Una oportunidad de tener voz en la reconfiguración de Medio Oriente:
Argentina, Israel e Irán necesitan la paz en Medio Oriente
El imam Hussein recibe al general Soleimani en el cielo.
La autocontención del liderazgo iraní y la mediación de Rusia y China tras el asesinato de Qasem Soleimaní alinean a Netanyahu con Eurasia y disminuyen la tensión también en Suramérica
POR EDUARDO J. VIOR (aprovechando aportes de Pepe Escobar, Thierry Meissan y Guillermo Robledo)
El anuncio oficial de que el primer viaje del presidente Alberto Fernández
al exterior lo llevaría hoy a Israel, donde el viernes participará en
Jerusalén junto a numerosos líderes mundiales en la conmemoración del
75º aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz
por el Ejército Rojo, despertó en Argentina encendidas y controvertidas
reacciones.
En la discusión se metió el secretario de Estado Mike Pompeo quien el sábado 18 tuiteó «en el quinto aniversario de la muerte del fiscal Alberto Nisman,
recordamos el ataque de 1994 contra el centro judío AMIA en Buenos
Aires y su esfuerzo incansable para llevar a sus responsables a la
justicia.» Luego de esto, nadie puede tener dudas acerca de la
imbricación internacional del aniversario argentino ni de su estrecho
vínculo con las movidas que se producen en Oriente Medio.
Precisamente por este complicado entramado es aconsejable comenzar el
análisis determinando algunos hechos duros sobre la conmemoración en
Yad Vashem. Según informa el portal oficial Noticias de Israel, el
evento fue organizado por el presidente de ese país, Reuven Revlin, y el centro conmemorativo del Holocausto que cuenta con el financiamiento del empresario ruso-judío y filantropista Viatcheslav Moshe Kantor, presidente del Congreso Judío Europeo y muy cercano al presidente ruso Vladimir Putin.
Concurren representantes de 46 países, entre ellos el propio Putin,
quien ya se encuentra en Israel para una visita de Estado, el presidente
francés Emmanuel Macron, el príncipe Charles del Reino Unido, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier y el vicepresidente de los Estados Unidos, Mike Pence, con una delegación bipartidista del Congreso. No concurre Donald Trump.
Se espera que Rivlin se reúna con casi todos los líderes durante media hora cada uno. En cambio, el primer ministro Benyamin Netanyahu, en principio, sólo tiene planeado encuentros con Putin, Macron y Pence. La Casa Rosada ha anunciado que Alberto Fernández se reunirá con Putin, Macron y Netanyahu.
La figura central de la reunión será el mandatario ruso. Según el diario La Nación del jueves 17 de enero, el gobierno argentino comunicó a la embajadora de Israel, Galit Ronen,
la decisión de Alberto Fernández de concurrir a la conmemoración,
sorprendiéndola. ¿Quién lo invitó, si no Israel? Este domingo 19, en
tanto, la embajada intentó hacer como que todo estaba previsto, pero no
convenció. En una nota de Román Lejtman en Infobae
se informó que la invitación ya había sido formulada por la embajadora
el pasado 12 de noviembre, pero que Alberto Fernández recién se habría
decidido a viajar el miércoles 15 de enero, cuando Cristina Fernández, a la vuelta de Cuba, lo invitó a cenar y le “aconsejó” acudir a la cita en Jerusalén.
El remiendo es peor que la versión originaria, ya que, si Cristina
indicó al presidente la conveniencia de viajar a Israel después de su
vuelta de Cuba, es necesario inferir que lo hizo inspirada por alguna
conversación que tuvo en la isla. Como se sabe, el liderazgo cubano está
en fluido contacto con el Papa Francisco y con
Vladimir Putin. O sea que la corrección hecha oficiosamente por la
embajada lleva a pensar que el presidente tomó la decisión siguiendo un
acuerdo entre Raúl Castro, el Papa y Vladimir Putin.
En segundo lugar, el viaje se produce pocos días después de que Mauricio Macri ordenara escenificar el recordatorio por el quinto aniversario de la muerte de Alberto Nisman, del que la embajada se abstuvo, retirando también a la DAIA y la AMIA.
