viernes, 23 de noviembre de 2018

Las potencias intentan limitar el conflicto en Oriente Medio

La nueva crisis mundial asoma desde Arabia Saudita

Mientras Trump intenta frenar la presión internacional sobre Riad por el caso Khashoggi, las inminentes negociaciones sobre Yemen acorralan al reino
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
22 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
En su conferencia de prensa del martes 20 el presidente Donald Trump intentó desmerecer el informe de la CIA que demuestra que el príncipe heredero saudita, Mohamed bin Salman, estaba perfectamente informado sobre al asesinato del doble espía y periodista Jamal Khashoggi (se pronuncia Jashoqui) en el consulado de su país en Estanbul el pasado 2 de octubre. No obstante, como las evidencias son aplastantes, el reino no podrá resistir una prevista resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que en los próximos días ordenará a las partes en guerra en Yemen iniciar negociaciones de paz, sellando la derrota de la agresión que el país sudarábigo sufre desde hace casi cuatro años. Sin embargo, si el príncipe heredero se ve cercado, estaría tentado a desatar una crisis petrolera y financiera mundial y/o una guerra que incendie el Medio Oriente ampliado. Las grandes potencias tratan de contener el peligro, pero dependen de cómo se resuelva la crísis dinástica dentro del reino.
En un tuit publicado el miércoles 21 Donald Trump insistió en defender su negativa a condenar a los líderes sauditas por el asesinato de Jamal Khashoggi. Hablando con la prensa el día martes el presidente había dicho que EE.UU. quiere seguir siendo un “firme aliado” de Arabia Saudita, aun cuando “puede haber sido” que el príncipe Mohamed bin Salman (MbS) haya sabido del asesinato de Jamal Khashoggi. “En todo caso”, aclaró, “nuestra relación es con el Reino”.
Reforzando su argumentación, el miércoles el presidente festejó los bajos precios de los hidrocarburos: “Los precios del petróleo están bajando. ¡Genial! Es lo mismo que una rebaja de impuestos para los norteamericanos y para el mundo. Muchas gracias Arabia Saudita, pero que bajen aún más de los 54 dólares actuales”, tuiteó. Ya el martes su principal argumento había sido económico: “si cancelamos los contratos para la venta de armas [a Riad], Rusia y China serán los principales beneficiarios,” declaró.
Las declaraciones de Trump sucedieron en pocos días a la publicación el viernes anterior de un informe de la CIA que constataba que MbS fue el autor intelectual del asesinato del periodista y doble espía.
La crisis desatada por el asesinato de Khashoggi traza círculos cada vez más amplios y preocupa a todas las cancillerías. No obstante los riesgos de escalamiento, las presiones diplomáticas sobre los sauditas pueden conducir a la salida de la terrible guerra que azota a Yemen. El martes el enviado especial del secretario general de la ONU, Martin Griffiths, se puso en camino hacia Sana’a, para organizar las negociaciones que deben realizarse próximamente en Suecia. Griffiths pretende que el mes próximo los Hutis y la facción apoyada por los sauditas se sienten a la mesa de negociaciones.
Aunque la semana pasada ambas partes expresaron su beneplácito al envío de la misión y a la realización de negociaciones, fieros combates que estallaron el lunes en el norteño puerto de Hodeida hacen temer por el cronograma. Los choques se concentraron en la parte oriental de la ciudad parcialmente sitiada por la coalición liderada por los sauditas.
