21 de Diciembre de 2014
Vladimir Putin calienta la guerra del petróleo
El jefe de Estado ruso sube las tasas de interés y pacta una reconciliación con las corporaciones internas para paliar el déficit activado por el desplome del crudo.
Devaluación. El rublo retrocedió al ritmo de la caída en el precio del petróleo.
La
calma transitoria que los gobiernos de Rusia y Brasil alcanzaron luego
de las corridas cambiarias de principios de la semana sólo se obtuvo con
concesiones estratégicas a las corporaciones internas y los Estados
Unidos que debilitan su resistencia.
De acuerdo con las predicciones del presidente ruso Vladimir Putin en su conferencia de prensa anual el pasado jueves por la tarde, la actual crisis de la economía rusa puede durar a lo sumo dos años. El mandatario ruso consideró que las actuales reservas del Banco Central (419 mil millones de dólares) son suficientes para mantener la estabilidad económica, pero que no deben ser “quemadas” y que la diversificación productiva es “perentoria”.
El día anterior fue liberado Vladimir Yevtushenkov, presidente del holding Sistema, detenido en su domicilio desde septiembre pasado por lavado de dinero y fuga de divisas, al comprar la petrolera Bashneft en 2009. Sistema es el mayor conglomerado del país, presente en por lo menos diez ramas diversas. Bashneft, a su vez, es una de las mayores petroleras rusas. Al ser detenido Yevtushenkov, el Estado se apropió de sus acciones en la empresa petrolera, pero ahora se rumorea que se las devolverá.
Después de subir las tasas de interés del 10,5% al 17% a principios de la semana y de gastar siete mil millones de dólares para estabilizar las reservas, la liberación de Yevtushenkov calmó el mercado local. La semana cerró con una cotización de 60 rublos por dólar, 20 menos que el martes. Sin embargo, si las autoridades siguen gastando las reservas, reducirán sus chances para combatir la recesión prevista para 2015.
La crisis puso de manifiesto las diferencias entre las tendencias internas del gobierno ruso y la debilidad del presidente frente a las grandes corporaciones. La crisis rusa fue impulsada por las sanciones económicas occidentales y por la baja de los precios de los hidrocarburos, pero también por manipulaciones internas. Desde el fin de la Unión Soviética en 1991 la economía rusa está manejada por las grandes corporaciones que el presidente no logra controlar. Para peor, a principios de este mes Putin amnistió a los culpables de lavado de dinero y fuga de divisas. Su propio primer ministro, Dimitri Mevdeyev, propone hacer más concesiones a Occidente.
Por influencia del ex viceprimer ministro Vladimir Surkov –con gran ascendiente sobre Putin– el presidente ruso calculó mal la respuesta occidental al anexar Crimea en marzo pasado y sobreestimó la capacidad financiera rusa para resistir. Por otra parte, las autoridades rusas aprecian suficientemente el potencial subversivo de los ataques contra el rublo. Finalmente, en el reciente encuentro secreto del presidente con su par francés, François Hollande, en el aeropuerto de Moscú, se comprometió a respetar la “integridad territorial” de Ucrania, lo que aparece como una rendición ante la presión occidental.
Mientras tanto, en Brasil también repuntó el real, después de que el martes superara los 2,70 reales por dólar. Sin embargo, las tasas de interés a futuro se mantienen a un alto nivel y los observadores esperan que en enero vuelva a subir la tasa interbancaria Selic.
La economía brasileña registra muy buenos índices macroeconómicos y el Banco Central posee ingentes reservas, pero 2015 será un año de gigantescos pagos de intereses de la deuda pública, 98.150 millones de dólares, y ya hoy Brasil está pagando en los mercados internacionales tasas del 11,75%.
Los grupos especulativos impulsan al mismo tiempo la campaña mediática por los casos de corrupción en Petrobras, para hundir su valor bursátil. Durante 2014 sus acciones perdieron el 46% de su valor, aunque los pozos del presal están produciendo 600 mil barriles diarios a 45 dólares de costo por barril y el yacimiento tiene reservas de 45 mil millones de barriles.