Tercero, el presidente viaja a Israel, pero a la reunión del Foro
Económico Mundial en Davos que comienza el lunes 20 sólo envía a Guillermo Nielsen (YPF). Tan importante como los foros a los que concurren nuestros representantes son aquéllos donde pegan el faltazo.
De estos primeros datos es preciso inducir que Alberto Fernández
participa por alguna razón más que en la negociación de la deuda externa
en el recordatorio del Holocausto con un mensaje universal de
tolerancia y de lucha contra el antisemitismo. Para entender por qué, es
necesario situar la conmemoración en su contexto regional.
Trump quiere retirar a EE.UU. de Medio Oriente
Al ordenar el asesinato del general iraní Soleimaní en Irak el pasado
2 de enero, Donald Trump puso al mundo al borde de la Tercera Guerra
Mundial. Lo hizo para consumar un giro estratégico que está cambiando la
historia mundial, afirma el internacionalista francés Thierry Meyssan
(https://www.voltairenet.org/article208908.html, 14-01-20), refugiado en
Siria desde hace diez años.
Meyssan estima que Putin y Trump están organizando una retirada
coordinada de Estados Unidos e Irán de Medio Oriente. Sin embargo, ambos
países sufren profundas divisiones internas que se reflejan en la
incoherencia de sus políticas internacionales:
- Donald Trump enfrenta no sólo la oposición de los demócratas, sino también la de muchos republicanos y de casi toda la administración federal, que no sigue sus instrucciones y conspira abiertamente para eyectarlo de la Casa Blanca. Al mismo tiempo, como la elección del presidente se hace en EE.UU. por Colegio Electoral, no importan tanto la cantidad de votos que cada candidato obtiene como el número de unidades federadas en los que obtiene la mayoría. Así son tan relevantes los denominados “estados oscilantes” que de una elección a otra cambian su voto. El principal de ellos es Florida, y dentro de él, Miami, donde el voto de los inmigrantes latinoamericanos puede decidir el comicio. Por ello es que en esta campaña electoral los temas de la política hemisférica son mas centrales que nunca. Por el Partido Republicano (GOP, por su nombre en inglés) el senador Marco Rubio tiene un liderazgo indiscutido sobre la minoría cubanoamericana y lo usa para presionar al presidente junto con su colega Lindsey Graham, senador por Carolina del Sur y miembro prominente del lobby pentecostal dentro del GOP. Ambos están aliados a Mike Pompeo, secretario de Estado, quien aún sigue controlando la CIA (su cargo anterior) y mantiene una gran influencia sobre el secretario de Defensa, Mark Esper. El juego se vuelve, entonces, sumamente complejo y difícil de discernir: ¿el presidente está amenazando a Irán, para después negociar desde mejores posiciones o –presionado por la ultraderecha- efectivamente está iniciando una guerra contra la nación persa y, por extensión, contra Rusia y China?
- En Irán, en tanto, compiten entre sí el presidente Hassan Rohaní y su gobierno y el poder estatal que depende del Guía de la Revolución, el ayatolá Alí Jamenei. El presidente Rohaní representa los intereses de la burguesía comercial de Teherán e Ispahán, que sufre mucho por las sanciones estadounidenses. Rohaní fue el primer contacto iraní del gobierno de Reagan y de Israel, cuando ambos ejecutaron en 1985 y 1986 el ilegal plan Irán-Contras (la venta de armas a Irán –que estaba sancionado por el Congreso estadounidense- para recaudar fondos con los que financiar a los contras nicaragüenses) y es, por lo tanto, un viejo conocido del “Estado profundo” norteamericano. Ya en 2013, durante las negociaciones secretas irano-estadounidenses en Omán, el jeque Rohaní fue el ariete de Obama y de Alí Akbar Velayati (canciller iraní entre 1981 y 1997 y actual consejero internacional del ayatolá Jamenei), contra el nacionalismo laico del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad, lo que lo convirtió en negociador del acuerdo nuclear de 2015.