En coincidencia con la misión de Griffiths, el lunes Gran Bretaña presentó al Consejo de Seguridad un proyecto de resolución que exige un inmediato alto el fuego en la ciudad de Hodeida cuyo puerto es prácticamente la única vía para el ingreso de ayuda humanitaria. Por su parte, Mohamed Ali al-Huti, líder del Alto Comité Revolucionario, tuiteó el lunes la disposición de su grupo a suspender todas las operaciones militares y el lanzamiento de cohetes hacia Arabia Saudita. También Riad expresó su apoyo a nuevas tratativas. En una reunión con el Consejo de la Shura (asesor de la corona), el rey Salman bin Abdulaziz afirmó el lunes que su gobierno respalda para Yemen una “solución política” y un “diálogo nacional comprehensivo”.
Aunque los países occidentales han condenado los ataques contra la población civil, siguen apoyando la agresión saudita y continúan vendiendo armas a Riad. Por estas razones, es de aplaudir que el debilitamiento internacional de Arabia Saudita esté conduciendo a una salida negociada en Yemen.
No sólo los Estados Unidos, sino también China y Rusia están intentando contener los crecientes daños producidos por el asesinato de Khashoggi. MbS ha amenazado concretamente con tomar medidas de represalia económica, si es incriminado. Se escucha hablar de un boicot petrolero saudita que dejaría a Europa Occidental sin hidrocarburos. Otra amenaza que ha esgrimido es retirar de los bancos europeos y norteamericanos los depósitos de los fondos soberanos del reino. En cualquiera de los casos se desataría una crisis mundial de proporciones. Por ello nadie entre los principales líderes internacionales se atreve todavía a condenar abiertamente al joven príncipe heredero. La alternativa en juego es desplazarlo de la línea sucesoria.
Recientemente algunos funcionarios norteamericanos han indicado que apoyarían la asunción del trono por el príncipe Ahmed bin Abdulaziz. Último hermano vivo del rey Salmán y, como éste, hijo del fundador del reino (1932), Abdulaziz bin Saud. El príncipe Ahmed (76 años) fue viceministro del Interior durante 40 años y este año tuvo que salir en un exilio encubierto, después de que Mohamed bin Salman en noviembre pasado encarceló a 40 príncipes de la casa real y torturó a algunos de ellos, hasta que le entregaron la mitad de sus riquezas. Ahmed volvió significativamente a Riad la semana pasada.
Las fuentes sauditas aseguran que la diplomacia internacional confía en que el príncipe Ahmed no cambiaría ni revertiría ninguna de las reformas sociales o económicas promulgadas por MbS, honraría los contratos de compra de equipamiento militar y mantendría la política internacional saudita, pero restablecería la unidad de la familia real.
Aunque la oposición interna a MbS es fuerte, no todos en la familia están de acuerdo con derrocar al príncipe heredero, como el príncipe Turki bin Faisal, ex embajador en Washington y Londres y también ex jefe de inteligencia señaló: “Mientras más críticas al príncipe heredero hay, más popular es en el reino”. El problema consiste en que el mundo no puede arriesgarse a una crisis económica general y/o a una guerra que incendie el Medio Oriente ampliado, porque el joven príncipe megalómano y paranoico sea popular. Alguien debe hallar la vuelta a la cuadratura del círculo y ese alguien gobierna desde Washington.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Tel Aviv decide entre la guerra fácil y ser potencia

