28 de Diciembre de 2014
Medio Oriente
Estado Islámico, el hecho político terrorista del año
El grupo fundamentalista sunita logró voz de mando en una superficie, entre Irak y Siria, donde viven ocho millones de personas. Planean ampliar su dominio en 2015.
Propaganda. El Isis se dio a conocer al mundo con la decapitación de periodistas.
Después
de un siglo de dominio británico sobre India, en 1857, 200 mil soldados
cipayos se alzaron contra sus amos británicos pidiendo respeto y
consideración. Fueron derrotados y horrorosamente masacrados por las
tropas imperiales.
Actualmente, el llamado Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), hoy simplemente Estado Islámico (EI), nació en 2005 contra la ocupación norteamericana en Irak y creció sostenido desde la península arábiga. Después de la destrucción de Al Qaeda en la Mesopotamia en 2007, el EIIL se reorganizó bajo la conducción de Abu-Bakr al Baghdadi.
Cuando comenzaron las protestas en el mundo árabe a principios de 2011, en pocos meses EE.UU. y sus aliados cooptaron, controlaron o reprimieron los levantamientos. Como en la época de Bush/Cheney el objetivo era sitiar a Rusia y aislar a Irán, pero a Barack Obama le falló el cálculo en Siria. Al finalizar la ocupación norteamericana en 2011, la política sectaria del gobierno iraquí del chií Nuri al Maliki (2006-2014) alienó a la dirigencia sunita que rápidamente se alió con los takfiritas (musulmanes que atacan a otros musulmanes).
Ese mismo año EE.UU. y sus aliados convirtieron las protestas contra el gobierno sirio en una rebelión que desde 2012 fue conducida por organizaciones islamistas como el Frente al Nusra (“Frente de la Victoria”), integrado a Al Qaeda y conducido por Abu Mohammad al-Julani. Durante un año éste combatió bajo el mando de Al-Baghdadi, pero como en abril de 2013 el iraquí quiso fusionar ambas organizaciones desobedeciendo al jefe de al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, Al-Julani rompió las relaciones entre ambos.
Al desistir Obama en agosto de 2013 de bombardear Siria para castigar el supuesto uso de armas químicas contra la población civil, incitó a los bandos en pugna a convertir la guerra civil en un conflicto confesional y étnico de la coalición chií de Irán con el gobierno iraquí, Asad y la libanesa Hezbolá contra el EIIL y otras facciones, con sus apoyos turcos y árabes. Rusia y China apoyan al primer partido. Estados Unidos, en cambio, sólo sostiene tibiamente al gobierno de Bagdad y a los rebeldes laicos en Siria.
Tanto Damasco como el EIIL aplicaron adecuadas estrategias militares. Mientras que la coalición chií controla el eje norte-sur de Siria y el área de Damasco, el EIIL tomaba en enero pasado Faluya, al oeste de Bagdad, y alzaba a los nómades del desierto sirio-iraquí. Fortalecidos por los miles de voluntarios que fluyen de todo el mundo, a caballo de las fronteras, dominando las carreteras que desde Turquía conducen hasta el corazón de Irak, los takfiritas se desplazan largas distancias y golpean por sorpresa.
La ofensiva de junio pasado estuvo magníficamente preparada y auxiliada –según un posterior informe de Reuters– por el sabotaje del alto mando iraquí que entregó Mosul sin lucha, para debilitar al primer ministro Al- Maliki. Disuelta la mitad del ejército iraquí, todo el centro sunita de Irak cayó en manos de los insurgentes, que avanzaron hasta cien kilómetros de Bagdad y ocuparon la totalidad de la occidental provincia de Anbar. El 29 de junio proclamaron el Califato y a Al- Baghdadi como Ibrahim, emir de los creyentes.
La conducción del “Califato” está dividida en tres: a Ibrahim reportan Abu Muslim al-Turkmani y Abu Alí al-Anbari, ex generales de Saddam Hussein. El primero tiene a cargo el territorio del EI en el norte de Irak y siete gobernadores. El segundo, en tanto, maneja los territorios ocupados en Siria y manda sobre cinco gobernadores. Este triunvirato gobierna a ocho millones de personas apoyado por nueve consejos que funcionan como ministerios.
A medida que EI conquistaba territorios empezó a autofinanciarse con el petróleo extraído en las zonas controladas, el dinero robado de los bancos asaltados, el contrabando y el tráfico de esclavas. Sus armas provienen de los ejércitos sirios e iraquíes y del contrabando por Turquía. En los territorios ocupados impuso literal y brutalmente la ley islámica (sharia).
Según el anciano periodista alemán Jürgen Todenhöfer, que en diciembre pasado visitó los campamentos de EI con su autorización, éste se sostiene en el entusiasmo de voluntarios que llegan de todo el mundo. El llamado Califato pretende remedar los inicios del Islam dejando vivos solamente a los sunitas estrictos, cristianos y judíos y aniquilando al resto de la humanidad.
Desde que en agosto pasado EE.UU. comenzó a bombardear al EI en Irak y Siria, las fuerzas que lo resisten recuperaron algo de terreno o mantuvieron sus posiciones, pero los cerca de 40.000 milicianos no podrán ser derrotados sin el apoyo de los jefes sunitas.
