La encrucijada del conflicto en Siria

La encrucijada del conflicto en Siria
El “pasero” sacó del camión el paquete alargado envuelto en plástico negro, se lo cargó al hombro y se sumó a la larga fila que atravesaba la frontera siria. La cámara lo siguió, hasta que en medio de la tierra de nadie que separa la turca Mursitpinar de la siria Kobani lo alcanzaron las balas de las Unidades de Defensa Popular (YPG) kurdas. Se dobló y cayó. Los demás “paseros” siguieron su marcha hacia los camiones que del otro lado esperaban para llevar suministros al territorio controlado por el Estado Islámico (EI).
El documental de La Voz de Alemania (Deutsche Welle) sólo fue emitido el miércoles 26 en su edición en inglés, pero es la prueba irrefutable de la complicidad del gobierno turco con el terrorismo sunita. Durante 4’47 minutos, el periodista alemán conversa con los camioneros turcos que han traído las cargas hasta el confín. Ninguno sabe quiénes son sus contratistas. Les han dado direcciones de contacto en “ciudades del oeste de Turquía” donde han cobrado y recogido la carga, prolijamente rotulada. El espectador puede leer en una caja “Rakka” como destino, la “capital” del EI en el norte de Siria. En una panorámica se ve una larga fila de camiones de 45 toneladas y más.
El terrorismo del Estado Islámico (EI) se apoya en una trama de negocios e influencias que abarcan todo el Levante. Mientras no se afecten esos intereses, los continuos bombardeos de la aviación aliada servirán de poco.
Esta impresión fue ratificada por Louise Shelley en un artículo publicado en Foreign Affairs el pasado domingo 30 quien niega que bombardeando los pozos y refinerías de petróleo bajo control terrorista se dañe sustancialmente su financiamiento. “Por el contrario –argumenta– el EI es una empresa diversificada en la que el petróleo es sólo una rama de negocios. Por cierto, se ha apropiado de los yacimientos más productivos de Siria e Irak y embolsa un millón de dólares diarios ‘exportando’ petróleo, pero también sus enemigos sacan provecho de sus negocios”, añade. Los contrabandistas kurdos en Irak ganan 300.000 dólares mensuales comprándoles petróleo y vendiéndolo a las propias refinerías. Un diario de Erbil (la capital de la región autónoma del Kurdistán oriental) denunció recientemente a los dignatarios kurdos y sus parientes que hacen negocios con el EI. A su vez venden a los terroristas camiones, garrafas de gas y otros implementos.
Además del petróleo, señala la autora, el EI recibe ayudas desde el Golfo, se financia con contrabando en general, secuestros, extorsión y saqueos. El tráfico de celulares, documentos y cigarrillos hacia Turquía, por ejemplo, ha subido dramáticamente en los últimos meses. La estructura del Estado Islámico asemeja a un holding de empresas que distribuye el riesgo superponiéndose a la pérdida de producción petrolera por los bombardeos aliados. Al mismo tiempo, mediante el comercio cultiva fuera de su zona de influencia una red de lealtades con la que debilita a sus enemigos. Mientras EE.UU. no adopte una estrategia integral en la guerra contra los islamistas –concluye Shelley– los bombardeos tendrán poca efectividad.
Los enemigos de mis enemigos. Como corolario de la reunión de la alianza de 60 países coaligados contra el EI en la sede de la OTAN en Bruselas, el secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, por el contrario, evaluó el martes como “positivos” los bombardeos aéreos de los últimos meses. Según Kerry, los bombardeos aliados detuvieron el avance del EI, aunque advirtió que llevaría años derrotar al terrorismo. Comentando la información dada el mismo día por el Pentágono sobre la intervención de la aviación iraní en los combates en la provincia oriental iraquí de Diyala, el funcionario de Obama sugirió que existe un acuerdo tácito para que Teherán emplee sus antiguos F4 en el Este del país, donde la USAF no actúa. Se trata de rezagos de la guerra de Vietnam recibidos por Teherán antes de la revolución de 1979. Irán, por su parte, niega su intervención.
