29 de Noviembre de 2014
“Es la dignidad, ¡estúpido!”
Al prolongar ocho meses la negociación sobre el programa nuclear iraní, Occidente reconoce la importancia de Teherán en el futuro ordenamiento del Levante y Asia Central.
Cuando
sonó la hora cero del lunes 24, ni John Kerry estaba bañado en champaña
ni Mohamed Y. Zarif, el canciller iraní, se refugió llorando en los
rincones del palacio vienés donde los cinco miembros permanentes del
Consejo de Seguridad de la ONU, Alemania e Irán venían negociando sobre
el programa nuclear de este último. La prolongación de las negociaciones
hasta el 30 de junio próximo es un gran triunfo de la República
Islámica.
Consecuente fue el festejo del líder máximo de la Revolución Iraní: “Irán no va a ponerse de rodillas ante los colonialistas norteamericanos y europeos”, tronó el ayatolá Seyyid Alí Jamenei el lunes en Teherán.
EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania acordaron el lunes firmar con Irán el 1° de marzo de 2015 un acuerdo político y el 1° de julio siguiente otro técnico que zanjen el conflicto en torno del programa nuclear persa.
Por su parte, en un mensaje a la nación, el presidente Hasán Rouhaní comunicó el lunes que “se ha alcanzado una gran victoria” y que “se va a llegar tarde o temprano a un acuerdo”.
Los comentaristas norteamericanos se preguntan azorados por qué fracasaron. Hasta hace seis meses las potencias occidentales apretaban el torniquete para que Irán desmantelara su programa atómico. Impusieron sanciones económicas brutales que casi ahogaron la vida de los 80 millones de iraníes. ¿Por qué la derrota?
Nuevamente las potencias occidentales no entendieron la diferencia de perspectivas y mentalidades con una potencia emergente: 1. Creyeron poder oponer al presidente Rouhaní y al ministro Zarif al líder Alí Jamenei y se equivocaron. Puede ser que ambos sean más flexibles que su jefe, pero ni juegan su propio partido ni son pronorteamericanos. Irán es un Estado teocrático, pero con una vida política riquísima, llena de tensiones y debates resumidos en la cúspide por una elite religiosa conservadora, pero inteligentísima y muy despierta. Rouhaní respeta el espacio que le deja el Líder Supremo. 2. Supusieron que Irán negociaría a toda costa y fallaron. La República Islámica necesita acordar, para superar el bloqueo económico, pero tiene tiempo. Mientras que los gobiernos estadounidenses tienen agendas a cuatro u ocho años, Alí Jamenei conduce la Revolución Islámica desde 1989, tiene sólo 75 años y, cuando muera, será sucedido por otro Seyyid (descendiente de Husein, hijo de Fátima, hija del Profeta), electo por una asamblea de clérigos que saben que de su unidad depende la suerte de la República. Irán ha demostrado una (para Washington) inesperada capacidad para resistir las sanciones económicas y la baja en el precio del petróleo. Redirigió las ventas de hidrocarburos hacia China y otros países asiáticos y hasta las aumentó. El mes pasado, además, Irán y Rusia acordaron el trueque de petróleo por bienes de todo tipo por un volumen de 20 mil millones de dólares. Por otra parte, después de 30 meses de recesión la economía iraní está creciendo nuevamente al 2,5% anual. 3. El Departamento de Estado apostó a que el interés por los negocios pesaría más que el orgullo y la embarró. El ayatolá Jamenei vinculó exitosamente el programa nuclear con la dignidad de la patria y el pueblo lo acompaña. El honor nacional primó sobre el bolsillo. 4. Washington apuntó a alcanzar un acuerdo a mitad de camino entre ambas partes, mientras que Irán buscaba permanentemente defender la porción más grande posible de su programa nuclear. Para ello tuvo un auxilio inesperado: la ofensiva del Estado Islámico en las vecinas Irak y Siria a partir de junio pasado valorizó enormemente su influencia sobre ambos países y la ayuda de Hezbolá en la guerra contra el terrorismo wahabita. Los ayatolás saben que las negociaciones sancionarán su nuevo rol regional con la firma de las mayores potencias mundiales y por eso no piensan renunciar a su poder nuclear como disuasión contra las potencias atómicas circundantes.