La crisis brasileña es política: no se ha reformado el sistema electoral ni el financiamiento de los partidos políticos, que son muy dependientes del financiamiento privado o, como el PT, del manejo de las empresas estatales. Quienes más se beneficiaron esta vez fueron políticos del PMDB, uno de los dos partidos creados por la dictadura en 1969 que sobrevivió durante la democracia como un instrumento clientelar y nada más. Como el PT depende de sus votos (y de los de otros 16 partidos) para tener mayoría en el Congreso, el PMDB se ha adueñado de ministerios, gobernaciones y puestos en la administración pública y las empresas estatales, asegurando la continuidad de la corrupción.
Cuando el año pasado se produjeron masivas protestas en las grandes ciudades del país, Dilma Rousseff prometió la reforma política, pero fue frenada por sus aliados. El incumplimiento de su promesa casi le cuesta la elección pasada, pero se impuso, porque los electores valoraron las conquistas sociales de los últimos once años. Sin embargo, después de las elecciones el PT omitió movilizar a sus electores para realizar las reformas. Por el contrario, el gobierno entregó la política económica al neoliberalismo.
Mientras Rusia se desangra y Brasil se estanca, la Reserva Federal norteamericana anunciaba el miércoles pasado que las tasas de interés recién subirán después de abril próximo. La promesa de más dinero gratis para los bancos norteamericanos empujó los índices de los mercados financieros.
Para esta última corrida ha sido determinante la delirante estrategia norteamericana para Levante. John Kerry persuadió en junio pasado al gobierno saudita a inundar el mundo con petróleo, para debilitar a Rusia e Irán y derrocar a Assad. Desde entonces el precio del petróleo bajó en un 40%. Sin embargo, la baja en los precios del petróleo impide a las empresas energéticas conseguir fondos para trabajar. En esta situación deben vender sus reservas bajo el costo de producción o quebrar. El colapso puede afectar también los todavía descapitalizados bancos norteamericanos. Al mismo tiempo, esta industria está ligada a otros sectores y extiende el riesgo a todo el país.
En estas condiciones es normal que los fondos de inversión se lancen a arrollar los países emergentes con grandes reservas de hidrocarburos en consonancia con la estrategia de conquista de la Casa Blanca y el Pentágono. Sólo aquellos países que democraticen sus estados y diversifiquen su producción, industrializando con equidad, estarán en condiciones de resistir el embate.
De acuerdo con las predicciones del presidente ruso Vladimir Putin en su conferencia de prensa anual el pasado jueves por la tarde, la actual crisis de la economía rusa puede durar a lo sumo dos años. El mandatario ruso consideró que las actuales reservas del Banco Central (419 mil millones de dólares) son suficientes para mantener la estabilidad económica, pero que no deben ser “quemadas” y que la diversificación productiva es “perentoria”.
El día anterior fue liberado Vladimir Yevtushenkov, presidente del holding Sistema, detenido en su domicilio desde septiembre pasado por lavado de dinero y fuga de divisas, al comprar la petrolera Bashneft en 2009. Sistema es el mayor conglomerado del país, presente en por lo menos diez ramas diversas. Bashneft, a su vez, es una de las mayores petroleras rusas. Al ser detenido Yevtushenkov, el Estado se apropió de sus acciones en la empresa petrolera, pero ahora se rumorea que se las devolverá.
Después de subir las tasas de interés del 10,5% al 17% a principios de la semana y de gastar siete mil millones de dólares para estabilizar las reservas, la liberación de Yevtushenkov calmó el mercado local. La semana cerró con una cotización de 60 rublos por dólar, 20 menos que el martes. Sin embargo, si las autoridades siguen gastando las reservas, reducirán sus chances para combatir la recesión prevista para 2015.
La crisis puso de manifiesto las diferencias entre las tendencias internas del gobierno ruso y la debilidad del presidente frente a las grandes corporaciones. La crisis rusa fue impulsada por las sanciones económicas occidentales y por la baja de los precios de los hidrocarburos, pero también por manipulaciones internas. Desde el fin de la Unión Soviética en 1991 la economía rusa está manejada por las grandes corporaciones que el presidente no logra controlar. Para peor, a principios de este mes Putin amnistió a los culpables de lavado de dinero y fuga de divisas. Su propio primer ministro, Dimitri Mevdeyev, propone hacer más concesiones a Occidente.