Como sus antepasados cipayos, los mercenarios y ex aliados que auxiliaron a Washington durante los últimos 35 años también se sienten desmerecidos. Por ese motivo, eI Estado Islámico apuesta a ampliar la guerra para involucrar a todas las grandes potencias mundiales y regionales y acumular un poder que obligue a Occidente a dialogar. Es la lógica de la prepotencia que aprendieron del imperio y ahora usan. No conocen otra.
Actualmente, el llamado Estado Islámico en Irak y el Levante (EIIL), hoy simplemente Estado Islámico (EI), nació en 2005 contra la ocupación norteamericana en Irak y creció sostenido desde la península arábiga. Después de la destrucción de Al Qaeda en la Mesopotamia en 2007, el EIIL se reorganizó bajo la conducción de Abu-Bakr al Baghdadi.
Cuando comenzaron las protestas en el mundo árabe a principios de 2011, en pocos meses EE.UU. y sus aliados cooptaron, controlaron o reprimieron los levantamientos. Como en la época de Bush/Cheney el objetivo era sitiar a Rusia y aislar a Irán, pero a Barack Obama le falló el cálculo en Siria. Al finalizar la ocupación norteamericana en 2011, la política sectaria del gobierno iraquí del chií Nuri al Maliki (2006-2014) alienó a la dirigencia sunita que rápidamente se alió con los takfiritas (musulmanes que atacan a otros musulmanes).
Ese mismo año EE.UU. y sus aliados convirtieron las protestas contra el gobierno sirio en una rebelión que desde 2012 fue conducida por organizaciones islamistas como el Frente al Nusra (“Frente de la Victoria”), integrado a Al Qaeda y conducido por Abu Mohammad al-Julani. Durante un año éste combatió bajo el mando de Al-Baghdadi, pero como en abril de 2013 el iraquí quiso fusionar ambas organizaciones desobedeciendo al jefe de al Qaeda, Ayman al-Zawahiri, Al-Julani rompió las relaciones entre ambos.
Al desistir Obama en agosto de 2013 de bombardear Siria para castigar el supuesto uso de armas químicas contra la población civil, incitó a los bandos en pugna a convertir la guerra civil en un conflicto confesional y étnico de la coalición chií de Irán con el gobierno iraquí, Asad y la libanesa Hezbolá contra el EIIL y otras facciones, con sus apoyos turcos y árabes. Rusia y China apoyan al primer partido. Estados Unidos, en cambio, sólo sostiene tibiamente al gobierno de Bagdad y a los rebeldes laicos en Siria.
Tanto Damasco como el EIIL aplicaron adecuadas estrategias militares. Mientras que la coalición chií controla el eje norte-sur de Siria y el área de Damasco, el EIIL tomaba en enero pasado Faluya, al oeste de Bagdad, y alzaba a los nómades del desierto sirio-iraquí. Fortalecidos por los miles de voluntarios que fluyen de todo el mundo, a caballo de las fronteras, dominando las carreteras que desde Turquía conducen hasta el corazón de Irak, los takfiritas se desplazan largas distancias y golpean por sorpresa.
La ofensiva de junio pasado estuvo magníficamente preparada y auxiliada –según un posterior informe de Reuters– por el sabotaje del alto mando iraquí que entregó Mosul sin lucha, para debilitar al primer ministro Al- Maliki. Disuelta la mitad del ejército iraquí, todo el centro sunita de Irak cayó en manos de los insurgentes, que avanzaron hasta cien kilómetros de Bagdad y ocuparon la totalidad de la occidental provincia de Anbar. El 29 de junio proclamaron el Califato y a Al- Baghdadi como Ibrahim, emir de los creyentes.
La conducción del “Califato” está dividida en tres: a Ibrahim reportan Abu Muslim al-Turkmani y Abu Alí al-Anbari, ex generales de Saddam Hussein. El primero tiene a cargo el territorio del EI en el norte de Irak y siete gobernadores. El segundo, en tanto, maneja los territorios ocupados en Siria y manda sobre cinco gobernadores. Este triunvirato gobierna a ocho millones de personas apoyado por nueve consejos que funcionan como ministerios.
A medida que EI conquistaba territorios empezó a autofinanciarse con el petróleo extraído en las zonas controladas, el dinero robado de los bancos asaltados, el contrabando y el tráfico de esclavas. Sus armas provienen de los ejércitos sirios e iraquíes y del contrabando por Turquía. En los territorios ocupados impuso literal y brutalmente la ley islámica (sharia).
Según el anciano periodista alemán Jürgen Todenhöfer, que en diciembre pasado visitó los campamentos de EI con su autorización, éste se sostiene en el entusiasmo de voluntarios que llegan de todo el mundo. El llamado Califato pretende remedar los inicios del Islam dejando vivos solamente a los sunitas estrictos, cristianos y judíos y aniquilando al resto de la humanidad.
Desde que en agosto pasado EE.UU. comenzó a bombardear al EI en Irak y Siria, las fuerzas que lo resisten recuperaron algo de terreno o mantuvieron sus posiciones, pero los cerca de 40.000 milicianos no podrán ser derrotados sin el apoyo de los jefes sunitas.
Como sus antepasados cipayos, los mercenarios y ex aliados que auxiliaron a Washington durante los últimos 35 años también se sienten desmerecidos. Por ese motivo, eI Estado Islámico apuesta a ampliar la guerra para involucrar a todas las grandes potencias mundiales y regionales y acumular un poder que obligue a Occidente a dialogar. Es la lógica de la prepotencia que aprendieron del imperio y ahora usan. No conocen otra.
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Eduardo J. Vior