¿Qué pasa si el nuevo Senado republicano quiere a su vez subir la cota para un entendimiento? Que chocarán con Rusia y China, que presionan a Washington para imponerle un acuerdo antiterrorista general para el Levante. Puede ser que en los meses venideros los halcones republicanos escenifiquen todavía algún berrinche, pero al final tendrán que firmar. Cuanto más tarden, peor para ellos.
Consecuente fue el festejo del líder máximo de la Revolución Iraní: “Irán no va a ponerse de rodillas ante los colonialistas norteamericanos y europeos”, tronó el ayatolá Seyyid Alí Jamenei el lunes en Teherán.
EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Rusia, China y Alemania acordaron el lunes firmar con Irán el 1° de marzo de 2015 un acuerdo político y el 1° de julio siguiente otro técnico que zanjen el conflicto en torno del programa nuclear persa.
Por su parte, en un mensaje a la nación, el presidente Hasán Rouhaní comunicó el lunes que “se ha alcanzado una gran victoria” y que “se va a llegar tarde o temprano a un acuerdo”.
Los comentaristas norteamericanos se preguntan azorados por qué fracasaron. Hasta hace seis meses las potencias occidentales apretaban el torniquete para que Irán desmantelara su programa atómico. Impusieron sanciones económicas brutales que casi ahogaron la vida de los 80 millones de iraníes. ¿Por qué la derrota?
Nuevamente las potencias occidentales no entendieron la diferencia de perspectivas y mentalidades con una potencia emergente: 1. Creyeron poder oponer al presidente Rouhaní y al ministro Zarif al líder Alí Jamenei y se equivocaron. Puede ser que ambos sean más flexibles que su jefe, pero ni juegan su propio partido ni son pronorteamericanos. Irán es un Estado teocrático, pero con una vida política riquísima, llena de tensiones y debates resumidos en la cúspide por una elite religiosa conservadora, pero inteligentísima y muy despierta. Rouhaní respeta el espacio que le deja el Líder Supremo. 2. Supusieron que Irán negociaría a toda costa y fallaron. La República Islámica necesita acordar, para superar el bloqueo económico, pero tiene tiempo. Mientras que los gobiernos estadounidenses tienen agendas a cuatro u ocho años, Alí Jamenei conduce la Revolución Islámica desde 1989, tiene sólo 75 años y, cuando muera, será sucedido por otro Seyyid (descendiente de Husein, hijo de Fátima, hija del Profeta), electo por una asamblea de clérigos que saben que de su unidad depende la suerte de la República. Irán ha demostrado una (para Washington) inesperada capacidad para resistir las sanciones económicas y la baja en el precio del petróleo. Redirigió las ventas de hidrocarburos hacia China y otros países asiáticos y hasta las aumentó. El mes pasado, además, Irán y Rusia acordaron el trueque de petróleo por bienes de todo tipo por un volumen de 20 mil millones de dólares. Por otra parte, después de 30 meses de recesión la economía iraní está creciendo nuevamente al 2,5% anual. 3. El Departamento de Estado apostó a que el interés por los negocios pesaría más que el orgullo y la embarró. El ayatolá Jamenei vinculó exitosamente el programa nuclear con la dignidad de la patria y el pueblo lo acompaña. El honor nacional primó sobre el bolsillo. 4. Washington apuntó a alcanzar un acuerdo a mitad de camino entre ambas partes, mientras que Irán buscaba permanentemente defender la porción más grande posible de su programa nuclear. Para ello tuvo un auxilio inesperado: la ofensiva del Estado Islámico en las vecinas Irak y Siria a partir de junio pasado valorizó enormemente su influencia sobre ambos países y la ayuda de Hezbolá en la guerra contra el terrorismo wahabita. Los ayatolás saben que las negociaciones sancionarán su nuevo rol regional con la firma de las mayores potencias mundiales y por eso no piensan renunciar a su poder nuclear como disuasión contra las potencias atómicas circundantes.
¿Qué pasa si el nuevo Senado republicano quiere a su vez subir la cota para un entendimiento? Que chocarán con Rusia y China, que presionan a Washington para imponerle un acuerdo antiterrorista general para el Levante. Puede ser que en los meses venideros los halcones republicanos escenifiquen todavía algún berrinche, pero al final tendrán que firmar. Cuanto más tarden, peor para ellos.
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Eduardo J. Vior