Sin embargo, el presidente sirio Bashar al-Asad se mostró escéptico sobre el resultado de la campaña aérea. Entrevistado por la francesa Paris Match, Al-Asad sostuvo que no se puede vencer al terrorismo con ataques aéreos, sino que “es esencial utilizar sobre el terreno tropas que conozcan el país”.
Para entender la dispersión y ambivalencia de las alianzas entre las fuerzas contrarias al Estado Islámico, es útil dar una ojeada al campo de batalla, especialmente en Siria. Así, en la sureña provincia de Dera’a, nuevas unidades del Ejército Libre Sirio (ELS) formadas por la CIA en la vecina Jordania han lanzado en las últimas semanas una ofensiva que logró ocupar varias aldeas buscando cortar la ruta que comunica con Damasco y controlar una faja de territorio que hacia el Oeste se comunique con la zona que ocupa el Frente al Nusra (representante oficial de al Qaeda en Siria), en el confín del Golán bajo dominio israelí desde 1973. A partir de esta base territorial la coalición CIA-Al Qaeda espera poder forzar a Assad a una salida negociada y a renunciar.
Según el Instituto para el Estudio de la Guerra, con sede en Washington, las fuerzas gubernamentales, apoyadas por unidades de Hezbolá, milicianos chiítas iraquíes y unidades de la Guardia de la Revolución Iraní respondieron al ataque tomando nuevas posiciones sobre la estratégica ruta.
Por su parte, la batalla de Alepo, comenzada hace dos años, parece acercarse a su fin. Las fuerzas oficiales controlan el Oeste de la ciudad, mientras que los rebeldes son fuertes en el Este, pero, como el ejército sirio apoyado por milicias chií y refuerzos iraníes (según Al-Jazeera) avanzó sobre la ruta que por el Nordeste conecta la ciudad con Turquía, Al-Nusra respondió atacando al noroeste, sobre la otra ruta hacia la frontera. Sin embargo, la coalición pro-Assad se sostiene en la población civil local, mayoritariamente chiíta, y en su aviación. Si logra defenderse y a la vez cortar las comunicaciones de Alepo con Turquía, la ciudad más grande de Siria caerá en manos del gobierno.
Entre tanto, en Kobani, los milicianos de las YPG, apoyados por los peshmerga del Kurdistán iraquí, rechazaron el martes un ataque del EI que buscaba cortar la comunicación de la ciudad con la frontera. Según las YPG, el ataque provino de territorio turco, lo que Ankara negó. El mismo día dos milicianos chechenos atacaron el este de la ciudad sufriendo fuertes pérdidas, entre ellas un comandante del mismo origen.
Este panorama demuestra que la guerra en Siria está altamente internacionalizada y que no existe por el momento la posibilidad de unir a las fuerzas que se oponen al Estado Islámico.
En Irak, a su vez (como informa la agencia oficial iraní de noticias Fars), el ejército iraquí retomó el miércoles 3, junto con los peshmerga y ayudado por el alzamiento de los nómades sunitas locales, una amplia área al Sur de Mosul. El levantamiento siguió al llamado del primer ministro iraquí Haidar al-Abadi para liberar Nínive, cuya capital es Mosul.
Ente tanto, buscando diferenciarse de Asad, el gobierno norteamericano reclamó el miércoles 3 controles más estrictos sobre el cumplimiento del cronograma acordado en septiembre de 2013, para que el gobierno sirio desmantele su arsenal químico.
En estas condiciones, la campaña de bombardeos es indudablemente útil, pero insuficiente, porque lo que la coalición anti-EI destruye desde el aire lo reconstruyen sus miembros por tierra. Washington está encerrado en un dilema del que sólo puede salir mediante un acuerdo con Rusia, Siria, Irán y Hezbolá con el que perdería a todos sus aliados regionales que siguen impertérritos, haciendo negocios con el Estado Islámico, o mandando a sus propias tropas a combatir por largos años y en varios frentes simultáneamente. Cualquiera de las decisiones que adopte tendrá costos altos, pero cuanto más tarde en decidirse, éstos serán aún mayores.