El miedo paraliza a los escoceses
Año 7. Edición número 303. Domingo 09 de Marzo de 2014
Cuando la campaña para el referendo del 18 de setiembre próximo sobre
la eventual independencia de Escocia de Gran Bretaña comienza a
calentarse, los partidos predominantes, la Royal Dutch Shell y los
grupos financieros aumentan su presión para infundir a los votantes
escoceses el miedo a perder la libra esterlina. Al contrario, el primer
ministro escocés Alex Salmond, del nacionalista SNP (Partido Nacional
Escocés, por su sigla en inglés), se esfuerza todavía sin éxito por
demostrar que la unión monetaria con Londres y la pertenencia a la Unión
Europea (UE) son posibles para una Escocia independiente.
El lunes pasado se difundió un nuevo sondeo de opinión realizado por la empresa Ipsos y el King College de Londres para la TV pública escocesa que reveló que la diferencia de votos a favor del “no” a la independencia aumentó en un dos por ciento respecto a diciembre pasado: un 57% sigue rechazando la independencia, pero sólo el 32% la favorece. Los nacionalistas esperaban que las declaraciones del Secretario del Tesoro británico, George Osborne, hace tres semanas, anunciando que si Escocia se separa perderá la libra esterlina, provocarían el rechazo del electorado, pero la investigación realizada a ambos lados de la frontera demuestra que los escoceses temen las consecuencias económicas de la ruptura. El 52% de ellos cree que la victoria del “sí” debilitaría la moneda común, comparado con el 32% de los votantes ingleses y galeses. Gran parte de los escoceses (49%) piensa que la independencia reduciría los fondos públicos disponibles, temor compartido en Inglaterra y Gales por sólo el 24%. Para un país envejecido y muy dependiente de las exportaciones de petróleo, gas y pesca como Escocia, se trata de una cuestión central. En cambio es pareja la proporción de quienes creen que la independencia afectará negativamente la economía escocesa: el 52% en Escocia y el 53% en Inglaterra y Gales. El 51% de los escoceses contra el 40% de los ingleses y galeses cree que la independencia de Escocia dañaría el lugar de la economía británica en el mundo.
El referendo sobre la independencia de Escocia fue acordado entre Londres y Edinburgh en 2011, votado por el parlamento escocés en noviembre pasado y aprobado por la Reina en diciembre. La pregunta que se hará, acordada por todas las partes y aceptada por la Justicia electoral, reza “¿debe Escocia ser un país independiente?” Los principales temas de controversia son la fortaleza económica del país, la defensa (en su costa occidental están las bases de submarinos atómicos británicos), la redefinición de sus relaciones con las restantes partes de Gran Bretaña y la pertenencia de Escocia a organizaciones supranacionales, en particular a la Unión Europea y la OTAN.
Ya en marzo del año pasado, el gobierno de Edinburgh anunció que el referendo se realizará el 18 de septiembre próximo. Algunos comentaristas recordaron que este año se cumplen 600 años de la batalla de Bannockburn en la que Escocia afirmó su independencia contra Inglaterra. También se realizarán allí los juegos de verano de la Commonwealth y la Copa Ryder de golf. El propio Salmond reconoce que estos eventos crearán un clima especial para la votación. En caso de independencia, el SNP pretende seguir admitiendo a la reina Isabel II como soberana y permanecer en la Comunidad Británica de Naciones.
El lunes pasado se difundió un nuevo sondeo de opinión realizado por la empresa Ipsos y el King College de Londres para la TV pública escocesa que reveló que la diferencia de votos a favor del “no” a la independencia aumentó en un dos por ciento respecto a diciembre pasado: un 57% sigue rechazando la independencia, pero sólo el 32% la favorece. Los nacionalistas esperaban que las declaraciones del Secretario del Tesoro británico, George Osborne, hace tres semanas, anunciando que si Escocia se separa perderá la libra esterlina, provocarían el rechazo del electorado, pero la investigación realizada a ambos lados de la frontera demuestra que los escoceses temen las consecuencias económicas de la ruptura. El 52% de ellos cree que la victoria del “sí” debilitaría la moneda común, comparado con el 32% de los votantes ingleses y galeses. Gran parte de los escoceses (49%) piensa que la independencia reduciría los fondos públicos disponibles, temor compartido en Inglaterra y Gales por sólo el 24%. Para un país envejecido y muy dependiente de las exportaciones de petróleo, gas y pesca como Escocia, se trata de una cuestión central. En cambio es pareja la proporción de quienes creen que la independencia afectará negativamente la economía escocesa: el 52% en Escocia y el 53% en Inglaterra y Gales. El 51% de los escoceses contra el 40% de los ingleses y galeses cree que la independencia de Escocia dañaría el lugar de la economía británica en el mundo.
El referendo sobre la independencia de Escocia fue acordado entre Londres y Edinburgh en 2011, votado por el parlamento escocés en noviembre pasado y aprobado por la Reina en diciembre. La pregunta que se hará, acordada por todas las partes y aceptada por la Justicia electoral, reza “¿debe Escocia ser un país independiente?” Los principales temas de controversia son la fortaleza económica del país, la defensa (en su costa occidental están las bases de submarinos atómicos británicos), la redefinición de sus relaciones con las restantes partes de Gran Bretaña y la pertenencia de Escocia a organizaciones supranacionales, en particular a la Unión Europea y la OTAN.