Israel debate sobre Gaza mientras anexa Cisjordania

Una fallida operación en la Franja y la consiguiente respuesta de Hamas, derivó en una crisis de gobierno que obligaría a Benjamin Netanyahu a anticipar las elecciones
Tiempo Argentino
18 de Noviembre de 2018

Después de la renuncia el pasado miércoles de Avigdor Lieberman al Ministerio de Defensa y de que el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Educación Neftali Bennett el pasado viernes constataran la imposibilidad de sostener la coalición derechista de gobierno, ya nadie duda de que Israel marcha hacia una elección parlamentaria anticipada. La derecha israelí presenta la contienda como una decisión sobre la invasión a Gaza, pero el primer ministro prefiere avanzar en Cisjordania sin choques frontales. Nuevamente la paz mundial depende de la decisión de los ciudadanos israelíes.

Tras la salida del gabinete del partido Israel Beitenu (Israel, nuestra casa), el gobierno sólo tiene 61 de los 120 diputados que hay en la Knesset (Parlamento), una mayoría insuficiente para gobernar. Por ello, los socios del partido Likud del primer ministro reclaman una elección anticipada. Normalmente, la votación debería hacerse en noviembre de 2019, pero, si se disuelve el Parlamento, el comicio podría hacerse en febrero o marzo próximo, aunque Netanyahu prefiere que sea el 21 o 28 de mayo de 2019.
En una primera apreciación, la coalición derechista se rompió porque Lieberman renunció el miércoles en disidencia con la tregua que el gobierno acordó el lunes con el Movimiento de Resistencia Islámica Hamás, después de que el domingo fracasara una operación comando de la Fuerza de Defensa de Israel (FDI) en la Franja de Gaza y muriera un teniente coronel del Ejército. Como represalia por el operativo, Hamás arrojó 460 cohetes contra objetivos civiles en el sur de Israel, de los cuales sólo 100 pudieron ser detenidos por el sistema anticohetes "Domo de Hierro". Ante el fracaso sólo restaba acordar un alto el fuego o invadir la Franja, desatando una guerra regional en gran escala.
A este dilema aludió el primer ministro el miércoles por la mañana, cuando en el tradicional acto de homenaje al fundador del Estado, David Ben Gurion y a su esposa Paula, declaró que "en tiempos normales un líder debe estar atento al corazón del pueblo, y el nuestro es sabio", edulcoró. "Pero en épocas de crisis, advirtió, el público no puede ser siempre incluido en la consideraciones que deben ser escondidas del enemigo", puntualizó. En clara referencia a Lieberman, concluyó diciendo que "en este momento la conducción no debe hacer las cosas fáciles, sino las correctas". La inferencia es simple: Lieberman quería invadir Gaza, mientras que él optó por el camino más dificultoso: aceptar un alto el fuego con Hamás y ganar tiempo.
A pesar de que los socios de la coalición derechista quieren adelantar la elección, el primer sondeo divulgado el mismo miércoles prevé una clara victoria del Likud de Netanyahu y sólo un magro aumento de dos diputados para el partido de Lieberman. No hay duda de que el prestigio del primer ministro va en aumento y que no existe alternativa convincente a su gobierno.
Netanyahu ha gobernado entre 1996 y 1999 y continuadamente desde 2009. En esos 12 años sólo ha ejecutado una guerra con la Franja de Gaza en 2014. Por ello un analista de Haaretz decía la semana pasada que Netanyahu es el primer ministro más pacifista de la historia de Israel.

El primer ministro ha acordado con China que el Camino de la Seda y la Franja desemboquen en el Mediterráneo por puertos israelíes. En el norte convino con Rusia el alejamiento de las fuerzas iraníes y de Hezbolá a 150 km de la frontera con Siria. Y en la Franja de Gaza convive tensamente con Hamás y la Yihad Islámica sostenida por Irán. Es en Cisjordania, finalmente, donde sigue anexando territorio, sin hallar resistencias importantes. Allí juega su carta más importante.

El primer ministro sabe que, ante la amenazante crisis financiera y económica, el gran capital financiero especulativo concentrado ambiciona una guerra general en Oriente Medio, pero prefiere continuar expandiendo el poder de su país sin acudir a un enfrentamiento de consecuencias imprevisibles. Por ello es que el mundo está tan pendiente de la próxima elección israelí.  «
 
El jefe del ejército patovica
Avigdor Lieberman nació 1958 en Chisinau, Moldavia, en la entonces Unión Soviética, donde llegó a trabajar como custodio en un local bailable. Luego trabajó como locutor en Bakú, Azerbaiyán y emigró a Israel en 1978 a la edad de 21 años. En Israel sirvió en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y se graduó en Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se lo acusa de haber formado parte del partido Kach, ilegalizado en 1988 por su militancia racista antiárabe. En octubre de 2006 el primer ministro Ehud Ólmert y Lieberman formaron una coalición en la que el segundo fue ministro de Asuntos Estratégicos, encargándose de combatir el plan nuclear iraní. El 1 de abril de 2009 asumió el cargo de Ministerio de Relaciones Exteriores en el segundo gobierno de Benjamín Netanyahu, con quien cogobernó hasta la semana pasada, pero ya como ministro de Defensa, conquistando un gran prestigio entre los militares.

