07 de Noviembre de 2014
Estados Unidos
Barack Obama busca medidas para aliviar su crisis política
El presidente norteamericano intenta fijar una agenda de gobierno conjunta con los republicanos para eludir el encierro institucional que dibujó la aplastante victoria de los halcones el último martes.
Cuando
el Presidente Barack Obama recibió el viernes 7 a los líderes
parlamentarios de ambos partidos, ya había marcado los límites de su
futuro trabajo con el Congreso después de la victoria republicana en las
elecciones del pasado martes 4. Sin respiro, todas las fuerzas
políticas están dando los primeros pasos para las presidenciales de
2016. El dominio opositor sobre ambas Cámaras del Congreso, la mayoría
de los gobiernos estaduales, la Suprema Corte, el Pentágono y las
agencias de seguridad e inteligencia pueden conducir al “gobierno
compartido” o a la parálisis política, más probablemente a una
combinación entre acuerdos espurios y vetos recíprocos, pero el
resultado dependerá de las coyunturas y de la habilidad de los líderes
contendientes.
Por primera vez en ocho años, el Partido Republicano (“Grand Old Party” o GOP) obtuvo en las elecciones de mitad de mandato el control de ambas Cámaras del Congreso, al ganar siete senadurías y aumentar en 13 escaños su mayoría en la Cámara de Representantes. Se espera que el senador por Kentucky Mitch McConnell sea el próximo líder de la mayoría en el Senado. McConnell ha liderado la campaña contra la reforma financiera de Obama en 2010 y apoyó el fallo “Citizens United” que permite desde 2011 el gasto ilimitado en campañas electorales. La cifra récord de cuatro mil millones de dólares gastados en esta elección le dio la razón.
Los republicanos también quitaron a los demócratas varias gobernaciones estaduales muy disputadas como Maryland, Arkansas, Illinois y Massachusetts. Algunos mandatarios republicanos también derrotaron a fuertes desafiantes, entre ellos Scott Walker de Wisconsin, Rick Scott de Florida y Rick Snyder de Michigan. No obstante, el demócrata Tom Wolf venció al gobernador republicano de Pennsylvania Tom Corbett.
En estas elecciones se votaron casi 150 iniciativas de leyes a lo largo del país. En Alaska, Nebraska, Dakota del Sur, Illinois y Arkansas se elevó el salario mínimo, en Massachusetts se aprobó para los trabajadores una licencia paga por enfermedad de hasta 40 horas al año, la más extensa del país, en Washington DC y Oregon, en tanto, se legalizó la marihuana, pero en Florida se rechazó su uso medicinal. Los votantes de Colorado y Dakota del Norte, por su parte, se negaron a definir los óvulos fertilizados como seres humanos, protegiendo así el derecho al aborto, pero en Tennessee se facultó a la legislatura estadual para aprobar leyes antiabortistas. Los electores de Colorado rehusaron exigir el etiquetado de los alimentos transgénicos y en el estado de Washington, finalmente, se impuso comprobar los antecedentes en todas las ventas de armas.
Las elecciones de mitad del período presidencial reforzaron la división del país en dos campos socioculturales opuestos: los demócratas ganaron el voto femenino (53%), pero los republicanos se impusieron con un margen mayor entre los hombres (55%). El 59% de los blancos (75% del total de los votantes) optó por el GOP, pero el 90% de los negros (12% del total) votó a los demócratas, al igual que el 64% de los hispanos (8%). Sin embargo, la proporción de este grupo que concurrió a las urnas aumentó menos que su peso demográfico. El 75% de los votantes fue blanco y votó a la derecha. Además de una profunda insatisfacción con el gobierno de Obama y un persistente miedo por la situación económica, los republicanos lograron movilizar a los votantes blancos, masculinos y de mayor edad. Por el contrario, los votantes entre 18 y 29 años favorecieron a los demócratas, pero fueron sólo el 13% de los electores.
Los demócratas lograron mantener unida la coalición de minorías que dio a Obama sus victorias en 2008 y 2012, pero no pudieron movilizarla. En encuestas a boca de urna los votantes se manifestaron disgustados con ambos partidos. La mitad desaprueba cómo el Ejecutivo actuó ante la epidemia de ébola y siete de cada diez temen un nuevo atentado terrorista dentro de EE.UU. Las opiniones siguen divididas por mitades sobre el seguro de salud obligatorio, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana. En cambio importa poco la política exterior.
Los análisis postelectorales demuestran que el cambio demográfico que se está dando en el país hacia una disminución del peso relativo de la población blanca frente a las diversas minorías y el rejuvenecimiento de la población no se traduce aún en las urnas por la desconfianza hacia los partidos políticos y la falta de mensajes fuertes en una elección de medio término. Además los republicanos han superado a los demócratas en el uso de tecnologías sofisticadas para identificar a sus votantes y movilizarlos. El voto demócrata sigue dependiendo mucho de las mujeres, pero en varias competencias estaduales no pudieron movilizarlas.
