Un modelo mental persistente
Cuando se produjo el derrocamiento del presidente João Goulart, que comenzó el 31 de marzo de 1964, pareció que se trataba de una restauración conservadora más.
Los
ministros de Planeamiento, Roberto Campos, y de Finanzas, Otávio
Bulhões, del gobierno de Humberto Castelo Branco (1964-67) quisieron
destruir las bases sociales del laborismo, pero la conjunción de
Doctrina de Seguridad Nacional, geoestrategia expansionista e
industrialización sustitutiva de exportaciones que al final se impuso,
produjo un resultado contradictorio: un país riquísimo con una inmensa
masa de pobres y desamparados. Más determinante es empero la argamasa
mental de sumisión y violencia que lo mantiene unido.
Como confesó Roberto de Oliveira Campos a este autor en 1985,
Brasil no tenía en 1964 serios problemas económicos. Su problema era –me
dijo– el populismo que, como se sabe, "lleva al comunismo". Su base
eran los sindicatos de masas favorecidos por la gran concentración de
trabajadores en la industria sustitutiva de importaciones surgida en las
tres décadas anteriores. Entonces –continuó– se trataba de destruir
esta industria de bienes de consumo, para disminuir la concentración de
trabajadores, debilitar a los sindicatos, destruir el populismo
laborista y evitar el comunismo.
Para aplicar esta simple ecuación, hasta 1967 se implementó un plan
de estabilización monetaria, se abrió el mercado a las importaciones,
se bajaron los salarios y se liberó la especulación financiera, mientras
se edificaba la Rede Globo como monopolio audiovisual. En un país con
un altísimo analfabetismo, la televisión fue el instrumento privilegiado
de reproducción del pensamiento autoritario. A la par de las
persecuciones, la censura, las prohibiciones de organizaciones políticas
y sindicales, el gobierno de Castelo Branco tuvo éxito en destruir el
laborismo, pero abrió la puerta a dos enemigos: la radicalización de la
izquierda y la revuelta nacionalista en el Ejército y la Aeronáutica.
Los gobiernos de Costa e Silva (1967-68) y Garrastazu Médici
(1969-74) que lo siguieron dieron cuenta de ambas rebeliones aplicando
el terrorismo de Estado, con megaproyectos de infraestructura (la
represa de Itaipú, el puente Rio-Niteroi y la carretera transamazónica),
y subsidiando la sustitución de exportaciones. Antônio Delfim Neto (hoy
oficialista de Dilma) fue el ministro de Hacienda de ambos gobiernos y
nuevamente entre 1979 y 1985 organizó el crecimiento concentrado,
defendió las empresas estatales, contrajo las deudas externas con las
que se financiaron los megaproyectos y expandió el consumo sin
precedentes hasta la crisis petrolera de 1973.
En ese momento se inicia la reforma del Estado brasileño que
continuará en el gobierno de Ernesto Geisel (1974-78) desdoblando el
aparato estatal en un núcleo central (Presidencia, Relaciones
Exteriores, Defensa, Planeamiento, Economía y Hacienda) con gran
eficiencia y orientado al cumplimiento de metas estratégicas (1° Plan
Nacional de Desarrollo 1972-74), y el resto, que se mantiene como coto
de caza para los aliados locales y corporativos de la dictadura. Las
reformas neoliberales de los años 90 no alteraron esta dicotomía.
Entre tanto, la ley universitaria de 1968, aún vigente, orientó las
universidades federales según el modelo norteamericano, instauró un
sistema altamente competitivo, los exámenes de ingreso, la dependencia
de las universidades del Ministerio de Educación y un sistema de carrera
académica que valora la cantidad sobre la calidad de la producción. De
este modo las universidades fueron colocadas bajo la dependencia de las
grandes empresas y se incentivó el desarrollo del sistema privado. Por
otra parte, como no se atendió el sistema escolar público, se produjo la
paradoja, aún subsistente, de que sólo los alumnos de las mejores
escuelas privadas aprueban el ingreso a las buenas universidades
públicas, en tanto los egresados de las malas escuelas públicas deben ir
a las universidades privadas.
Junto a los medios y a la educación, el tercer instrumento de
disciplinamiento y continuidad de la dictadura fue la justicia. Si bien
la Orden de Abogados de Brasil (OAB, representación corporativa de la
categoría) se manifestó tempranamente contra las violaciones de los
derechos civiles y políticos, la mayoría de la magistratura se alineó
con el régimen, aceptó la limitación de sus poderes y convalidó
decisiones como el Acta Institucional N° 5 de 1968, que destruyeron los
restos de la democracia brasileña. Todavía hoy muchos fallos que
entonces dio el Supremo Tribunal Federal mantienen su validez.
Bajo el asesoramiento de Golbery do Couto e Silva, el gobierno de
Geisel (1974-79) y el de João Batista Figueiredo (1979-85) impulsaron
una democratización consensuada con las fuerzas tradicionales que tuvo
su gran hito en la Ley de Amnistía de 1979, que liberó a los presos
políticos y acabó con la represión más violenta, pero eximió de todo
cargo a los represores.
En condiciones de crisis del sector externo por los dos shocks
petroleros (1973 y 1979), a partir de 1981 estalló una crisis económica
que obligó a Brasil a someterse al FMI y redujo el margen de maniobra
del gobierno frente a la oposición. No obstante, en 1984 aún pudo
resistir la masiva campaña por las elecciones presidenciales directas e
imponer en el Congreso una fórmula consensuada entre el liberal Tancredo
Neves y el hasta hacía poco jefe del partido oficialista José Sarney,
con tanta fortuna que Neves murió en marzo de 1985 antes de asumir y el
presidente de la transición a la democracia (y uno de sus guardianes
hasta hoy) fue quien lideraba el partido de la dictadura.
No obstante la crisis, de 1974 a 1979, se implementó el 2° Plan
Nacional de Desarrollo que, si bien fracasó en su objetivo de alcanzar
la autonomía tecnológica y la producción de bienes de capital que
permitiera crecer a la industria sin depender de las importaciones, tuvo
el efecto concomitante de incorporar a centenares de intelectuales y
profesionales de izquierda a la maquinaria estatal. De este modo se
superaron "los años de plomo", en tanto se aseguraba la complicidad de
los opositores con el modelo implementado. También la Rede Globo empleó a
numerosos izquierdistas impedidos por la censura de trabajar en otros
medios, quienes le aseguraron el "boom" de las telenovelas y excelentes
noticieros. Al mismo tiempo la expansión del cultivo de caña de azúcar
para la producción de biocombustibles permitió una alta concentración de
la propiedad territorial.
La dictadura brasileña instaló entre 1964 y 1985 un modelo
económico-social de crecimiento concentrado orientado hacia afuera que
fracturó el país regional y socialmente, pero su mayor éxito fue el
consenso que construyó en gran parte de las clases medias, aunque fueran
opositoras, y el terror perdurable en los sectores populares mediante
la represión directa y la militarización de las policías. La
verticalidad del sistema, el autoritarismo, los usos palaciegos, la
falta de debate social y el racismo extendido son inherentes al modelo
mental más exitoso de América del Sur.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Estimad@s lector@s:
Este es un blog moderado. Sus comentarios serán evaluados antes de la publicación, para evitar spam.
Agradezco su atención.
Eduardo J. Vior