jueves, 8 de noviembre de 2018

El empate político paraliza el país

La crisis del Imperio se prolonga y profundiza

Los comicios de medio término han agudizado la división interna de la sociedad norteamericana, generando gran incertidumbre sobre su conducta internacional
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
8 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
Aunque aún faltan resultados definitivos en algunas circunscripciones, ya está claro que los comicios legislativos y estaduales del martes 6 han dejado vencedores y perdedores en ambos campos políticos, que han fracturado todavía más al país y que el presidente Donald Trump se propone usar esa fisura, para victimizarse y convertir la elección presidencial de 2020 en un plebiscito. Lamentablemente, si el conflicto interno estadounidense no se resuelve, se desviará en múltiples “batallas por delegación” en que otros países y regiones serán víctimas de esta guerra civil larvada.
Los candidatos demócratas recuperaron la mayoría en la Cámara de Representantes y ganaron algunas gobernaciones estaduales, aunque menos de las que esperaban, pero los republicanos conquistaron más bancas senatoriales de las previstas. Gracias a su triunfo los demócratas recuperan un cierto control legislativo sobre la gestión del presidente, pero los republicanos han aumentado su presencia en el Senado, con lo que podrán nombrar funcionarios, jueces y convalidar la política exterior del presidente.
Al perder el control de la cámara baja, Trump ha retrocedido, pero menos que otros presidentes anteriores en elecciones de medio término. Desde un comienzo Trump presentó las elecciones de medio término –se eligieron 435 diputados, 35 senadores y 36 gobernadores— como un referéndum sobre su gestión. Fue una jugada riesgosa, pero el presidente se metió con todo en la campaña y salió a apoyar a los candidatos republicanos en estados clave. Incluso llegó hasta a elogiar al texano Ted Cruz, a quien había insultado duramente en las primarias de 2016, permitiéndole ahora ganar muy ajustadamente al ascendente demócrata Beto O´Rourke y así asegurar el control del Senado. Hacia el final de la campaña el presidente se concentró casi exclusivamente en apoyar a aquellos republicanos que asegurarían una victoria en el Senado y tuvo éxito. Además, confirmó que su mensaje antinmigrante tiene una enorme fuerza movilizadora entre los votantes republicanos.
Sin embargo, el plebiscito sobre el modelo de nación que Trump quiere construir quedó indeciso. Antes de las elecciones la mayoría de los analistas y consultores predecían que los republicanos mantendrían el control del Senado, pero sólo pocos preveían que ganaran una, quizás dos bancas más. Finalmente, conquistaron tres sitiales más. Connotados demócratas, como Heidi Heitkamp, Joe Donnelly y Claire McCaskill perdieron sus puestos. Por el contrario, el republicano Dean Heller perdió la banca por Nevada. Aunque todavía faltan resultados definitivos de tres candidaturas, puede afirmarse que Mitch McConnell seguirá siendo el jefe de una mayoría senatorial republicana de, por lo menos, 52 a 48.
Esta elección ha devuelto a Estados Unidos un gobierno dividido en el que oficialismo y oposición pueden bloquearse mutuamente. Con su nueva mayoría demócrata, la Cámara de Representantes controla el presupuesto y, por lo tanto, puede frenar programas impulsados por el gobierno. Como quien controla la Cámara puede elegir a los presidentes de sus comités, los demócratas estarán en condiciones de obligar a testigos a comparecer y declarar sobre, por ejemplo, la eventual colusión de Trump con Rusia, sus oscuros negocios y las acusaciones de asedio sexual que pesan sobre el presidente.
