El mariscal Al Sisi pretende completar la contrarrevolución
Año 7. Edición número 306. Domingo 30 de Marzo de 2014
Mientras reprime brutalmente a los movimientos
islamistas, el régimen militar egipcio quiere legitimarse en las urnas,
pero no restaurar la antigua dictadura.
Después de condenar el lunes 24 a muerte a 529 miembros de los
Hermanos Musulmanes en un proceso que sólo duró dos días, la
proclamación el miércoles 26 de la candidatura presidencial del ministro
de Defensa Abdel Fatah Al Sisi completa la contrarrevolución iniciada
por las fuerzas armadas egipcias en julio pasado, al derrocar al
presidente electo Mohamed Morsi, pero no restaura necesariamente el
régimen de Hosni Mubarak, tumbado por la revolución popular en febrero
de 2011.
Al salir de una reunión del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa egipcio, mariscal de campo Al Sisi, anunció el pasado miércoles 26 que pasaba a retiro para presentarse como candidato en las elecciones presidenciales aún sin fecha. En su corto discurso no dio muchas precisiones, pero insistió en fortalecer el rol del Estado y asegurar la estabilidad del país. Se espera que gane las elecciones cómodamente, porque tiene una gran popularidad, y no hay alternativas.
Dieciséis mil miembros de la Hermandad Musulmana fueron encarcelados desde julio pasado y más de mil, muertos. Después de la condena del lunes pasado, un segundo proceso para más de 700 que debía realizarse el miércoles fue postergado hasta fines de abril. Hasta la Casa Blanca y la Comisión Europea criticaron la ausencia de garantías judiciales mínimas.
Además de los Hermanos Musulmanes, también los liberales y la izquierda se oponen a la prolongación de la dictadura. Miles de estudiantes de la Universidad de El Cairo protestaron el miércoles, cuando se supo que Al Sisi se candidatearía.
La experiencia de las persecuciones sufridas durante la campaña para el referendo de enero pasado en el que se aprobó la reforma constitucional de los militares alertó a los opositores de que no habrá garantías para las elecciones presidenciales. Por eso, sólo el nasserista Hamdin Sabbahi se presenta. Los demás candidatos se abstendrán, porque la nueva ley electoral sancionada hace un mes hace inapelables las decisiones de la Comisión Electoral. La propia cadena de televisión Al Jazeera trasmite anónimamente desde Egipto por la persistente detención de cuatro de sus periodistas.
De acuerdo con HA Hellyer, especialista en Egipto en el Instituto británico de Servicios Reales (RUSI, por su sigla en inglés), “la presidencia de Sisi se verá confrontada por los mismos problemas estructurales ante los que fracasaron los gobiernos anteriores, pero en peores condiciones y nadie sabe cómo piensa resolverlos. No existen razones para ser optimista”, finalizó.
Los militantes revolucionarios y activistas por los derechos humanos dicen en Egipto que la situación está peor que bajo Mubarak. La reciente recomposición del gabinete ministerial implicó la partida de los últimos liberales incorporados después del último golpe. Sin embargo, no se sabe si es un retorno al pasado o algo nuevo. De acuerdo con Michael Hanna, “lo más notable del momento actual es que nadie tiene el poder. Los militares no están tomando decisiones como corporación. Aunque Al Sisi interviene directamente en la represión –añadió–, ésta se automatizó”. En tanto, para Joshua Stacher, profesor de Política del Medio Oriente en la británica Universidad de Kent, consultado por Al Jazeera, “Sisi es el presidente del Directorio de la empresa Militares S.A., pero las decisiones las toma el Directorio”, declaró.
Los dos problemas centrales que enfrentará el próximo gobierno son la resistencia de los Hermanos Musulmanes y la crisis económica que empobrece a las mayorías. Sin embargo, más que a los Hermanos Musulmanes el mariscal teme a los prominentes de la era mubaraquiana que quieren volver del exilio. En los últimos años de Mubarak, los militares chocaron con los líderes del oficialista Partido Nacional Democrático por su enriquecimiento repentino gracias a las privatizaciones neoliberales contra las que defendieron el complejo empresario que ellos mismos dirigen. Ahora, los militares no quieren que los prófugos de la revolución vuelvan a poner en riesgo sus negocios.
