domingo, 21 de julio de 2013

El principio del fin de la guerra todavía no trae la paz a México

Con Zeta no acaba la historia

Año 6. Edición número 270. Domingo 21 de julio de 2013
¿Qué cambió en la guerra contra el narcotráfico en México y los Estados Unidos luego de la detención del lunes pasado de Miguel Ángel Treviño Morales, el máximo jefe de la principal organización delincuente, los Zetas?
 
Miguel Ángel Treviño Morales, el Z-40, fue detenido en Tamaulipas, en el nordeste de México, el lunes pasado. Todavía no llegó a prisión, pero ya se da entre mexicanos y norteamericanos una competencia por ver quién se queda con el mérito de la captura. Es que la detención del máximo jefe de la principal organización de narcotráfico que asola México desde hace más de una década preanuncia la transición a una nueva etapa política y económica cuyo curso quieren determinar fuerzas encontradas.
Desde el principio, las autoridades mexicanas insistieron en que todas las labores de inteligencia fueron hechas en el país, sin ayuda del exterior. Así lo aseguró el secretario de Gobierno (ministro del Interior), Miguel Ángel Osorio Chong. Sin embargo, el diario The New York Times publicó el miércoles 17 que la operación se realizó con la ayuda de los estadounidenses. Un hecho que corroboraría esto es que fue la Marina quien hiciera el operativo. Se trata de la única arma en la que confían las agencias de seguridad estadounidenses.
En México está cobrando alguna fuerza una versión según la cual la captura fue una entrega pactada. Por eso no hubo violencia y por eso Treviño viajaba acompañado por sólo dos hombres. Eduardo Buscaglia, investigador de la Universidad de Columbia y conocido experto en temas de seguridad mexicanos, declaró en entrevista con el programa radial Aristegui Noticias que “la manera en que describen la detención me da la sensación de que acá existió una entrega”. Sin embargo, advirtió que “no es un instrumento ilegal la entrega pactada de un capo en la medida que se sujete al proceso penal”.
Las actividades y movimientos de Miguel Ángel Treviño Morales eran conocidas desde el año 2011 por la DEA e incluso llegaron a obtener información sobre sus enemigos y rivales de otros cárteles y de los mismos Zetas, revela 24 Horas, citando fuentes del gobierno federal. Funcionarios de primer nivel reconocieron que estaban molestos, porque la agencia antinarcóticos de los Estados Unidos tenía su propia agenda y mucha información recogida en las operaciones que le habían permitido realizar durante la administración de Felipe Calderón (2006-12) y que no compartía con el gobierno mexicano. “Sabemos que es verdad que el Z-40 proporcionó información sobre algunos de sus rivales dentro de la organización para que fueran detenidos y esos datos los obtuvo la DEA”, comentó uno de los funcionarios.
Aunque Miguel Ángel Treviño había perdido poder dentro de la estructura criminal, se mantuvo en Tamaulipas y Coahuila, en el norte y nordeste del país. Debido a su debilitamiento y a que la información que habría proporcionado a las autoridades estadounidenses ya no era tan valiosa, habrían decidido dar a conocer su paradero, según dijo otro funcionario. De acuerdo con expertos consultados por Univision, en tanto, la detención de Treviño Morales se dio gracias a la traición de otros líderes capturados, quienes declararon haber sido delatados por el Z-40, para favorecer la situación de su hermano José Treviño y a su cuñada Zulema en los juicios que se les siguen en los Estados Unidos.
Miguel Ángel Treviño llegó a la jefatura del grupo más temido del narcotráfico en México en octubre del año pasado empleando algunas de las prácticas más violentas que se hayan conocido en las luchas entre los cárteles. Treviño, un hombre robusto de tez morena clara, nació entre 1970 y 1973 (las fuentes difieren) en la ciudad fronteriza de Nuevo Laredo, Tamaulipas (nordeste). El ex-sicario comenzó su carrera de muy joven como ayudante de una pandilla en Dallas, Texas, donde vivía con su numerosa familia. Sus inicios como narcotraficante se remontan a la década de 1990, cuando se enroló en un grupo de escoltas del entonces líder del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas, para el que también fueron reclutados ex-militares de élite que finalmente conformaron Los Zetas.
El Departamento de Estado norteamericano sostiene que Treviño era tal vez el criminal “más sanguinario y desalmado de México” y ofrecía 5 millones de dólares por información para su captura. La Procuraduría General de México lo tenía en la lista de capos más buscados, con una recompensa de 2,4 millones de dólares.
Sobre su carrera en Los Zetas se sabe que, en 2002, cuando Heriberto Lazcano, alias El Lazca, asumió el control del grupo, en poco tiempo Treviño se convirtió en su mano derecha. Juntos decidieron años después, una vez que Osiel Cárdenas ya estaba extraditado en los Estados Unidos, separar a Los Zetas del cártel del Golfo. Enfrentados con éstos y con el cártel de Sinaloa, de Joaquín El Chapo Guzmán, Lazcano y Treviño buscaron tejer alianzas con la organización narcotraficante de los hermanos Beltrán Leyva y con el cartel de Juárez. Durante todo ese proceso, el Z-40 comenzó a ganar fuerza y fama en el interior de la organización, pero sus sangrientos métodos alarmaron a las fuerzas armadas e incluso marcaron una ruptura con Lazcano. En octubre de 2012, Treviño finalmente quedó al frente de Los Zetas después de la muerte de su ex-jefe.