- Por el contrario, la función del Guía de la Revolución fue creada por el Imam Ruholá Jomeini, para dar la jefatura del Estado a un “sabio”. La función del ayatolá Jamenei es, entonces, garantizar que las decisiones políticas sigan los preceptos del Islam y los principios de la Revolución. De él dependen los Guardianes de la Revolución, el cuerpo armado al que pertenecía el general Qassem Soleimaní. Sin embargo, a pesar de tantas facultades políticas, el presupuesto del Guía de la Revolución se determina según las fluctuaciones de los ingresos por la exportación del petróleo y, por consiguiente, está sumamente afectado por las sanciones norteamericanas.
Tanto en Estados Unidos como en Irán la mayoría de las decisiones
adoptadas por uno de los poderes descritos encuentra de inmediato la
oposición de sus adversarios internos. Por esta razón los cursos de
acción de ambos contendientes son tan contradictorios y difíciles de
prever. No obstante, hay hechos duros que todos conocen:
- La República Islámica no reconoce el Estado de Israel, pero nunca ha planteado nunca la liquidación de los judíos. Muy por el contrario, para resolver el estatuto de Israel y Palestina propone aplicar el principio de “una persona, un voto”, incluyendo también a la diáspora palestina.
- Aunque los medios presentan a Irán e Israel como enemigos irreconciliables, ambos países explotan juntos y comparten la propiedad del oleoducto Eilat-Ascalón. El petróleo iraní llega por el Mar Rojo al sureño puerto israelí de Eilat, el oleoducto atraviesa el país y sale hacia Europa, refinado, por el puerto de Ascalón.
- Si bien las potencias occidentales y la propaganda israelí afirman querer impedir que Irán tenga bombas atómicas, saben bien que una “fetua” o pronunciamiento legal del Imam Jomeini de 1988 declaró las armas de destrucción masiva incompatibles con el Islam. Por consiguiente, la única potencia nuclear en Oriente Medio es Israel.
Irán ganó la guerra, pero puede perder la paz
Sobre la base de estos hechos, Thierry Meissan pasa a analizar el asesinato del general Soleimaní y la crisis posterior:
Soleimaní era un soldado excepcional. Ingresó a la Guardia
Revolucionaria en el momento de su fundación, en 1979. De 1980 a 1988
luchó en la guerra iniciada por Irak contra Irán. Bajo su mando, la
fuerza Al-Quds (el nombre árabe y persa de Jerusalén) de los
Guardianes de la Revolución auxilió a las víctimas de la agresión
occidental en toda la región. En 2006, durante la invasión israelí a
Líbano, estuvo en Beirut dirigiendo la resistencia junto al general
sirio Hassan Turkmani y el jefe de Hezbolá, Hassan Nasralá.
Sin embargo, no tuvo empacho en negociar con EE.UU., cuando las
circunstancias lo aconsejaban. En 2001, por ejemplo, se alió con George W. Bush
para luchar contra los talibanes afganos. Y en mayo de 2018 cumpió la
orden de limitarse a defender a las comunidades chiitas en todo Medio
Oriente.
Donald Trump comprendía el enorme papel militar del general Soleimaní
como principal ejecutor de la política regional del ayatolá Jamenei,
pero no entendió que el gran estratega se había convertido en un héroe
de todos los pueblos de la región, admirado en las academias militares
del mundo entero. Al autorizar su asesinato, el presidente
norteamericano arruinó la reputación que había ganado desde 2017 al
tratar de contrarrestar el anterior apoyo estadounidense a al-Qaeda y
el Estado Islámico (EI), perdiendo su rol de árbitro regional.
El asesinato de Qasem Soleimaní unificó temporalmente a los dos
poderes políticos iraníes alrededor de un mismo sentimiento y obligó al
gobierno israelí a adoptar una actitud ambigua, casi prescindente.
Estados Unidos esperaba que Irán reaccionara automáticamente,
contragolpeando, pero el Guía Jamenei y el presidente Rohaní, en
consulta con Rusia y China, prefirieron negociar con la mayoría de los
países de la región, incluso con sus enemigos del Golfo. En ese momento
sucedieron dos hechos: por un lado, el miércoles 8 un ataque con cohetes
de la Fuerza Quds afectó con precisión instalaciones de las bases de
Ayn al Asad en el norte de Irak, aunque solamente hirió a numerosos
norteamericanos. La precisión del ataque y la incapacidad de la defensa
antiaérea estadounidense para derribar ni un solo cohete demostraron a
todos los países vecinos quién tiene la supremacía.
