viernes, 9 de enero de 2015

François Hollande y los terroristas quieren ir a la guerra

Las dudas que genera el hecho de París

Un atentado que siembra el camino hacia una invasión

Con el ataque contra Charlie Hebdo se inicia una campaña terrorista para que Occidente invada Levante y el Estado Islámico se convierta en la vanguardia de un gran ejército sunita.

Un atentado que siembra el camino hacia una invasión
Enemigo - El ataque contra el semanario francés encaja perfectamente en la estrategia del Estado Islámico que se está haciendo cada vez más fuerte en Irak y Siria.

Atentados como el realizado el miércoles en París contra la revista satírica Charlie Hebdo despiertan el estupor y la indignación mundial. Eran periodistas que fueron asesinados por realizar su trabajo. Vivían y trabajaban en París, cuna hace 225 años de la revolución que alumbró el mundo burgués y todavía conmueve corazones con sus consignas de libertad, igualdad y fraternidad. Fue masacrada la libertad de expresión, una de las piezas centrales de los derechos humanos. Por todo ello y mucho más hay que homenajear a los mártires del 7 de enero y, sin embargo, mucho huele a que fueron carne de cañón. Desde hacía tiempo la revista estaba amenazada por células yihadistas y sólo tenía una vigilancia muy endeble. A pesar de las advertencias, sus editores insistieron en publicar caricaturas infamantes sobre la figura del profeta Mahoma. No es lo mismo insultar al Papa, al Imán de la mezquita de al Aqsao o al Gran Rabino que al fundador de la segunda mayor religión monoteísta. ¿Ningún dirigente intentó seriamente disuadir al equipo de la revista de continuar en su línea ofensiva para los sentimientos de cinco millones de musulmanes franceses?
No obstante, sería cínico hacer creer que dos milicianos, perfectamente entrenados en operaciones comando, conocidos por la policía, armados con fusiles AK-47 y armas cortas, que demostraron precisión milimétrica y frialdad (aunque "se olvidaron" el DNI de uno de ellos en la vereda), hayan asesinado a diez periodistas, a dos policías, y herido a once personas más sólo porque se indignaron por las caricaturas de la revista. Este ataque aparece demasiado preparado por los que lo cometieron y por quienes lo dejaron realizar.
Los asesinos dijeron a una testigo (faltó que le entregaran sus tarjetas de visita) que pertenecían a Al Qaeda en la Península Arábiga. Esta antigua "casa matriz" de la red salafista (Osama bin Laden era saudita) fue duramente perseguida por la policía del Reino y cruzó la frontera, asentandose en el sur de Yemen. Según Jamal Khashoggi, en un artículo que recogió la emisora saudí al Arabiya en mayo pasado, actualmente está más ligada al Estado Islámico (EI), o sea que derivó hacia posiciones takfiritas (musulmanes que atacan a otros musulmanes). El sur de Yemen se ha convertido desde hace años en el destino preferido de los occidentales que desean incorporarse a la "guerra santa".
El ataque contra el semanario encaja perfectamente en la estrategia del Estado Islámico. Dentro de este conviven dos lógicas: la de los magníficos generales iraquíes que en junio condujeron la ofensiva de su caballería motorizada a través del desierto y conquistaron posiciones estratégicas al mismo tiempo en Siria e Irak,  y la de los ideólogos delirantes que sueñan con dejar sólo con vida en el mundo a sunitas ortodoxos, cristianos y judíos. Los demás, incluidos musulmanes "herejes" o "apóstatas" (chiíes), deben ser exterminados.
Los ideólogos buscan provocar la invasión del Levante (área estratégica en Medio Oriente) por las potencias occidentales para erigirse en vanguardia del Islam sunita, derrotarlas e imponerles la partición del mundo en dos áreas de dominio: la occidental y la sunita. Con este objetivo han iniciado una campaña de atentados destinados a movilizar a europeos y norteamericanos para la guerra. Otros atentados tan simbólicos como el de la revista, intentos de asesinato a figuras emblemáticas (¿el Papa?) y ataques a instalaciones militares seguirán próximamente. Son útiles porque a la vez movilizan futuros combatientes y provocan a los occidentales.
La estrategia islamista se ajusta a las necesidades estratégicas de los ideólogos de la restauración norteamericana y europea: crear una histeria de guerra santa que les permita imponer su ley y apropiarse de los recursos del mundo en nombre de la Cruzada.
Esta hipótesis de guerra no sirve a los estrategas en ninguno de ambos bandos. Los generales iraquíes que comandan el EI en Siria e Irak saben que no pueden resistir a una coalición formada de hecho por norteamericanos, rusos, iraníes y sirios y concentran sus esfuerzos en la conquista de Bagdad. Los realistas en el Pentágono, a su vez, están conscientes de que desembarcar en Levante los distrae del cerco a la alianza ruso-china. Pero probablemente éste no sea tiempo para realistas en ninguno de ambos bandos.
El comentarista puede equivocarse. Este tipo de columnas requiere mucha conjetura. Pero los datos de la experiencia, la visión de la guerra mundial en la que estamos inmersos, el estudio de las operaciones en Levante en los últimos cuatro años y el conocimiento de la locura de quienes gobiernan Occidente no dan mucho lugar para el optimismo. Se avecina un largo invierno. «

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Eduardo J. Vior