27 de Junio de 2015
ACCIONES DEMASIADO PREVISIBLES
Inmediatamente después de los atentados en
Francia, Túnez y Kuwait los medios occidentales repitieron su
acostumbrada retahíla de banalidades sobre el Islam y los inmigrantes
que viven en Europa. Sin embargo, el Estado Islámico (EI) había
anunciado los atentados para el corriente mes del Ramadán y los
servicios de seguridad estaban sobre alerta. ¿Por qué entonces no
pudieron prevenir los ataques?
El presidente francés François Hollande se apresuró a desvincular el fallido atentado con un cochebomba en una planta de gas en el sureste del país de la masacre que en la playa de Susa, Túnez, acabó con la vida de 37 turistas y dejó a otros tantos heridos. ¿Por qué tanta prisa?
El EI hasta ahora sólo informó que el atentado en la capital de Kuwait contra una mezquita chiíta fue obra de un suicida. Por su parte, las autoridades kuwaitíes se apresuraron a proclamar la armonía entre sunníes y chiítas en el emirato, aunque la minoría chiíta sufre en los países del Golfo y en Arabia Saudita una brutal discriminación y los ataques de radicales sunnítas se suceden sin que las policías locales reaccionen. El atentado de ayer puede haber estado coordinado con los otros dos, pero igual responde a motivos diferentes. En cambio, sí se vincula con un sorpresivo ataque del EI en la ciudad kurda de Kobani, en la frontera turca, donde penetró el jueves y mató a 150 civiles como venganza por las reiteradas derrotas que las milicias kurdas le infringieron en los últimos meses. Esta brutal masacre fue apenas mencionada en los medios occidentales.
Los atentados en Kuwait, Francia y Túnez fueron realizados por individuos aislados. En Francia el autor, Yassin Sahil, 35 años, chofer de una furgoneta que abastecía la planta de gas, antes del atentado decapitó a su jefe y clavó su cabeza en una de las verjas. Fue detenido cuando intentaba detonar una bomba que hubiera provocado una masacre. Conocido por la policía por sus lazos con el salafismo de Lyon, no obstante pudo perpetrar el atentado sin que nadie lo detuviera. También el autor de la balacera en la playa de Susa repleta de europeos, Seifuddín al Rezqui, 23 años, originario del norte de Túnez, era estudiante en un instituto politécnico y conocido militante salafista. Según la policía, desembarcó en la orilla con un fusil oculto en una sombrilla y comenzó a disparar contra los veraneantes, siendo rápidamente abatido por agentes presentes en el lugar.
En ambos casos se trató de militantes a los que las fuerzas de seguridad observaban desde hacía tiempo. A pesar de la declaración de Hollande, conociendo los intensos lazos que unen Francia y Túnez, el observador está tentado de vincular los dos ataques. Y la pregunta se repite aguda y dolorosamente: ¿qué pretenden los países occidentales y sus aliados, al usar a las propias poblaciones –en un caso trabajadores y en el otro turistas– como sebo para dejar realizar atentados evitables? «
El presidente francés François Hollande se apresuró a desvincular el fallido atentado con un cochebomba en una planta de gas en el sureste del país de la masacre que en la playa de Susa, Túnez, acabó con la vida de 37 turistas y dejó a otros tantos heridos. ¿Por qué tanta prisa?
El EI hasta ahora sólo informó que el atentado en la capital de Kuwait contra una mezquita chiíta fue obra de un suicida. Por su parte, las autoridades kuwaitíes se apresuraron a proclamar la armonía entre sunníes y chiítas en el emirato, aunque la minoría chiíta sufre en los países del Golfo y en Arabia Saudita una brutal discriminación y los ataques de radicales sunnítas se suceden sin que las policías locales reaccionen. El atentado de ayer puede haber estado coordinado con los otros dos, pero igual responde a motivos diferentes. En cambio, sí se vincula con un sorpresivo ataque del EI en la ciudad kurda de Kobani, en la frontera turca, donde penetró el jueves y mató a 150 civiles como venganza por las reiteradas derrotas que las milicias kurdas le infringieron en los últimos meses. Esta brutal masacre fue apenas mencionada en los medios occidentales.
Los atentados en Kuwait, Francia y Túnez fueron realizados por individuos aislados. En Francia el autor, Yassin Sahil, 35 años, chofer de una furgoneta que abastecía la planta de gas, antes del atentado decapitó a su jefe y clavó su cabeza en una de las verjas. Fue detenido cuando intentaba detonar una bomba que hubiera provocado una masacre. Conocido por la policía por sus lazos con el salafismo de Lyon, no obstante pudo perpetrar el atentado sin que nadie lo detuviera. También el autor de la balacera en la playa de Susa repleta de europeos, Seifuddín al Rezqui, 23 años, originario del norte de Túnez, era estudiante en un instituto politécnico y conocido militante salafista. Según la policía, desembarcó en la orilla con un fusil oculto en una sombrilla y comenzó a disparar contra los veraneantes, siendo rápidamente abatido por agentes presentes en el lugar.
En ambos casos se trató de militantes a los que las fuerzas de seguridad observaban desde hacía tiempo. A pesar de la declaración de Hollande, conociendo los intensos lazos que unen Francia y Túnez, el observador está tentado de vincular los dos ataques. Y la pregunta se repite aguda y dolorosamente: ¿qué pretenden los países occidentales y sus aliados, al usar a las propias poblaciones –en un caso trabajadores y en el otro turistas– como sebo para dejar realizar atentados evitables? «