Por el otro lado, pocas horas más tarde la defensa antiaérea iraní
derribó un avión ucraniano que despegaba de Teherán. Aunque tardío, el
reconocimiento del presidente iraní de que se trató de un error de la
defensa antiaérea y su disposición (aún no concretada) a entregar a
Ucrania la caja negra le sirvieron para restablecer el intercambio
diplomático con Europa y Canadá. El análisis de los datos técnicos
conocidos revela, empero, que la aeronave no fue derribada por error:
alguien quiso crear un casus belli, para romper toda
negociación con Occidente. Nuevamente la lucha interna por el poder
trabó una estrategia internacional brillante. Y sirvió para opacar la
condena al asesinato de Solemaini y sus acompañantes.
A raíz del asesinato de Solemaini –continúa T. Meissan– Irán anunció
que no seguiría respetando el acuerdo 5+1 y los diputados chiitas
iraquíes exigieron la retirada de las tropas estadounidenses de su
país. Los medios de prensa occidentales entendieron esos gestos como
muestras de agravación del conflicto, pero en realidad eran ofertas de
paz. Finalmente, el lunes 20 la cancillería iraní confirmó que su país
no se ha retirado del acuerdo. Por su parte, la retirada de las tropas
estadounidenses, no sólo de Irak sino de todo el Medio Oriente, es un
compromiso contraído por Trump durante su campaña electoral.
Durante los últimos años Irán consiguió eludir la presión
norteamericana en Siria mediante la brillante conducción militar de
Soleimaní y la participación en el proceso diplomático de Astana
(Kasajistán) liderado por Rusia y con la actuación de Turquía. Tal como
comentó Shaiel Ben-Ephraim en Asia Times (Putin calls on Netanyahu amid struggle for Syria,
15-01-20), este exitoso precedente es la fórmula que el ayatolá Jamenei
aplica ahora, para expulsar a EE.UU. de Medio Oriente: acudir a
negociaciones regionales, bajo el paraguas de Rusia y China, alcanzar
acuerdos de seguridad colectiva (por ejemplo, en el Golfo) y arreglar
bilateralmente los conflictos con sus vecinos.
La decisión de acudir a la diplomacia en lugar de a las armas tiene
en cuenta, por un lado, el debilitamiento de la hegemonía norteamericana
tras el asesinato de Soleimaní, pero, por el otro, refleja también la
consciencia del liderazgo iraní sobre los propios límites: la exitosa
estrategia del general asesinado trajo una relativa paz a la región,
pero Irán está exhausto y necesita hallar rápidamente alternativas
económicas.
Tras el fracaso de EE.UU., Rusia lo ha sucedido como árbitro entre
todas las fuerzas de Oriente Medio y es aceptada incluso por Israel. Por
supuesto que los halcones estadounidenses seguirán boicoteando ese
liderazgo, al igual que la ultraderecha israelí o las familias más
retrógradas de la península arábiga. Del mismo modo que los
revolucionarios iraníes y sus aliados (Hezbolá, la Yihad Islámica, los
hutíes yemenitas, etc.).
En tanto, tambien en Asia Times la periodista Siavash Fallahpour
sostiene que, aunque Rusia y Turquía podrían ayudar a Irán a expulsar a
EE.UU. de Medio Oriente, prefieren apuntar a obtener simultáneamente el
retiro de las fuerzas norteamericanas e iraníes de las posiciones que
ocupan.
Los principios de la paz no serán fijados todavía y su plena vigencia
demorará. Durante el periodo de duelo por la muerte del general
Soleimaní, Irán no podrá admitir públicamente haber llegado a un
acuerdo con Estados Unidos que, por otra parte, necesita el consenso de
todos los estados de la región y, por supuesto, de Rusia. A pesar de
sus maniobras disolventes y de su apoyo al terrorismo islámico, ni
siquiera el Reino Unido podrá hacerlo fracasar y tendrà que aceptar que
se lo convalide en una conferencia regional.
Durante algún tiempo en todo Medio Oriente seguirán sonando los
tambores de la guerra. Habrá atentados, levantamientos y represiones
violentas. Las potencias regionales, en tanto, estarán tentadas de
aprovechar las ventajas temporarias que les da la pérdida de hegemonía
norteamericana.