Ya en marzo del año pasado, el gobierno de Edinburgh anunció que el referendo se realizará el 18 de septiembre próximo. Algunos comentaristas recordaron que este año se cumplen 600 años de la batalla de Bannockburn en la que Escocia afirmó su independencia contra Inglaterra. También se realizarán allí los juegos de verano de la Commonwealth y la Copa Ryder de golf. El propio Salmond reconoce que estos eventos crearán un clima especial para la votación. En caso de independencia, el SNP pretende seguir admitiendo a la reina Isabel II como soberana y permanecer en la Comunidad Británica de Naciones.
De la economía se trata. De acuerdo a la fórmula aplicada en
el Reino Unido para la distribución regional del gasto público (“la
formula Barnett”), los escoceses reciben más recursos estatales que las
demás regiones del reino, pero, si se calculan los ingresos por el
petróleo del Mar del Norte, Escocia también tiene ingresos impositivos
per cápita superiores al resto. El Instituto de Estudios Fiscales de
Londres (IFS por su nombre en inglés) calculó en noviembre de 2012 que,
repartiéndose los ingresos petroleros, Escocia más que cubriría su gasto
público, pero advirtió contra la volatilidad de los precios del
petróleo.
Escocia tiene actualmente menos desempleados y deuda pública (como parte del PNB) que el resto de Gran Bretaña y recibió en 2013 más inversiones directas que las otras regiones.
Mientras tanto, Ben van Beurden, presidente de la Royal Dutch Shell, se manifestó el miércoles pasado contra la independencia. Según él, un voto positivo en septiembre introduciría una gran incertidumbre en la industria petrolera del Mar del Norte. Por la misma razón también pidió que los británicos voten a favor de permanecer en la UE en el referendo convocado para 2017.
Por su parte, el grupo bancario Lloyds declaró el miércoles 5 que un voto por la independencia tendría “impactos materiales” sobre los créditos, los impuestos y los procedimientos bancarios. Sus reparos apuntan en la misma dirección que los formulados el mes pasado por los grupos financieros RBS y Standard Life. Directivos de Lloyd dejaron traslucir que, si Escocia se independiza, el grupo debería trasladar su sede central de Edinburgh a Londres siguiendo una directiva de la UE según la cual, bancos y compañías de seguros deben tener su domicilio legal y su sede central en el mismo país. Obviamente los partidos opositores en el parlamento escocés aprovechan estas manifestaciones para asustar a los empleados y funcionarios de dichas empresas.
A su vez, el IFS advirtió el jueves que el gobierno regional sobrestimó en su Libro Blanco de noviembre pasado en el 50% los ingresos petroleros que Escocia podría recibir después de la independencia, debiendo pedir prestado cerca del tres por ciento de su PBI, para solventar sus gastos.
Por el contrario, según el Profesor Charlie Jeffery, director de la academia de gobierno de la Universidad de Edinburgh, la unión monetaria entre Escocia y Gran Bretaña “es perfectamente factible”. Según él, la amenaza de George Osborne de vetar la unión monetaria tiene el motivo político de derrotar a Salmond y no argumentos económicos. Jeffery también rechazó la amenaza del Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, quien dijo que Escocia quedaría fuera de la UE, si se independiza. Para el experto escocés “las opiniones personales del funcionario europeo son irrelevantes, en tanto pronto dejará de ser presidente de la Comisión”.
Por su parte, Nigel Stein, presidente de la firma de ingeniería GKN, declaró ante industriales reunidos en Londres que la independencia no afectaría los negocios de su empresa, pero que, si el Reino Unido abandonara la UE en 2017, “sería catastrófico”.
En tanto, Crawford Beveridge, presidente de la comisión fiscal instalada por el gobierno escocés para preparar la unión monetaria después de la eventual independencia, señaló el miércoles que ninguno de los cuatro miembros del grupo (que incluye a los premios Nobel de Economía Jim Mirrlees y Joseph Stiglitz) creyó “ni siquiera por un minuto” que la amenaza del Secretario del Tesoro de vetar la unión monetaria fuera seria. En consecuencia, no considera necesario pensar en un plan B. Crawford Beveridge cree que el gobierno de Londres deberá avenirse a negociar la unión monetaria, si en septiembre triunfa el sí. La postura del experto y ex ejecutivo de Sun Electronics se dirige a fortalecer el intento de Alex Salmond para obligar a sus contendientes a comprometer una negociación sobre la moneda común. Éstos, a su vez, quieren llevar a los nacionalistas a reconocer la necesidad de una alternativa. En una reciente columna en el New York Times, también Paul Krugman rechazó la idea de la unión monetaria.
