Al ladrón, al ladrón
La segunda Guerra Fría entre la OTAN y Rusia se agudiza actualmente en Ucrania, pero se extiende mundialmente a través de la geopolítica del petróleo y el gas
Aún antes de haber completado la ocupación de Ucrania, la alianza occidental ha adelantado el nuevo movimiento para completar el cercamiento de Rusia: el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, acordaron el viernes 4 en Estanbul la construcción del gasoducto transanatólico que debe transportar el gas azeri a puertos del Medtierráneo, obviando el existente poliducto que atraviesa Georgia, el norte del Cáucaso, el sur de Rusia y Ucrania. Combinado con la oferta norteamericana de proveer a Europa Occidental de Gas Natural Licuado (GNL) y la propuesta alemana de intensificar la explotación de hidrocarburos no convencionales en Europa Central y Oriental, esta nueva iniciativa está destinada a neutralizar la capacidad de presión que Rusia aún mantiene como principal proveedora de gas de Europa Central y Occidental. Al bloquear a Rusia, los estrategas occidentales esperan rendirla por agotamiento económico y así sitiar a China. Pero el disparo puede salirles por la culata.
Después de salir de sus conversaciones con el primer ministro turco, el eterno presidente de Azerbaiyán declaró el viernes 5 que su país piensa invertir alrededor de 20 mil millones de d ólares en lae conomía turca en os próximos años.“Va a ser la mayor intervención de Azerbaiyán en el exterior,” dijo Aliyev en una conferencia de prensa y añadió que ambos países tienen un cierto número de proyectos energéticos “que han superado los límites regionales y ganado escala global.” “Los proyectos de construcción de ductos entre Baku, Tbilisi y Ceyhan, entre, Baku, Tbilisi y Erzurum, así como el poliducto
Transanatólico (TANAP, por su sigla en inglés) han cambiado el mapa energético del mundo,” subrayó. El presidente aazeri también resaltó las “buenas posibilidades y perspectivas” de la cooperación militar entre los dos países.
Azerbaiyán es desde la época zarista el gran productor de petróleo y gas a orillas del Mar Caspio y mantiene con Armenia un conflicto limítrofe irresuelto en el Monte Karabach. Pueblo de origen turco, desde la caída de la Unión Soviética se alió a Turquía y Uzbequistán. No obstante, hasta el reciente golpe de estado en Ucrania y la salida de este país de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), respetó los contratos de suministro de petróleo y gas usando los ductos de la época soviética que atraviesan el sur de Rusia y Ucrania. El nuevo anuncio debe entenderse como un signo de su reorientación estratégica y parte del rediseño en curso de las fronteras entre Rusia y sus enemigos. También el momento del anuncio es significativo: al vencer el domingo 30 en las elecciones municipales, el primer ministro Erdogan se fortaleció y quedó libre para retomar la iniciativa en materia de política exterior.
Si EE.UU. y la Unión Europea (UE) pensaron que el otorgamiento del préstamo del FMI por 18.000 millones de dólares a Ucrania (que apareja condiciones cruelísimas) y el anuncio de nuevas "ayudas" de la UE paralizaría la iniciativa rusa, se equivocaron. El mismo viernes el ministro ruso de Agricultura, Nicolai Fyodorov, anunció que "si Ucrania abandona la CEI, deberemos proteger a los productores agrarios rusos", lo que en buen castellano se llama erigir barreras aduaneras y dificultar el ingreso de productos agrarios ucranianos a Rusia. Paralelamente, mientras escribo estas líneas, activistas prorrusos ocupan las administraciones regionales de Jarkov, Donetsk y Lubansk, en el oriente de UCrania, exigiendo la federalización del país.
La versión oficial occidental de los hechos es que en Ucrania se produjo un alzamiento popular contra un gobierno autoritario y corrupto que culminó en su destitución por el parlamento, a lo que habrían seguido las ilegales "invasión" y "anexión" rusas de Crimea. Consecuentemente, el gobierno provisional de Ucrania debería ser apoyado y asociado a la Unión Europea. En la versión rusa, en Ucrania se produjo un "golpe blando" impulsado por EE.UU. y ejecutado por neonazis que derrocaron un gobierno legítimo. Como los golpistas amenazaban los derechos de la mayoría de población rusohablante de Crimea, ésta se alzó y en un referendo proclamó su incorporación a Rusia.
