Ante Venezuela EE.UU. está entre la catástrofe y el ridículo
Al
amenazar con ingresar violentamente la “ayuda humanitaria”, Washington
se somete a la obligación de tener éxito y hacer un desastre o recular y
quedar desprestigiado
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
21 de febrero de 2019
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21 de febrero de 2019
En
las dos primeras semanas luego de la autoproclamación de Juan Guaidó
como “presidente encargado” de Venezuela pareció que Donald Trump
concitaba un amplio apoyo internacional para su intento de remplazar a
Nicolás Maduro en el Palacio de Miraflores. Sin embargo, la reticencia
de poderosos actores internos y externos y el rechazo de los
neoconservadores que controlan el gobierno a cualquier negociación están
dejando al jefe de la Casa Blanca sin opciones. Si pretende forzar la
entrada de los contenedores, chocará con el ejército venezolano apostado
en la frontera. Si, por el contrario, sólo amaga y vocifera, quedará en
ridículo y sufrirá una enorme pérdida de poder. Sólo el diálogo puede
salvar a EE.UU. del ridículo y a Venezuela de la destrucción, pero para
llegar al mismo todas las partes deben hacer los deberes.
A
EE.UU. los golpes le llegan de los ángulos menos pensados. En una
entrevista dada a la agencia Bloomberg el pasado domingo, el
vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão aclaró que “para Brasil es
difícil en este momento (…), especialmente debido a problemas
presupuestarios, desconsiderar la energía que llega [de Venezuela]”. Es
que el general de cuatro estrellas representa en el Planalto a un Alto
Mando militar dividido entre partidarios y adversarios de la
intervención en Venezuela.
Entre
tanto, Nicolás Maduro anunció el viernes pasado que el día anterior
habían arribado a su país 933 toneladas de medicinas de China, Rusia y
Cuba”. “Las pagamos con nuestro dinero, aclaró, porque no somos mendigos
de nadie”. El presidente de Venezuela también informó que su país se
encuentra en conversaciones constantes con la ONU para comprar
medicamentos y alimentos y aseguró que pidió una ayuda “especial”.
Al mismo tiempo que entregaban ayuda, China, Rusia y decenas de países se comprometieron ese mismo jueves 14 a defender al gobierno legal en la ONU.
Acompañado por representantes de esas naciones, el canciller de
Venezuela, Jorge Arreaza, presentó una declaración conjunta denunciando
la violación de principios básicos como el respeto de la soberanía
nacional y criticó las sanciones y amenazas norteamericanas.
También
India anunció el miércoles 13 que pese a la prohibición de EE.UU.
seguirá comprando petróleo venezolano. Después de que el ministro de
Petróleo de Venezuela, Manuel Quevedo, visitara de sorpresa India y
prometiera aumentar los suministros de hidrocarburos, el martes 12 el
Consejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, advirtió
contra dichas operaciones comerciales. No obstante, el portavoz del
Ministerio de Exteriores indio declaró el jueves que “la India y
Venezuela disfrutan de relaciones cercanas y cordiales”. Por su parte,
Reuters informó el viernes 15 que Nueva Delhi pidió a un comprador indio de petróleo venezolano que, al pagar a PDVSA las importaciones, esquive el sistema financiero bajo control norteamericano (Swift).
Por su parte, Cuba advirtió el miércoles 13 que poderosas unidades aeronavales de EE.UU. se están desplazando por el Caribe, para rodear y agredir a Venezuela y proclamó su solidaridad con la nación suramericana.
Después
de que con una neta superioridad del chavismo el martes 12 gobierno y
oposición volvieron a medir fuerzas en sendas manifestaciones masivas y
pacíficas en las calles de Caracas y las principales ciudades, el
autodesignado presidente alternativo Juan Guaidó debió prometer para
mantener su credibilidad que la llamada “ayuda humanitaria”
norteamericana entrará al país el próximo 23 de febrero. En tanto, en su
discurso en Florida el pasado lunes 18 el presidente Donald Trump
confirmó la cita e invitó a los militares venezolanos a derrocar a
Nicolás Maduro, si no quieren ser castigados por su lealtad.
Por
su parte, tampoco el presidente Nicolás Maduro la tiene fácil. Si bien
mantiene el apoyo de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), de la
mayoría de las instituciones, de sus aliados cubanos, iraníes, rusos y
chinos y una base popular altamente movilizada, recibió una severa
advertencia del Sumo Pontífice, cuando éste, en una carta del 7 de
febrero pasado -publicada sin desmentida por Corriere della Sera el
miércoles 13- respondió al pedido de mediación papal del líder
venezolano. En tres páginas dirigidas al “excelentísimo Señor Nicolás
Maduro Moros” (sic) y firmadas como “Francisco”, el Papa
refiere sus numerosos intentos para acercar al gobierno y la oposición
venezolana. Sin embargo, admoniza, “todos los diálogos se
interrumpieron, porque no se puso en práctica lo acordado en las
reuniones”.
No obstante, el
Pontífice reafirma su disposición a facilitar el encuentro entre las
partes. “Pero no cualquier diálogo, precisa, sino aquél que se entabla,
cuando las diferentes partes en conflicto ponen el bien común por encima
de todo otro interés y trabajan por la unidad y la paz”. Raudamente los
medios hegemónicos interpretaron la publicación como un rechazo papal a
los pedidos de mediación por parte de Maduro. Sin embargo, la
reprimenda no cierra la puerta al diálogo y el tirón de orejas cabe a
ambas partes.
A diferencia de
asonadas anteriores, Guaidó tiene un importante respaldo de masas, el
apoyo de medio centenar de países y un hálito de legalidad, pero no
controla institución ni territorio ni fuerza armada alguna. Depende
completamente de su capacidad para producir hechos mediáticos y de la
eventual división del oficialismo. Sin embargo, éste se muestra unido,
movilizado y combativo, mientras que la oposición no ha obtenido
resultados concretos.
Por ello es
que, obediente a Washington, se ha metido ahora en el atolladero del 23
de febrero. Convocando al festival en la frontera, norteamericanos y
opositores venezolanos esperan reunir masas suficientes, como para
desestabilizar el férreo control de la FANB en el confín y con atentados
de falsa bandera justificar la invasión, pero la respuesta de Caracas
redobló la apuesta. Al congregar a cientos de miles de seguidores en
otro festival del lado venezolano complica los planes de invasión y
amenaza con convertir la competencia militar en un concurso de públicos
enfervorizados. No elimina, ciertamente, el riesgo de que los paras
colombianos provoquen atentados, pero reparte las responsabilidades.
Si
no flaquea el apoyo militar a Nicolás Maduro y Juan Guaidó sigue sin
mostrar resultados de su alzamiento, sonará la hora en que el Papa
Francisco pueda llamar nuevamente a la mesa de negociaciones. Tanto para
Maduro como para Trump sería una magnífica alternativa, pero antes
todos los actores deberán hacer los deberes y abandonar astucias
inconducentes.
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Eduardo J. Vior