Los representantes están incluso facultados, para iniciar el proceso de juicio político contra el presidente, aunque para deponerlo hacen falta los dos tercios del Senado. Casi seguramente la veterana demócrata Nancy Pelosi se convertirá en nueva vocera (presidente) de la Cámara. Sin embargo, la elección ha introducido en dicha sala un cierto reflejo de los importantes cambios sociales y culturales que atraviesan el Imperio. Muchas mujeres, algunas musulmanas o indias y muchas latinas se sentarán por primera vez entre los representantes. Dentro del Partido Demócrata ha crecido la izquierda en sus distintos matices. Pelosi, por lo tanto, tendrá una difícil tarea de coordinación de intereses y orientaciones. Por el otro lado, empero, si los demócratas exageran en su bloqueo del gobierno, pueden hacer el caldo gordo a la victimización del presidente. Donald Trump es un maestro en mostrarse como un pobre perseguido y construir enemigos.
Aunque el presidente mismo no se candidateaba, el juicio sobre su gobierno pesó mucho en la decisión de los votantes. Alrededor de dos tercios de los entrevistados al salir de los locales de votación confirmaron esta apreciación. El 40% declaró que había sufragado en oposición al mandatario, mientras que un 25% lo había hecho para apoyarlo. Sin embargo, el crecimiento económico y la tasa de desempleo más baja desde 1969 fueron finalmente decisivos. Por ello, en sus tuits del miércoles 7 el jefe de Estado se autoelogió copiosamente, celebró el resultado como un “triunfo sensacional” y advirtió a los demócratas que no aprovechen la Cámara para poner obstáculos a su gobierno. Por las dudas, mandó también un mensaje para la interna republicana: “aquellos que trabajaron junto conmigo –tuiteó- hicieron una maravillosa elección. A quienes no, les digo adiós.”
El resultado de las elecciones va a influir directamente sobre la agenda del año próximo. El 41% de los votantes encuestados ubicó el sistema de salud en el primer rango entre sus preocupaciones, muy por delante de la inmigración (23%), la economía (21%) y la portación de armas (11%). Este hallazgo se corresponde con la importancia que sobre todo los candidatos opositores dieron al tema. Según un estudio de la Brookings Institution, el 80% de los postulantes demócratas a la Cámara y el 68% de los aspirantes al Senado del mismo color han colocado el mantenimiento del seguro de salud (“Obamacare”) entre sus prioridades.
Bajo condiciones normales, los analistas podrían festejar el resultado de estas elecciones como la comprobación de la superioridad del sistema norteamericano de “gobierno dividido”: un partido controla el Ejecutivo, mientras que el otro lo equilibra desde el Legislativo. Sin embargo, en el contexto de una sociedad profundamente fracturada, con un movimiento supremacista blanco en crecimiento y un ala izquierda demócrata en avance, el “gobierno dividido” no equilibra, sino que paraliza. EE.UU. debe decidir en los próximos dos años sobre cuestiones cruciales de su vida como nación (aborto, inmigración, seguro de salud, portación de armas, etc.) y el Congreso debe tomar decisiones relevantes. Ya ahora la confrontación sobre valores y normas fundantes de la nacionalidad norteamericana se está trasladando a las calles con grave riesgo para su democracia. Si el Legislativo está paralizado, la situación puede escalar rápidamente.
La división de la mayor potencia del mundo traerá más incertidumbre a la política y la economía internacionales. Cursos cambiantes, contradicciones y falta de interlocutores válidos inducirán a muchos actores internos y externos a probar su suerte en empresas aventureras. El martes 6 el mundo se ha tornado todavía más inseguro e imprevisible.

