domingo, 22 de junio de 2014

El Este de Europa está entre la democracia y la guerra

Putin cocina a fuego lento al chocolatero ucraniano

Año 7. Edición número 318. Domingo 22 de Junio de 2014
Sin autoridad y tentado de evadir los compromisos que hizo con el presidente ruso, el jefe de Estado Petro Poroshenko pierde credibilidad en el inicio de su mandato.

Hoy una promesa, mañana una traición”, cantaba Carlos Gardel. Fiel a este principio el “Rey del chocolate” devenido presidente de Ucrania desde el pasado 7 de junio negocia con Rusia y acto seguido se desdice con maniobras de jugador aficionado. Profesional experimentado, Vladimir Putin lo despluma de a poco mostrándolo como un incapaz epígono de las políticas del oligarca Viktor Yushenko (2005-10). Su falta de autoridad y credibilidad anuncia el próximo colapso de su gobierno.
Después de una dura conversación telefónica con el presidente ruso a última hora del martes 17 el presidente ucraniano Petr Poroshenko anunció el miércoles un “plan de paz” para el este del país que incluía un cese del fuego unilateral y una amnistía. El documento de 14 puntos preveía el perdón para los autonomistas que depusieran las armas y un control estricto de las fronteras con Rusia. Sin embargo, excluía de la amnistía a quienes “hayan cometido crímenes de sangre” y no retiraba las tropas y milicias represoras. Según su ministro de Defensa Mijailo Koval, el alto el fuego se efectivizaría “en los próximos días”.
Putin también reclamó a Poroshenko que esclarezca las muertes por disparos de morteros de dos periodistas de la televisión estatal rusa en las afueras de Luhansk el pasado domingo.
En tanto, el ministro ruso de Relaciones Exteriores Sergei Lavrov advirtió el miércoles que “Rusia espera que las autoridades ucranianas decreten el cese del fuego permanente en las regiones surorientales. Si el alto el fuego unilateral sólo va a durar un corto tiempo para que los milicianos dejen las armas, añadió, y funcionarios ucranianos los metan presos o los expulsen del país, se trata de una limpieza étnica”. Ya el lunes 16 Poroshenko había subordinado el alto el fuego al control de la frontera. Moscú, en cambio, exige el fin de las operaciones punitivas de Kiev en el este como condición para un cese de hostilidades.
Las operaciones represivas en el este del país, el corte del suministro de gas a Ucrania por falta de pago la semana pasada y un atentado contra uno de los gasoductos que llevan el fluido hacia Europa Occidental agudizaron la tensión entre ambos países. Por su parte, el Comité Federal de Investigaciones de Rusia acusó el miércoles al ministro del Interior ucraniano, Arsen Avakov, y al gobernador de la región de Dniepropetrovsk, Ihor Kolomoisky, de cometer asesinatos y secuestros y de usar métodos de guerra ilegales en el este.
Entre tanto, mientras que la Fiscalía General ucraniana informó que 181 personas han muerto hasta ahora por la represión, el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en un informe que Rusia tildó de “unilateral” eleva la cifra a 350.
Los autonomistas ya rechazaron la tregua. Mijail Verin, comandante del Ejército Ruso Ortodoxo, uno de los más poderosos del Donetsk, acusó a Poroshenko de querer ganar tiempo, para reposicionar sus fuerzas para nuevos ataques. A su vez, Alexander Jodakovsky, comandante del Batallón Vostok (la milicia más grande), denunció que el ejército ucraniano ya violó el miércoles un cese del fuego temporario acordado sólo un día antes. Para él, Poroshenko “no controla a las fuerzas involucradas en la operación antiterrorista” ni quiere la paz.
Si el cese del fuego fuera verdad, dice el comandante cosaco Roman Ivlev, las fuerzas ucranianas se habrían retirado de Donetsk y Lugansk. “Después de lo que sucedió en Odesa, Ucrania murió”, agregó, refiriéndose al incendio en aquel puerto en el que fueron asesinados en marzo 48 manifestantes prorrusos.
Mientras tanto, los mineros de la Cuenca del Don amenazaron con tomar las armas si el ejército ucraniano no se retiraba de la región hasta el fin de la semana.
Tensando la cuerda, el presidente Poroshenko prohibió también el miércoles la cooperación de las fábricas ucranianas de armas con Rusia. La decisión afectará gravemente a la propia economía ucraniana y costará decenas de miles de puestos de trabajo, porque ambas industrias son complementarias y por su extrema especialización las empresas del sector no pueden sustituir a sus clientes rusos por otros occidentales.
Entre tanto, el presidente ucraniano designó el miércoles a Irina Guerashenko como “Comisionada para la resolución pacífica del conflicto en las regiones del Donetsk y Lugansk”. Guerashenko sirvió entre 2005 y 2006 como vocera del entonces presidente Viktor Yushenko, cuando éste desató un conflicto con Rusia que le costó obtener sólo el 5,5% de los votos al querer reelegirse en 2010. También el ministro del Interior, Arsen Avakov, y el jefe del Servicio de Seguridad, Valentin Nalivaichenko, responsables por la represión en el este, se formaron bajo Yushenko. Guerashenko pertenece al partido conservador Udar (“el golpe”), del ex campeón mundial de boxeo Valery Klitchko.
Estos antiguos funcionarios de Yushenko están promoviendo la guerra en el este y el fin de la cooperación con la industria de defensa rusa. Según el politólogo ucraniano Mijail Pogrebinsky, “no sólo hay ex miembros del gobierno de Yushenko en el partido neonazi Svoboda, que tiene cuatro ministros, sino también en el Partido Patriótico (Batkivshina) de la ex oponente de Yushenko, Iulia Timoshenko, que tiene la mayoría de los ministerios”. Para el investigador, Batkivshina y Udar son más xenófobos que los neonazis “oficiales”. La rusofobia dominante en el gobierno ucraniano puede ser letal para el país, porque su economía productiva necesita la complementación con su vecino y socio de siglos. Todo intento de independencia de Rusia que no se apoye en un movimiento democrático y niegue el carácter pluriétnico de Ucrania la convertirá en rehén de las mafias y conducirá a la dictadura y la fragmentación. Petr Poro­shenko tendrá pronto que decidir entre depender de los secuaces del ex presidente Yu­shenko y cumplir sus compromisos con Putin, si pretende durar en el gobierno.

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Eduardo J. Vior