El narcotráfico guía la política continental de Washington
Las
denuncias contra los gobiernos de Argentina, Brasil y Colombia muestran
que el crimen organizado es el verdadero motor de la estrategia
norteamericana
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
14 de marzo de 2019
Infobaires24
14 de marzo de 2019
“Estamos
frenando la entrada de las bandas por nuestras fronteras, como en la
frontera Norte, que ahora con el apoyo del narcotráfico…” El fallido de
Mauricio Macri en su discurso del 1º de marzo ante la Asamblea
Legislativa fue revelador de la colusión entre el gobierno de Cambiemos,
los medios hegemónicos, el núcleo central de la Justicia Federal y el
narcotráfico administrado por norteamericanos e israelíes, tal como lo
evidencia la investigación judicial sobre los desmanes de Marcelo
D’Alessio Israelson.
El narcotráfico ha dejado de ser una mera actividad
criminal, para convertirse en el motor de la dominación imperial.Venezuela
está hoy tratando de superar los efectos del apagón que desde el pasado
jueves 7 dejó al 70% del país sin electricidad. Si bien los técnicos de
Corpoelec (Corporación Eléctrica Nacional) comenzaron el sábado a
restablecer la conexión, las caídas se repitieron y el pasado martes 12
todavía había zonas sin luz. En distintas partes se reportaron saqueos a
supermercados y tiendas, pero en general la situación permaneció
pacífica.
Según el gobierno
bolivariano, originariamente el control automatizado de regulación del
sistema de la Central Simón Bolívar, conocida como El Guri, sufrió una
agresión cibernética a la que siguieron ataques a otras 180
subestaciones. El Vicepresidente de Comunicación, Jorge Rodríguez acusó
por el ataque al senador cubano-norteamericano Marco Rubio, al
secretario de Estado Mike Pompeo y al autoproclamado presidente Juan
Guaidó.
De acuerdo a Ecoanalítica,
el atentado costó a la economía venezolana 875 millones de dólares. En
una confesión indirecta, el domingo Forbes escribió que los sabotajes
eléctricos se realizan para “socavar a Estados foráneos”. Por más que el
sistema eléctrico venezolano está debilitado por la falta de
inversiones, las sanciones norteamericanas y errores de gestión, sólo la
hipótesis del atentado puede explicar una caída tan masiva. Frente a
esta agresión, el presidente Nicolás Maduro suspendió las clases y las
jornadas laborales entre el viernes 8 y el miércoles 13 de marzo.
Con
el apagón se busca agudizar las vulnerabilidades del país y medir su
capacidad defensiva. El ataque ocurrió, cuando la economía comenzaba a
recuperarse. Una baja de los precios en alimentos ha reducido la
crispación de principios de año, mientras que la reestructuración del
mercado cambiario logró contener la suba de las divisas en el mercado
negro. Por estas mejoras, pero también por la disciplina y organización
de la población, se ha impuesto la calma. Fue así que las movilizaciones
convocadas por la oposición para el martes 12 fracasaron completamente.
En
este contexto, la cancillería venezolana ordenó el retiro del personal
diplomático norteamericano, después de que fracasó el diálogo entre
ambos países para el mantenimiento de una oficina de contacto. La medida
perjudica ante todo a los norteamericanos y a Juan Guaidó, quien
necesitaba la permanencia de la oficina de contacto, para sugerir que su
“gobierno” mantiene relaciones diplomáticas normales con Washington.
Similar efecto negativo tuvo la publicación en The New York Times del
domingo de una investigación que demuestra que fueron agitadores
antichavistas quienes el 23 de febrero pasado incendiaron dos camiones
con “ayuda humanitaria” en la frontera colombo-venezolana.
La
estrategia confrontativa del liderazgo opositor venezolano ha fracasado
y Washington debió asumir la iniciativa con ataques como los del Guri,
sabotajes y terrorismo.
El pasado jueves 7 el gobierno norteamericano acusó nuevamente al ministro de Industria venezolano Tarek El Aissami por narcotráfico, hecho ya negado en numerosos ocasiones y para el cual no hay pruebas.
Por el contrario, El Aissami fue –entonces, como Vicepresidente de la
República- quien en 2017 informó que, después de la expulsión de la DEA
en 2005 se había detenido a cientos de jefes de bandas de narcotráfico y
habían aumentado geométricamente los decomisos.