domingo, 4 de noviembre de 2018

Nadie sabe para dónde va el gigante suramericano

La política exterior de Brasil dejó de ser previsible con Bolsonaro

Los primeros gestos en el plano internacional del presidente electo están más motivados por posibles negocios y pagar deudas dentro del país que por reflexiones estratégicas o diplomáticas

4 de Noviembre de 2018
Desde su elección el pasado domingo 28, Jair Bolsonaro ha utilizado la política exterior para movilizar ideológicamente el frente interno y patear el tablero de los negocios. Sin embargo, sus declaraciones contradictorias multiplican los conflictos internacionales, poniendo en riesgo la posición internacional de Brasil. La falta de conducción clara de la política exterior, así como su combinación de ideologismo y picaresca pueden provocar una catástrofe de proporciones.
En declaraciones al diario israelí Israel Hayom (Israel Hoy), el futuro mandatario anunció el pasado jueves su intención de trasladar la embajada de Tel Aviv a Jerusalén y cerrar la representación palestina en Brasilia. Fundado en 2007, el periódico gratuito, propiedad del multimillonario norteamericano Sheldon Adelson, amigo y financiador de Benjamín Netanyahu, ha copado el mercado israelí. Al elegir este medio, entonces, Bolsonaro avisó a las empresas israelíes que los negocios con Brasil pasan por Netanyahu y a los medios brasileños (especialmente, a Folha de São Paulo) que se someten o los compran sus amigos.
El presidente electo no cesa de movilizar a sus adherentes con consignas ideológicas, mientras hace negocios. La política exterior, evidentemente, no se va a hacer en Itamaraty.
En su corto discurso en la noche del triunfo, Bolsonaro prometió liberar a Brasil "de las relaciones internacionales ideológicas", pero en pocos días ha ofendido a China visitando Taiwán dos veces durante la campaña electoral, ha desvalorizado el vínculo con Argentina,  ha asustado a los países árabes con el traslado de la embajada en Israel, ha obligado a los gobiernos europeos a exigirle que respete el Acuerdo Climático, ha suscitado preocupaciones sobre su política de Derechos Humanos y, finalmente, este viernes ha propuesto romper las relaciones diplomáticas con Cuba. Si esto no es ideologismo…
El pasado lunes 29, el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Lu Kang, hizo votos, para que la cooperación entre ambos países se profundice, pero el martes 30 el China Daily salió con los tapones de punta en un editorial titulado: "No hay razones para que el 'Trump Tropical' revolucione las relaciones con China", reclamando a Bolsonaro objetividad y racionalidad, porque, si no, "el costo que deberá pagar la economía brasileña será muy alto".
Dentro de América del Sur, en tanto, el electo prioriza las relaciones con Chile y Colombia y propone romper vínculo con Venezuela, pero es dudoso que se sume a una invasión a ese país, porque los militares en el gobierno no quieren arriesgar un conflicto internacional de proporciones.
El equipo presidencial (especialmente sus hijos) se alinea con el proyecto de Steve Bannon (el exasesor de Donald Trump), para extender su "Movement" ultraderechista a todo el continente, pero el aliado principal es Israel.
En marzo pasado ambos países firmaron un acuerdo comercial para el intercambio de productos primarios brasileños por tecnología militar y aeroespacial israelí. Este último interés, junto con el nombramiento del exastronauta Marcos Pontes para el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y la intención norteamericana de usar la base aeroespacial de Alcântara, en la Amazonia, sugiere que los tres gobiernos cooperarán para hacer inteligencia, militarizar el espacio y vender servicios estratosféricos.
Por la dirección de la política exterior brasileña competirán neoliberales ortodoxos, pastores pentecostales, el futuro ministro Sergio Moro que quiere crear un "partido judicial" continental y militares conservadores fieles a la tradición subimperial de Brasil. El futuro presidente, en tanto, no es un estratega ni sabe de geopolítica, pero es un pícaro negociante que busca ganar provocando el miedo y que, a falta de saberes, pretende gobernar dividiendo a sus apoyos.
Desde 1808 la política exterior de Brasil ha sido continua y pragmática. Jair Messias Bolsonaro quiere ahora romper con esta tradición. Si su peculiar combinación entre ideologismo y negocios espurios no es rápidamente controlada, puede producir un desastre.  «


