Paro general y discurso del Rey: sigue la crisis española por Cataluña
En
un escueto discurso el jefe del Estado omitió condolerse con las
víctimas de la agresión policial y anunció que intervendrá las
instituciones democráticas de Cataluña
Agencia Paco Urondo
4 de septiembre de 2017
4 de septiembre de 2017
Por Eduardo J. Vior
En un mensaje muy esperado y cargado de expectativas que no cumplió,
el rey Felipe VI, con gesto serio, tono tenso y mirada huidiza, cargó
anoche contra los independentistas catalanes e hizo una defensa de la
Constitución y de la "permanencia de España". "Estamos viviendo momentos
muy graves, todos hemos sido testigos de los hechos que se han
producido en Cataluña con la pretensión de que sea declarada ilegalmente
la independencia", dijo el monarca, quien no hizo ni una sola
referencia a las cargas policiales del pasado domingo o a un diálogo
directo entre las dos partes. Por su falta de oportunidad y de
sensibilidad democrática el habitante del Palacio de la Zarzuela ha dado
una herida mortal a la unidad del Estado Español, que tanto dice
defender, y ha comenzado a despedirse del trono.
El pueblo de Cataluña protagonizó ayer un inédito “paro de país”
convocado por todas las organizaciones sociales, culturales y políticas
de la región, combinado con una huelga general de las centrales obreras,
para protestar contra la brutal represión policial contra los votantes
que el domingo 1 se acercaron a votar sobre la independencia. En toda la
comunidad hubo masivas manifestaciones pacíficas y los ciudadanos se
cuidaron de no provocar a la Policía Nacional y la Guardia Civil
mandadas por el gobierno central. 700.000 personas se congregaron anoche
en el centro de Barcelona, para reafirmar su voluntad democrática y
rechazar la represión del poder central.
Hasta el domingo pasado muchos catalanes no apoyaban la independencia
unilateral de España ambicionada por las tres formaciones políticas en
el gobierno de la Generalitat, pero la brutalidad represiva los
persuadió de que Madrid carece de interés en dialogar. Indudablemente,
la votación, el pasado 6 de septiembre, en la Asamblea Nacional Catalana
de la Ley de Referéndum y de la de Transición hacia la República se
realizó violando la Constitución española de 1978 y el orden legal. Fue
una apuesta de los independentistas que les salió bien. El nacionalismo
liberal catalán venía muy golpeado por los escándalos de corrupción y
esta jugada limpió sus prontuarios.
También el gobierno central apostó a escabullirse de los procesos
judiciales que aherrojan a muchas de sus figuras centrales y a la
familia real mediante la agudización del conflicto. Mariano Rajoy y su
ministro del Interior, Rafael Catalá, sabían que, al enviar las unidades
antidisturbios a reprimir el referéndum catalán, las estaban
autorizando a hacer lo que hicieron: golpear, violentar y arrojar al
piso a mujeres y ancianos y disparar pelotas de goma prohibidas. No
pudieron provocar reacciones violentas, porque el pueblo catalán actuó
con un enorme civismo, pero quieren obligar a la Asamblea Nacional
Catalana a declarar unilateralmente la independencia, para poder ocupar
militarmente la región e implantar el estado de emergencia. A ellos
también les está dando frutos su apuesta: los fachas que ayer cantaban
“Cara al sol” en la madrileña rotonda de Cibeles así lo demuestran.
Las alternativas mediadoras son débiles. Pablo Iglesias tuiteó
inmediatamente “como presidente de un grupo parlamentario que representa
a más de 5 millones de españoles, le digo al Rey no votado: no en
nuestro nombre”. El PSOE, en tanto, sólo ha echado de menos un llamado
al diálogo, aunque sigue condenando el referéndum. Correctamente ha
advertido el Partido Nacionalista Vasco que después de este discurso
“Cataluña está un poco más lejos”. Alberto Garzón, por Izquierda Unida,
en tanto, ya ha llamado a proclamar la República.
En el corto plazo el gobierno querría aplicar el art. 155 de la
Constitución que lo autoriza a intervenir las instituciones autonómicas,
tal como pidió Felipe de Borbón en su discurso. Sin embargo, para
hacerlo necesitan una mayoría de dos tercios en el Senado y los
socialistas todavía se niegan, no se sabe hasta cuándo. Entonces se van a
dedicar a chicanear, para que los catalanes declaren unilateralmente la
independencia. El cálculo puede cerrar hacia adentro, porque así van a
movilizar a la derecha, pero la resistencia cívica catalana ya no puede
ser más doblegada. El conflicto se prolongará y el caos en la región más
rica de la todavía España hundirá la economía de todo el Estado. Tarde o
temprano el poder central deberá aceptar la salida de Cataluña, a la
que probablemente siga el País Vasco. Sería un milagro que el último de
los Borbones no pague el precio de su torpeza, ceguera e insensibilidad.
El Rey ha hablado ayer para despedir la unidad del Estado Español y
despedirse él del territorio que considera su patrimonio.
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Eduardo J. Vior