Estos romanos están locos
Un
artículo anónimo contra el presidente, el último libro de Bob Woodward y
la chabacanería de Theresa May muestran el descontrol de la lucha
interna en el Imperio
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de septiembre de 2018
Infobaires24
8 de septiembre de 2018
En
la serie de historietas de Asterix, R. Gosciny y A. Uderzo ponían
reiteradamente en boca de su amigo Obelix su azoramiento ante las
contradicciones del imperialismo romano. Desde su aparición en 1959 el
cómic patriótico francés buscó desnudar las sinrazones de la “República
Imperial”, como la llamó Raymond Aron. Medio siglo más tarde las
batallas fratricidas que desgarran a EE.UU. en vísperas de las
elecciones legislativas del 6 de noviembre los hacen aún más
impredecibles.
El pasado viernes 7
el presidente Donald Trump urgió al Fiscal General, Jeff Sessions, a
investigar la columna de opinión que The New York Times publicó el
miércoles 5 como de un autor anónimo, detrás del que estaría un alto
funcionario de la Casa Blanca. El mandatario justificó su demanda
diciendo que “se trata de una cuestión de seguridad nacional”. El
Departamento de Justicia, por su parte, guardó silencio.
En
el artículo que desató la bronca presidencial se reivindica a una
supuesta “resistencia” en el ala occidental de la sede del gobierno que
estaría activa para “frustrar partes de la agenda [del mandatario] y sus
peores inclinaciones, hasta que renuncie o sea removido del cargo”. El
autor anónimo describe a Trump como “amoral, contrario al comercio y
antidemocrático”, así como propenso a tomar “decisiones a medias, mal
informadas e imprudentes”.
Trump
denigró el artículo por Twitter como “cobarde” y describió al autor como
“una fuente anónima dentro del gobierno que está fracasando en su
tarea, probablemente por sus pésimas cualidades” y en un tuit del
miércoles a la tarde insistió en que, si la persona realmente existe, el
Times tiene que revelar su identidad por razones de seguridad nacional.
A
partir de la publicación se multiplicaron las sospechas sobre el o la
posible autor/a. Se pensó en el vicepresidente Mike Pence, en el
Secretario de Defensa Jim Mattis y en el Jefe de Gabinete Herbert
McMaster, pero también se apuntó a su propia esposa Melania, quien no ha
dudado en diferenciarse públicamente del presidente en temas
migratorios, y a su hija Ivanka.
En
el artículo se describe al autor como un funcionario de primera línea
“que no es de izquierda”. Se citan reuniones con el presidente, pero se
mencionan pocos detalles que permitan colegir cuán cercano al mandatario
está el o la autor/a. El diario defendió la decisión sin precedentes de
publicar una columna anónima.
El
artículo apareció un día después de conocerse los anticipos de un nuevo
libro de Robert “Bob” Woodward (uno de los denunciantes del Watergate en
1973) que llega a las librerías la semana próxima. Entre muchas otras
anécdotas, en el libro “Temor: Trump en la Casa Blanca” el autor relata
cómo un asesor económico del presidente (probablemente, Gary Cohen,
quien renunció en enero pasado) robó de su escritorio documentación
decisiva, para impedir que el mandatario cancelara el acuerdo de libre
comercio con Corea del Sur en momentos en que aumentaban las tensiones
con el Norte y se termina contando cómo el asesor legal del presidente,
John Dowd, renunció arguyendo que no podía representar a “un maldito
mentiroso”. En realidad, la nueva obra de Woodward es un magnífico
cuadro de mentalidades más que un informe verídico sobre el proceso
político en el corazón del ejecutivo.
Ni
la columna en el Times ni el libro de Woodward representan
manifestaciones opositoras, sino la queja de conservadores que comparten
la agenda presidencial, pero resienten al personaje.
Los
torpedos contra Donald Trump llegan también de allende el Atlántico. El
miércoles la primera ministra británica Theresa May presentó en el
Parlamento un informe de inteligencia, acusando a unos supuestos
Alexander Petrov y Ruslan Boshirov por el atentado de marzo pasado
contra el ex agente ruso Serguei Skripal y su hija Yulia. May identificó
a los sospechosos como “oficiales del GRU” (el servicio de inteligencia
militar de Rusia), presentando fotos de ambos en Salisbury, donde se
produjo el atentado, e informando que los mismos habrían llegado al
aeropuerto de Heathrow el 3 de marzo y partido de regreso el día 5.
Skripal y su hija fueron aparentemente envenenados con un tóxico de
contacto denominado “Novichok” (“cosa nueva”), pero el gobierno
británico nunca presentó las pruebas, sus técnicos no pudieron confirmar
el origen del veneno y Gran Bretaña nunca accedió al requerimiento ruso
de que se le permitiera entrevistar a Yulia Skripal, quien es ciudadana
rusa. Tampoco aceptó la oferta de colaboración en la investigación.
Por
otra parte, los alias de ambos espías equivalen a nuestro Juan Pérez.
El propio gobierno de Su Majestad desistió de pedir su captura a Rusia.
En cambio, emitió una orden europea de detención.
No
aparece claro cuál sería el interés ruso en atentar contra un ex espía
que traicionó hace años y, si lo hiciera, por qué sus autores se
mostrarían dos días seguidos ante las cámaras de seguridad en el
escenario del crimen y vestidos siempre igual. Más bien parece que May
hizo coincidir su denuncia con el momento en que espías y militares
norteamericanos buscan crear en los medios la imagen de un mandatario
caótico e irresponsable. Que la inglesa quiere torpedear el diálogo
ruso-norteamericano fue evidente, cuando exigió de la Unión Europea –de
la que se está separando- que actúe solidariamente para “combatir la
amenaza rusa”.
En tanto todas las
encuestas prevén un triunfo demócrata en la renovación parcial del
Congreso y la pérdida de 11 gobernaciones republicanas, se multiplican
las maniobras de unos y otros para desplazar a Trump. El Comité Nacional
Demócrata prefiere la vía parlamentaria a la electoral, porque desde la
base lo viene corriendo la nueva izquierda negra, inmigrante y
feminista. La Dirección Nacional Republicana también, porque teme la
derrota electoral y quiere un giro en la política exterior.
Antes
de las elecciones no hay tiempo para que prosperen maniobras
legislativas para deponer al presidente, pero todos los complotados
quieren iniciarlas ahora, de modo que el nuevo Congreso, de composición
imprevisible, se vea obligado a seguirlas.
Ser
colonia de un imperio es malo, pero serlo de un imperio loco, es
terrible. Desde que Donald Trump subió a la presidencia en enero de
2017, la lucha por el poder ocupa todos los espacios de la vida
estadounidense e irradia hacia el exterior. No se sabe si la elección
legislativa aclarará el panorama. Por eso ambos partidos en la elite se
han lanzado a una batalla campal. No importa quién venza, el resultado
será negativo para el resto del planeta, pero sus métodos y
orientaciones son diferentes y es bueno saber por dónde vendrán. Es
tiempo de prudencia y espera activa. En dos meses seremos más sabios.
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Eduardo J. Vior