Una carrera paradigmática
Jair Bolsonaro fue apoyado desde el principio por el Instituto Millenium, un foro ultraliberal con sede en Rio de Janeiro cuya cabeza intelectual es el filósofo Denis Rosenfield, profesor emérito de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul. Exmilitante del PT convertido en sionista militante y neoliberal ortodoxo, Rosenfield es un acérrimo defensor de Israel y funge como nexo intelectual entre Bolsonaro y Benjamin Netanyahu. Amigo del general Sergio Etchegoyen, exjefe del Estado Mayor del Ejército y Secretario de Seguridad de Michel Temer, ya desde el primer golpe en 2016 viene presionando para que militares en actividad participen en el gobierno. Rosenfield ejerce particular influencia sobre oficiales que pasaron por Rio Grande do Sul y ha arrastrado a una fuerte facción del Ejército a colaborar con Israel. Por ello Netanyahu comprometió su asistencia a la asunción del mando en Brasilia el 1º de enero y Bolsonaro se apresuró a anunciar su viaje a Tel Aviv inmediatamente después de Estados Unidos.

jueves, 1 de noviembre de 2018

En el trato con China Brasil dará examen de sensatez

Bolsonaro aún no se decide entre la realidad y la locura

En su política internacional el futuro presidente deberá elegir entre su mesianismo y la pragmática defensa de los intereses nacionales
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
1 de noviembre de 2018
Eduardo J. Vior
Desde 1808 la política exterior de Brasil se ha movido entre dos coordenadas: actuar como poder subimperial a costas de sus vecinos suramericanos o integrarse con ellos, especialmente con Argentina. Al seguir la primera opción, se pegó a Gran Bretaña primero y a Estados Unidos después. En la segunda elección se diferenció de las potencias hegemónicas, sin necesariamente oponérseles. No obstante, en ambos casos la diplomacia brasileña siempre fue muy consciente de sus intereses. Jair Messias Bolsonaro parece ahora querer romper con esta tradición. Si su ideologismo no es rápidamente controlado, puede producir un desastre.
En la noche de la elección el eufórico futuro ministro de Economía, Paulo Guedes, rechazó con gesto brusco una pregunta sobre la relación con Argentina y la inserción en el Mercosur: “No es prioridad la Argentina, el Mercosur tampoco es prioridad”, afirmó, y agregó que “el Mercosur es muy restrictivo”. Sin embargo, a modo de disculpa, ya el martes 30 declaró no tener nada en contra del Mercosur ni de Argentina. Sin embargo, sus declaraciones fueron retomadas por el propio Bolsonaro: “Mercosur tiene su importancia sí pero, en mi opinión, está sobrevalorado. Fue bien gestado en su inicio pero luego el asunto ideológico pasó a hablar más alto”, afirmó el futuro presidente.
Para calmar las aguas, el pasado martes 30 el ministro de Relaciones Exteriores argentino Jorge Faurie invitó al presidente electo de Brasil a acompañar el 29 y 30 de noviembre próximos a su todavía presidente Michel Temer a la cumbre del G20 que se realizará en Buenos Aires. Como en la reunión Donald Trump y Xi Jinping ocuparán el centro del escenario, con la invitación Faurie estaba pidiendo a Itamaraty que cuide el vínculo con China. El entredicho con Argentina se reforzó, cuando se supo que el nuevo mandatario irá primero a EE.UU., Israel y Chile, rompiendo así una tradición de décadas, según la cual nuestro país es el primer destino de los mandatarios brasileños al asumir.
En su corto discurso en la noche del triunfo Bolsonaro prometió liberar a Brasil “de las relaciones internacionales ideológicas de los últimos años”, pero las primeras señales que emitió marchan en la dirección contraria: al ofender a China y desvalorizar el vínculo con Argentina, está creando problemas respectivamente con el primero y el tercer socio comercial de Brasil, para aliarse incondicionalmente con EE.UU., con quien Brasil no tiene mucho intercambio.
El equipo de Bolsonaro quiere tener con Washington un vínculo tan estrecho como durante el primer gobierno militar (1964-67). Para ello se apoya en que el futuro presidente ha sido presentado en la prensa internacional como un “Trump tropical”, tiene fuertes vínculos con fondos de Wall Street y cuenta con el asesoramiento de Steve Bannon, el ex asesor de Trump.
