Juegos de la muerte
Como hombre del poder, Vladimir Vladimirovich Putin sabe aprovechar
las vanidades de sus contrincantes para dividirlos, enfrentarlos y
dominarlos. Combinando estas artes está utilizando el escándalo por
dopaje y corrupción en el atletismo olímpico para tomar el control del
segundo banco del país y quebrar la influencia de la mafia olímpica
internacional en Rusia. El escándalo por el dopaje de atletas rusos que
estalló en noviembre pasado se agudizó en febrero, cuando murieron los
ex directivos de la agencia rusa antidopaje (Rusada), Vyacheslav Sinev
(2008-11) y Nikita Kamaiev (2011-15). Sinev falleció el 3 de febrero,
sin que se supieran las causas, en tanto Kamaiev sufrió el 14 de febrero
un mortal infarto, sin afección cardíaca conocida. Ambos habían
dimitido en diciembre pasado, después de que la Agencia Mundial
Antidopaje (WADA, por su sigla en inglés) acusara a Rusada de ocultar el
doping de atletas. Además de ambas renuncias, la federación atlética
rusa, Rusada y su laboratorio moscovita fueron suspendidos, en tanto la
Federación Internacional de Asociaciones de Atletismo (IAAF) puso en
duda la participación de los atletas rusos en los Juegos de Río de
Janeiro. Ya a principios de noviembre la Comisión de Ética del Comité
Olímpico Internacional (COI) había denunciado la corrupción en la IAAF y
la Justicia francesa abrió un proceso contra el senegalés Lamine Diack,
de 82 años, presidente de la federación entre 1999 y junio de 2015.
Además de otros sobornos, se le imputa haber recibido un millón y medio
de dólares de la federación rusa de atletismo, para ocultar el dopaje.
El 10 de noviembre Diack renunció a su cargo honorario en el directorio
del COI. En el segundo informe de la WADA del 14 de enero de 2016 Diack
fue acusado asimismo de nepotismo y de haber instalado un “gobierno
paralelo” de la federación. Dice el informe que en 2012 hubo en Moscú
una reunión entre su hijo Papa Massata Diack, el ex funcionario atlético
Valentin Balajnichev y un representante de la televisión rusa en la que
se acordó pagar a la IAAF seis millones de dólares por la transmisión
del Campeonato Mundial de Atletismo de 2013 y prolongar hasta 2015 el
contrato para la transmisión en Rusia de eventos internacionales, pero
por 25 millones de dólares que pagó el banco estatal ruso VTB. Si bien
ambos informes de WADA subrayan la intervención asidua de la Agencia de
Seguridad de la Federación Rusa (FSB, por su sigla en ruso), no dan
nombres. Aunque la WADA cuestiona severamente a la conducción de la
IAAF, rescata a su actual presidente, Sebastian Coe, quien secundó a
Lamine Diack hasta junio pasado. Esta aparente paradoja responde a una
táctica de Richard “Dick” Pound, responsable por el informe. Campeón
olímpico de natación en 1960, Richard Pound hizo una gran carrera en el
COI desde 1980 donde ha negociado los derechos de televisión y el
sponsoring, mientras ascendía en la universidad McGill de Montreal
(Quebec, Canadá), hasta presidirla entre 2001 y 2009. En 1999 fundó la
WADA que dirigió hasta 2007. Desde 2013 está a cargo de las trasmisiones
olímpicas. O sea que es a la vez gobernante y control del movimiento
olímpico mundial. Como defensor del olimpismo comercial y garante de la
realización de los Juegos de Río de Janeiro este año, necesita que la
Federación Atlética, la mayor de las federaciones olímpicas, llegue
intacta. Por eso avala a Lord Coe. Por el informe de la WADA el Banco
VTB (el segundo de Rusia) perdió el negocio olímpico. Hasta el actual
escándalo financiaba activamente la transmisión de espectáculos
deportivos, pero, de repente, en diciembre pasado el Grupo VTB se
reorientó hacia Asia, instalando una gerencia en Shanghai y reclutando
banqueros en Hong Kong. Asimismo, acordó con el Banco Chino para la
Construcción (CCB, por su sigla en inglés) participar en el comercio de
metales preciosos. Da la impresión de que el gobierno ruso aprovechó el
escándalo por el dopaje para tomar el control directo sobre el banco
estatal, sacarlo del negocio deportivo y alinearlo con la estrategia
euroasiática del presidente Putin.
Otra victoria sobre la oligarquía
El
presidente tiene un apoyo del 90 por ciento, pero sigue sin poder
mejorar la situación económica, seriamente dañada desde que estalló la
crisis del petróleo y se aplicaron las sanciones occidentales en 2014.