La realidad contiene elementos de una y otra versión. Indudablemente el gobierno de Vladimir Yanukovich era corrupto, pero no más que el resto de la oligarquía ucraniana (como su archirrival Julia Timochenko) con la que se enfrentaba. Ciertamente a la vanguardia del golpe de estado estuvieron milicias neonazis, pero en el alzamiento participaron otros sectores (como los conservadores de V. Klishko) con los que el gobierno habría podido dialogar, si hubiera tenido más cintura. Indiscutiblemente la sesión de la Rada que derrocó al presidente violó los procedimientos constitucionales. También es verdad que los derechos de la minoría rusohablante en Crimea y en la mitad oriental de Ucrania están amenazados por los nacionalistas ucranianos que dominan el gobierno en Kiev. Sin embargo, esto no legitima el referendo realizado en Crimea, por una población no originaria y que, por consiguiente, no puede arrogarse por sí sola la representación de un "pueblo crimeo" inexistente.
Rusia fue sorprendida por el golpe de estado en Ucrania y careció de flexibilidad para negociar con Alemania una salida de compromiso. Con este golpe EE.UU. quebró todos los equilibrios geopolíticos construidos desde el siglo XVII y colocó sus fuerzas en condiciones de avanzar directamente hacia Moscú. La OTAN no puede esperar que, ante esta amenaza Rusia no reaccione. Ante el equilibrio de fuerzas militares en la región, probablemente Vladimir Putin acuda a un conjunto de medidas de desestabilización de Ucrania: el alza del precio del gas, las barreras proteccionistas contra la importación de productos agropecuarios, la sublevación de la minoría rusa en Ucrania oriental y la amenaza militar en la frontera. Pero no va a poder revertir rápidamente el corrimiento de las fronteras entre los bloques y las empresas rusas van a sentir las sanciones crediticias occidentales. Si no se llega a algún acuerdo a través de la mediación alemana, el líder ruso va a tener que abrir nuevos frentes, para distraer la presión occidental sobre sus fronteras. Uno de ellos va a ser revisar las alianzas estratégicas de las grandes empresas rusas del sector energético: Gazprom y Rossnet.
En este punto el conflicto se mundializa. La estrategia expansionistas del imperio norteamericano ha lanzado al mundo a una segunda Guerra Fría que, al igual que la primera, se va a desarrollar "candentemente" en distintos escenarios internacionales. A diferencia de la primera, en cambio, va a utilizar más preponderantemente herramientas de guerra económica, especialmente en el sector energético. No sólo por el rediseño del mapa petrolero como consecuencia del boom del petróleo y gas de esquistos, que apuntan a dar a Estados Unidos el autoabastecimiento hasta 2020, sino también por la conglomeración de corporaciones y de capitales financieros asociados que se hace necesaria por el volumen de las inversiones actuales es previsible que la nueva Guerra Fría influya en Argentina en tanto país petrolero. Habrá que seguir muy atentamente el rediseño de las alianzas internacionales en el sector y su influencia en nuestro país.
Azerbaiyán es desde la época zarista el gran productor de petróleo y gas a orillas del Mar Caspio y mantiene con Armenia un conflicto limítrofe irresuelto en el Monte Karabach. Pueblo de origen turco, desde la caída de la Unión Soviética se alió a Turquía y Uzbequistán. No obstante, hasta el reciente golpe de estado en Ucrania y la salida de este país de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), respetó los contratos de suministro de petróleo y gas usando los ductos de la época soviética que atraviesan el sur de Rusia y Ucrania. El nuevo anuncio debe entenderse como un signo de su reorientación estratégica y parte del rediseño en curso de las fronteras entre Rusia y sus enemigos. También el momento del anuncio es significativo: al vencer el domingo 30 en las elecciones municipales, el primer ministro Erdogan se fortaleció y quedó libre para retomar la iniciativa en materia de política exterior.