Al conflicto con Argentina se sumó uno más grave con China. Además de las felicitaciones protocolares, a través de un editorial del China Daily titulado “No hay razones para que el ‘Trump Tropical’ revolucione las relaciones con China” Beijing se quejó de que durante la campaña el candidato triunfante fue “menos que amistoso” y le reclamó que, como presidente, aplique una evaluación “objetiva y racional” de las relaciones, porque, de lo contrario, “el costo que deberá pagar la economía brasileña será muy alto”. El año pasado el intercambio comercial entre ambos países alcanzó los 75 mil millones de dólares, con un superávit brasileño de 20 mil millones. China, asimismo, es responsable por numerosas y cuantiosas inversiones. Si las relaciones entre ambos países empeoran, la economía brasileña sufrirá enormes pérdidas.
Entre tanto, fuentes de Itamaraty informan sobre divisiones entre la ortodoxia neoliberal de Paulo Guedes y la postura más soberanista de los militares participantes del futuro equipo de gobierno que seguramente se van a reflejar en la política externa. Evidentemente, las relaciones con China serán la piedra de toque, para saber cuán realista será el nuevo gobierno.
Dentro de América del Sur, en tanto, por ahora parecen ser prioritarias las relaciones con Chile y Colombia. Seguramente Bolsonaro cortará cualquier tipo de relación con Venezuela. Sin embargo, en algún momento los 58 mil millones de dólares del intercambio con Argentina harán sentir su peso. Por su parte, el Mercosur probablemente vuelva a ser una unión aduanera, como en sus primeros años, y se lo “flexibilice”, para permitir acuerdos bilaterales fuera del bloque.
En el ámbito global, a su vez, Bolsonaro se ofrece como el aliado más fiel de Trump y para ello tiene la asistencia de Steve Bannon, quien desde Brasil pretende extender su “Movement” ultraderechista internacional por todo el continente. Sin embargo, jugar al “Trump tropical” puede salirle muy caro. Durante la campaña electoral amenazó con que Brasil abandonaría el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, pero algunas diplomacias europeas le avisaron que, si lo hace, afectará los vínculos comerciales y financieros y el venidero jefe de Estado reculó raudamente.
Bolsonaro fue apoyado desde el principio por el Instituto Millenium, un foro ultraliberal con sede en Rio de Janeiro cuya mayor cabeza intelectual es el filósofo Denis Rosenfield, profesor emérito de la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, ex militante del PT convertido en sionista militante y neoliberal ortodoxo. Rosenfield es un acérrimo defensor de Israel y funge como nexo intelectual entre Bolsonaro y Benjamin Netanjahu. Por ello el primer ministro israelí comprometió su asistencia a la asunción del mando en Brasilia el 1º de enero y el futuro presidente se apresuró a anunciar su viaje a Tel Aviv. Sin embargo, la proclamada intención de trasladar la embajada a Jerusalén quedó en la nada. Como Brasil vende grandes cantidades de carne (15 mil millones de dólares por año) y pollo a los países árabes, el anuncio del traslado alarmó a los exportadores quienes inmediatamente presionaron al equipo del candidato triunfante.
A pesar de la retórica de campaña, se descarta también momentáneamente una acción militar contra Venezuela. El gobierno será militantemente antichavista, pero no arriesgará un conflicto exterior que rápidamente puede desbordar.
En el futuro equipo de gobierno convivirán en conflicto neoliberales ortodoxos y militares conservadores, pero fieles a la tradición geopolítica subimperial de origen colonial. El futuro presidente es un retrógrado mesiánico y paranoico y no se encuadra, en realidad, en ninguna de las dos alas. Sin embargo, a poco de ponerse en marcha el gobierno deberá definir su rumbo. Esto no sucederá, empero, sin arduas luchas internas que, necesariamente, tendrán repercusiones sobre la política exterior del país. Entre el pragmatismo y el mesianismo lo que suceda en Brasil determinará la suerte del continente.