Por influencia del ex viceprimer ministro Vladimir Surkov –con gran ascendiente sobre Putin– el presidente ruso calculó mal la respuesta occidental al anexar Crimea en marzo pasado y sobreestimó la capacidad financiera rusa para resistir. Por otra parte, las autoridades rusas aprecian suficientemente el potencial subversivo de los ataques contra el rublo. Finalmente, en el reciente encuentro secreto del presidente con su par francés, François Hollande, en el aeropuerto de Moscú, se comprometió a respetar la “integridad territorial” de Ucrania, lo que aparece como una rendición ante la presión occidental.
Mientras tanto, en Brasil también repuntó el real, después de que el martes superara los 2,70 reales por dólar. Sin embargo, las tasas de interés a futuro se mantienen a un alto nivel y los observadores esperan que en enero vuelva a subir la tasa interbancaria Selic.
La economía brasileña registra muy buenos índices macroeconómicos y el Banco Central posee ingentes reservas, pero 2015 será un año de gigantescos pagos de intereses de la deuda pública, 98.150 millones de dólares, y ya hoy Brasil está pagando en los mercados internacionales tasas del 11,75%.
Los grupos especulativos impulsan al mismo tiempo la campaña mediática por los casos de corrupción en Petrobras, para hundir su valor bursátil. Durante 2014 sus acciones perdieron el 46% de su valor, aunque los pozos del presal están produciendo 600 mil barriles diarios a 45 dólares de costo por barril y el yacimiento tiene reservas de 45 mil millones de barriles.
La crisis brasileña es política: no se ha reformado el sistema electoral ni el financiamiento de los partidos políticos, que son muy dependientes del financiamiento privado o, como el PT, del manejo de las empresas estatales. Quienes más se beneficiaron esta vez fueron políticos del PMDB, uno de los dos partidos creados por la dictadura en 1969 que sobrevivió durante la democracia como un instrumento clientelar y nada más. Como el PT depende de sus votos (y de los de otros 16 partidos) para tener mayoría en el Congreso, el PMDB se ha adueñado de ministerios, gobernaciones y puestos en la administración pública y las empresas estatales, asegurando la continuidad de la corrupción.
Cuando el año pasado se produjeron masivas protestas en las grandes ciudades del país, Dilma Rousseff prometió la reforma política, pero fue frenada por sus aliados. El incumplimiento de su promesa casi le cuesta la elección pasada, pero se impuso, porque los electores valoraron las conquistas sociales de los últimos once años. Sin embargo, después de las elecciones el PT omitió movilizar a sus electores para realizar las reformas. Por el contrario, el gobierno entregó la política económica al neoliberalismo.
Mientras Rusia se desangra y Brasil se estanca, la Reserva Federal norteamericana anunciaba el miércoles pasado que las tasas de interés recién subirán después de abril próximo. La promesa de más dinero gratis para los bancos norteamericanos empujó los índices de los mercados financieros.
Para esta última corrida ha sido determinante la delirante estrategia norteamericana para Levante. John Kerry persuadió en junio pasado al gobierno saudita a inundar el mundo con petróleo, para debilitar a Rusia e Irán y derrocar a Assad. Desde entonces el precio del petróleo bajó en un 40%. Sin embargo, la baja en los precios del petróleo impide a las empresas energéticas conseguir fondos para trabajar. En esta situación deben vender sus reservas bajo el costo de producción o quebrar. El colapso puede afectar también los todavía descapitalizados bancos norteamericanos. Al mismo tiempo, esta industria está ligada a otros sectores y extiende el riesgo a todo el país.
En estas condiciones es normal que los fondos de inversión se lancen a arrollar los países emergentes con grandes reservas de hidrocarburos en consonancia con la estrategia de conquista de la Casa Blanca y el Pentágono. Sólo aquellos países que democraticen sus estados y diversifiquen su producción, industrializando con equidad, estarán en condiciones de resistir el embate.
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Eduardo J. Vior