joven Mohamed bin Salmán (31 años),
hijo del Rey Salmán y Ministro de Defensa, se equivocó por tercera vez
en poco tiempo. Apoyó a los salafistas en Siria y fue derrotado, invadió
Yemen en 2015 y está empantanado en una guerra sin fin. Ahora bloqueó a
Catar, dividiendo Levante en dos bloques, fortaleciendo a Irán y
aumentando la influencia de Rusia. No hay más margen de error.
Mientras que Moscú se mueve entre bambalinas,
Washington está amarrado a ambos lados de la fractura. Teherán, a su
vez, busca aprovechar la ruptura entre sus enemigos, pero está tironeado
por el conflicto interno entre militares y ayatolás.
Si la crisis se prolonga, es previsible que Israel desempate
provocando una guerra por delegación. Si turcos y sirios convergen sobre
el norte de Siria, Tel Aviv podría empujar a la guerra a los kurdos en
Siria, Irak y Turquía. El fin de la guerra en Siria preanuncia el
comienzo de otra más abarcadora que puede acabar con la dinastía de Ibn
Saud y aislar a Israel.
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Eduardo J. Vior