Las corridas cambiarias que países emergentes con sólidos parámetros macroeconómicos sufrieron en todo el mundo en enero pasado, demuestran que la estabilidad monetaria y cambiaria depende en buena medida de la confianza de la población (especialmente de los grupos con ahorros bancarios), que puede ser conducida o manipulada a través de los medios. A pesar de los sólidos argumentos de los nacionalistas contra las limitadas facultades que los acuerdos de “devolución” desde 1998 dejan al parlamento escocés, para revertir el subdesarrollo relativo del país, el envejecimiento de la población y el despoblamiento, el gobierno de David Cameron ha logrado instalar en la agenda preelectoral una falsa discusión monetaria para asustar a las clases medias urbanas. Alex Salmond va a necesitar fuertes apoyos internacionales, si quiere tranquilizar a los electores y que Escocia no desperdicie esta oportunidad histórica de corregir la barbarie originaria del colonialismo moderno.
Escocia tiene actualmente menos desempleados y deuda pública (como parte del PNB) que el resto de Gran Bretaña y recibió en 2013 más inversiones directas que las otras regiones.
Mientras tanto, Ben van Beurden, presidente de la Royal Dutch Shell, se manifestó el miércoles pasado contra la independencia. Según él, un voto positivo en septiembre introduciría una gran incertidumbre en la industria petrolera del Mar del Norte. Por la misma razón también pidió que los británicos voten a favor de permanecer en la UE en el referendo convocado para 2017.
Por su parte, el grupo bancario Lloyds declaró el miércoles 5 que un voto por la independencia tendría “impactos materiales” sobre los créditos, los impuestos y los procedimientos bancarios. Sus reparos apuntan en la misma dirección que los formulados el mes pasado por los grupos financieros RBS y Standard Life. Directivos de Lloyd dejaron traslucir que, si Escocia se independiza, el grupo debería trasladar su sede central de Edinburgh a Londres siguiendo una directiva de la UE según la cual, bancos y compañías de seguros deben tener su domicilio legal y su sede central en el mismo país. Obviamente los partidos opositores en el parlamento escocés aprovechan estas manifestaciones para asustar a los empleados y funcionarios de dichas empresas.
A su vez, el IFS advirtió el jueves que el gobierno regional sobrestimó en su Libro Blanco de noviembre pasado en el 50% los ingresos petroleros que Escocia podría recibir después de la independencia, debiendo pedir prestado cerca del tres por ciento de su PBI, para solventar sus gastos.
Por el contrario, según el Profesor Charlie Jeffery, director de la academia de gobierno de la Universidad de Edinburgh, la unión monetaria entre Escocia y Gran Bretaña “es perfectamente factible”. Según él, la amenaza de George Osborne de vetar la unión monetaria tiene el motivo político de derrotar a Salmond y no argumentos económicos. Jeffery también rechazó la amenaza del Presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, quien dijo que Escocia quedaría fuera de la UE, si se independiza. Para el experto escocés “las opiniones personales del funcionario europeo son irrelevantes, en tanto pronto dejará de ser presidente de la Comisión”.
Por su parte, Nigel Stein, presidente de la firma de ingeniería GKN, declaró ante industriales reunidos en Londres que la independencia no afectaría los negocios de su empresa, pero que, si el Reino Unido abandonara la UE en 2017, “sería catastrófico”.
En tanto, Crawford Beveridge, presidente de la comisión fiscal instalada por el gobierno escocés para preparar la unión monetaria después de la eventual independencia, señaló el miércoles que ninguno de los cuatro miembros del grupo (que incluye a los premios Nobel de Economía Jim Mirrlees y Joseph Stiglitz) creyó “ni siquiera por un minuto” que la amenaza del Secretario del Tesoro de vetar la unión monetaria fuera seria. En consecuencia, no considera necesario pensar en un plan B. Crawford Beveridge cree que el gobierno de Londres deberá avenirse a negociar la unión monetaria, si en septiembre triunfa el sí. La postura del experto y ex ejecutivo de Sun Electronics se dirige a fortalecer el intento de Alex Salmond para obligar a sus contendientes a comprometer una negociación sobre la moneda común. Éstos, a su vez, quieren llevar a los nacionalistas a reconocer la necesidad de una alternativa. En una reciente columna en el New York Times, también Paul Krugman rechazó la idea de la unión monetaria.
Las corridas cambiarias que países emergentes con sólidos parámetros macroeconómicos sufrieron en todo el mundo en enero pasado, demuestran que la estabilidad monetaria y cambiaria depende en buena medida de la confianza de la población (especialmente de los grupos con ahorros bancarios), que puede ser conducida o manipulada a través de los medios. A pesar de los sólidos argumentos de los nacionalistas contra las limitadas facultades que los acuerdos de “devolución” desde 1998 dejan al parlamento escocés, para revertir el subdesarrollo relativo del país, el envejecimiento de la población y el despoblamiento, el gobierno de David Cameron ha logrado instalar en la agenda preelectoral una falsa discusión monetaria para asustar a las clases medias urbanas. Alex Salmond va a necesitar fuertes apoyos internacionales, si quiere tranquilizar a los electores y que Escocia no desperdicie esta oportunidad histórica de corregir la barbarie originaria del colonialismo moderno.
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Eduardo J. Vior