El que se apresura, pierde
La decisión catalana de
declarar la independencia sin más negociaciones con Madrid, fue
aprovechada por Rajoy para recuperar la iniciativa y arrebatarle la
bandera democrática.
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, sorprendió anoche a
la opinión pública nacional e internacional al anunciar que disolvía
inmediatamente el Parlament catalán, pero que convocaba a elecciones
regionales para el próximo 21 de diciembre. Rajoy que había obtenido el
viernes por la mañana el aval del Senado para aplicar el art. 155 de la
Constitución española de 1978 e intervenir la región, anunció también el
cese del “president” Carles Puigdemont, de su vicepresidente Oriol
Junqueras y de todos sus “consellers”, así como de los delegados de la
Generalitat en Madrid y en Bruselas.
Este viernes el Parlament de Cataluña había declarado la
independencia y proclamado la “República catalana, como Estado
independiente y soberano, de derecho, democrático y social”. Con 70
votos a favor, 2 en blanco y 10 en contra, el resultado fue claramente
favorable al Sí. Sin embargo, más de 40 parlamentarios del Partido
Popular (PP), socialistas (PSOE) y de Ciudadanos (liberales) se
retiraron del pleno para no legitimar la votación. Para proteger a los
diputados contra persecuciones penales, se votó en una urna. Mientras
tanto, en las calles, el clamor y la celebración comenzaron en cuanto se
supo la noticia: centenares de miles se dieron cita en Plaza Cataluña y
en las principales ciudades de la región para festejar la declaración.
Por su parte, el Presidente del Gobierno respondió con rapidez, pero
con mesura, a la declaración de independencia: “el president Puigdemont
tuvo la oportunidad este jueves de disolver él y convocar elecciones. No
quiso hacerlo, dijo. Pues el Gobierno de España –continuó– toma las
medidas para recuperar la legalidad y ha decidido además convocar
elecciones en Cataluña. Creemos que es urgente devolver la voz a los
catalanes y en condiciones democráticas para que decidan su futuro”,
concluyó.
De esta manera el Gobierno optó por un 155 breve que apenas durará 54
días, los que establece la ley entre la disolución de la Cámara y la
apertura de las urnas. Rajoy pretende así evitar las enormes
dificultades y los daños colaterales que todos los ministros
vislumbraban en una larga toma de control desde Madrid de todas las
instituciones de Cataluña e intenta, además, poner freno en la medida de
lo posible a una mayor fractura en la calle. Con esta decisión el
Presidente aprovechó la negativa de su colega catalán a comparecer ante
el Senado y a convocar a elecciones regionales anticipadas. Puigdemont
se apresuró y Rajoy le robó la bandera “democrática”.
Si bien es impredecible lo que pueda llegar a pasar, la continuidad
de este conflicto dependerá de la capacidad y voluntad de lucha del
pueblo y las instituciones catalanas, así como también del
reconocimiento internacional que obtengan. Rajoy ha optado por enviar
urnas y no tanques, como se preveía. No obstante, puede suceder que una
convocatoria tan rápida a elecciones no permita aplacar el fervor de los
secesionistas y que éstos las boicoteen masivamente, deslegitimándolas,
o participen y alcancen una mayoría aún más amplia de la que ya tenían.
De forma casi unánime la comunidad internacional ha expresado durante
el viernes su rechazo a la declaración de independencia. Desde la Unión
Europea hasta la OTAN, desde la ONU a la OCDE, desde Estados Unidos a
Colombia, todos se han solidarizado con el gobierno de Madrid en su
rechazo a la decisión catalana. También la vocera de la cancillería rusa
declaró que Rusia sigue considerando el conflicto catalán como un
asunto interno español.
No obstante, los servicios de inteligencia españoles dejaron
trascender que Dimitri Medóev, ministro de Exteriores de facto de la
república irredenta de Osetia del Sur (en el Cáucaso, territorio en
disputa con Georgia) estuvo de visita oficial en Cataluña lunes y martes
y abrió una oficina para establecer relaciones bilaterales. Se trata de
un líder regional afín a Vladimir Putin, por lo que se sospecha que el
Kremlin apoya la independencia, mientras oficialmente se abstiene.
Al mismo tiempo, se informó “confidencialmente” que el lobby que
contrató el pasado agosto la Delegación de Cataluña en Estados Unidos
para propagandizar la causa independentista está cobrando al mismo
tiempo del mayor banco ruso, Sberbank, sancionado en 2014 por Washington
y Bruselas. El representante de la Generalitat en Estados Unidos firmó
un acuerdo con el lobby SGR Government Relations, pero está
beneficiándose desde entonces de todos los servicios de la empresa
matriz de la firma, Sphere Consulting, un enorme lobby que dirige el
consultor Jim Courtovich y que, al mismo tiempo está cobrando del banco
moscovita Sberbank, una entidad semipública con el 60% de sus acciones
en manos del Banco Central de Rusia. Puede ser una casualidad o,
efectivamente, resultado de la intervención rusa en el conflicto
catalán. También puede ser que el trascendido sea el producto de una
maniobra de la inteligencia española para desacreditar a los
independentistas. Resulta, en todo caso, llamativo que las fuentes no
aludan al masivo financiamiento que los nacionalistas reciben de George
Soros.
Después de la declaración unilateral de
independencia y de la decisión del gobierno central de aplicar el art.
155 en forma atenuada, el conflicto se dirime en las calles. Si Madrid y
los partidos españolistas consiguen persuadir al catalanismo popular de
que las elecciones del 21/12 no implicarán el cierre del proceso
independentista, sino la apertura de negociaciones para una reforma
constitucional que dé autonomía plena o permita la separación de la
región, pueden conseguir una pacificación pasajera y retomar el control
de la situación. Si, por el contrario, la desconfianza –fundada o no–
prima, de nada valdrán la intervención central ni la convocatoria a
elecciones. Por su parte, la decisión de los nacionalistas sobre
participar o no en los comicios probablemente dependa de su evaluación
de la relación de fuerzas: si ven que el catalanismo (al que adhiere la
mayoría de los catalanes, aunque es rechazado o mirado con desconfianza
por una importante minoría) está en condiciones de sostener
continuadamente la movilización masiva, casi seguramente decidan
boicotear las elecciones y les contrapongan un llamado propio.
Por lo pronto, Rajoy ha aprovechado bien el apresuramiento de
Puigdemont y ha recuperado la iniciativa, pero para mantenerla no le
queda otra opción que iniciar seriamente negociaciones sobre la reforma
de la Constitución. Cualquier otra línea política lo llevaría al
suicidio a él, a la monarquía y a España toda.