No
hay evidencia alguna de que el gobierno venezolano, como tal, esté
implicado en el tráfico de drogas, aunque Venezuela tiene en el mismo
una posición estratégica, ya que está en la ruta desde Colombia hacia
EE.UU. y África Occidental (Senegal), por donde sigue hacia Europa.
Pero, además, el país abastecía antes a Colombia la gasolina
imprescindible para la elaboración de la cocaína. La coca
peruano-boliviana, los laboratorios colombianos y el diluyente
venezolano son componentes insustituibles e inseparables de la economía
de la droga. Tanto más han golpeado al narcotráfico la estatización de
PDVSA a partir de 2003 y el control del cultivo de coca en Bolivia
dispuesto por Evo Morales. No obstante, el bajísimo precio de la
gasolina en Venezuela sigue induciendo su contrabando a Colombia por las
“trochas” (los pasos fronterizos clandestinos) y hace muy difícil el
control del contrabando y del tráfico en la frontera.
Múltiples
investigaciones han demostrado que la DEA no combate el narcotráfico
sino que lo administra, para mantener viva la epidemia internacional de
drogadicción, destruir las economías de los países controlados, sostener
a bandas criminales, grupos paramilitares y financiar todo tipo de
operaciones ilegales con las pingües ganancias resultantes. De este modo
el Estado norteamericano puede operar en numerosos países sin aumentar
su gasto público ni pedir permiso al Congreso. Sin embargo, la red de
intereses nacionales e internacionales alimentada por esta economía ha
desarrollado una dinámica propia. El narcotráfico ya no es más un mero
instrumento de la política norteamericana y se ha convertido en su
impulsor, al menos en América Latina.
La
revista colombiana Semana denunció en su último número que “tanto el
presidente Duque como el fiscal general de la Nación y el ministro de
Defensa parecen, y a lo mejor son, funcionarios de la DEA”. En tanto, el
pasado lunes 11 Paraguay expulsó a Brasil a Thiago Ximenes, presunto
narcotraficante y aparente miembro del Primer Comando Capital (PCC),
después de que Argentina se negara a pedir su extradición. También el
martes 12 se reunió la comisión bicameral del Congreso paraguayo que
citó a declarar al expresidente Horacio Cartes por sus vínculos con el
cambista y banquero brasileño-paraguayo Dario Messer, hoy prófugo de las
justicias de Brasil y Paraguay. El financista, muy cercano al primer
ministro israelí Benyamin Netanyahu, está involucrado en el lavado de
dinero del narcotráfico en todo el Cono Sur y durante años hizo lobby
por Israel. Políticos de la mayoría conservadora, ganaderos del
centro-oeste de Brasil y grandes iglesias pentecostales lavan ganancias
por narcotráfico.
Finalmente, en
Argentina el aparente espía de la DEA Marcelo D’Alessio Israelson
continúa detenido y acusado por el juez Ramos Padilla de integrar una
asociación ilícita dedicada a extorsionar a empresarios y a espiar a
periodistas. En el expediente se demuestra que servicios de inteligencia
norteamericanos e israelíes intervienen en la política argentina,
manipulan la justicia y los medios, administran el tráfico de drogas y
secuestran personas que sacan ilegalmente del país. Especialmente
interesante es una comunicación entre D’Alessio y el
venezolano-argentino Alejandro Goldenberg (representante de Guaidó en
Argentina), reproducida en el expediente, en la que el primero ofrece al
segundo “extraer” a personas en un avión de 16 plazas que tiene
disponible, o sea sacar ilegalmente de Argentina a personas secuestradas
para interrogarlas bajo tortura. Ahora bien, un avión de ese tamaño no
llega más allá de Paraguay donde, evidentemente, tienen su base y sus
centros de detención ilegal.
El
ataque contra Venezuela tiene como finalidad principal controlar su
petróleo y con él presionar a Rusia, por lo que ésta ya ha advertido que
no dejará caer al gobierno bolivariano. Pero el control sobre sus
hidrocarburos apunta también a abastecer la industria de la cocaína que
sostiene la política de EE.UU. e Israel en el continente. Sin embargo,
más allá de los déficits democráticos que puedan achacarse al gobierno
venezolano, es evidente que su pueblo sigue firme y disciplinado y que
no se deja llevar por provocaciones. Quizás la fuerza moral de los
pueblos sea la barrera más fuerte que se pueda oponer al
narcoimperialismo.
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Eduardo J. Vior