Cuando Putin llegó al poder en 2000, heredó un sistema controlado por
Estados Unidos. Rusia estaba saqueada, miles de millones de dólares
fugados al exterior, la industria destruida y una ola de violencia y
corrupción azotaba al país. La ex KGB y los oligarcas se aliaron
entonces para hacer al país gobernable. Vladimir Putin representa a la
primera, Dimitri Medvedev a los segundos. La alternancia en el gobierno
aseguró la estabilidad, pero ambos tienen estrategias divergentes: el
grupo tras Medvedev es “atlantista”, en tanto el putinismo se orienta
hacia Eurasia y el multipolarismo. Desde el inicio Putin avanzó lenta y
seguramente sobre la oligarquía. Primero destruyó a Berezovski y
Jodorkovski, luego a las mafias locales. El mandatario restauró la
verticalidad del poder, pero no pudo reformar el sistema político ni
desplazar a los quintacolumnistas que controlan la Jefatura de Gabinete,
el Ministerio de Finanzas, el de Desarrollo Económico y el Banco
Central, ante todo Dimitri Medvedev. Las crecientes críticas mediáticas a
la política económica indican que se avecina una nueva purga. Existe
una extendida condena al Banco Central por las devaluaciones y la fuga
de capitales. No obstante, el presidente no intervendrá hasta que la
crisis se agudice y la opinión pública le pida a gritos una acción
enérgica. Para resistir a los oligarcas y occidentales, necesita un
apoyo popular sólo posible si la conciencia de la crisis es muy aguda.
Indudablemente, asesinados o “suicidados”, Kamaiev y Sinev fueron
víctimas del fracaso de los oligarcas enquistados en hacer negocios con
la burocracia deportiva internacional a costas del fisco ruso. Una vez
que Putin quitó al Ministerio de Finanzas el control del segundo banco
del país, se acabó el negocio olímpico y los encubridores del dopaje
quedaron desprotegidos. Por eso no importa si se suicidaron o los
mataron. Al mismo tiempo, el presidente hizo que la FSB filtrara al
vanidoso Richard Pound las carpetas necesarias, para que este funja de
custodio de la moral olímpica, aunque sin dañar los negocios del
olimpismo. Haciendo honor a su cinturón negro en yudo, Vladimir
Vladimirovich Putin ha utilizado a la mafia deportiva mundial y la
ambigüedad de Richard Pound para limitar aún más el poder de la
oligarquía financiera rusa e independizar a su país un paso más de la
influencia occidental.
LISTA DE SANGRE
En 1998 el ex agente Alexander Litvinenko (foto) declara en Moscú que
la FSB le ordenó asesinar al oligarca Boris Berezovski. Con el apoyo de
este a fines de 2000 huye a Londres, donde consigue asilo político. El 7
de octubre de 2006 la periodista Anna Politkovskaia es asesinada a
tiros en su edificio en Moscú. Había informado desde Chechenia sobre
violaciones de los derechos humanos. Para investigar el crimen,
Litvinenko se reúne el 11 de noviembre siguiente en Londres con agentes
de la FSB con quienes toma un té. Intoxicado con plutonio, es internado
en un hospital donde muere el 23 de noviembre. En 2014, un tribunal de
Moscú condenó a varios años de prisión a cinco hombres por el crimen
contra Politkovskaia. Por la muerte de Litvinenko, en tanto, impulsado
por la Suprema Corte británica, durante 2015 se realiza un juicio que
culmina el 21 de enero de 2016, cuando el juez Robert Owen falla que el
presidente Vladimir Putin “probablemente autorizó” en 2006 el asesinato
de Alexander Litvinenko. Boris Berezovski: el oligarca ruso fue
encontrado sin vida en marzo de 2013 en su casa en Ascot, cerca de
Londres. Este enemigo de Putin financiaba a la oposición rusa. La
autopsia reveló que murió estrangulado. Un juez declaró en marzo de 2014
que no se podía determinar si se suicidó o fue asesinado. Serguei
Magnitski: el abogado fue detenido por delitos fiscales después de
acusar de corrupción a algunas autoridades rusas. Gravemente enfermo y
quizá torturado, murió en una celda en noviembre de 2009 sin ayuda
médica. Nadie fue acusado por su muerte. En 2013, un tribunal lo declaró
póstumamente culpable de fraude fiscal. Natalia Estemirova: el cadáver
baleado de esta activista por los derechos humanos fue hallado en julio
del 2009 en el norte del Cáucaso. La reconocida militante era odiada por
los servicios de seguridad por sus informes sobre la desaparición de
personas en Chechenia. Boris Némtsov: el ex viceprimer ministro y líder
liberal premiado por Margaret Thatcher fue asesinado en una noche de
febrero de 2015, cuando caminaba por uno de los puentes sobre el Moscova
que conducen a la Plaza Roja. Los indicios más probables apuntan a
mercenarios islamistas financiados por neonazis ucranianos que buscan
desestabilizar a Rusia.
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Eduardo J. Vior