En los próximos dos años el gobierno no podrá impulsar ninguna medida contra la voluntad del Congreso ni éste contra la del Presidente. La posibilidad de que ambos partidos compartan el gobierno y no repitan la parálisis reciente depende de los temas, de los posicionamientos preelectorales para 2016 y de cómo se vaya resolviendo la lucha por el poder dentro de cada partido. Mientras que los demócratas sólo tienen una precandidata con chances (Hillary Clinton), en el Partido Republicano asoma una docena de postulantes con posiciones muy diferentes y algunos con una alta dependencia del reaccionario Tea Party.
Si entre los republicanos se impone el ala derecha que pretende derogar la reforma fiscal de 2010 y el seguro de salud obligatorio, el Presidente podrá mostrarlos como amenaza para los intereses de la mayoría, reacios a los consensos que la población reclama y así podrá azuzar sus divisiones internas. Obama ya declaró el pasado miércoles que buscaría los compromisos necesarios para evitar el bloqueo mutuo, pero que no dudaría en usar los poderes presidenciales para impulsar la reforma migratoria que el Congreso viene frenando. Al mismo tiempo anunció que pedirá la autorización del Congreso para continuar la campaña militar contra el Estado Islámico en el Levante, mudando su posición anterior y traspasándole la responsabilidad por el casi seguro envío de tropas al Medio Oriente.
Los republicanos tendrán cómodas mayorías en la Cámara y el Senado, aunque serán insuficientes para rechazar vetos presidenciales (se precisan los dos tercios), por lo que deberán negociar, pero los analistas no están coinciden en sus predicciones sobre el rumbo que adoptará el GOP.
A principios de 2015 la insoslayable discusión sobre el límite del endeudamiento público evidenciará quién conduce el Partido Republicano. Mitch McConnell se verá probablemente desafiado por Ted Cruz, de Texas, Rand Paul, de Kentucky, u otras estrelas del nuevo firmamento reaccionario. Será el momento de definir quién conducirá el partido hasta 2016.
Después de la victoria republicana aumentó la posibilidad de que el Presidente avance en las negociaciones para el acuerdo comercial transpacífico, que los dirigentes sindicales rechazan, porque rebaja los derechos de los trabajadores norteamericanos. En acuerdo con el Senado de mayoría republicana la Casa Blanca buscaría primero obtener la facultad de negociar aceleradamente, para en una segunda etapa someter el tratado al Parlamento. El segundo acuerdo en negociación (con Europa), en cambio, probablemente no se concluya antes de 2016.
La presión de los hombres viejos de raza blanca que votaron a los republicanos para que defiendan su supremacía racial, nacional y de género con la militarización interna y la guerra externa endurecerá el control interno y casi seguramente enviará nuevamente a las tropas al Medio Oriente. Los próximos dos años serán muy duros para el mundo, porque la superpotencia tensará al máximo sus fuerzas agresivas hasta definir su rumbo. De la firmeza y la templanza de sus contendientes dependerá evitar nuevas catástrofes.
Por primera vez en ocho años, el Partido Republicano (“Grand Old Party” o GOP) obtuvo en las elecciones de mitad de mandato el control de ambas Cámaras del Congreso, al ganar siete senadurías y aumentar en 13 escaños su mayoría en la Cámara de Representantes. Se espera que el senador por Kentucky Mitch McConnell sea el próximo líder de la mayoría en el Senado. McConnell ha liderado la campaña contra la reforma financiera de Obama en 2010 y apoyó el fallo “Citizens United” que permite desde 2011 el gasto ilimitado en campañas electorales. La cifra récord de cuatro mil millones de dólares gastados en esta elección le dio la razón.
Los republicanos también quitaron a los demócratas varias gobernaciones estaduales muy disputadas como Maryland, Arkansas, Illinois y Massachusetts. Algunos mandatarios republicanos también derrotaron a fuertes desafiantes, entre ellos Scott Walker de Wisconsin, Rick Scott de Florida y Rick Snyder de Michigan. No obstante, el demócrata Tom Wolf venció al gobernador republicano de Pennsylvania Tom Corbett.
En estas elecciones se votaron casi 150 iniciativas de leyes a lo largo del país. En Alaska, Nebraska, Dakota del Sur, Illinois y Arkansas se elevó el salario mínimo, en Massachusetts se aprobó para los trabajadores una licencia paga por enfermedad de hasta 40 horas al año, la más extensa del país, en Washington DC y Oregon, en tanto, se legalizó la marihuana, pero en Florida se rechazó su uso medicinal. Los votantes de Colorado y Dakota del Norte, por su parte, se negaron a definir los óvulos fertilizados como seres humanos, protegiendo así el derecho al aborto, pero en Tennessee se facultó a la legislatura estadual para aprobar leyes antiabortistas. Los electores de Colorado rehusaron exigir el etiquetado de los alimentos transgénicos y en el estado de Washington, finalmente, se impuso comprobar los antecedentes en todas las ventas de armas.