En los últimos meses las autoridades de México y los Estados Unidos fueron apretando el cerco contra Treviño. En junio de 2012 detuvieron en los Estados Unidos a su hermano José, acusado de crear una red para el lavado de dinero, y en mayo de este año, a su sobrino Eduardo, en Tamaulipas. Se cree que el hermano menor del Z-40, Omar Treviño Morales, podría ser quien quedará ahora al frente de Los Zetas.
Comienza una nueva etapa política. Especialistas, ex agentes de inteligencia, analistas y policías de ambos países señalaron que con la captura del Z-40, la sanguinaria guerra contra el narcotráfico en México podría haber llegado a una encrucijada, aunque nadie cree que se frene tan rápido. Con la detención de Treviño podría ser el fin de Los Zetas como un cartel grande, pero existe el riesgo de que se divida en bandas pequeñas y peligrosas.
El cartel de Los Zetas fue fundado hace poco más de una década por ex-soldados fuertemente armados y entrenados para la guerra que perfeccionaron la práctica de la carnicería como un mensaje, al expandirse más allá del tráfico de drogas hacia la extorsión, el tráfico de migrantes, el secuestro y otros crímenes. Sin embargo, al expandirse Los Zetas se volvieron víctimas de su éxito perverso. La organización creció tan rápido, captó tanto dinero y contrató tantos pistoleros rápidos para apretar el gatillo que perdió la lealtad generada en otras organizaciones del crimen hacia sus líderes. Mientras que las organizaciones más antiguas sustentan su unidad en lazos familiares y de vecindad, los Zetas debieron construir una cultura de la disciplina militar y una jerarquía que comenzó a fracturarse bajo la presión ejercida por las autoridades estadounidenses y mexicanas.
El triunfo que supone la captura de uno de los hombres más buscados de México permite a la Administración del PRI enviar un claro mensaje de que no hay tregua con el narcotráfico e incluso mostrar firmeza en el rumbo de su política en un momento en el que la agenda de cambios estructurales bautizada con el nombre de Pacto por México entra en su fase más complicada con las previstas reformas energética y fiscal.
Peña Nieto anunció desde su llegada al poder un cambio en la estrategia de seguridad orientada hacia la reducción de la violencia y una nueva política informativa que iba a terminar con las aparatosas presentaciones televisadas de los detenidos por los distintos cuerpos de seguridad como era habitual en el sexenio anterior. Expertos en seguridad y analistas políticos consideran que el gobierno estaba fracasando en lo primero y critican su discreción informativa, porque –dicen– la casi desaparición de los hechos violentos atribuibles al crimen organizado en los medios de comunicación “puede tener el efecto contraproducente de generar indiferencia en la opinión pública”.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) volvió hace ocho meses al poder con la promesa de pacificar el país y relanzar el crecimiento económico. Sin embargo, como señala el comentarista Miguel A. Ferrer en El Sol de México, “el gobierno de Enrique Peña Nieto está aplicando la más clásica de las políticas neoconservadoras tan gratas al FMI: la restricción del gasto público. Esta política neoconservadora de contención del gasto público no es una invención del gobierno peñanietista. Se trata de una práctica que dura ya varias décadas y que a lo largo de más de 30 años ha probado su eficacia para generar estancamiento económico, quiebra de empresas y creciente y sostenido desempleo. La doctrina económica neoconservadora a la que, según se observa, se ha sumado Peña Nieto, justifica la contención del gasto público como una medida antiinflacionaria. Pero, hoy como siempre, hay que plantearse la vieja cuestión: ¿qué es más importante: la estabilidad de precios o la generación y conservación del empleo?”
Sin embargo, el mandatario logró en los ocho meses transcurridos desde el 1 de diciembre que gobierno y oposición se unieran en una agenda de medidas neoliberales, como la educativa, la de telecomunicaciones y la financiera, en el marco de un acuerdo de concertación llamado Pacto por México. El nuevo gobierno dio, además, un golpe de efecto con la decisión de arrestar bajo cargos de corrupción a la líder sindical del magisterio Elba Esther Gordillo. Pero ha habido un crecimiento económico lento, la aparición de grupos de autodefensa en varios poblados, violentas protestas de maestros y tensiones con la oposición en el Pacto por México por supuesto manejo electoral de programas contra la pobreza. El producto interior bruto creció apenas un 0,45% en el primer trimestre frente a los tres meses previos y la estimación de crecimiento para 2013 tuvo que rebajarse del 3,5% al 3,1%.
La captura, probablemente pactada, de Z-40 anuncia el comienzo del fin de la cuasiguerra civil que en década y media mató a 80.000 mexicanos, pero para asegurar que la reconstrucción consolide la hegemonía que el capital financiero alcanzó en las tres décadas pasadas, el gobierno necesita estabilizar el Pacto por México, gran acuerdo conservador de los tres partidos dominantes, y participar de pleno derecho en la Alianza del Pacífico. Sólo un liderazgo que se demuestre fuerte puede conducir a la segunda potencia de América latina en esta transición. Pero para desempeñar este papel no basta con los acuerdos de elite. Peña Nieto necesita que las poblaciones a las que el narcotráfico no sólo aterroriza, sino que además –como sucede en Sinaloa– les resuelve muchos problemas cotidianos, obtengan los servicios que demandan y puedan pagarlos. Para esto, en un país con más de cien millones de habitantes, debe crear trabajo, mucho trabajo. Con Zeta no se acaba esta historia.

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Eduardo J. Vior