Se profundiza la crisis brasileña
A Jair
Messias Bolsonaro le gusta que lo llamen "el Trump de los trópicos".
Admira la figura y performance de su colega, pero su política recuerda
más a la República oligárquica (1889-1930) que al imperialismo plebeyo
de Trump.
Embretado entre tecnócratas ultraliberales, pastores evangélicos
proisraelíes y militares conservadores, el recién ungido mandatario
cambia de posición todos los días. Por ejemplo, sobre la reforma
previsional. Esta moderación contraería la demanda de los fondos de
inversión, pero responde a la opinión mayoritaria. No obstante, el
mandatario anunció en la misma entrevista que analiza eliminar la
Justicia laboral. Durante la entrevista Bolsonaro también confirmó que
privatizará aeropuertos, puertos y ferrocarriles y tampoco descartó
discutir "en un futuro" la instalación en territorio brasileño de una
base militar de EE UU.
Desde que subió al gobierno el presidente cambió asimismo su posición
sobre la fusión de Embraer con Boeing, que promovía durante la campaña
electoral. Los reparos de la Fuerza Aérea parecen haberlo convencido de
la necesidad de moderar dicha asociación.
Similar distancia entre la retórica electoral y la práctica
presidencial pudo observarse el viernes en la declaración del Grupo de
Lima que tachó de su comunicado la amenaza de invasión a Venezuela. El
documento aprobado por 13 de los 14 miembros (México se opuso) desconoce
la elección de Nicolás Maduro como presidente y le pide que no asuma
este 10 de enero, pero omite referirse a la intervención militar. Es
que el Ejército brasileño respalda las presiones contra Caracas, pero
rechaza intervenir allí.
El realismo también primó en la suspensión del traslado de la
embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Precisamente, Benjamín Netanyahu
acudió a la investidura de Bolsonaro, para simbolizar la alianza
privilegiada con el nuevo gobierno, pero los países árabes compran el
40% de las exportaciones de carne bovina brasileña, un negocio de unos
7100 millones de dólares anuales que la ministra de Agricultura, Tereza
Cristina, lobbista de los grandes conglomerados agropecuarios, no estaba
dispuesta a perder... y ganó.
Tampoco resultará tan fácil romper el Mercosur, como pretende el
ministro Paulo Guedes. El canciller Eduardo Araújo pretende volver a la
diplomacia de 1900, cuando Brasil privilegiaba la alianza con EE UU y
Chile para aislar a Argentina, pero a Brasil no le resultará sencillo
imponer sus fantasías hegemonistas sobre sus vecinos suramericanos.
Entre tanto, en una entrevista con Folha de São Paulo, el
general Edson Leal Pujol, quien el próximo 11 de enero asumirá el
comando del Ejército, consideró negativa la participación de los
militares en política y rechazó su involucramiento en la lucha contra la
criminalidad.
El programa y la coalición de gobierno de Jair Bolsonaro apuntan a
retornar a la República oligárquica, basada en la exportación de
commodities y sin derechos laborales ni sociales. Sin embargo, cada una
de las heterogéneas fuerzas participantes tiene intereses y proyectos
propios. Si Bolsonaro quiere sobrevivir y hasta reelegirse, deberá ceder
a presiones encontradas, saltando de crisis en crisis. Si no hace
concesiones y pretende imponer su visión ideológica, sólo apresurará la
fractura. Brasil ha entrado en un curso zigzagueante que afectará a todo
el continente. «
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Eduardo J. Vior