lunes, 19 de agosto de 2019

Perspectiva táctica de las relaciones regionales


Brasil nos quiere imponer la nueva agenda del Mercosur

Jaír Bolsonaro usa la elección argentina para obligar a Alberto Fernández a aceptar sus condiciones, pero su país no puede abandonar el bloque ni soporta una negociación larga

por Eduardo J. Vior
La andanada de improperios que el presidente de Brasil y su ministro de Economía Paulo Guedes lanzaron contra Alberto Fernández y el Frente de Todos (FdT) en la semana posterior a la derrota de Mauricio Macri en las PASO apunta a imponer a Argentina la aceptación de su peculiar visión de la integración regional. Bolsonaro desea imitar la prepotencia que usa Donald Trump, para sentarse a negociar en condiciones ventajosas, pero un Brasil en crisis y tres socios del bloque en transición no le dejan mucho espacio de maniobra. Por eso se quedó vociferando solo.
Jaír Bolsonaro validó el viernes las declaraciones que su ministro de Economía hizo el día anterior y confirmó que, si Alberto Fernández “crea problemas” y reimplanta medidas proteccionistas, Brasil abandonará el Mercosur. El jefe de Estado expresó sus dudas de que Fernández adhiera a la libertad y la democracia, aunque admitió estar dispuesto a dialogar con él, si éste le da “una señal”.
El mandatario brasileño recordó en la ocasión que durante su campaña electoral había propuesto disolver el bloque regional, pero que después cambió de idea, cuando “alejamos la tendencia ideológica y establecimos un excelente diálogo con Macri, el paraguayo Abdo Benítez y Tabaré Vázquez, a pesar de ser un poco de izquierda”. El gobierno brasileño quiere que el bloque reduzca rápidamente su Arancel Externo Común (AEC) y amenaza a Argentina con buscar acuerdos comerciales bilaterales, si ésta no acepta sus condiciones.
El Mercosur, del que Brasil ejerce la presidencia pro-tempore, celebraría su cumbre semestral en Brasilia o en Rio Grande do Sul a inicios de diciembre, antes de que se inicie el nuevo gobierno en Argentina. Ambos países tuvieron un intercambio comercial de 26.000 millones de dólares el año pasado. El mercado argentino, tercer destino principal de las exportaciones brasileñas, es también el mayor cliente para las manufacturas de Brasil. Por ello suena extraño que sus gobernantes amenacen con abandonar el acuerdo.
En consonancia con el presidente, en sus declaraciones del jueves 15 el ministro de Economía Paulo Guedes advirtió que, si Cristina Fernández vuelve al poder en Argentina y ésta "cierra su economía", su país podría "salir del Mercosur". Y añadió: "el comercio exterior es una cola que se balancea, pero nuestra principal preocupación es interna. Brasil es una economía continental y necesitamos recuperar nuestra propia dinámica de crecimiento. No somos tan dependientes allá afuera", dijo.
Bolsonaro ha venido batiendo el parche desde el lunes posterior a las PASO. Ese día, en la ciudad de Pelotas, en la frontera con Uruguay, sostuvo que “si esa porquería de izquierda vuelve a gobernar en Argentina, en Rio Grande do Sul puede repetirse lo que pasó en Roraima [en la frontera con Venezuela]. Nosotros no queremos recibir a hermanos argentinos huyendo para acá”, afirmó.
Ni lerdo ni perezoso, Alberto Fernández le contestó en una entrevista televisiva que "Argentina se va a llevar espléndido con su vecino, que va a ser siempre nuestro principal socio. Bolsonaro es una coyuntura en la vida de Brasil, como el presidente Mauricio Macri lo es en el nuestro". Al continuar, calificó al jefe de Estado como "racista, misógino y violento" y celebró "enormemente" que Bolsonaro "hable mal de su persona". Sin embargo, a partir del miércoles se llamó a silencio y rechazó dar nuevas declaraciones sobre la relación con Brasil. Lamentable, en cambio, fue la actitud de la Cancillería argentina, que aceptó sin chistar la intromisión del gobierno vecino en el proceso electoral de nuestro país y tuvo que ser seriamente apostrofada por el presidente del Partido Justicialista (PJ), José Luis Gioja, quien en una declaración le exigió que haga presente la protesta de nuestro país por la indebida injerencia.
La devaluación del peso argentino inducida por el presidente Macri el pasado lunes y la baja de los valores de nuestras empresas en las bolsas se hicieron sentir inmediatamente en Brasil. El índice Ibovespa tuvo el miércoles 14 su peor caída desde marzo. Se conjugaron en ese momento datos económicos débiles en Europa y China, la baja de las tasas de interés en Estados Unidos y el vencimiento de los futuros sobre el índice brasileño, induciendo mayores ventas. Entonces el índice cayó 2,94%. Fue la mayor baja en un solo día desde el 27 de marzo. Por su parte, el dólar comercial subió 1,86% a R$ 4,0397 para la compra y a R$ 4,0405 para la venta.
Después de que Brasil cayera técnicamente en recesión, al retraerse el PBI dos trimestres seguidos, Paulo Guedes pidió el pasado lunes "un poco de paciencia”. “Esperen cuatro años, vamos a ver si mejora un poco”, afirmó el ministro, fiel al mantra neoliberal de que hay que tener fe y el futuro traerá la salvación. En la ocasión, Guedes defendió su programa ultraliberal, el mismo implementado por Macri en Argentina.
Con sus diatribas y amenazas, Bolsonaro y Guedes quieren generar un desplazamiento de inversiones de Argentina hacia Brasil en consonancia con la privatización de la seguridad social y de las mayores empresas estatales brasileñas. Al mismo tiempo quieren profundizar la liberalización indiscriminada del comercio. La fórmula es simple: descapitalizar a los estados nacionales y quitarles toda capacidad de intervención, primarizar nuestras economías y generar un inmenso mercado de capitales que circulen sin controles a través de las fronteras. Su problema con el Mercosur no es principalmente comercial, sino financiero. Para ello han comenzado a ejercer una presión brutal sobre el futuro gobierno argentino, buscando condicionarlo y hacerlo traicionar el mandato de sus votantes.
Sin embargo, un Brasil en recesión, atravesado por el narcotráfico, con una política exterior altamente dependiente de la estrategia de EE.UU. e Israel y su ejército enredado en la cotidianeidad política, carece de instrumentos para sostener duraderamente la presión sobre Argentina, si el próximo gobierno tiene claridad de miras, una conducción decidida y mantiene la unidad de su base de apoyo. Al mismo tiempo, Bolivia y Uruguay también eligen presidente en octubre y en Paraguay la crisis política está lejos de ser resuelta. Son demasiadas incertidumbres, como para que los gritos del Planalto puedan torcer nuestro rumbo.
Cuando era pequeño, en la escuela primaria nos hacían aprender el poema “Caballito criollo”, que comenzaba diciendo “caballito criollo, del galope corto, el aliento largo y el instinto fiel”. De eso se trata: no responder a las provocaciones, dialogar en voz baja, pero con firmeza y lealtad a los intereses nacionales, y jugar al largo plazo, evitando las decisiones apresuradas.

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Eduardo J. Vior