Atenas no paga traidores
Los
electores griegos votaron a los neoliberales, para castigar a Syriza,
que prometió demasiado y se rindió ante la troika europea en el primer
enfrentamiento
Por Eduardo J. Vior
Infobaires24
13 de julio de 2019
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13 de julio de 2019
“Roma
traditoribus non praemiat” (Roma no paga traidores) es una frase
tradicional, para ejemplificar que la negación de los principios y las
lealtades no será recompensada. El pasado domingo 7 lo experimentó el
primer ministro griego, Alexis Tsipras. El triunfo de Kyriakos
Mitsotakis, del conservador Nea Demokratia (Nueva Democracia, ND)
devuelve el poder a las viejas familias que controlan la política helena
desde la independencia en 1821. Mitsotakis asumió el martes 9 y ya
comenzó a profundizar la política de ajuste que la izquierda viene
aplicando desde septiembre de 2015. Además, tiene la ventaja de que ND
pertenece al Partido Popular Europeo (PPE) que, junto con liberales y
socialistas, ocupa todo el poder de la UE. ¿Para qué comprar la copia,
si se puede tener el original?
ND
obtuvo el 39,9% de los votos, pero 158 escaños en la Cámara de los
Helenos, de 300 escaños, porque la reforma electoral de 2009 bonifica al
partido vencedor con 50 bancas más. De ese modo, por primera vez desde
que comenzó la crisis en 2008, el oficialismo tendrá mayoría absoluta
para implementar su programa.
No
obstante, Syriza (Coalición de Izquierda Radical, así su nombre
completo) no ha sido tan derrotada como se esperaba. Con 31,5% de los
sufragios y 86 diputados se afirmó como una fuerza de centroizquierda
capaz de balancear el poder del gobierno. Como, por otra parte, logró
mantener la adhesión de la población trabajadora del Ática (la provincia
que rodea Atenas), también puede encabezar la negociación social.
Asimismo, la turística Creta y pequeños distritos campesinos del noreste
y noroeste siguen siéndole fieles.
En
tercer lugar, igual que en mayo, aparece con el 8,1% del voto el
centroizquierdista Movimiento por el Cambio (Kinal, en sus siglas
griegas), que amalgama los restos del antiguo Movimiento Socialista
Panhelénico (Pasok, otro partido laminado por los “rescates”) y pequeñas
formaciones como Dimar, y donde ha vuelto a militar el expremier
socialista Yorgos Papandreu (2009-11). Con los neonazis de Aurora Dorada
fuera del Parlamento, la sorpresa ha sido la entrada de DiEm25, la formación del exministro de Finanzas Yannis Varoufakis con el 3,4% de los votos y alrededor de una decena de diputados.
Unos
votos por delante de DiEm25 se coloca, con igual número de escaños, un
extraño partido llamado Solución Griega (SG), liderado por Kyriakos
Velópulos, un periodista célebre en programas de televisión demagógicos y
con un ideario ultranacionalista, prorruso y ultraconservador.
En
enero de 2015 Syriza ganó las elecciones anticipadas con un 36% de los
votos y llegó al poder gracias a su rechazo a las medidas de austeridad
desde el exterior. Impulsada por su ministro de Finanzas Varoufakis,
inmediatamente frenó las privatizaciones y las medidas de ajuste
acordadas con la troika (FMI, Banco Central Europeo y Comisión Europea).
Siguieron fervientes meses de negociaciones internas y externas. Dentro
del propio gobierno, Tsipras se veía presionado por Varoufakis y la
izquierda, que exigían prontas medidas de reactivación económica,
incluso la eventual salida del euro, mientras que la mayoría de la UE,
liderada por Angela Merkel, Christine Lagarde (FMI), la Comisión Europea
y el Banco Central Europeo exigían rígidas medidas de austeridad. Para
responder a sus votantes, en julio realizó un referendo en el que el 61%
de los votantes rechazó el plan europeo.
No
obstante, sabedor de que el primer ministro desoiría el mandato
popular, al día siguiente renunció Varoufakis. Efectivamente, el
mandatario retomó las negociaciones con los acreedores, pero, abandonado
por la izquierda, debió acudir a los votos opositores, para que el
programa de ahorro y reformas fuera aprobado. Poco después, destituyó a
varios ministros y el 11 de agosto de 2015 acordó con la UE un nuevo
rescate por 86.000 millones de euros (95.190 millones de dólares) a
cambio de duros ajustes y recortes. Finalmente, llamó a una nueva
elección para el septiembre siguiente en la que obtuvo el 35,5% de los
votos y 145 bancas. Sumados los Griegos Independientes (Anel), alcanzó
la mayoría con la que en los siguientes tres años y medio aplicó el
ajuste. Tras diez años de recortes, en agosto de 2018 el FMI devolvió su
autonomía al Banco Central de Grecia, aunque la política económica del
país sigue monitoreada por los acreedores internacionales.
En
enero de 2019 se rompió la coalición con los nacionalistas por el
acuerdo sobre el nombre de la antigua república yugoslava de Macedonia,
que pasó a llamarse “Normacedonia”, porque los panhelenistas reclaman
para Grecia el exclusivo uso de la denominación Macedonia. Ya al frente
de Nea Demokratia, Mitsotakis aprovechó entonces la reacción
nacionalista –particularmente, en la segunda ciudad del país, Saloniki-,
para capitalizar el voto que le dio el triunfo en las elecciones
europeas, regionales y locales del 26 de mayo.
Los
analistas interpretaron la triple derrota como resultado, por un lado,
de la pérdida de apoyo de los trabajadores por el desempleo y el
desmantelamiento del Estado social y, por el otro, por la extremadamente
alta imposición que sufre la clase media, aplicada para cubrir el
déficit presupuestario que, de todos modos, se mantiene en el 180% del
PBI.
La derecha supo capitalizar
estas diversas oposiciones y recuperar el terreno perdido. Dentro de ND
hay intereses políticos y financieros que comienzan en la centroderecha y
terminan en la derecha ultraneoliberal. Es un partido fielmente
pro-OTAN y Mitsotakis tiene políticas antiinmigratorias similares a las
de Mateo Salvini en Italia. Por su parte, los círculos empresarios lo
apoyan, porque esperan que el desmonte de los últimos restos estatales
atraiga inversiones internacionales.
Ante
la agudización de la política neoliberal bajo el nuevo gobierno, es
probable que Syriza se fusione con el centroizquierda en una oposición
“potable” para corregir los excesos del gobierno. Se habla de que el
propio Tsipras podría salirse de la formación y armar una nueva
alternativa, pero son todos juegos electorales que no alteran el hecho
de que Grecia, por este camino, recién en 2030 recuperaría el PBI de
2009. Ni hablar del nivel de vida de la población.
Syriza
traicionó las expectativas de sus votantes y perdió una oportunidad
histórica. Los electores le pagaron retirándole el voto. No fue una
traición querida, sino obligada por la falta de solidez de las
convicciones, la ausencia de preparación del plan de gobierno y la
carencia de cuadros experimentados, que se ha convertido en paradigma de
lo que NO hay que hacer. Hay que mirarse en el espejo griego.
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Eduardo J. Vior