La hora de Rusia
Inmediatamente después del asesinato de Soleimaní, Vladimir Putin
inició una diplomacia viajera que lo llevó a Ankara, Damasco y, esta
semana, a una larga visita en Tel Aviv. El presidente ruso puede obtener
la retirada de los iraníes de Siria y, por consiguiente, el alejamiento
de sus invencibles cohetes de alcance medio tierra-tierra, pero no lo
hará gratis. Por lo pronto, la fuerza aérea israelí deberá dejar de
bombardear bases persas en Siria. Pero, exige Moscú, si Tel Aviv quiere
la paz en su frontera norte, debe apoyar también el levantamiento de las
sanciones occidentales contra Damasco, para que Assad pueda reconstruir
su devastado país. Se trata de un precio muy alto que Netanyahu todavía
no puede pagar.
Para los israelíes Moscú se está convirtiendo en el destino
diplomático más importante y el primer ministro necesita el apoyo ruso
en la elección parlamentaria de marzo próximo, para ganar los votos del
millón de inmigrantes rusos que viven en el país. Las encuestas todavía
dan al bloque Azul y Blanco como ganador y al Likud como segundo y no
está aún definido quién ganará la elección.
Al mismo tiempo, es evidente que Donald Trump se apartó de la
política unilateralmente prosionista de su secretario de Estado Pompeo.
Contra el histórico expansionismo de la ultraderecha nacionalista de Tel
Aviv, el presidente parece estar favoreciendo el retorno al proyecto de
Confederación Jordano-Palestina. Este giro estratégico se guía por el
sentido común: si Israel anexa Cisjordania, una minoría judía gobernará a
una mayoría palestina a la que –al igual que sucedió en Suráfrica– a la
larga no podrá negar los derechos cívicos, con el riesgo de que el
nuevo Estado pase a ser dirigido por los árabes. El reflotamiento de
este viejo plan es una señal de alerta para Netanyahu. El primer
ministro a cargo ya está anoticiado de que no puede mantener impunemente
su red internacional de tráfico de armas y su complicidad con el de
drogas contando sin más con el apoyo estadounidense.
Como es obvio, no todos los actores siguen sobre el terreno la lógica
de la modificada constelación geopolítica del Medio Oriente y su
influencia sobre la relación de fuerzas en América del Sur. Muchos se
guían por sus intereses particulares, por convicciones ideológicas
superadas por la evolución u obligados por alianzas de antaño. La
reunión cumbre del 24 de enero nos mostrará –si Benyamin Netanyahu
entendió que Israel ya no puede ganar una guerra contra Irán– que, ante
la nueva hegemonía ruso-china sobre Eurasia, la retirada norteamericana
del Medio Oriente es inexorable. Si el líder israelí acepta que, para
mantener el poder, le conviene plegarse a la nueva “pax eurasiana”,
integrar a su país al Camino de la Seda y la Franja, y remplazar las
exportaciones de armas por las de gas, perderá interés en desatar
guerras regionales y en participar en el riesgoso tráfico de drogas. De
cumplirse estas complejas condiciones, dejará a sus aliados
suramericanos librados a su propia suerte y priorizará los negocios
pacíficos.
Puede ser que esta hipótesis esté influida por un deseo de paz e
independencia. No es de esperar que los actores del cambio epocal que
estamos viviendo anticipen sus jugadas. Deberemos interpretarlas por las
señales que den. Por esto, es preciso prestar atención a la coreografía
de la cumbre de Jerusalén, para poder juzgar la estrategia
internacional del gobierno argentino. Si Alberto Fernández sabe
equilibrar los encuentros con los líderes presentes, priorizar el
intercambio con Vladimir Putin y lanzar a árabes e israelíes un audible
mensaje de paz, habremos entendido que Donald Trump llamó a la retirada y
está dispuesto a negociar un nuevo reparto del poder. Por lo pronto,
queda claro que el presidente de todos los argentinos no viaja a Israel
sólo para negociar sobre la deuda externa, sino para que empecemos a
jugar en las ligas mayores del nuevo mundo.