Los brutales golpes contra la Hermandad Musulmana y la represión de toda protesta aseguran a Abdel Fatah al-Sisi el camino hacia la restauración de una dictadura militar con apenas una fachada de legalidad, pero la necesidad de satisfacer las demandas más elementales de la población lo obliga a alejar a los neoliberales privatizadores, disciplinar a los oficiales gerentes de empresas y a recuperar el control sobre los aparatos de seguridad. El futuro de Egipto se ve negro, pero novedoso.
Al salir de una reunión del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, el ministro de Defensa egipcio, mariscal de campo Al Sisi, anunció el pasado miércoles 26 que pasaba a retiro para presentarse como candidato en las elecciones presidenciales aún sin fecha. En su corto discurso no dio muchas precisiones, pero insistió en fortalecer el rol del Estado y asegurar la estabilidad del país. Se espera que gane las elecciones cómodamente, porque tiene una gran popularidad, y no hay alternativas.
Dieciséis mil miembros de la Hermandad Musulmana fueron encarcelados desde julio pasado y más de mil, muertos. Después de la condena del lunes pasado, un segundo proceso para más de 700 que debía realizarse el miércoles fue postergado hasta fines de abril. Hasta la Casa Blanca y la Comisión Europea criticaron la ausencia de garantías judiciales mínimas.
Además de los Hermanos Musulmanes, también los liberales y la izquierda se oponen a la prolongación de la dictadura. Miles de estudiantes de la Universidad de El Cairo protestaron el miércoles, cuando se supo que Al Sisi se candidatearía.
La experiencia de las persecuciones sufridas durante la campaña para el referendo de enero pasado en el que se aprobó la reforma constitucional de los militares alertó a los opositores de que no habrá garantías para las elecciones presidenciales. Por eso, sólo el nasserista Hamdin Sabbahi se presenta. Los demás candidatos se abstendrán, porque la nueva ley electoral sancionada hace un mes hace inapelables las decisiones de la Comisión Electoral. La propia cadena de televisión Al Jazeera trasmite anónimamente desde Egipto por la persistente detención de cuatro de sus periodistas.
De acuerdo con HA Hellyer, especialista en Egipto en el Instituto británico de Servicios Reales (RUSI, por su sigla en inglés), “la presidencia de Sisi se verá confrontada por los mismos problemas estructurales ante los que fracasaron los gobiernos anteriores, pero en peores condiciones y nadie sabe cómo piensa resolverlos. No existen razones para ser optimista”, finalizó.
Los militantes revolucionarios y activistas por los derechos humanos dicen en Egipto que la situación está peor que bajo Mubarak. La reciente recomposición del gabinete ministerial implicó la partida de los últimos liberales incorporados después del último golpe. Sin embargo, no se sabe si es un retorno al pasado o algo nuevo. De acuerdo con Michael Hanna, “lo más notable del momento actual es que nadie tiene el poder. Los militares no están tomando decisiones como corporación. Aunque Al Sisi interviene directamente en la represión –añadió–, ésta se automatizó”. En tanto, para Joshua Stacher, profesor de Política del Medio Oriente en la británica Universidad de Kent, consultado por Al Jazeera, “Sisi es el presidente del Directorio de la empresa Militares S.A., pero las decisiones las toma el Directorio”, declaró.
Los dos problemas centrales que enfrentará el próximo gobierno son la resistencia de los Hermanos Musulmanes y la crisis económica que empobrece a las mayorías. Sin embargo, más que a los Hermanos Musulmanes el mariscal teme a los prominentes de la era mubaraquiana que quieren volver del exilio. En los últimos años de Mubarak, los militares chocaron con los líderes del oficialista Partido Nacional Democrático por su enriquecimiento repentino gracias a las privatizaciones neoliberales contra las que defendieron el complejo empresario que ellos mismos dirigen. Ahora, los militares no quieren que los prófugos de la revolución vuelvan a poner en riesgo sus negocios.
Los brutales golpes contra la Hermandad Musulmana y la represión de toda protesta aseguran a Abdel Fatah al-Sisi el camino hacia la restauración de una dictadura militar con apenas una fachada de legalidad, pero la necesidad de satisfacer las demandas más elementales de la población lo obliga a alejar a los neoliberales privatizadores, disciplinar a los oficiales gerentes de empresas y a recuperar el control sobre los aparatos de seguridad. El futuro de Egipto se ve negro, pero novedoso.
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Eduardo J. Vior