Si EE.UU. y la Unión Europea (UE) pensaron que el otorgamiento del préstamo del FMI por 18.000 millones de dólares a Ucrania (que apareja condiciones cruelísimas) y el anuncio de nuevas "ayudas" de la UE paralizaría la iniciativa rusa, se equivocaron. El mismo viernes el ministro ruso de Agricultura, Nicolai Fyodorov, anunció que "si Ucrania abandona la CEI, deberemos proteger a los productores agrarios rusos", lo que en buen castellano se llama erigir barreras aduaneras y dificultar el ingreso de productos agrarios ucranianos a Rusia. Paralelamente, mientras escribo estas líneas, activistas prorrusos ocupan las administraciones regionales de Jarkov, Donetsk y Lubansk, en el oriente de UCrania, exigiendo la federalización del país.
La versión oficial occidental de los hechos es que en Ucrania se produjo un alzamiento popular contra un gobierno autoritario y corrupto que culminó en su destitución por el parlamento, a lo que habrían seguido las ilegales "invasión" y "anexión" rusas de Crimea. Consecuentemente, el gobierno provisional de Ucrania debería ser apoyado y asociado a la Unión Europea. En la versión rusa, en Ucrania se produjo un "golpe blando" impulsado por EE.UU. y ejecutado por neonazis que derrocaron un gobierno legítimo. Como los golpistas amenazaban los derechos de la mayoría de población rusohablante de Crimea, ésta se alzó y en un referendo proclamó su incorporación a Rusia.
La realidad contiene elementos de una y otra versión. Indudablemente el gobierno de Vladimir Yanukovich era corrupto, pero no más que el resto de la oligarquía ucraniana (como su archirrival Julia Timochenko) con la que se enfrentaba. Ciertamente a la vanguardia del golpe de estado estuvieron milicias neonazis, pero en el alzamiento participaron otros sectores (como los conservadores de V. Klishko) con los que el gobierno habría podido dialogar, si hubiera tenido más cintura. Indiscutiblemente la sesión de la Rada que derrocó al presidente violó los procedimientos constitucionales. También es verdad que los derechos de la minoría rusohablante en Crimea y en la mitad oriental de Ucrania están amenazados por los nacionalistas ucranianos que dominan el gobierno en Kiev. Sin embargo, esto no legitima el referendo realizado en Crimea, por una población no originaria y que, por consiguiente, no puede arrogarse por sí sola la representación de un "pueblo crimeo" inexistente.
Rusia fue sorprendida por el golpe de estado en Ucrania y careció de flexibilidad para negociar con Alemania una salida de compromiso. Con este golpe EE.UU. quebró todos los equilibrios geopolíticos construidos desde el siglo XVII y colocó sus fuerzas en condiciones de avanzar directamente hacia Moscú. La OTAN no puede esperar que, ante esta amenaza Rusia no reaccione. Ante el equilibrio de fuerzas militares en la región, probablemente Vladimir Putin acuda a un conjunto de medidas de desestabilización de Ucrania: el alza del precio del gas, las barreras proteccionistas contra la importación de productos agropecuarios, la sublevación de la minoría rusa en Ucrania oriental y la amenaza militar en la frontera. Pero no va a poder revertir rápidamente el corrimiento de las fronteras entre los bloques y las empresas rusas van a sentir las sanciones crediticias occidentales. Si no se llega a algún acuerdo a través de la mediación alemana, el líder ruso va a tener que abrir nuevos frentes, para distraer la presión occidental sobre sus fronteras. Uno de ellos va a ser revisar las alianzas estratégicas de las grandes empresas rusas del sector energético: Gazprom y Rossnet.
En este punto el conflicto se mundializa. La estrategia expansionistas del imperio norteamericano ha lanzado al mundo a una segunda Guerra Fría que, al igual que la primera, se va a desarrollar "candentemente" en distintos escenarios internacionales. A diferencia de la primera, en cambio, va a utilizar más preponderantemente herramientas de guerra económica, especialmente en el sector energético. No sólo por el rediseño del mapa petrolero como consecuencia del boom del petróleo y gas de esquistos, que apuntan a dar a Estados Unidos el autoabastecimiento hasta 2020, sino también por la conglomeración de corporaciones y de capitales financieros asociados que se hace necesaria por el volumen de las inversiones actuales es previsible que la nueva Guerra Fría influya en Argentina en tanto país petrolero. Habrá que seguir muy atentamente el rediseño de las alianzas internacionales en el sector y su influencia en nuestro país.
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Eduardo J. Vior