De Israel llegan malas noticias
Mientras
espera la acusación por corrupción, Benyamin Netanyahu negocia la
formación de un quinto gobierno que agudizará su política agresiva
por Eduardo J. Vior
Infobaires24
18 de abril de 2019
Infobaires24
18 de abril de 2019
Ocho
días después de la elección parlamentaria que dio el triunfo a los
partidos de derecha, el presidente israelí Reuven Rivlin encargó al
primer ministro Benyamin “Bibi” Netanyahu la formación de un nuevo
gobierno de coalición, el quinto presidido por el jefe del nacionalista
Likud y, como se prevé, el más agresivo y más implicado en el tráfico
internacional de armas y drogas que tanto dañan a nuestro continente.
En
Israel la imposibilidad de alcanzar mayorías parlamentarias absolutas
ha obligado a todos sus gobiernos a formar coaliciones más o menos
amplias. Si bien la paridad alcanzada por el derechista Likud y el
centrista Azul y Blanco en la reciente elección aconsejaría la formación
de un gabinete de unidad nacional, muy probablemente el primer ministro
renueve su coalición con la derecha sionista y los ultraortodoxos, para
mantener movilizada a su base y defenderse ante la previsible acusación
por corrupción en tres casos que la fiscalía se dispone a presentarle.
Ahora
bien, si mantiene la alianza de derecha, no podrá adoptar las reformas
necesarias para ampliar la base impositiva del Estado y contener el
déficit creciente. En la elección del 9 de abril el Likud obtuvo 36
escaños en la Knéset de 120 bancas. Por su parte, la alianza opositora
Azul y Blanca, del exgeneral Benny Gantz, llegó a 35. Aunque todavía
faltan intensas negociaciones, para que el primer ministro pueda formar
gobierno, el candidato opositor ya reconoció su victoria y 65 diputados
manifestaron su disposición a otorgar a Netanyahu un nuevo mandato.
Se espera que el nuevo parlamento se reúna a fin de abril, después de la Pascua judía, y que pronto vote al nuevo gobierno.
El
Judaísmo Unido de la Torá (UTJ, por su sigla en inglés) y Shas son dos
partidos religiosos que han ganado en total 16 bancas, tres más de las
que tenían, y por lo tanto son los garantes de que Netanyahu alcance la
mayoría. Los judíos ultraortodoxos, conocidos como Haredim, forman el
10% de la población israelí y siguen aumentando, dadas sus típicas
familias con cinco o seis hijos. Como los hombres se dedican
exclusivamente a los estudios bíblicos y las mujeres salen a trabajar,
pero ganan mucho menos que sus pares no-ortodoxas, esta población
depende fuertemente de los subsidios estatales. Tampoco prestan servicio
militar. Por estas razones, a pesar de las advertencias del Banco
Central y el FMI sobre la crisis fiscal que sobrevendrá, si no se
aumentan los ingresos estatales, ambos partidos insisten en el
mantenimiento y hasta aumento de los subsidios estatales. Por ésta y
otras razones el déficit presupuestario está creciendo aceleradamente y
puede alcanzar el 4% del PBI este año.
Netanyahu
cabalga sobre una fuerte derechización de los votantes jóvenes. Según
estudios recientes, el 64 por ciento de los ciudadanos entre 18 y 34
años se identifican como derechistas contra el 47 por ciento entre los
mayores de 35. El 65 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 apoya al
primer ministro, en tanto de aquéllos entre 25 y 34 sólo lo hace el 53
por ciento. Por cierto, debido al crecimiento demográfico de los
haredim, aumenta el número de los votantes jóvenes de los
ultraortodoxos.
La economía israelí se caracteriza por un sector público relativamente importante y por el reciente crecimiento en la producción de altas tecnologías.
Las empresas israelíes de este área son muy apreciadas en los mercados
financieros mundiales. El PBI de Israel aumentó en 2018 un 3,2% en
comparación con un 3,5% en 2017 y el 4% en 2016. Con un crecimiento de
la población del 2%, el PBI per cápita fue en 2018 de U$S 41.400, un
aumento del 1,2% en relación a 2017. Sin embargo, Israel mantiene
importantes déficits comerciales sólo compensados por el turismo, la
exportación de tecnologías militares y de seguridad así como de
diamantes pulidos y los flujos financieros que llegan del exterior.
Los
yacimientos marinos de gas natural descubiertos desde 2009 frente a la
costa mediterránea del país prometen disminuir su dependencia del
carbón, pero todavía no se han podido desarrollar adecuadamente por
conflictos fronterizos con Líbano y disputas entre los inversores.
Mientras tanto, la creciente disparidad de ingresos, así como los
alquileres caros y el alto costo de la vida agravan la pobreza. Este
país tiene la distribución del ingreso más desigual entre todos los
miembros de la Organización de Cooperación para el Desarrollo Económico
(OCDE). Según datos oficiales, el 21% de la población es pobre (29% por
ciento de los menores de 18 años) y la pobreza alcanza al 69% para las
personas desempleadas. A ello contribuye también que el sistema israelí
de protección social es el segundo menos efectivo entre los 35 países de
la OCDE, sólo superado a la baja por EE.UU.
A
largo plazo, Israel enfrenta un grave problema estructural por la baja
incorporación de los ultraortodoxos y los árabe-israelíes al mercado de
trabajo formal. Mientras que el sector de las altas tecnologías emplea
sólo al 8% de la fuerza laboral, el resto de los asalariados trabaja en
manufacturas y servicios poco competitivos. Como, además, en términos
comparativos, el Estado invierte poco en educación y capacitación
técnica, la economía israelí tiende a perder su posición internacional.
La
ralentización del crecimiento, el aumento del déficit fiscal y la gran
desigualdad social plantean la necesidad de reformas. Sin embargo, la
renovada elección de un gobierno nacionalista conservador sostenido por
los ultraortodoxos cierra la puerta a la incorporación de estos sectores
tanto al mercado de trabajo como a la masa de contribuyentes y aumenta
desmedidamente los subsidios estatales. Como al mismo tiempo, por
prejuicios racistas, se impide a la minoría árabe acceder a trabajos
bien remunerados, se reduce aún más la recaudación impositiva.
Simultáneamente, la política agresiva hacia sus vecinos, Gaza y
Cisjordania obliga al país a mantener un numeroso contingente en armas
que también se resta a la producción.
Por
consiguiente, Israel se ha hecho más y más dependiente de los flujos
financieros externos y de sus exportaciones de diamantes pulidos (de
origen congolés), de las farmacéuticas y de las militares. Sin embargo,
como una parte creciente de las inversiones extranjeras proviene del
lavado de ganancias del tráfico de armas y drogas, el aumento en las
ventas de tecnología militar y de seguridad complica al país cada vez
más en la estrategia de la DEA norteamericana para manipular el
narcotráfico en nuestro continente. El triunfo de Benyamin Netanyahu es
una muy mala noticia para América Latina.
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Eduardo J. Vior