Las elecciones de mitad del período presidencial reforzaron la división del país en dos campos socioculturales opuestos: los demócratas ganaron el voto femenino (53%), pero los republicanos se impusieron con un margen mayor entre los hombres (55%). El 59% de los blancos (75% del total de los votantes) optó por el GOP, pero el 90% de los negros (12% del total) votó a los demócratas, al igual que el 64% de los hispanos (8%). Sin embargo, la proporción de este grupo que concurrió a las urnas aumentó menos que su peso demográfico. El 75% de los votantes fue blanco y votó a la derecha. Además de una profunda insatisfacción con el gobierno de Obama y un persistente miedo por la situación económica, los republicanos lograron movilizar a los votantes blancos, masculinos y de mayor edad. Por el contrario, los votantes entre 18 y 29 años favorecieron a los demócratas, pero fueron sólo el 13% de los electores.
Los demócratas lograron mantener unida la coalición de minorías que dio a Obama sus victorias en 2008 y 2012, pero no pudieron movilizarla. En encuestas a boca de urna los votantes se manifestaron disgustados con ambos partidos. La mitad desaprueba cómo el Ejecutivo actuó ante la epidemia de ébola y siete de cada diez temen un nuevo atentado terrorista dentro de EE.UU. Las opiniones siguen divididas por mitades sobre el seguro de salud obligatorio, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana. En cambio importa poco la política exterior.
Los análisis postelectorales demuestran que el cambio demográfico que se está dando en el país hacia una disminución del peso relativo de la población blanca frente a las diversas minorías y el rejuvenecimiento de la población no se traduce aún en las urnas por la desconfianza hacia los partidos políticos y la falta de mensajes fuertes en una elección de medio término. Además los republicanos han superado a los demócratas en el uso de tecnologías sofisticadas para identificar a sus votantes y movilizarlos. El voto demócrata sigue dependiendo mucho de las mujeres, pero en varias competencias estaduales no pudieron movilizarlas.
En los próximos dos años el gobierno no podrá impulsar ninguna medida contra la voluntad del Congreso ni éste contra la del Presidente. La posibilidad de que ambos partidos compartan el gobierno y no repitan la parálisis reciente depende de los temas, de los posicionamientos preelectorales para 2016 y de cómo se vaya resolviendo la lucha por el poder dentro de cada partido. Mientras que los demócratas sólo tienen una precandidata con chances (Hillary Clinton), en el Partido Republicano asoma una docena de postulantes con posiciones muy diferentes y algunos con una alta dependencia del reaccionario Tea Party.
Si entre los republicanos se impone el ala derecha que pretende derogar la reforma fiscal de 2010 y el seguro de salud obligatorio, el Presidente podrá mostrarlos como amenaza para los intereses de la mayoría, reacios a los consensos que la población reclama y así podrá azuzar sus divisiones internas. Obama ya declaró el pasado miércoles que buscaría los compromisos necesarios para evitar el bloqueo mutuo, pero que no dudaría en usar los poderes presidenciales para impulsar la reforma migratoria que el Congreso viene frenando. Al mismo tiempo anunció que pedirá la autorización del Congreso para continuar la campaña militar contra el Estado Islámico en el Levante, mudando su posición anterior y traspasándole la responsabilidad por el casi seguro envío de tropas al Medio Oriente.
Los republicanos tendrán cómodas mayorías en la Cámara y el Senado, aunque serán insuficientes para rechazar vetos presidenciales (se precisan los dos tercios), por lo que deberán negociar, pero los analistas no están coinciden en sus predicciones sobre el rumbo que adoptará el GOP.
A principios de 2015 la insoslayable discusión sobre el límite del endeudamiento público evidenciará quién conduce el Partido Republicano. Mitch McConnell se verá probablemente desafiado por Ted Cruz, de Texas, Rand Paul, de Kentucky, u otras estrelas del nuevo firmamento reaccionario. Será el momento de definir quién conducirá el partido hasta 2016.
Después de la victoria republicana aumentó la posibilidad de que el Presidente avance en las negociaciones para el acuerdo comercial transpacífico, que los dirigentes sindicales rechazan, porque rebaja los derechos de los trabajadores norteamericanos. En acuerdo con el Senado de mayoría republicana la Casa Blanca buscaría primero obtener la facultad de negociar aceleradamente, para en una segunda etapa someter el tratado al Parlamento. El segundo acuerdo en negociación (con Europa), en cambio, probablemente no se concluya antes de 2016.
La presión de los hombres viejos de raza blanca que votaron a los republicanos para que defiendan su supremacía racial, nacional y de género con la militarización interna y la guerra externa endurecerá el control interno y casi seguramente enviará nuevamente a las tropas al Medio Oriente. Los próximos dos años serán muy duros para el mundo, porque la superpotencia tensará al máximo sus fuerzas agresivas hasta definir su rumbo. De la firmeza y la templanza de sus contendientes dependerá evitar nuevas catástrofes.
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Eduardo J. Vior