La lucha por el poder en EE.UU. trae riesgos y oportunidades
Chocando
con el “Estado profundo”, el presidente Trump pretende devolver a su
país la energía primigenia, pero la agudización del conflicto puede
poner la paz mundial en peligro
Cuanto
más aislado está Donald Trump, más belicoso se pone. Mientras buscaba
sendas de negociación con China e Irán, fue acosado por el “Estado
profundo”, que inició desde la Cámara de Representantes la preparación
del juicio político por “colaboración para inmiscuir un poder extranjero
en los asuntos internos de EE.UU.” Si los conspiradores pensaban que el
presidente se arredraría, estaban equivocados: el pasado lunes 7,
después de una dura negociación con su par turco, Recep Tayip Erdoğan,
ordenó el retiro de las fuerzas norteamericanas del norte de Siria,
abriendo el camino a que turcos, kurdos y sirios se pongan de acuerdo o
se destrocen en una nueva guerra, …pero sin la participación del
US-Army. Tanto republicanos como demócratas se oponen a esta decisión y
se disponen a impedir la reelección del mandatario, pero éste no cesará
de pujar por su política internacional independiente. En los próximos
meses la lucha por el poder en Washington va a arreciar, trascendiendo
las fronteras de EE.UU. Para las naciones sometidas este desorden
presenta riesgos mortales, pero ofrece también cuotas de independencia.
El
pasado viernes 11 EE.UU. y China alcanzaron un acuerdo preliminar para
disminuir las tensiones comerciales entre ambas potencias, pero
excluyendo otros temas álgidos. “Llegamos a un entendimiento muy
sustancioso para la primera fase”, anunció el presidente Donald Trump
junto al viceprimer ministro chino Liu He. “Hemos arribado a un
compromiso que todavía debe ser formulado por escrito”, explicó el
mandatario. Al mismo tiempo confirmó que se reunirá con el presidente
chino Xi Jinping en la reunión anual del Foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico (APEC, por su nombre en inglés) que se realizará en
Santiago de Chile el 16 y 17 de noviembre de 2019.
El
acuerdo inicial alcanzado el viernes incluye las reglas para el uso de
la propiedad intelectual, los servicios financieros y el compromiso
chino de comprar productos agropecuarios norteamericanos por un valor
aproximado de 40 a 50 mil millones de dólares, así como la promesa
norteamericana de no implementar el aumento de 25 a 30% en las tarifas
aduaneras previsto para la semana próxima. Ya el miércoles 9 la Casa
Blanca había dejado trascender que pronto autorizaría a empresas
estadounidenses a proveer al gigante chino de las telecomunicaciones
Huawei bienes con tecnologías “no sensibles”.
Este
entendimiento de mínima es un gran favor que ambos presidentes se hacen
mutuamente. En enero comienzan los comicios primarios, como siempre, en
el Medio Oeste y los granjeros quieren saber hasta entonces si pueden
seguir votando a los republicanos o si la guerra comercial los hará
cambiar de opción. Xi, por su parte, necesita urgentemente mantener el
crecimiento de la economía china, a la cual una nueva ronda de suba de
aranceles norteamericanos habría dañado seriamente.
Con
el acuerdo Trump pretende también acallar las críticas de demócratas y
republicanos contra la retirada del US-Army de Siria. Después de su
conversación con Erdoğan, éste ordenó el avance de su ejército para
desplazar a las milicias kurdas de la frontera siria con Turquía.
Traicionando a su mejor aliado en la región el presidente norteamericano
pretendía cumplir su promesa electoral de 2016 de “traer a los
muchachos a casa”, pero chocó con sus aliados en Oriente Medio y los
bloques legislativos de ambos partidos, sin ganar a cambio el apoyo de
Rusia e Irán. Entonces comenzó a presionar a Turquía para que “no se
exceda” en su operación, un límite impreciso que autoriza cualquier
cosa.
Las idas y vueltas del
presidente responden a su búsqueda de huecos por los cuales colar su
estrategia de retirada a posiciones seguras y de concentración en pocos
objetivos, que permita a EE.UU. recuperar la iniciativa, pero está
sitiado: justo el mismo día en el que pretendía anunciar su plan de paz
para Medio Oriente ante la Asamblea General de la ONU, el United
States Institute for Peace (USIP), dependiente del Departamento de
Defensa, publicó un informe sobre Siria en el que aconsejó reactivar
allí la guerra. También ese día la presidenta demócrata de la Cámara de
Representantes, Nancy Pelosi, anunció el inicio de la indagatoria
contra el presidente por la presión que éste ejerció en agosto pasado
sobre su colega ucraniano, Volodymir Zelensky, para obtener información
sobre los negocios del hijo del precandidato presidencial demócrata
Joseph Biden en Kiev.
Donald Trump
hizo rápidamente los cálculos: aunque los representantes aprueben la
elevación a juicio de los cargos contra el mandatario, en el Senado
necesitarían el apoyo de por lo menos 20 republicanos, para poner en
marcha el juicio. Es dudoso que en plena campaña electoral algún miembro
del GOP (sigla oficial del Partido Republicano) quiera aparecer como
“traicionando” al presidente. Confiado en este cálculo, el habitante de
la Casa Blanca ha prohibido a todos sus funcionarios comparecer ante la
comisión indagatoria de la Cámara, una medida ilegal, pero efectiva,
para impedir la explotación mediática de sus testimonios.
El
jefe de Estado puede resistir la presión legal y mediática de las
fuerzas combinadas que abogan por volver al globalismo de los últimos
treinta años, pero es improbable que hasta la elección de 2020 logre
avanzar un ápice en su programa nacionalista. Trump creía haber
controlado al “Estado profundo” organizado durante la Guerra Fría
(1947-89), para gobernar el país en caso de conflicto nuclear, pero es
evidente que éste se ha convertido en una “red de redes” del poder
occidental imposible de doblegar. Como acertadamente sintetizó Th.
Meissan (https://www.voltairenet.org/article207782.html),
“desde el 11 de septiembre de 2001 la función del presidente es casi
exclusivamente mediática. Quienes deciden la política desde la sombra
son individuos no electos por el pueblo y los aliados de EE.UU. no
obedecen al presidente de éstos sino al ‘Estado profundo’. (…) Sólo
Rusia y China son verdaderamente independientes.”
Donald
Trump ha demostrado sobradamente que, cuando está acorralado, se
vuelve una fiera. Fiel a su modelo, el general Andrew Jackson (1829-37),
el presidente aspira a mostrarse ante el pueblo blanco como el
abanderado de los trabajadores y agricultores contra la oligarquía de
Washington. Se avecina un duro año pleno de contradicciones y luchas
internas en la política de los Estados Unidos y sus aliados. Hasta la
elección de noviembre de 2020 las facciones que pujan por el poder en la
principal potencia del globo darán bandazos violentos y peligrosos,
muchas veces a costa de terceros, pero la inestabilidad mundial ofrecerá
también una chance a los liderazgos claros y enérgicos que busquen la
independencia y la paz. Sólo hay que conocer el rumbo y aferrarse al
timón.